Por Víctor Palacios | Agosto, 2016
“A lo que haz de hacer no digas cras, pon la mano y haz”.
Refrán medieval.
En el Altar a la Patria, cada mes de agosto, acontece la misma acción; un escuadrón de hombres compuesto por civiles y militares arriba de manera cronométrica para realizar, durante varias semanas, diversas labores de mantenimiento: pulen, pintan, resanan, restauran, limpian, ajustan, tallan, pulen y repulen cada milímetro cuadrado del monumento inaugurado hace sesenta y tres años. De tal forma, para el 13 de septiembre, día en que se conmemora a los Niños Héroes y al General Felipe Santiago Xicotencatl, todo luce como esperado y la blancura del mármol ciega a su máxima capacidad. Los disparos y el discurso encuentran un digno y palpitante eco: ¡La patria se hace presente! Está ahí, coqueta y perene. Todo sigue igual y cada elemento de la maquinaria funciona con precisión; los estallidos, los pasos redoblados, el gel transparente, las plumas de las águilas, la melodía y las llamas. Los infantes brincan de empacho y el arte de Aragón y Tamariz aparece intacto en el horizonte. No hay, en sus alrededores, edificios “H” que le estorben ni pequeñas o monumentales demoras en las tareas programadas. Luce cual estrambótico merengue.
Imagino que el día 13 del mes de septiembre tiene un gran círculo rojo en el calendario de los militares pero también lo tiene el día 13 de agosto, jornada aproximada en que inician las labores señaladas. Existe una noción del tiempo y de lo que en un lapso determinado se puede realizar. Un mes, es un mes y durante un mes ciertas cosas se pueden hacer, y otras, por extraño que parezca, no. Rarezas.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac.
¿Cuánto tiempo se necesita para concebir y realizar adecuada y profesionalmente un pabellón nacional en la célebre Bienal de Venecia? Está claro que para los funcionarios públicos encargados de gestionar dicha producción-representación la respuesta a la pregunta debe ser algo parecido a un rotundo y elocuente: “depende”. Está claro también que en sus calendarios este evento no ha merecido, desde hace ya varios años, una mancha escarlata pues, de una u otra forma, las cosas siempre acaban saliendo…y la administración de la cultura y las artes no tiene porque ser precisa ni rigurosa sino caprichosa, azarosa e inexacta. Si no hay prisa no hay chiste ni adrenalina. ¿Cuál es tu prisa? Si entre más apresurados estemos mejor nos la pasamos todos y hasta mejor nos acaban saliendo las cosas, ¿no?
¡Si algo tenemos, es tiempo!
La situación y la inoperatividad de los responsables involucrados en determinar quien o quienes representarán a México en la próxima edición de la Bienal de Venecia es tremendamente penosa e inverosímil. ¿Qué sucede en sus cultas cabezas? ¿Por qué son incapaces de echar a andar el proyecto a tiempo como lo hacen muchos otros países? ¿Qué tipo de trabajo o pesquisa están haciendo ahora mismo para tomar una decisión sobre el futuro de este compromiso en puerta? ¿Qué esperan? ¿Dónde está el dilema, el conflicto? Una bienal se llama así porque es un evento que sucede cada dos años y, por ende, todos los involucrados saben de cuánto tiempo disponen para organizar su siguiente participación. No hay misterio, ni engaño ni interpretaciones subjetivas. Esto no es una cuestión de creatividad. El tiempo, según Usain Bolt, es algo concreto y cada milésima de segundo es igual a la otra. Exactamente igual.
¿Entonces? Tic-tac, tic-tac-tic-tac. ¿Sus salarios llegan a tiempo? ¿Qué tipo de aparatos utilizan en la Secretaría de Cultura para contar los minutos? ¿Cuál será la última fecha límite que se han impuesto para determinar quien o quienes serán los elegidos? ¿Cómo será el proceso en esta ocasión? ¿Qué lugar ocupa esta responsabilidad en su lista de pendientes? Espejos, espejitos plásticos por ambos costados. ¿Por qué no hacen su trabajo…a tiempo? El retraso -es ya-ya es- del tamaño de una gran nación.
Yo procrastino, tú procrastinabas, él procrastinaría… vosotros procrastinéis. Según Wikipedia la procrastinación es «un trastorno en el comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción a realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad». Procrastinar (lo sé, es una verbo de moda) es el habito de retrasar actividades que deben atenderse, sustituyéndolas por otras irrelevantes o… agradables. El trastorno de las autoridades en el caso veneciano es grosero, es bajo. La acción que deberían realizar se aplaza y se vuelve a aplazar en detrimento del proyecto que llegue a seleccionarse, sin ningún tipo de recato o explicación. Simplemente, hoy no y mañana tampoco. Desconozco si asocien al pabellón de México con el dolor o sea pura incomodidad lo que les lleva a la corrupta procrastinación. Por otro lado, la posibilidad de una transformación les debe aterrar. ¿Cambiar qué o para qué? No importa, el tiempo sigue su marcha y la logística… espérame tantito. Ahorita. Bacheo en 24 h. Eso sí me agrada.
El 12 de mayo pasado, justo a un año de la inauguración de la próxima edición de la Bienal de Venecia en 2017, en Revista Código publiqué un texto, en el que mencionaba ya la falta de cualquier acción encaminada a avanzar en el proceso de planeación y selección en torno al pabellón mexicano.
Tres meses y medio después de ello nada ha sucedido, nada se ha comunicado. Obvio. Ver a futuro. Hace quince meses y medio que se inauguró la bienal del 2015 y, desde entonces a la fecha, no se ha dado un solo paso. Hace aproximadamente 481 días que estamos en el mismo punto, en el mismo estado. Igualito. ¿Quién o quiénes son los responsables del estancamiento? Y volvemos a la pregunta inicial: ¿Cuánto tiempo piensan que se requiere para concebir y llevar a cabo un pabellón nacional? ¿Cuáles son las condiciones básicas para ello? Me parece que ni siquiera lo han pensado. Además, si ya se ha hecho en chinga y no ha estado tan mal, porque modificar esa inercia positiva.
Está claro que lo importante no es el arte, ni los artistas, ni los curadores, mucho menos el público o los ciudadanos que, gracias al pago de impuestos, hacemos posible la existencia de un pabellón mexicano en la citada bienal. No, lo que importa es mantener el presente estado de mediocridad, que nadie escuche el despertador y que los funcionarios tengan el tiempo que ellos determinen adecuado para tomar la decisión que les parezca conveniente. ¿Otro cafecito? Sabios. No se vayan a equivocar, a arrepentir. Eso sí sería horrible… son muchos millones… de mexicanos a los que vamos a representar. Nos volvemos a reunir después del puente del 15 y ora sí ya nos decidimos. Démosle otra pensadita. Hay futuro.
Al final, siempre habrá alguien que, aunque ya se haya hecho de noche, se lance cual nayarita Escutia y nos represente… de la mejor manera posible. Si otros países inician su planeación con más de un año de anticipación es muy su bronca. No la nuestra. Cada pueblo tiene sus usos y costumbres. ¡Ya lánzate! ¡Lánzate, cabrón! ¡No seas cabrón y lánzate! Ahora sí ya casi no tenemos tiempo. Tic-tac-tic-tac-tic…
Si solitos no van a reaccionar… habría, tal vez, que hacer algo en lugar de seguir esperando heroicas instrucciones a destiempo. ¿No será que ya también estamos algo contagiados, amaestrados o trastornados? Pasivos lamentos y complicidad silenciosa. No hay pretextos, ni cambio de administración, ni falta de experiencia, ni falta de presupuesto, ni grandes reformas por experimentar. Bella escuela. Vacilada tras vacilada te vas haciendo cada vez un chongo.
Mi propuesta para el próximo pabellón de México en Venecia, disculpen el madruguete, es construir un didáctico y contemporáneo Altar al Procrastinador Institucional; una estructura monumental y permanente (de sitio específico) que sólo requiera una buena barrida y una cariñosa pulidita un mes antes de cada inauguración ¿Un mes? ¿Qué es? Además de económico, duradero y funcional éste tendría la ventaja de ser un foro abierto a todo tipo de expresiones y medios artísticos en donde el tiempo y su estúpida soberbia, poco a poco, dejarían de existir.
¡Cras, cras, tras!
Posdata: “Procrastinar es un hábito, y no solo de perezosos o dejados. Procrastinan también los hiperactivos que evitan las decisiones importantes refugiándose en despachar nimiedades”. Gabriel Zaid.
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Víctor Palacios es Historiador del Arte por la Universidad Iberoamericana. Desde el año 2012 es Jefe de Artes Visuales de la Casa del Lago Juan José Arreola (UNAM). Ha trabajado como asiste curatorial en el Museo Tamayo, en la Sala de Arte Público Siqueiros y en la Bienal Manifesta 5. De 2005 a 2007 laboró como curador independiente en Barcelona. Asimismo se desempeñó como curador en jefe del Museo de Arte Carrillo Gil y curador del Museo de Arte Moderno. Es cofundador Materia de dibujo / Drawing issues. Actualmente es colaborador de la revistas Caín, La Tempestad y Art Nexus.
*El contenido publicado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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