Por Lucía Hinojosa | Septiembre, 2020
Hay otros mundos (de los que nunca te contaron).
Sun Ra
Después de largos años de experiencia, he llegado a ordenar de manera conveniente los pequeños sistemas solares del hogar, he comprendido la interdependencia de los objetos y la necesidad de colocarlos en determinada forma para evitar catástrofes, o cambiar súbitamente su colocación para provocar hechos necesarios al bienestar común.
Remedios Varo
Después de recorrer Avenida Revolución, llego a un portón entre una farmacia y una panadería de barrio. Toco el timbre, grito mi nombre, paso a la vecindad. La entrada es húmeda y fría, con charcos en las esquinas cerca de la coladera. La temperatura baja mientras recorro la oscuridad que se forma entre las columnas del recinto. Me apresuro hacia un corredor abierto con jardineras al centro y la temperatura sube, los arbustos y sus hojas llenas de sol. Llego a la casa-taller de Carolina Fusilier (Argentina, 1985), me espera en la puerta. Asomándose por la ventana nos saluda Odilón, el gato de una amiga que ha dejado México y que Caro cuida temporalmente.
Hay arroz
tortillas
mole verde
mole negro
Varios panes,
dulces
algunos a la mitad
Café negro
Domesticidad. Comemos y conversamos. El animismo de los objetos. Tuberías fantasmas interviniendo los espacios que damos por hecho. El peligro de alucinar, la libertad de alucinar. La arqueología del sueño: suspensión; tótems internos. Mientras escucho siento el pulso de sus pinturas detrás de mí, algunas sin terminar, como la presencia de un cuerpo en combustión. Sus mundos albergan la posibilidad de un sistema mecánico auto-generativo, construido desde otros principios de realidad. El sistema, quizás, es tan potente que los objetos imaginados han tomado el control, por lo menos psíquico, creando una lógica autónoma, o un sistema solar.
Espacio publicitario disponible. Para deslizarnos libremente sobre el óleo o sobre la banalidad del centro comercial, hay que tropezar con el portal adecuado. Los no lugares del fetichismo líquido. La inmensidad de lo ordinario, como el sonido del refrigerador. Un satori: abrirse sin voluntad al momento de no-mente y regresar a las preguntas que nunca nos hacemos, lograr realmente la distracción. Transición o vestíbulo: aquí está el portal. Un lobby desalmado, un espectacular vacío en la carretera. La decadencia del abandono; perderse en su propia fascinación, ¿o cuestionar su agencia? Como los reflejos de los electrodomésticos. ¿Y cómo funcionan los sistemas de agua? Quizás como las escaleras que no llegan a ningún lugar.
Audio en tres canales. La voz es quizás el residuo de la presencia humana. Hay devenir, hay traslación: psicogeografías. Pero no hay sujeto porque Nada está encarnada; sus fenómenos reaparecen, se disuelven para luego crear identidades de sí mismas. Destellos de lenguaje. La primera canción que canta una computadora. Los testimonios orales de astronautas que nunca regresaron a la tierra, sus memorias en la continuidad del estancamiento temporal. ¿A dónde ha evolucionado el futuro? El movimiento de una cámara que levita. La intervención de agentes físicos es una prótesis que ya no existe.
Umbrales al antropoceno. El esqueleto de un automóvil frente al mar en un estado desolado. La erosión de un tipo de tiempo que se mira al espejo. Recuerda que solo quedan las mecánicas capitalistas. Hipnotismo. Lo demás es obsoleto. Folletos de compra y venta. Cascajos y agentes de viajes. El surrealismo en el exilio. A veces pienso que cuando usamos «» las palabras pueden elevarse, por lo menos en la consciencia, entran en una nueva corriente eólica. Mutan a una especie de ideograma. No es lo mismo escribir flor, que «flor». Si escribo «nube», hay dos procesos mentales en curso, le quito el doble de gravedad a la palabra. ¿Qué pasa si hago esto «.»? ¿O esto «:»? Las puntuaciones también tienen un sentido, una mecánica, un sistema hostil de dirección. ¿Y cómo cambiar los ejes de mi lectura? ¿Cómo cambiarte para redirigir tu intención dentro de este laberinto? ¿Cómo liberar a la máquina? Todos vivieron en la calle de Gabino Barreda. Instalación de sitio específico.
Limbo. ¿Qué pensaría Remedios Varo de un render digital en movimiento, del hiperrealismo inmobiliario o el animismo de las cuentas bancarias? ¿Hay una genealogía, o una corriente de consciencia disponible a través de las conchas de mar? Las ciudades y los cimientos están en tránsito. Aún no sabemos a dónde se dirigen.
Mágico mundo marino. Un anfibio aparece en la costa de Acapulco. El contenido en sus escamas incluye sentimientos melancólicos. Recuerda el Galeón de Manila y su inauguración en 1565. A través de INFINITUM se conecta con tierras Filipinas, con el fin de seguir la citada corriente de Kuroshio. Su voz revive a través de la señal telefónica. La modernidad es aspiracional, y a veces el fracaso también lo es. Un archivo efímero se disuelve, se hunde. Pero quizás sus creencias espirituales y escatológicas son un dispositivo para cambiar la incertidumbre del desastre psicológico en la ruta colonial de la nave.
Bajamos juntas las escaleras de madera. Hemos recorrido toda la casa, los pasillos, las habitaciones interiores. Ahora tengo un mapa anatómico del mundo en el que habita Caro, una radiografía que revela momentos de escucha, pausas; la mecánica de la conversación. El absurdo brilla en el piso de la cocina. Una vez escribí. Ahora lo puedo ver con más claridad. Cuando salgo de su casa ya no está Odilón. También han desaparecido otros seres. En el vacío de ese espacio reaparecen nuevas conexiones de imágenes y sistemas solares. Levito sobre Avenida Revolución.
Fotos e imágenes: Cortesía de la autora.
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