Por Isabell Lorey | Traducción: Aline Hernández y María José Chávez | Mayo, 2016
Sobre los límites de la práctica política a través teoremas recientes de interseccionalidad, interdependencia y los estudios críticos en torno a la blanquitud.
1. Crítica
¿Qué significa reflexionar críticamente sobre las condiciones sociales? ¿Qué significa criticar para empezar? En la actualidad, preguntas como estas son pocas veces planteadas y las respuestas son aún más escasas. [1] Aun así, es posible ver cómo el cambio, la transformación y la desaparición de ciertos modos particulares de gobierno se hacen concebibles y son promovidos, sobre la base de la comprensión actual de la crítica y de la forma en que una actitud crítica se posiciona dentro de una estructura teórica. Así, propongo por ahora una breve, provisional respuesta a la pregunta por el posible significado de la crítica: la crítica no debe limitarse al juicio y la negación. En lo que a las prácticas políticas se refiere, la crítica puede verse como algo mucho más productivo que una forma específica de rechazo, esto es, como una retirada y escape conjuntos con una resultante capacidad de acción.
Contrario a lo que por ahora es una definición resumida de la crítica, en el contexto de debates teóricos contemporáneos, con frecuencia se ha dejado de especificar con precisión lo que se entiende actualmente por crítica. Aunque el término «crítico» funciona como una etiqueta indispensable de muchas perspectivas progresistas, su uso es inflacionista e insignificante; este tipo de «crítica» no ofrece nada en términos de poder político. Lo mismo puede decirse sobre las contribuciones actuales de la lengua alemana a la investigación del género y los estudios críticos en torno a la blanquitud; esto aplica también al debate sobre los conceptos de interseccionalidad e interdependencia. Es cierto, los discursos interseccionados articulan la ambición de un proyecto «social», que ellos desean ver como crítica, no obstante carecen de precisión. Por supuesto que uno puede deducir una interpretación implícita de la crítica, pero se trata en todo caso de una crítica que restringe la capacidad de la acción política en lugar de habilitarla.
2. Interseccionalidad e interdependencia
Hace casi dos décadas, la especialista en ley constitucional Kimberlé Crenshaw (1991) desarrolló por primera vez el concepto de interseccionalidad. En EE.UU la idea que formuló tuvo influencia en distintos campos de investigación como los estudios críticos en torno a la raza, la teoría jurídica feminista y los debates sobre derechos humanos (Walgenbach y otros, 2007;8). Esta conceptualización teórica de temas en disputa* como género, raza, clase y sexualidad, condensados como «ejes de poder» o «categorías», que no han dejado de ser tema de discusión en EE.UU, fueron sólo recientemente y bajo numerosas discusiones, introducidos en los debates sobre género en lengua alemana (Knapp 2005, Klinger/Knapp 2005). Esta importación teórica puede ser vista como una reacción a las constantes objeciones hechas a la investigación dominante de género por no alejarse de una perspectiva que favorece al género social como la primordial categoría analítica.Virtualmente resistente a cualquier crítica, la «contradicción principal» del sometimiento de las mujeres se mantuvo, hasta el punto del fetichismo, en las posiciones convencionales, sin ninguna problematización sistemática de las reproducciones de las relaciones de poder y dominación relacionadas.
Esta situación parece estar cambiando no sólo gracias a los debates sobre la investigación de los estudios críticos en torno a la blanquitud que se hacen cada vez más presentes (Eggers y otros 2005, Tißberger y otros 2006), sino a las ideas sobre interseccionalidad que se discuten ahora de manera más amplia (Klinger y otros 2007, Walgenbach y otros 2007, Degele/Winker 2007). En los países de habla alemana ambas perspectivas de investigación son inseparables debido en gran medida a que algunos de sus protagonistas participan en ambas discusiones. Mientras tanto, gracias a su controversialidad, el concepto de interseccionalidad está ampliándose, extendiéndose y transformándose cada vez más en relación al concepto de interdependencia; no obstante, no deja de ser sorprendente que este concepto, que ya resultaba tan controversial en los EE.UU, haya sido importado en un principio de manera acrítica.
Con la introducción de estas «teorías móviles» (Knapp), se resaltan las cuatro categorías «clase, género, ‘raza’/etnia» (Klinger/Knapp 2005), que en realidad se denominan como «triadas» (ibid). En vista de los «grandes cambios en la cultura y la sociedad a escala mundial» (Knapp y otros 2007:7) y la «sacudida de las certezas», resulta evidente que los distintos campos del conocimiento y su «excesiva especialización» (ibid: 9) no estén en la posición de investigar las diversas y complejas formas de desigualdad social. Con el fin de desarrollar una perspectiva analítica socio-teórica, las orientaciones de la investigación que hasta ahora, se han principamente ocupado de estas categorías centrales sólo han traído a cuenta la interseccionalidad, i.e. los puntos donde estas tríadas se cruzan y sobreponen (Klinger/Knapp 2005: 74 ff). Si bien estos esfuerzos por ampliar la atención puesta en la investigación dominante del género son bien recibidos, conforme aparecen en la escena revelan una gran ceguera en lo que respecta a su planteamiento de las condiciones actuales e intensificadas de desigualdad y su falta de herramientas para el análisis sociológico. En lugar de intervenir en los antiguos debates [2] —(en lengua alemana también)— y potencialmente desarrollar nuevas herramientas de análisis a través de la discusión, una tríada ajustada no sólo a ideas queer/feministas es dispuesta en la agenda.
Por ejemplo, la sexualidad, al sólo ser capaz de problematizarse como una experiencia en el s.XVIII, claramente no encaja con la pretensión longue durée de la categoría-triada, de ubicar desigualdades transhistóricas e universales, mismas que son específicas de las “sociedades occidentales modernas industriales” (Klinger/Knapp 2005: 73).
Mientras tanto, el género como categoría analítica válida se ha promovido como un “paradigma innovador” (Hornscheidt 2007: 73), ahora raramente sometido a análisis, en la investigación de habla alemana en torno al género. [3] La perspectiva hegemónica se caracteriza por una clasificación y disposición categórica, pero no hay un análisis sistemático de su constitutivo fracaso en la comprensión de las prácticas y experiencias heterogéneas. Con un enfoque mayormente dirigido hacia la interseccionalidad, la prioridad ya no recae en el género sino en las categorías – esto aunado a la falta de reconocimiento de su fracaso. Así, el concepto de interseccionalidad basada en categorías parece resultar especialmente adaptable desde un punto de vista metodológico, y capaz de desplegarse en la investigación en torno al género.
Se supone que la interseccionalidad debe tomar en cuenta de manera simultánea distintas categorías o “ejes de poder” como la “raza”, la clase y el género, principalmente en los puntos donde estos “ejes” se cruzan o sobreponen. En primer lugar estas construcciones de categorías eje deben ser examinadas, separadas y cartografiadas más allá de su supuesta intersección por medio de la perspectiva de la interseccionalidad. Con el fin de discernir la complejidad del mundo, este tipo de perspectiva fijada en tres, cuatro o cinco ejes o categorías centrales construye y ordena no sólo a tales categorías sino que al mismo tiempo afirma (implícitamente) con la metáfora de la intersección (Klinger/Knapp 2008) que las compresiones unidas y lineares tienen un poco más que ver entre sí, ya sea antes o después del punto de intersección. [4]
Como dije anteriormente, en las revisiones positivas y críticas de esta propuesta importada hay finalmente un intento por ampliar la perspectiva analítica como un nuevo y más amplio consenso de la investigación en torno al género. Los procesos de racialización, las condiciones económicas y los mecanismos de sexualización siempre deben ser analizados sistemáticamente cuando el género social está en cuestión. Actualmente, la pluralización de categorías ha sido una de las respuestas más fuertes a las restricciones teóricas y sociales por parte de las corrientes principales de la investigación de género en lengua alemana.
Con el fin de escapar de las limitaciones del concepto interseccional de «ejes de diferencia» (Knapp/Wetterer 2003) o el más actualizado concepto de «ejes de desigualdad» (Klinger y otros 2007), [5] un colectivo de escritores de Berlín (Walgenbach y otros 2007) coloca el concepto de interdependencia en la agenda de los debates de género académicos. [6] El colectivo problematiza muchos de los puntos débiles del concepto importado y desarrolla perspectivas sobre la simultaneidad de varios «ejes de poder» que de alguna manera van un poco más allá. Obviamente en este libro ni siquiera hacen referencia, por ejemplo, a los conflictos que han existido desde hace mucho tiempo entre la «teoría afroamericana y el feminismo blanco» debido a que «las líneas de movilización tradicionales y aisladas son siempre un síntoma de despolitización» (Dietze 2006: 224; véase también Hornscheidt 2005, Walgenbach 2005); una «perspectiva socio-crítica» «no debe disociarse de sus genealogías políticas» (Dietze y otros 2007a: 12). Sólo en este tipo de líneas de fuga se puede extraer un análisis de las desigualdades de una explotación neoliberal de la «diversidad». Además del reclamo político, lo que tiene de especial esta intervención a nivel teórico es que no simplemente utiliza otro concepto, el de interdependencia, que pretende analizar el entre (inter) de las distintas categorías, sino que éste mismo debe también presuponer o identificar estas categorías de antemano. En comparación, la dependencia está destinada a ser entendida como una dependencia inherente a las categorizaciones, por así decirlo. Se trata de ver a las categorías como algo ligado, dependiente y determinado por otras categorizaciones, y asumirlas desde las mismas categorías interdependientes y no de las intersecciones o dependencias entre unas y otras (Walgenbach 2007: 61).[7] El género como categoría interdependiente significa «verlo también como algo que aún está racializado, sexualizado, localizado» (Dietze y otros 2007b: 108).
3. Prácticas de nombramiento
En la siguiente discusión abordaré estas ideas -que en mi opinión son las más avanzadas- sobre la conceptualización de la interseccionalidad / interdependencia con el fin de aclarar, con y en ellas, las limitaciones de este pensamiento categorial en relación con su comprensión de la crítica. Mi enfoque está dirigido hacia las posibilidades de acción política que este tipo de crítica ofrece según la intención de las autoras. Ellas ven su «proyecto de libro como una intervención en los debates actuales sobre la interseccionalidad, particularmente en relación con las consecuencias para la acción política, así como en términos de un uso del lenguaje considerado críticamente» (Dietze y otros 2007: 7). Las ideas de Antje Hornscheidt, Gabriele Dietze, Elahe Haschemi Yekani y Beatrice Michaelis también resultan idóneas ya que formulan, o bien la imposibilidad de alejarse de o rechazar modelos categoriales de clasificación, o el deseo de hacerlo. Una significación particular debe por lo tanto adjuntarse a la comprensión de la crítica y la autocrítica, así como a la relación entre cuestionar a las categorizaciones y rechazarlas.
Desde la perspectiva lingüísticamente deconstructiva de Hornscheidt, las (auto) problematizaciones más importantes de un enfoque que intenta comprender las interdependencias inherentes de las categorías residen en analizar las bases de las categorizaciones y no en simplemente establecer categorías (Hornscheidt 2007: 72). Al tomar como punto de partida los procesos de construcción de categorías tales como el género, el objetivo de la reflexión crítica es llegar a «conceptos de categorizaciones más complejos» (ibid: 83). En este marco, el género puede entonces ser interpretado como «un sistema de categorización creado sólo en y a través de discursos, estructurado en su mayor parte de forma binaria» (ibid: 75). En vista de sus efectos naturalizadores y jerarquizantes -de su materialización, pues- este «sistema de categorización» (ibid: 73) debe ser investigado; asimismo, debe tomarse en cuenta el «vínculo, conexión y entrelazado» (ibid: 73) con otras categorías como clase, «raza» y sexualidad. Sin embargo, este entrelazamiento no está conceptualizado de la misma forma que el modelo interseccional de la intersección entre categorías autónomas -la metáfora del vínculo y el entrelazado ya sugiere una perspectiva más compleja que no obstante continúa funcionando por medio de aspectos categoriales; está diseñado más bien como una interdependencia mutuamente constitutiva y como algo inherente al «sistema de categoría» del género. Entre otras cosas, Hornscheidt investiga cómo las personas están organizadas en diferentes categorías a través de las formas de nombrar y en consecuencia cómo las categorías imponen un orden jerárquico (ibid: 77). En esta perspectiva las categorizaciones se conceptualizan no sólo como construcciones lingüísticas con efectos materializadores que se extienden hasta la discriminación estructural. Las categorías son al mismo tiempo un «factor estructural del conocimiento» (ibid: 73).
Como una posibilidad para la acción de resistencia, Hornscheidt propone «prácticas de nombramiento» que no reproduzcan la inherente-interdependiente comprensión de las categorías sino que implementen y que «en el largo plazo puedan dar lugar a una percepción del género naturalmente interdependiente» (ibid: 104). En estas nuevas prácticas decisivas, se pretende que el «género» sea nombrado simultáneamente y coherentemente junto con otras categorías y asimismo vincularlo ortográficamente a través de formas de enfatizar [8] – como ocurre en el caso de la designación de autores preferida por Hornscheidt, a quienes se refiere en sus escritos, por ejemplo, como «sociólogo blancooccidental europeo Pierre Bourdieu» (ibid:72). [9] Hornscheidt emplea estas categorías conscientemente ya que ella misma hace referencia a las re/producciones de atributos y clasificaciones intrínsecamente ligadas a ellos. Nombrar ofensivamente lo que usualmente no es nombrado – ya que se da por sentado – debe evidenciar los mecanismos de producción del conocimiento que se han tomado por obvios. Esta interpretación, que opera con la variación de las prácticas de nombramiento, contempla no sólo señalar a los autores a los que se hace referencia como «occidentales» y «blancos», sino señalar a su vez el punto de vista de uno mismo (Sprechposition). Hornscheidt asume este tipo de construcciones de nombramientos coherentes como una práctica enteramente política, una práctica que no obstante no puede escapar de la categorización y que por ende es potencialmente naturalizable. «Cada categorización contiene en sí un carácter de fijación, restricción y exclusión per se» (ibid:100). Sería «ilusorio e idealista» negar este hecho (ibid:83).
El problema de este enfoque es que no presenta ningún cuestionamiento de las categorizaciones como perspectiva analítica básica y consecuentemente una definición incuestionable, renovada e inflexible, generalmente sentada sobre líneas de estructuración binarias, es simplemente aceptada. A través de la clasificación múltiple y coherente de lo que normalmente no es nombra, estas prácticas terminan por desplazarse y transformarse para reforzar su establecimiento como algo irreductible. Las categorías parecen ser nuestra prisión, nuestra relación forzosa e indisoluble.
En esta interpretación deconstructivista de los procesos categoriales de constitución, renunciar y negar a las categorizaciones resulta inconcebible. [10] No es posible abandonar el paradigma ya que los modos alternativos de pensamiento todavía recurren a las categorizaciones y así reproducen aquello que critican. Por supuesto que difícilmente es posible llevar a cabo un pensamiento o análisis tanto académico como político sin categorizar, ordenar y clasificar, pero la idea de una re/producción permanente de las estructuras categoriales a través de la deconstrucción crítica reflexiva establece esto como algo permanente y al final termina por reformar únicamente dinámicas de las sociedades burguesas capitalistas. En esta aporía, el final de la desigualdad sigue siendo una promesa incumplida. «La crítica se limita a disolver de nuevo lo que tiende a la naturalización, a la reificación» (Demirovic 2008:36) y por lo tanto, en la permanencia de este movimiento reflexivo, se limita a devenir normalizada y naturalizada.
No es lo mismo repetir la afirmación dominante de que la vida no es habitable fuera de estructuras específicas que perseguir ferozmente la lucha contra el mantenimiento de estas estructuras. [11] Esto significa rehusarse y alejarse de los límites del orden, siempre por medio de constituir y mantener el desorden, y de esta manera establecer los límites uno mismo. Así, el desorden no se puede entender como algo independiente del orden sino más bien como un ensamblaje que se emite en un grado distinto; un ensamblaje que escapa al orden y que al mismo tiempo busca legitimar su propio orden a través de las categorizaciones, proyecciones y control que persistentemente intenta.
Es curioso que casi todos los enfoques interseccionales logren pasar sin analizar el poder como una serie de condiciones estructuradas no de forma binaria sino múltiple, con lo cual se podría problematizar la productividad de las relaciones de poder en lugar de su función exclusiva de regulación, prevención y estabilización del sistema. Restringir la relación entre poder y resistencia a una relación reproductiva se queda un tanto corto ya que es en y a través de las relaciones de poder que se generan simultáneamente las posibilidades para la resistencia; ahí la razón por la que pueden considerarse productivas (cf Foucault 1983: 113ff). En lugar de ver esta productividad como una reformulación estabilizadora de las condiciones existentes, es posible interpretarla como una dinámica en relación con la cual puede conceptualizarse sistemáticamente el abandono de las categorizaciones. Persistir en un paradigma categorial que tiene un efecto teórico circular y que ve a las prácticas políticas de cambio como prácticas meramente reproductivas es, según mi tesis, resultado de una comprensión implícita y reducida de la crítica.
4. Juzgar
El significado de la crítica como «diferenciación», «separación», «juicio» y «acusación» proviene de la tradición clásica griega y contiene una connotación judicial que obliga a uno a adoptar la posición de juez o partido. De acuerdo con esta antigua interpretación, un juicio crítico exige discernimiento y la capacidad de juzgar (Röttgers 1982: 652).
Varios siglos después, Kant ya no define al método crítico como uno que abiertamente discierne y juzga, sino como uno que suspende el juicio. Sin embargo, con su entendimiento de la crítica, Kant continúa con la lógica jurídica y regresa así al juicio. Como Foucault critica en su conferencia «¿Qué es la crítica?», Kant restringe la crítica a un problema del conocimiento (Foucault 1992:29). El interés principal de Kant recae en los mecanismos de legitimación de las formas históricas del conocimiento, a través de los cuales el trabajo de la crítica se limita al conocimiento por el conocimiento. Esta crítica del conocimiento se separa de la práctica política, limitada únicamente a la producción de conocimiento. Desde el entendimiento kantiano, la crítica a su vez marca los límites del conocimiento, pero en lugar de «cruzar» estos límites como una crítica «práctica» (Foucault 2005: 702ff), la crítica en el trabajo de Kant se queda en el punto de enunciar y reproducir estos límites. Por otro lado, una concepción de la crítica como práctica no debería controlar estas restricciones kantianas a la crítica del conocimiento, evitando así que la crítica se convierta en una práctica política (Röttgers 1982: 662 ff., Raunig 2008).
La investigación de género que se reduce al análisis y problematización de categorías permanece atrapada por este concepto limitado de la crítica. Las demandas que se declaran «socio-críticas» no hacen más que señalar (si acaso) los límites de las categorizaciones, las condiciones bajo las que se constituyen. La infiltración fundamental y el rechazo de la estructuración categorial y el pensamiento normalizador, junto con las fantasías de control relacionadas, están ausentes. Al mismo tiempo, las categorizaciones interseccionales representan un gesto de dominación que reclama una visión general y soberanía sobre terrenos inciertos y complejos que pueden definirse, establecerse y proyectarse como una perspectiva estructurada binariamente, tradicionalmente blanca y occidental. El antiguo concepto jurídico del juicio está intrínsecamente ligado con este gesto de la categorización interseccional, y junto con él viene la condición previa para el proceso de despolitización que separa a la reflexión de la acción. Para devenir práctica política, la crítica, y también la postura crítica de la crítica epistemológica y textual, debe abandonar y poner fin a la lógica del juicio, la evaluación y la condena, para poder así unirse a las luchas sociales (cf Raunig 2008). En comparación, la comprensión académica ordinaria de la reflexión crítica suele dominar la posición del juicio jurídico, lo cual prácticamente nos impide entender el cambio social como luchas políticas que no sólo requieren que suspendamos el juicio, sino que lo rechacemos y nos alejemos de él.
Ante esta situación, la autocrítica, tan indispensable en el contexto de los estudios críticos de la blanquitud y la interseccionalidad/interdependencia, no ofrece una salida del pensamiento jurídico del juicio (Urteilsdenken). El auto-posicionamiento exigido por los autores (en su mayoría blancos) se (mal)entiende como «conocimiento situado» (Haraway). [12] Este concepto reduccionista de auto-posicionamiento se produce en la atribución, por uno mismo o por otros, de «blancos», «mujeres», «occidentales» o miembros de la academia (cf, entre otras cosas, Eggers 2005). En este sentido, el punto de vista privilegiado (Sprechposition), que no suele ser perceptible, está destinado a identificarse de una manera sensible. Sin embargo, como ya se ha dicho, esta práctica no puede escapar del posicionamiento de un punto de vista hegemónico como una (auto)crítica de las atribuciones identitarias, y de esta forma reproduce permanentemente categorizaciones binarias. Este argumento circular repite la lógica jurídica de la crítica ya que no sale del ciclo interminable de auto-juicio/evaluación/condena. La posición de juez permanece, una posición que corresponde a la idea de un sujeto actuante y soberano que, a través de ordenar, clasificar y juzgar, es inquebrantable en su autoridad. Pero, en última instancia, la posición de dicho juez también significa precisamente una posición que reduce -sino elimina- la posibilidad de la intervención política. Simultáneamente, el auto-juicio hace referencia a un discurso judicial de expiación de culpa y protección, esto es, a una inmunidad judicial (Lorey 2007) donde la condena produce una diferencia purificante no sólo respecto a los demás sino a uno mismo.
5. Categorización y rechazo
Al combinar varios enfoques de la interseccionalidad con la teoría queer, Gabriele Dietze, Elahe Haschemi Yekani y Beatrice Michaelis conceptualizan un modo de salir de la re/producción de categorías (Dietze y otros 2007b: 108). Las autoras consideran que la estrategia de des-identificación es un «rechazo radical» (ibid: 118) a las categorías identitarias binarias. Como ejemplo citan los performances drag de Queers of Color y Vaginal Davis que resisten a los discursos normalizadores y subyugantes y escapan a las categorizaciones normativas. [13] Lo que es importante de esto para nuestro contexto en particular es que un modo de escape está siendo conceptualizado y discernido; sin embargo, no debe ser visto como una completa separación sino como una retirada inmanente (Lorey 2008).
Pero Dietze, Haschemi Yekani y Michaelis también se limitan. En efecto, la desidentificación o rechazo es «deseable» pero «lidiar con categorías es algo a lo que (…) no se puede renunciar»: «El hecho de que la interseccionalidad no consiga resultados enteramente satisfactorios no es, en nuestra opinión, motivo para abandonar el concepto.» (Dietze y otros 2007b: 138). Siguiendo a Gayatri Spivak, abogan por un «categorismo estratégico». Este tipo de acciones buscan tematizar la actualidad constitutiva fuera de las categorías y hacer referencia a la «co-presencia interseccional» que corre el riesgo de perderse en las «formas de subjetivación» desambiguantes. Las autoras concluyen con un llamado a volver a perseguir la investigación y el activismo queer (ibid:139) pero, al aferrarse al «categorialismo» interseccional, eliminan la posibilidad de conceptualizar sistemáticamente una crítica que escape y rechace.
6. La crítica como práctica política: suspender–alejarse–constituir
Para Foucault (1992), la crítica es una práctica: no es un juicio ni una suspensión temporal que en última instancia regresa a re/producir el juicio. Abandonar el juicio no es una forma de distanciamiento que sirve únicamente para proyectar y estructurar de nueva cuenta. Más bien, permite que una nueva práctica emerja en la fortaleza de dicha suspensión (Butler 2002: 250). Este abandono se aleja de la evaluación estructurante porque está dirigido a las prácticas que escapan del juicio, la ley y las categorías. La gente habla de prácticas que no pueden inscribirse en un marco conceptual judicial, mas no hablan de un punto más allá del poder. Las nuevas prácticas que rechazan el orden, y que son popularmente vistas como desorden, dan pie a una recomposición, a una constitución (Lorey 2008). [14] Esto no significa ser implacables con las categorías, sino la constitución que emerge como resultado de las prácticas heterogéneas no-estandarizadas, prácticas que se atreven a inventar algo nuevo. Cuando la crítica no es vista como juicio y aferración a la fetichización de las categorías, la práctica por medio de la cual se suspende el orden puede establecer la capacidad de un poder constitutivo, convirtiéndose como resultado en una nueva práctica constitutiva. Desde esta perspectiva de la crítica, se trata de discernir la potencia de lo que se considera inclasificable, inatribuible, i.e. de estar abierto a prácticas que no tienen modelos y que se deslizan, por así decirlo, a través de la pantalla, a prácticas que tienen el valor de rechazar.
Foucault llama «desujeción» (Foucault 1992: 15) a la práctica del rechazo y alejamiento. Por lo tanto, la crítica es un acto, una «desobediencia reflexiva» (ibíd), una práctica que no se ajusta a volver a pensar en categorías. Es un modo de pensar (Denkpraxis) que ve al cuestionamiento de las categorías no como una reformulación de las mismas, sino como la constitución de la capacidad de considerar posible la desaparición de categorizaciones específicas y de hacerlo posible. Hacer que las relaciones de poder sean más dinámicas y cambiarlas no es labor de un acto individual ni del acto de los individuos; no se trata de una autocrítica identitaria en el sentido antes mencionado. La duplicación, transformación y rechazo de las relaciones de poder, el negarse a ser gobernado de tal o cual manera (Foucault 1992), son prácticas de alejamiento tanto subjetivas como colectivas. Así, la crítica no está integrada por, sino siempre atada a las formas específicas en que cada quien es gobernado, siempre en relación con las condiciones de las que ésta se aleja. Nunca puede existir, autónoma o universalmente, más allá de dichas condiciones. La crítica «sólo existe en relación con algo distinto de sí mismo» (Butler 2002: 252).
Por consiguiente, la crítica como práctica pone en tela de juicio los procesos constitucionales de categorización y, en la práctica de alejamiento, encamina hacia la articulación y perceptibilidad a cosas que «de otra manera permanecen incomunicadas por el lenguaje predominante» (ibíd). La crítica hace posible lo que es impensable en un paradigma. En este sentido, la crítica práctica nunca se trata únicamente de crítica textual y epistemológica, sino de su «concatenación» con las «máquinas sociales de resistencia» (Raunig 2008). [15]
Una perspectiva crítica sobre los conceptos de interseccionalidad e interdependencia no debería por lo tanto controlar los límites del orden categorial prevaleciente, regresar a las estructuras existentes de las formas de gobierno y mantener el paradigma de categorización. Por el contrario, es precisamente mediante el rechazo de la legitimación fuera de pantalla y la negación de la apelación categorial, que la crítica práctica puede ponerle límites al pensamiento categorial. Dejando a un lado el juicio, se trata de deslegitimar un poder estructurante específico con el fin de facilitar la voluntad de dejar de ser gobernados de tal forma. Esta «voluntad» corresponde tanto a una «experiencia individual» como a una «práctica colectiva» (Foucault 1992: 54). La capacidad de que un poder constitutivo de resistencia resulte de esto es precisamente la práctica política de la crítica.
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Raunig, Gerald (2008): Was ist Kritik? Aussetzung und Neuzusammensetzung in textuellen und sozialen Maschinen (http://www.eipcp.net/transversal/0808/raunig/de)
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— / Dietze, Gabriele / Hornscheidt, Antje / Palm, Kerstin (2007): Gender als interdependente Kategorie. Neue Perspektiven auf Intersektionalität, Diversität und Heterogenität, Opladen / Farmington Hills.
[1] Además de este libro, cito algunas excepciones: la conferencia “El arte de la Crítica” organizada por el Instituto Vienés eipcp en mayo del 2008 (versiones abreviadas de los artículos están disponibles aquí), y en el libro de Martin Saar (2007).
[2] Cornelia Klinger y Gudrun Axeli-Knapp intervienen principalmente en el campo sociológico del análisis estructural e ignoran una gran cantidad de investigaciones sobre el racismo, la teoría queer, los estudios críticos de blancura y las muchas intervenciones teóricas y literarias de las mujeres negras desde los años 80. Asimismo, no se le da consideración alguna a la altamente virulenta «categoría de la religión» actual (ver en contraste Dietze 2006).
[3] En el año 2001, en el periódico feminista Die Philosophin, que ha dejado de publicarse, Astrid Deuber-Mankowski discute la imposibilidad de vincular ‘género’ y ‘categoría’ precisamente porque la falta de reconocimiento es el componente constitutivo de una categoría de género. (Deuber-Mankowski 2001: 11 ff).
[4] Las feministas activistas del grupo Precarias a la deriva desarrollaron un modelo de eje muy diferente. Con el fin de comprender el proceso de precarización, se decidieron por siete «ejes»: la movilidad, los límites, los cuerpos, las relaciones, el conocimiento, la lógica empresarial, los ingresos y el conflicto (Precarias a la deriva 2007: 94, 2004).
[5] En este volumen, Sabine Hark (2007) es la única que cuestiona las categorizaciones.
[6] En 2001, Gabriele Dietze ya empleaba el concepto de interdependencia en uno de sus artículos (Dietze 2001).
[7] El concepto de categorías interdependientes pretende ser explicitamente crítico respecto a la identidad (Walgenbach 2007). El sentido que el prefijo inter deba seguir teniendo en una comprensión inherente continúa sin quedar claro.
[8] Lo enfatizado en las señales, quiebres y vacíos en los conceptos de género que se piensan son inequívocos, causando como resultado percepciones inequívocas.» (Hornscheidt 2007: 104). La idea del subrayado se remonta a Steffen Kitty Herrmann (2005).
[9] Hornscheidt únicamente emplea esta designación para académicos que, desde una perspectiva occidental, son aceptados como normales y jamás son señalados.
[10] Ningún sujeto voluntarista o soberano se infiltra en esta idea. Se trata de las potencialidades de la acción política cuyos modos específicos de pensamiento se excluyen de toda consideración.
[11] En Deshacer el Género (2004), Judith Butler formula – en contraste con sus libros anteriores – una perspectiva política respecto a esas prácticas que anteriormente había teorizado principalmente como no habitables en una estructura heteronormativa. Butler considera ahora «el derecho de una vida habitable cuando no existe tal autorización previa» (Butler 2004: 224). Sin embargo, Butler destaca acertadamente la violencia inherente en el hecho de negar la pertenencia a las estructuras establecidas. Siguiendo a Butler y a Foucault, Antke Engel hace hincapié en el poder político de los modos de existencia que renuncian a una autorización normativa (Engel 2007) y se alejan de ella. De esta manera, sugiere que nuevas subjetividades pueden surgir «no a través de un acto creativo, pero sí de una relación crítico respecto a uno mismo» (ibid: 283).
[12] Otros discursos relacionados son las teorías feministas del punto de vista de los años 80 y 90.
[13] Cuando, por ejemplo, Vaginal Davis se presenta en el escenario no como una «glamurosa Reina de Color o como una diva blanca, sino como un hombre blanco, rascista y redneck» (Dietze et al 2007: 133). Para mí, no se trata de evaluar un tipo de práctica de desidentificaión y sus efectos. Más bien, lo que importa aquí es que los autores usan el ejemplo del artista drag para articular un rechazo a las categorizaciones.
[14] Constituyente se entiende aquí en el sentido del significado en latín de con-stituo como ‘establecer en conjunto’. Sobre los ensamblajes de suspensión y recomposición, ver Raunig (2008).
[15] ‘Teoría’ y ‘práctica’ no deben separarse desde la postura crítica y tender a llegar a ser indistinguibles.
Notas sobre la traducción
* La autora utiliza la locución topoi para aludir que se trata de temas en disputa, categorías que ayudan a construir ciertas relaciones que existen entre dichos temas. Para la retórica griega, se trata de formas para construir o tratar argumentos. Se decidió traducirlo como temas en disputa dado que la autora, está aludiendo precisamente a una serie de ‘categorías’ que han implicado, en los debates teóricos contemporáneos, numerosas reformulaciones.
El siguiente texto fue publicado en Transversal Journal y puede ser consultado aquí.
Imagen: i.vimeocdn.
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