Por Daniela España / @danniela | Agosto, 2015
El año pasado la película Viento aparte, de Alejandro Gerber, estuvo presente en más de 25 festivales internacionales contando la historia de Karina y Omar, dos hermanos que deben hacer un viaje en situación de emergencia. La cinta habla de los procesos de maduración en la adolescencia con una parte de confrontación a diversos problemas sociales. Aquí en México se estrenó en el Festival de Cine de Guadalajara y desde entonces ha sido exhibida en un circuito de proyección cultural. Hablamos con el director mexicano de la película y de las complicaciones a las que se enfrenta la industria del cine mexicano por una coyuntura especial que afecta directamente los procesos de distribución.
¿Por qué abordas de nuevo temas personales desde una perspectiva adolescentes?
Es la etapa de tu vida en la que defines quién eres y pones esa etiqueta que vas arrastrando a lo largo de tu vida y me interesa mucho ese proceso. ¿Por qué decides que te gusta la música que te gusta? ¿Por qué decides que piensas de la manera que piensas? ¿Por qué te gustan unas cosas y rechazas otras? ¿Qué tanto tiene que ver esto con herencia o con la propia decisión? Siento que ocurre de un modo drástico, la adolescencia es difícil y cruel en muchos sentidos. El que termina la adolescencia es como un sobreviviente. Me parece que los personajes adolescentes como materia para la ficción son maleables y muy atractivos desde ese punto de vista.
El cine mexicano se ha concentrado mucho en historias de denuncia y ha explorado poco en el género road movie, ¿por qué elegiste contar la historia de Viento aparte dentro de este formato?
Fue un reto. No me gusta el cine de género, al menos no me interesa mucho profesionalmente, pero quise hacer una película de viaje. Creo que es un género de transformación, si el viaje fue importante llegas transformado. Entonces, si quería hacer una película de adolescentes que están pasando por este proceso, ponerlos en un viaje forzoso en una situación de emergencia pues era una forma de acelerar esta transformación.
Los protagonistas son actores que no habían hecho nada profesionalmente hasta ese momento, ¿qué buscabas en el casting?
Terminamos buscando química de hermanos. El casting fue ir a las escuelas a buscarlos, en lugar de convocar fuimos a verlos en sus clases de teatro, en las escuelas que tenían algún tipo de inclinación teatral. Los que nos latían los invitamos a la oficina y se hacían más pruebas. Luego hicimos una “final” por parejas en donde buscamos un parecido fisonómico, traté de ser muy riguroso en eso.porque en Vaho una de las críticas más constantes tuvo que ver con problemas de parecido entre los niños y adolescentes que hicieron el mismo personaje
¿Cómo te has enfrentado al tema de distribución comercial en una película independiente como la tuya?
Estuve un año tratando de conseguir a algún distribuidor que estuviera interesado en tomar la película y ponerla en cines. Fue muy difícil por una coyuntura específica que está sucediendo en este sexenio en particular que tiene que ver con que el IMCINE decidió no apoyar distribución. Los distribuidores más chiquitos le piden a los productores que se encarguen de juntar fondos para este proceso.
¿Esto tiene que ver directamente con el nuevo impuesto VPF (Visual Print Free) sobre las copias digitales?
Claro, desde 2013, Cinépolis y Cinemex cobran este impuesto. Antes el distribuidor tenía que pagar la impresión de las copias a positivo que costaban alrededor de 10 mil pesos. Esa copia se llevaba a las salas y el cine no te cobraba nada, solo se quedaba con el ingreso de la taquilla y la dulcería. El problema de las copias es que eran rollos muy grandes y el costo de envío y movilización era muy alto, entonces las distribuidoras en Estados Unidos presionaron a las exhibidoras para que se digitalizaran y empezaran a proyectar en digital. Eso les permitía dejar de pagar las copias y el costo de transportación. Las distribuidoras dijeron “nos encantaría, pero no nos alcanza el dinero” y en Estados Unidos sugirieron dejaron de hacer copias e invertir ese dinero en la digitalización y en unos años ya nadie asume ese costo. En el mercado gringo funciona muy bien, pero lo llevas al mercado latinoamericano, en México y es un desastre. Es el decreto de expulsión del cine mexicano de las salas. Ahora necesitas una inversión millonaria para llegar a Cinépolis o Cinemex, estamos hablando de un costo de 750 dólares por pantalla. Antes tenías que conseguir dinero para producir, luego para postproducir porque generalmente el dinero se acaba, ahora también hay que conseguir dinero para la distribución. En ese escenario hay un fondo del estado que apoya distribución, que es muy chiquito, pero que aplica desde producciones de VIDEOCINE hasta cualquier director que tiene una película terminada. Entonces la competencia es muy desleal, se acaba el fondo y las películas terminan envejeciendo.
¿La distribución en circuitos culturales es la única opción?
Sí. Este es un tema que afecta a todos. Hay quien tiene formas de resolverlo con mayor facilidad y hay quien se queda en el camino. El año pasado se produjeron 130 películas, se estrenaron 68, y 35 de ellas se estrenaron en Cineteca Nacional, Cinemanía y cineclubes en un esfuerzo de autodistribución donde pagas un poquito para tener algo de prensa y posters. Es decir, avientas la película a estas salas sabiendo que no vas a recuperar ni un peso, pero que ahí hay un público interesado que la va a ver.
Después de Viento aparte hiciste un cortometraje basado en una crónica periodística. ¿Vas a trabajar próximamente en un largometraje?
Estoy escribiendo, tengo un par de ideas, hay argumentos ya escritos pero todavía no decido a qué le voy a dedicar más tiempo. estoy leyendo mucho tratando de arrancar desde otro lugar. El cortometraje ganó la convocatoria de IMCINE el año pasado, se filmó en diciembre y ya está terminado. Tendré que ver qué sucede con este corto y si le va bien en festivales.
Foto: Wff.
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