Por Pablo Cordero / @sugarskull12
Tras ser publicado en 1991, Spiderland, segundo y último disco de Slint, cuarteto originario de Kentucky, desapareció casi sin dejar rastro. El arte que acompañaba al disco era tan escueto y oscuro como las seis canciones que contenía, y el mensaje escrito en la contraportada (“interested female vocalists write 1864 douglas blvd. louisville, ky. 40205”), aunado a las poquísimas copias vendidas, le daba un aire conmovedoramente amateur al trabajo.
La banda nunca consiguió a la cantante que solicitaban, y de hecho decidieron separarse días antes de la fecha de publicación del disco. La historia podría haber terminado ahí, una más de los millones de bandas independientes que fracasan en su intento por encontrar un público. Sin embargo, la música contenida entre los surcos de Spiderland resultó ser demasiado peligrosa y única para desaparecer sin ofrecer resistencia. En los años que siguieron a su aparición, la reputación del disco creció hasta convertirse en una obra de culto.
“Good Morning, Captain”
Aunque algunos asignan a la música de Slint categorías como post-rock y math-rock, su sonido es profundamente original y resulta difícil hallar referentes o inspiraciones claras. Sobre una sección rítmica ágil, capaz de navegar difíciles cambios de ritmo exhibiendo una brutal concentración, las guitarras de David Pajo (quien después sería integrante de bandas como Tortoise, Zwan e Interpol) y Brian McMahan entablan un inquietante diálogo muy alejado de los intervalos y armonías convencionales del rock. La voz de McMahan, a su vez, declama dramáticamente los textos en vez de cantarlos normalmente; su voz no es potente ni agradable, pero resulta imposible imaginar las canciones de este disco con otro vocalista.
“Breadcrumb Trail”
En temas como “Breadcrumb Trail”, “Nosferatu Man” y “Good Morning, Captain”, la atmósfera que crea la banda es tan oscura y opresiva que resulta poco sorprendente saber que Brian McMahan debió ser internado tras sufrir un colapso nervioso al grabar la última de esas canciones. Los otros tres temas son menos agresivos pero igualmente amenazantes; “Washer” es una dolorosa balada, “Don, Aman” un resquebrajado lamento de folk outsider en la susurrante voz del baterista Britt Walford y “For Dinner…” un tenso instrumental carente de melodía en el cual la banda trabaja cuidadosamente la dinámica.
Spiderland acaba de ser reeditado en una lujosa caja que incluye un libro, dos CDs, tres LPs y un DVD. Junto con la remasterización de Spiderland, se incluyen dos discos de temas inéditos, demos y grabaciones en vivo, además del fascinante documental sobre la banda, Breadcrumb Trail. El lujoso paquete está a la medida de la leyenda, pero quienes no puedan gastar 150 dólares en este box-set harían bien en buscar la edición normal de Spiderland, uno de los trabajos más personales, inquietantes y sugerentes que ha dado el rock independiente norteamericano en el último cuarto de siglo.
Suscríbete a nuestro
NEWSLETTER