Studio Visit

Studio visit | Darinka Lamas


Por Elena Piedra | Enero, 2021

Darinka Lamas (México, 1993) encuentra, en su propio cuerpo, la herramienta de trabajo primordial. Visitar su estudio actual es encontrarse con ella en un espacio físico que no es, sin embargo, el principal lugar de exploración, el núcleo de sus reflexiones, el centro de su proyecto a largo plazo.

Su estudio es también su casa. Cerca del centro de la Ciudad de México, en un edificio de los años 50, Darinka ha conciliado e intentado separar las prácticas y áreas de trabajo con las de otras esferas –suyas y de su compañera de casa–. Esto a pesar de que es, precisamente, la relación con el espacio habitable el tema que ha desarrollado desde diferentes aproximaciones.

Uno de sus primeros proyectos, Catástrofes (2015), presenta los vínculos que la artista encuentra entre sus emociones y algunos fenómenos del mundo, a través del cuerpo. A través de una serie de autorretratos dentro de su habitación –no en su casa actual, sino en la casa familiar en la que creció– y una colección de imágenes de internet, evidenció el reflejo que puede encontrarse entre el interior de una persona y la realidad exterior.

Con Limítrofe (2016), Darinka invirtió el orden cotidiano de las cosas y colocando una pieza de block sobre un colchón –el colchón de su cama, dentro de su habitación en la casa familiar– fotografió el contraste entre las ideas de dureza, estructura y protección, y las de sensibilidad, habitar, confort e intimidad; todas, propias del espacio doméstico, en una disposición poco atendida.

El frágil balance entre lo suave y lo sólido, eso que se pierde en el instante exacto en que intenta encontrarse un límite; la cama como balsa que resguarda de la tempestad de las historias, del tiempo, de la vida misma, todos los días; la luz de las ventanas, intangible, inte(lig)jible, en movimiento constante –como el mundo, afuera–. Durante el inicio de su trayectoria esa habitación –en la casa familiar– fue punto de partida y detonador.

El curso natural de su trabajo la llevó de la reflexión desde lo más íntimo y personal hacia otras escalas. La casa y las calles, lo privado y lo público, la forma y la sustancia de los edificios, la ciudad y el tiempo, relaciones que ha ido explorando, siempre alrededor de los valores simbólicos configurados por –en y sobre– el acto de habitar.

Tratando de aproximarse a la casa, desde tantas perspectivas como le ha sido posible, ha emprendido múltiples proyectos, en direcciones y niveles diversos. Con Apartar Lugar trata el aspecto social, la manera en que los individuos expanden el espacio privado habitable hacia lo público. Para comprender los procesos de la construcción y los valores, Darinka se ha acercado a la arquitectura y retomado conceptos, herramientas y técnicas propias de esta disciplina para producir sus propias piezas: Una pequeña esquina, Correspondientes y Una casa.

Desde la identificación del block como unidad básica de construcción, la recolección y categorización de fragmentos de edificios en las calles y el relato de la ciudad como una ruina viva –como un palimpsesto–, la constitución material de los espacios habitables ha sido un tema constante y fundamental en su trabajo.

Quizás una de las piezas en las que retoma este tema de manera más robusta es Instrucciones para mover un cerro (2017), en ella Darinka habla sobre el origen material de las ciudades, la logística y la huella –colosal– que deja la construcción de las urbes en las zonas aledañas. La conjunción de un texto mínimo y la impresión en tela de una fotografía del cerro extraído, montado sobre un muro del block producido a partir de él, genera un discurso crudo y claro.

Uno de los rasgos más interesantes de la obra de la artista es la combinación de la escritura y el dibujo con medios fotográficos, alternativos y performáticos. Esta combinación le da una potencia particular a la voz que cuenta las reflexiones derivadas de sus observaciones. 

En 2019 Darinka dejó la casa de su familia para vivir sola. Durante la conversación, la influencia vital de su madre y de su abuela emerge constantemente. En la exposición de cada uno de sus proyectos se nota, también, la influencia de esa primera casa, de su habitación original sobre la planeación y ejecución de su trabajo. Parecería que ese espacio hubiera quedado como contraparte edificada de ella misma: cuerpo, forma, memorias, luz, movimiento.

Es posible acercarse a sus piezas como metáforas. Entender la evolución de una persona como la construcción –el arruinamiento positivo, la superposición– de un edificio; la anarquía del cambio en las ciudades como el transcurso normal, multidimensional y delicadísimo, de los acontecimientos en la vida de alguien; la conformación de la totalidad de una casa a partir de fragmentos, como la constitución del ser a partir de experiencias propias y tomadas de otros.

Aunque en su obra, la referencia explícita a las personas no es frecuente, resuena algo íntimo y personal en el discurso, se mantiene un sutil tono poético que abre la puerta a las interpretaciones simbólicas del edificio como constitución de vida; la casa como cuerpo; y la habitación propia como la individualidad más profunda.

Durante el último año, Darinka fue acreedora del Fonca. La artista tomó este periodo para trabajar en una de las etapas de un proyecto futuro de largo plazo: la construcción de una casa a partir de otras casas (restos, memorias, vidas). Integró Catálogo I, un registro fotográfico de la colección de trozos de materiales de construcción que, como arqueóloga de la ciudad, ha ido guardando.

Al registro, siguió la etapa de pulverizado de los restos para, posteriormente, procesarlos como blocks. Este proceso, a causa de la suspensión de labores en algunos talleres por la pandemia, tuvo que llevarlo a cabo con sus propias manos. En un acto casi performático, volvió a la casa de su familia; allí retomó el trabajo físico sobre las piezas. Trituró y guardó en bolsas individuales los fragmentos de mosaicos, vitroblocks, cerámica y terrazo. En esa misma casa, sobre el suelo de su habitación original, apiló las bolsas y formó tótems que significa como el estado suspendido de la construcción de una casa –un proceso abstracto en exploración; un proyecto concreto en proceso–.

La herramienta básica de Darinka es el cuerpo. Su principal lugar de exploración, el núcleo de sus reflexiones y el centro de su proyecto a largo plazo parece estar, aún, en esa casa familiar. Ante la pregunta de cómo ha vivido estos meses de pandemia, la artista no respondió en un plano emocional o psicológico, sino que relató únicamente las actividades del desarrollo de su proyecto. De nuevo, lo simbólico se reveló sutilmente en sus acciones, en la voz esencial de su obra: volver a la casa donde creció, retomar el quehacer artístico con el cuerpo, abrir un hueco en el muro de su antigua recámara como esperando que la arquitectura le hablara… buscar una respuesta en ella misma.

Fotos: Juskani Alonso.

Imágenes de obra: Tumblr, Instagram Darinka Lamas.