Studio Visit

Studio visit | Lorena Mal


Por Elena Piedra | Septiembre, 2019

La estructura atómica del vidrio tiene un comportamiento irregular que pone en cuestión una de las leyes de la termodinámica. Antes de su inauguración como museo, el Ex Teresa Arte Actual fue Templo Mayor, claustro, cuartel, espacio de enfermería, imprenta y sitio de excavación arqueológico. El telescopio fue pensado originalmente para mi mirar distancias largas en la tierra antes de mirar al cielo. Tras la victoria, Hernán Cortés mandó fundir su cañón y ordenó elaborar la primera campana de la Nueva España. La dendrocronología es la ciencia que estudia la edad de los árboles. Hay un grupo de WhatsApp en el que se comunican los sacerdotes de la ciudad.

Estos y otros rumbos toma la conversación con Lorena Mal (México, 1986).

Foto: Alejandro Palomino

La artista conceptual, que con distintos soportes explora creencias, teorías y realidades, tiene su estudio en un departamento del Centro Urbano Presidente Alemán. Entrar al CUPA es como dejar la voracidad del exterior y encontrarse con una ciudad acotada, de espacios verdes, funciones claras y un trazo en zigzag que hace pensar en la mente de Lorena.

«Personalmente, entiendo el arte como una contradicción constante. Convivo con la contradicción y me parece bien».

De su paso por la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado «La Esmeralda» subraya el acercamiento al Centro Multimedia como la etapa en la que pudo experimentar y satisfacer parte del impulso que la había llevado ahí. Tenía la necesidad de narrar y explicar muchas cosas; pensó antes en entrar a las carreras de Cine o Filosofía, pero entender la cultura de la imagen, desde la teoría, en un contexto crítico y social —como idealizó el de La Esmeralda— la terminó por convencer de entrar a Artes Visuales.

Foto: Alejandro Palomino

Al pie de las escaleras que llevan de la primera a la segunda planta de su departamento, explica que tiene un conflicto con la formación artística: «Al salir de la escuela, necesité un periodo para desaprender», desaprender la visión particular que la academia le imprimió del mundo, la visión de lo que debería de ser como artista y de lo que, según ellos el arte es.

Al preguntarle por su propia definición de arte, titubea unos segundos y advierte: «Lo que te diga ahora puede cambiar en cinco minutos», y empieza, «primero, es un lugar de privilegio». Lorena reconoce que hay pocas personas que puedan dedicarse a observar, sentir e intentar entender el mundo en todas sus ramas, brincando entre las nociones de pasado, presente y futuro.

El tiempo parece ser una constante en sus obras. Reloj de Pulsos (2013) es un reloj-espejo que pulsa a tres ritmos cardiacos distintos: el de un niño, el de un adulto y el de un viejo, y que permite al espectador encontrarse con un reflejo que recuerda la velocidad y temporalidad de la existencia. Sincronía (2014) es una pieza para 4 pianistas que habla de las métricas internas y externas de la humanidad.

Reloj de Pulsos (2013)

Para su exposición Réplicas: Apuntes sobre historia material (2017-2018) en y sobre el Museo Ex Teresa, tuvo un complejo proceso de investigación para luego regresarle al espacio expositivo lo que se había ido a través del tiempo. Lorena indagó en la historia del lugar, rastreó bocetos y maquetas de los murales y, con ayuda del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, identificó los pigmentos con los que se realizaron los originales. El resultado fue un mural completo, reconstruido en sitio y una serie de pinturas independientes que, como fragmentos, completarías las partes perdidas de todo el museo.

«Desde el arte puedes moverte hacia donde quieras. Ir con la bandera blanca a todos lados y que, eventualmente, se te respete por eso».

Foto: Alejandro Palomino

En 2015, una larga investigación sobre campanas se consolidó en un concierto en el que 12 campanarios del Centro Histórico se sincronizaron para tocar una pieza que narra, en golpes y silencios, la historia de la Ciudad de México: 500 años de Resonancia. La obra fue compuesta a partir de las fechas de fabricación de cada campana y sus toques emblemáticos en línea de tiempo. Con un interés que parece seguir activo, cuenta que el tema la atrapó por el rol que este instrumento ha tenido a lo largo de los años. «Las campanas son la voz de la colonización, tienen un fin idiosincrático y denotan el poder de quien está a cargo. Son también una de las formas más antiguas de controlar el tiempo». Además de una labor documental minuciosa y el trabajo codo a codo con colaboradores de física acústica, lograr el concierto implicó perseguir sacerdotes, convencer a 60 músicos y subir a conocer todos los campanarios.

“Es mi contradicción pensarme dentro de ese privilegio como artista, tenerte claro como ente crítico que tiene la posibilidad de transformar y producir cosas y generar encuentros y situaciones en otros; y, al mismo tiempo, no querer definir qué es un artista y no querer saberlo”.

500 años de Resonancia (2015)

Tanto para el desarrollo conceptual como para la materialización de sus ideas, Lorena se sumerge en ciencias y disciplinas diversas. Sus proyectos la han llevado a trabajar en terrenos de física, ingeniería, música, milicia y carpintería. Y eso es parte de lo que más disfruta: provocar encuentros, no solo entre personas, sino también entre temas y perspectivas.

La planta superior de su estudio nos recibe con una fotografía de Acústica Concreta (Christinenstraße 18-19, 10119 Berlin) (2016), lo único que queda del montaje de una escultura que, en escala uno a uno, traza la manera en que el sonido se comporta en el espacio. Sobre las paredes hay libreros y repisas llenas de objetos que Lorena colecciona como recordatorios o detonantes. Una ventana que refleja el sol de la tarde hace esquina con el escritorio. Allí sucede la parte de investigación, bocetaje y planeación de sus obras.

«Mi cabeza funciona como un tren. Un tren movido por mi curiosidad, que me lleva hacia temas que no entiendo aún y a través de los cuales estoy intentando hacer un sentido del mundo propio».

Acústica Concreta (Christinenstraße 18-19, 10119 Berlin) (2016)

Los discursos de sus piezas se desdoblan en visiones individuales y universales. Establece diálogos al interior del arte, pero para Lorena, es igual de importante trascender el círculo hacia otros ámbitos: la física, las matemáticas, la política y lo más cotidiano también. Para Lorena Mal la creación artística implica tomar una postura respecto a la pieza, aún si la obra, de por sí, no vaya con una moralidad o ética específica. «Lo que no significa que cada artista no sea responsables de lo que hace, hay que ser conscientes de la consecuencia social, política o moral; hay que estar conscientes del conflicto», comenta al respecto.

En Negación (2012), dos bandas de guerra —integradas por doce instrumentos enfilados frente a otros doce instrumentos— interpretan una pieza de pares opuestos al unísono representando dicotomías imposibles de activar al mismo tiempo: alarma/silencio, ataque/alto, fuego/cesar fuego, en guardia/en descanso.

“No tengo ninguna pulsión por dibujar todos los días como única práctica así como trabajo con sonido no porque me interese componer o pensar en sonidos que no existen; al contrario, tengo una pulsión por escuchar y tengo una pulsión por ver y eso es lo que va definiéndome qué hacer para que algo suceda”.

Foto: Alejandro Palomino

Frente al escritorio, decenas de proyectos —algunos pasados y otros en desarrollo— están clavados en la pared. Con un entusiasmo vertiginoso y a detalle me cuenta la historia de cada uno de ellos. Es difícil abstraer una temática general pero queda claro que su proceso, fundamentalmente de investigación, es más cercano al científico que al de la idea romántica de un arte representativo.

Lorena desautomatiza su contacto con el mundo. Al describir el edificio del Museo Ex Teresa, por ejemplo, habla de un organismo complejo: húmedo, chueco, con una inclinación tal que pareciera que se está cayendo en cámara lenta, «pero a un tiempo tan lento que eres capaz de entrar y salir de ahí mientras todo sucede». Luego, relaciona su impresión a un entendimiento. Aquí, la imagen de la elasticidad del tiempo a la idea de Walter Benjamin de que la historia se nombra justamente antes de desaparecer.

Hay libros repartidos entre las herramientas y piezas de yeso de las repisas. Al preguntarle por lecturas recientes, menciona Vibrant matter, de Jane Bennett, y Mil años de historia no lineal, de Manuel de Landa. A Lorena le gusta mantenerse pendiente de las discusiones actuales sobre química, física y acústica. «No me interesa enmarcar mi práctica en algo muy sólido o determinado».

Foto: Alejandro Palomino

Su obra más reciente, Largo aliento (2019), deriva de un acercamiento al Laboratory of Tree-Ring Research. Lorena se interesó por la manera en que los árboles dan cuenta de sus años y confeccionó una flauta de palo morado (Peltogyne mexicana), una madera tan bella como difícil de trabajar y que recién cortada muestra tintes casi rosados y negros al «morir». La obra se complementa con una acción a cargo de un flautista, quien interpreta una partitura que recrea con exactitud las fechas de crecimiento del árbol que dio vida al instrumento. Largo aliento está actualmente expuesta como parte de la colectiva Presencia lúcida, en ESPAC, al igual que su pieza Reloj de Pulsos.

Han pasado varias horas y la conversación sigue saltando de anécdotas y proyectos a concepciones filosóficas y posturas de vida. Para Lorena, por ahora, la contradicción ante todo. Tocamos la situación del arte en México, al respecto comenta: «Siento que estamos inmersos en la precariedad pero también hay un nivel de discusión importante». En su opinión, la escena artística está cambiando todo el tiempo y acepta discursos no hegemónicos, lo que le da entrada a propuestas nuevas.

Foto: Alejandro Palomino

La notable internacionalización de la Ciudad de México ha implicado, por un lado, el enriquecimiento de lo que se está haciendo; pero a la vez, es importante mantener un equilibrio para la exposición de proyectos locales.

Como en su plática, las obras de Lorena Mal llevan nociones teóricas complejas —el horizonte de los sucesos o el principio de incertidumbre, por ejemplo— a la experiencia más cotidiana del mundo. Su práctica de visibilización trastoca los pilares de nuestras concepciones y nos obligan a mirar, por un instante al menos, la fragilidad de las creencias en que sustentamos nuestras certezas, la contradicción. «Ahí está lo terrible y hermoso del intento de entender, en el reconocimiento de la necesidad de hacerlo», apunta.

Fotos de estudio: Alejandro Palomino.

Fotos de obra: lorenamal.com

Portada: Largo aliento (2019).