Música

Sonideros: el disfrute de los cuerpos


Bailes que raspan la duela (o levantan el polvo). Por Silverio Orduña

 

La Changa. Tomado de maxcaratulas.net

La Changa. Tomado de maxcaratulas.net

 

Hace tiempo me invitaron a un sonidero en Ecatepec, eran unos quince años. Amurallaron la calle con varios tráilers, tan típicos en esa colonia cerca de la Pirámide (un edificio decadente convertido en el centro cultural más emblemático de la zona).  Los manteles y las servilletas de las mesas volaban con el viento y retumbaba la lona que cubría del sol y la posible lluvia. Después del pollo con mole, la verdadera fiesta comenzó. La experiencia en un sonidero es política y cultural. Cientos e incluso miles de personas se aglomeran para empoderarse del espacio público y bailar, ya sean ritmos caribeños como la cumbia y la salsa o electrónicos como el high energy y el techno. El modelo de los sonideros está representado por los legendarios La Changa de Ramón Rojo y Polymarch, de los hermanos Apolinar y María Silva de la Barrera.

 

sonidero 2

Tomado del Facebook Oficial La Changa

 

Bailar no sólo significa mover el cuerpo acompañado de una pista musical, va más allá, es una práctica cultural emanada de la memoria histórica. El cuerpo de los amantes del sonidero es diferente, contiene historias que necesitan ser contadas. En el espacio de estas fiestas populares también interviene la tecnología. Cables, bafles, luces y consolas son requeridas para completar la parafernalia que rodea la pista de baile callejera. Se arma un espectáculo compartido por quien pone los discos y quienes saltan, giran y sudan con el baile. Pervive un lucimiento técnico y la mirada crítica que sabe identificar a las parejas con el mejor ritmo. Dentro de la colectividad formada en un sonidero se desprenden varias islas, círculos que rodean y limitan el espacio para que las parejas se luzcan y se reten, también para que el buen observador aprenda e imite. Es un área de exhibición para presumir la complejidad de los pasos, algunos casi acrobáticos, y la fluidez del cuerpo que no cualquiera puede dominar. El buen bailarín del sonidero posee técnica y la trabaja.

Tomado de diosadrenalina.com

Tomado de diosadrenalina.com

 

Es posible pensar que las aglomeraciones promueven el anonimato; sin embargo, el sonidero rompe esa regla. Aquí nadie es anónimo si sabe bailar, incluso funciona un mecanismo donde la gente se acerca al DJ con carteles y notitas para mandar saludos a sus amigos, declarar su amor a alguien o simplemente para pedir canciones. La voz del DJ es muy particular con ecos y efectos, se mezcla con la música para animar la fiesta. En el sonidero se forma una burbuja donde lo más importante es bailar y los roles sociales pierden sentido; la identidad de género y la sexualidad son trastocadas. Hay quienes pelean para bailar con los homosexuales, considerados los mejores bailarines en este tipo de pachangas. Por un momento la discriminación se desvanece, lo que permite el pleno disfrute de los cuerpos.