Studio Visit

Studio visit | Dulce Chacón


Por Esteban King Álvarez | Julio, 2017

Lo primero que veo al entrar al estudio de Dulce Chacón (México, 1976) es una cámara antigua, de grandes proporciones y carácter escultórico. Una portentosa estructura de madera detiene un fuelle que ostenta de un lado un gran lente y del otro, un marco para colocar las viejas placas. Sobre éste, observo una inscripción que anuncia el nombre del modelo y fabricante: se trata de una cámara NOBA, confeccionada en Monterrey por Espino Barros e Hijos en los años cincuenta o sesenta. En la conversación, me entero que el aparato perteneció a la abuela de la artista y luego a su madre.

Desde la generación del bisabuelo, toda la familia de Chacón se dedicó a la fotografía comercial. Si no fuera por el advenimiento de la Polaroid y las fotografías instantáneas, ella habría heredado el negocio. Ahondando en su linaje fotográfico, no deja de sorprenderme que su abuela, en una época donde las impresiones a color existían sólo en las novelas de ciencia ficción, se haya dedicado a colorear con óleo fotografías en blanco en negro para trasladarlas al universo cromático.

Curiosamente, lejos del tiempo de los estudios fotográficos y las cámaras antropomorfas, en una época bombardeada por imágenes y en la cual es asunto cotidiano cargar con una cámara móvil en el bolsillo, Chacón realiza casi la misma operación que llevaba a cabo su abuela, pero en un proceso inverso: pinta y dibuja imágenes fotográficas (que dejan entonces de ser fotografías) como una manera de ralentizar y pensar las imágenes en el mundo contemporáneo.

A lo largo de su carrera, la artista se ha dedicado, sobre todo, a los ámbitos pictórico y dibujístico. Por lo general, sus obras provienen de referentes visuales que circulan en Internet, periódicos o libros impresos. En el cuarto donde trabaja, me va mostrando sobre un restirador distintas piezas. La primera serie pertenece a dibujos en los que aparecen extraños artefactos para amplificar el sonido. Se trata de dispositivos de diferentes magnitudes desarrollados en el siglo pasado para escuchar aviones a distancia. Antes de la invención del radar, la solución para escuchar más lejos fue construir orejas más grandes. Esto derivó en máquinas excéntricas, hoy obsoletas, que parecen tomadas más de una novela gráfica de ciencia ficción que de la historia europea del siglo XX.

Precisamente, el imaginario de la ciencia ficción permea todo el trabajo de la artista. Sus primeros acercamientos ocurrieron gracias a directores como Kubrick y Ridley Scott, así como a la amplia gama cinematográfica de viajes extraterrestres y mundos futuros. Al igual que el David Bowie de Space Oddity, Chacón es una entusiasta de las misiones Apollo y la literatura de J. G. Ballard. Sin embargo, de entre todos, prefiere a Stanislaw Lem —el autor, entre otras, de Solaris; esa novela espacial y fantasmagórica que Tarkovsky llevó al cine de forma deslumbrante. Gracias a la experiencia de los países socialistas, Chacón me comenta, Lem desarrolló una capacidad distópica radicalmente diferente a la de la mayoría de autores de ciencia ficción en lengua inglesa.

Ahora bien, aunque este género es ineludible en su trabajo, sus dibujos se mueven en un terreno pantanoso, donde la añeja y cada día más inoperante distinción entre “realidad” y “ficción” muestra toda su pobreza. Como los dibujos Localizadores de sonido, trabajos donde aparecen astronautas, naves espaciales y aviones, muchas veces en medio de explosiones o como parte de una paisaje post-apocalíptico, parecen tomados del imaginario sci-fi. Sin embargo, la mayor parte de las imágenes provienen de fotografías históricas que circularon profusamente en los medios de comunicación.

Cuando le pregunto por la técnica que utiliza, Dulce se alegra y saca de un cajón una caja que contiene a su vez numerosas cajitas cuidadosamente diseñadas y adornadas con ideogramas orientales. Dentro de cada una hay una barra de tinta rígida, y cada barra tiene una forma diferente y un relieve ornamental propio. En detrimento de la tinta líquida, que resulta en acabados brillantes, Chacón utiliza la japonesa Sumi-e porque permite generar superficies opacas y de cualidad mate, que provocan una sensación de profundidad. De igual forma, esta técnica le posibilita jugar con los accidentes, pues el resultado preciso de cada aplicación tiene algo de azaroso, perceptible solamente cuando la tinta está seca. Al observar de cerca los dibujos, me doy cuenta que el Sumi-e les da un efecto cinético mucho más natural a los armatostes espaciales que atraviesan la atmósfera, surcan las nubes o son víctimas de una explosión.

Junto con los dibujos, la artista me muestra Zenith, un libro que editó recientemente con S-ediciones. Se trata de un proyecto narrativo que traslada a dibujos el video que documenta el salto que hizo el paracaidista Felix Baumgartner desde la estratósfera, en el año 2012. El brinco, que en su momento fue el evento transmitido en vivo por Internet con mayor número de espectadores, fue registrado por numerosas cámaras de foto y video. Junto con los aparatos ubicados en tierra, el suceso fue grabado desde un helicóptero y a través de dispositivos ubicados dentro y fuera de la cápsula desde la que Baumgartner, con traje de astronauta, se arrojó al vacío. Además, el paracaidista llevaba 7 cámaras Go-Pro en diferentes partes del cuerpo que permitieron obtener perspectivas inimaginables. Se observa, por ejemplo, el casco que va en picada hacia la curvatura de la tierra, o uno de sus pies que apunta hacia la masa obscura del espacio. Los dibujos de Chacón, publicados en formato editorial, permiten meditar sobre los cambios radicales que conllevan las tecnologías de la visión e invitan a reflexionar sobre imágenes espectaculares que han sido vistas por 20 millones de personas en Youtube.

Al final de la visita, volvemos a quedarnos un rato platicando junto a la cámara NOBA. Chacón me explica que el aparato todavía funciona. A diferencia de la vertiginosa obsolescencia de los dispositivos fotográficos actuales, esta NOBA de mediados del siglo pasado seguirá funcionando por varias décadas más. En ese momento me termino por convencer de que el aparato, que sigue capturando mi atención y robándome la mirada, funciona como una especie de síntesis de las preocupaciones centrales de su obra: los cambios tecnológicos, la imagen fotográfica y la ciencia ficción.

Si hubiera que cifrar en un solo signo el trabajo de Dulce Chacón, ese signo sería la cámara NOBA que reposa paciente, portentosa, en la sala de su estudio.

Para conocer más del trabajo de Dulce Chacón.

Imágenes de obra: Cortesía de la artista.