Por Adriana Melchor | Octubre, 2016
“Hoy en día cualquiera es curador”. Una frase que flota por ahí en nuestros perennes días y que ya como muletilla de octagenaria completo con un “y todos quieren ser dj’s”. Pero no es tan fresca porque en noviembre de 2002 Artemio Narro y Paola Santoscoy titulaban así a una sección de su ponencia, misma que impartieron en el marco del Segundo Simposio de Arte Contemporáneo de la Universidad de las Américas Puebla. A esta edición los organizadores la llamaron “Del malestar de la curaduría”.
Todas las ponencias que se discutieron en esa edición están publicadas en el número 22 de la revista Curare. En la introducción que escribe Osvaldo Sánchez se habla de los cambios y las reestructuraciones que la cultura contemporánea atravesaba en ese entonces (globalización). Según se lee, había algo que incomodaba al sistema artístico de ese momento y esto se centraba, concretamente, en la aparición de la figura del curador. El simposio, según narra la Mesa de Artes Plásticas, discurrió más en hablar sobre una recapitulación de los proyectos llevados a cabo por curadores que de problematizar o reflexionar en torno a la práctica curatorial.
Lo que pretendo con este texto es sólo anotar algunas cuestiones que podrían hacer eco en nuestros días. Aunque también, leer estas ponencias, fue como mirar una suerte de álbum familiar. Leer a una Sofía Hernández Chong Cuy confesar su poca experiencia en la práctica curatorial, fue como tomar prestado un aire de nostalgia de una época que, evidentemente, no viví.
En el texto de Francisco Reyes Palma “Estrategias curatoriales” se apuntan ciertas tareas pendientes que refieren a historiar el fenómeno que él específica como “curador-autor”. Rastrear, por ejemplo, cuándo fue la primera vez que se utilizó el término para designar una participación como curaduría no parece ser una cuestión ociosa. O también, vale la pena encontrar cuándo fue la primera vez que en prensa se utilizó el término. Reyes Palma señala que para él seguirle la pista a este cambio es encontrar que el uso de éste en México es “errático”. Hoy en día diríamos que se conjuga a diestra y siniestra y que incluso abarca un montón de formas de narración, las cuales no están necesariamente ancladas al campo del arte. Según la experiencia del autor, la primera vez que encontró en los créditos el concepto de “curaduría” fue en 1989 en el catálogo de la exposición Memoria del tiempo, 150 años de fotografía en México, celebrada en el Museo de Arte Moderno. Pero antes encuentra que tímidamente se hacían distinciones al hacer exposiciones con el término “coordinador”. A este relato le sumo el que nos cuentan Narro y Santoscoy en la sección ya antes mencionada. En ese entonces ya sea por la falta de programas de profesionalización en México, para ser curador bastaba con sólo asumirse como tal y practicar en ello. Actualmente, hay un sinfín de cursos en el extranjero y nuestro país ya cuenta con un programa académico. No obstante, en pláticas con una colega, ella señalaba la precaución de algunos curadores jóvenes al asumirse como tales. Indicaba que había cierta reticencia a firmar como curador y que estaban más cómodos con el título de coordinador o con la función de acompañamiento. Este podría ser un contraste curioso entre el 2002 y el 2016.
Quizás sea porque ahora el término curaduría abarca varios campos, habrá preguntas que intenten redefinir el quehacer curatorial actual y tal vez es en esta reinscripción, es en donde surgirán otras formas de abordar el fenómeno. Probablemente necesitamos de otro giro curatorial. Aunque creo que cada vez más esta labor se asume como trabajo colaborativo, incluso comunitario, y menos centrado en el curautor. Por otro lado, también hay una preocupación que se comparte en el ámbito internacional sobre cómo modificar los formatos de exhibición y el rol de éste en el sistema artístico. Paula Marincola exclama en el libro de Terry Smith “Thinking Contemporary Curating”, que si alguna vez iremos más allá de sólo colocar obras de arte en sus espacios convencionales. Es decir, si sólo se tratará una vez más de caminar y mirar objetos. O si es únicamente la curaduría un modo de producción de representaciones.
Para cerrar, me parece que en nuestro país falta realizar investigaciones con más rigor, no sólo revisar modelos de dispositivos de exposición, sino de pensar sobre cuestiones que subyacen a la práctica, pensarlo más como un entramado de causas y consecuencias sobre un discurso curatorial y otro –todos quieren ser curadores pero no todos sólo cuelgan cuadros y ya.
Imagen: Pablo Helguera.
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Con el fin de enriquecer la discusión del VII Conversatorio: “La condición de la curaduría del arte contemporáneo en México” se sugiere leer:
“Optimismo ahíto”, por Víctor Palacios
El VII Conversatorio GASTV: “La condición de la curaduría del arte contemporáneo en México” tendrá lugar el próximo martes 25 de octubre en la terraza de Casa del Lago «Juan José Arreola» (Bosque de Chapultepec, Primera Seccion S/N, San Miguel Chapultepec) a las 19:30 horas con la participación de Amanda de la Garza, Fabiola Iza y Karla Jasso bajo la moderación de Daniel Garza Usabiaga.
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Adriana Melchor Betancourt es historiadora del arte. Ha colaborado para publicaciones como Caín, Código, La Tempestad y El Fanzine. Forma parte del Taller de Anacronismos.
*El contenido publicado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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