Por Abel Cervantes
Los cuentos infantiles están cambiando sus historias. En Maléfica, recientemente estrenada en las salas de nuestro país, se puede observar una fábula feminista que le da un giro de 180 grados a la primera versión de Disney. Mientras que en la cinta original una mujer nacida en un castillo era bendecida por tres atributos y condenada por un maleficio que sólo podría revocarse por el beso de un amante, en el filme dirigido por Robert Stromberg el hechizo es resultado de una venganza amorosa, pero la forma de anularlo es “con el beso de un ser amado”, que resulta ser el de la propia Maléfica.
Una mujer besa a otra mujer. Y con ello desactiva el encantamiento. ¿Qué nos quiere contar Hollywood con este suceso? Desde mi punto de vista, la película proyecta la idea de una mujer todopoderosa, independiente, que no necesita del hombre para vivir feliz. Lejos de pronunciarme respecto de esta concepción, la película se esfuerza por condenar a los hombres (imaginados con atributos poderosos y autoritarios, que son presas de sus propios errores y a menudo mueren deprimidos y en el olvido) para destacar el poder que las mujeres pueden obtener cuando unen fuerzas.
Por su parte, Angelina Jolie encarna a un personaje endeble y cursi que, sin embargo, es capaz de seducir por su silueta. No obstante, la actriz estadounidense luce escuálida y pálida como no se la había visto nunca antes. Su imagen de mujer seductora ha perdido fuerza. Pero más allá de esto, la pregunta pertinente es: ¿por qué Hollywood eligió a una figura que ha interpretado a una femme fatal tan perversa como encantadora para protagonizar una película para niños?
Comparada con la primera versión, de dibujos animados, la nueva entrega de la historia de la bella durmiente es presuntuosa y aburrida. Una cinta que no se define entre un público infantil o uno adulto, pero que además ha dado un vuelco para brindar una fábula predecible y, en ciertos momentos, inquietante.
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