Por Jerónimo Rosales | Agosto, 2017
En el Multifamiliar Presidente Alemán, Iurhi Peña comparte depa con otras dos chicas. Su habitación es la sala: justo frente a la puerta de la entrada están su cama y su ropero. En lo que sería el comedor del departamento no hay mesa, pero sí un escritorio con una computadora y un pequeño restirador. Trabaja al pie de donde duerme y esto le funciona mejor porque aunque intenta llevar a cabo «ese pedo de hacer ejercicio por la mañana», su rutina es muy caótica: da clases de dibujo en preparatorias de la UNAM y sale a «hacer cosas de fanzines» como imprimir, acudir a eventos y juntarse con banda fanzinera.
Durante su formación en La Esmeralda, Iurhi se interesó por la escultura, pero le costaba mucho trabajo pensar en piezas totales, concluidas, redondas y un día, en un arranque de frustración, destruyó sus piezas en el taller. Después, mientras hacía su servicio social en el Museo Carrillo Gil, le tocó estar presente en una feria de editoriales independientes. Sus tareas consistían en repartir programas de mano, cuidar bebés de artistas e indicarle a los visitantes dónde estaba el baño. En sus ratos libres se acercaba a los stands y platicaba con los editores. Entonces conoció el trabajo de Ediciones Hungría, Monocromo e Inés Estrada, ahí agarró gusto al fanzine.
Muchas piezas que se presentan en los museos tienen la función de invitar a reflexionar sobre un tema abstracto (la crisis económica, la democracia mexicana, el narcotráfico) cuyo vínculo personal con el espectador es complejo y poco evidente, pero —como muchos otros fanzineros— Peña desconfía de la efectividad de estas prácticas de reflexión crítica. Le molesta y aburre el «rollo masturbatorio del arte contemporáneo». En cambio, se siente apasionada por el fanzine como medio donde la idea del autor individual queda diluida, los recursos económicos no resultan cruciales para la producción y el trabajo en equipo ocupa un lugar protagónico.
Peña disfruta más de los fanzines elaborados por una comunidad específica que habla de sus problemáticas. Tal vez suena choteado, pero no hay que cansarse de decirlo: el fanzine es un sitio de encuentros y, en palabras de Peña, un medio más modesto y menos pretencioso. Los temas son más inmediatos y su distribución se da a nivel personal, de mano en mano y entre amigos o colegas. No es gratuito que en tiempos recientes el fanzine haya sido el espacio donde se han atrincherado muchos renegados del arte para museos.
El primer fanzine que hizo Iurhi Peña se tituló Niñas desmembradas (2012), una serie de dibujos de jóvenes decapitadas, un mero ejercicio creativo, sin intención clara. Alguien que lo tuvo en sus manos le preguntó si tenía que ver con el feminicidio. La pregunta sorprendió a Peña, y a partir de entonces concluyó que debía responsabilizarse por lo que publicara. «Todavía la sigo cagando», dice entre risas, «pero desde entonces cuido mucho lo que quiero decir con mis fanzines».
La importancia del espacio de enunciación ha motivado a Iurhi a armar una Archiva: una colección de fanzines de distintas partes del país y del mundo que reúne en equipo con Gelen Jeleton y Xóchitl Rodríguez Quintero. Los criterios curatoriales de la Archiva es que todas las adiciones deben ser fanzines elaborados por mujeres, o bien deben expresar claras intenciones feministas. La Archiva se guarda fácilmente en un par de maletas y viaja con Peña a donde sea que ella va, por ejemplo, el mes pasado estuvo en Tijuana.
La intención de la Archiva es estar en constante circulación para mostrar el trabajo de ciertas comunidades en otras latitudes, con el afán de descentralizar la producción y el consumo de fanzines respecto a la Ciudad de México. La mayoría de los fanzines que la integran son la respuesta de trabajo creativo ante la violencia sistemática del heteropatriarcado, a veces sutil y a veces brutal.
El 16 de junio pasado, Iurhi Peña presentó su primera exposición individual en El77 Centro Cultural Autogestivo. Se tituló Fuera de casa y fue la primera vez que mostró sus ilustraciones y dibujos de una manera tan pública. Antes de la muestra tenía mucho miedo de mostrar su trabajo, sentía que se estaba exhibiendo y es que justo de eso se trata una exposición, de mostrarse, de presentarse ante el público aceptando lo que venga. Tuvo una pequeña crisis nerviosa y aún después de la presentación se preguntaba porqué se había animado a hacerla.
Ahora, Peña prepara dos novelas gráficas. La primera, Tania Rockera, se tratará sobre una joven mexicana que se integra al movimiento de rock urbano en el México de la década de los ochenta y será publicada por Rodrigo Téllez de Ediciones Hungría. La segunda se titulará Art Babies y cuenta las anécdotas de dos muchachas que ingresan a la escuela de arte pero (spoiler) terminan desencatadas del mundillo y al final nunca ejercen. Si bien el cómic ya jugaba un papel importante en su producción fanzinera anterior, con estos dos proyectos Peña explotaría al máximo las potencialidades del medio. Estos serían sus proyectos personales más ambiciosos a la fecha y si bien estas publicaciones ya no tendrían el acabado accidentado y hechizo del fanzine, la idea de trabajo en equipo sigue presente y es motor para la producción, «trabajar con otros es buen motivo para terminar las cosas a tiempo», me comenta.
Fotos: GASTV
Imágenes: Tumblr Iurhi Peña.
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