Por Víctor Palacios | Octubre, 2016
La condición actual de la curaduría en México es precaria y paradójica. ¿Podría ser diferente en este país hundido en el oscuro panorama sociopolítico, cultural y económico que le define en el presente? ¿Estamos peor que nunca? La respuesta a ambas preguntas es un gambado SÍ. Es decir un: sí se puede… ambivalente como nuestra mexicana naturaleza. Sin embargo, es pertinente tomar en cuenta que, en un mundo en gran medida globalizado, surgen un sinnúmero de intersecciones y similitudes compartidas entre diversos contextos que hacen imposible aislar a un escenario específico del resto.
Dentro de las particularidades locales, después del logro obtenido a fines de la década de los noventa por un valioso conjunto de pioneros de la curaduría en México en relación al reconocimiento y establecimiento de dicha práctica por parte del siempre cavernícola aparato cultural, es posible detectar un desasosiego en el seno del gremio curatorial; las cosas no terminan por cuajar, la fragilidad estructural de la práctica se manifiesta en muy diversos sentidos tanto laborales como intelectuales e institucionales, reluce la escasez de iniciativas de carácter crítico o experimental y los posibles oasis ofrecidos por la esperanzadora iniciativa privada devienen, muy pronto, efímeros charquitos. Al decir esto, no busco caer en un enfoque maniqueo y descalificar las acciones o proyectos meritorios, sino señalar un síntoma generalizado y un campo de acción a todas luces frágil, estancado e inmaduro. ¿Estamos ante una de esas emergencias que tanto nos gustan o tan sólo es una urgencia más? ¡Excitación! Otra vez.
Ahora bien, ante la adversidad la pregunta obligada es: ¿Qué sucedió y qué podemos hacer para sacudir y despeinar al pequeño petimetre que llevamos dentro los curadores? Desde mi perspectiva (sé que escribo esto desde una situación laboral privilegiada) la victimización no tiene cabida y los principales responsables del escenario antes planteado somos los propios curadores. De tal forma, lo que parece necesario es uno de esos dolorosos ejercicios de autocrítica. ¿Quién dijo yo? La trascendencia de espacios de escritura y diálogo (como esta serie de Conversatorios) depende, precisamente, de explotar la posibilidad de un análisis crítico y no sólo descriptivo o superficial. ¿Existen las condiciones para ello? Esa es tal vez otra de las carencias de la práctica curatorial en cualquier latitud: no me refiero a la falta de foros o espacios para la reflexión que sí los hay, sino a la ineficacia de éstos para generar algo parecido a una incidencia de algún tipo (no digamos en la sociedad sino en la propia práctica artística y curatorial), es decir más allá del sano intercambio de opiniones y sentimientos. ¿Se puede aspirar a ello? ¿Se debe ser paciente como menciona la PAE?
En términos un poco más concretos analicemos brevemente el serio problema de falta de puestos y plataformas para la práctica curatotial… asunto nada banal que cada día empeora, obvio. En el panorama de la iniciativa privada nuestros amigos de la Fundación Jumex llevan para variar la batuta de la decepción en cuanto a la generación de un equipo curatorial sólido para su todavía joven museo. Ilusamente muchos de nosotros pensamos que este espacio y su relevante colección a nivel mundial serían uno de esos oasis para los curadores locales que han forjado ya una trayectoria sólida a lo largo de décadas de trabajo (los ejemplos sobran). ¡La oportunidad de trabajar con una colección viva, con los recursos suficientes, en un armónico cubote blanco! Nada de eso sino todo lo contrario. “El niño” no ha entendido el valor de la curaduría y del contexto local o lo ha palmado tanto que ha salido asustado. ¡Mierda! ¡Pude raspar! Esta situación podría parecer, digamos, secundaría pero dada la carencia de fundaciones y espacios similares resulta un verdadero traspié. Tampoco es una reacción xenófoba, un curatorial staff multicultural sería más que celebrado. El caso de Jumex se replica en otros museos con sus distintos matices. Paradójico escenario.
No hay espacio aquí para seguir dando ejemplos similares por todos conocidos. En el terreno de las instituciones públicas el panorama es similar. Cada vez hay menos curadores en los organigramas, la noción de “equipo curatorial” es casi un espejismo salvo en contadas excepciones y, una vez más, todo indica que las cosas irán de mal en peor. La paradoja es que cada vez hay más museos y ninguno caduca, cierra o se colapsa. ¿Esto es una queja? No podría decir lo contrario. Estoy alimentando a la víctima. Pobre. Tampoco hemos logrado aspirar, por ejemplo, a becas gubernamentales como las del Sistema Nacional de Creadores de Arte (FONCA) que pudieran recibir curadores independientes cuando éstos son tan o más creativos e indispensables que un… libre poeta, un flautista o un artista multimedia. ¿Por qué, por qué mamá el Estado no nos mima? ¿O será que lo hace de otra manera? ¿Por qué los museos son un fracaso en términos de posicionamiento de discursos de naturaleza crítica, reflexiva e histórica? ¿Por qué no se nos da coleccionar con cierto orden y constancia? ¿No es el coleccionar una de las actividades básicas de un curador que labora en un museo? ¿Por qué nos gusta tanto el espectáculo? ¿En qué momento la labor curatorial se transformó, en gran medida, en un tipo de gestión y administración de buen gusto? ¿Qué es lo que nos atrae de esta profesión? ¿Es el arte o el reto de demostrar que somos capaces lidiar y acoplarnos a todas las nuevas exigencias del medio?
No sé si sirva de algo preguntarnos todo eso. Lo cierto es que, estimados colegas, estamos en un momento en que parece necesario replantearnos algunas cosas básicas tales como nuestra relación con la propia obra de arte, con los artistas (vivos o ya fallecidos a través de su legado) y con los públicos que acuden a ilustrarse con nuestras puestas en escena. Y ahora que escribo la palabra “artistas” no puedo dejar de mencionar una constante y puntual QUEJA de éstos a los curadores locales: “Ustedes ya no hacen visitas de estudio… la última vez que un curador vino a mi taller fue hace como cinco años”. Otro síntoma. Al parecer los curadores hemos descuidado, descentrado nuestra atención de la propia producción artística para dedicarnos a mantener en buena salud a nuestros preciados dispositivos de visibilidad curatorial: ferias, bienales, inauguraciones, Gallery Weekends, simposios, espacios de exhibición, residencias, asesorías a coleccionistas, etc. Claro, sin todo ello no habría nada. ¿Entonces? No hay opción, sigamos jugando al Monopoly.
Por otro lado, deseo subrayar que el curador, aquí y en cualquier parte, sí juega un claro e importante papel en términos económicos. La curaduría tiene una repercusión indiscutible en el mercado del arte y en la vinculación de éste con las instituciones públicas y privadas dedicadas a la promoción del arte contemporáneo. Y, por ende, también en la economía, en la industria cultural, etc. El curador es absolutamente indispensable, necesario, y en esto difiero con la opinión expresada por la curadora Alejandra Labastida en el buen y sugerente texto que escribió dentro de este mismo marco. Lo que está en juego no es la figura del curador ni la continuidad de la curaduría, sino determinar cuál es la materia de su oficio y cuáles deben o pueden ser sus funciones dentro del entramado cultural. Uno quisiera que éstas fueran un poco más relevantes y un poco menos superficiales, pero al parecer falta mucho tiempo para que un curador sea nominado al Nobel… de cualquier rama del conocimiento, labor humanitaria, creativa, etc. ¿Es posible una revirada? Ya externé mi optimismo ahíto.
Al escribir este texto me topo con la noticia del “regalo” —así anunciado oficialmente.. A GIFFT— de la Colección Patricia Phelps de Cisneros al MoMA de Nueva York que consta de un valiosísimo conjunto (en términos estéticos, históricos y económicos) de 102 obras de…”arte latinoamericano” realizadas entre 1949 y 1990. La intención es lograr el reconocimiento de los artistas….”que se cuelguen al lado de los Mondrians o Kandinskys.” Introducirlos al canon de la historia del arte y seguir estudiándolos a través de la creación de un instituto especializado en esta clase de arte. Por su lado, Paty menciona en entrevista disponible en el sitio web del museo que, todo lo que ha hecho como coleccionista, incluyendo este gran regalo es: “un acto de amor”. Normal. Mientras, el impecable director del MoMA sentado a su lado confunde países latinoamericanos con “regiones”. Normal. Al término de la ceremonia ambos personajes de antología solicitan que los curadores latinoamericanos involucrados en toda esta meticulosa empresa (salvo uno de ellos que estaba ausente) levanten la mano para recibir una ovación por su invaluable labor. ¿Normal? ¿Tiene su quehacer una importancia simbólica en términos estrictamente ECONÓMICOS? La condición actual de la curaduría en cualquier parte del mundo me parece un tanto extraña, ajena, revuelta y contradictoria. Demasiado eficiente. Ojalá el extrañamiento sea cada vez mayor… más raro, en otros términos, por otros sucesos y acciones de esta práctica. El potencial está ahí. No sé si debo aplaudir…
Foto: Los comedores de loto, Mampara híbrida, acto 1, 2013. Casa del Lago.
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Con el fin de enriquecer la discusión del VII Conversatorio: “La condición de la curaduría del arte contemporáneo en México” se sugiere leer:
“Un malestar domesticado”, por Adriana Melchor
El VII Conversatorio GASTV: “La condición de la curaduría del arte contemporáneo en México” tendrá lugar el próximo martes 25 de octubre en la terraza de Casa del Lago “Juan José Arreola” (Bosque de Chapultepec, Primera Seccion S/N, San Miguel Chapultepec) a las 19:30 horas con la participación de Amanda de la Garza, Fabiola Iza y Karla Jasso bajo la moderación de Daniel Garza Usabiaga.
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Víctor Palacios es Historiador del Arte por la Universidad Iberoamericana. Desde el año 2012 es Jefe de Artes Visuales de la Casa del Lago Juan José Arreola (UNAM). Ha trabajado como asiste curatorial en el Museo Tamayo, en la Sala de Arte Público Siqueiros y en la Bienal Manifesta 5. De 2005 a 2007 laboró como curador independiente en Barcelona. Asimismo se desempeñó como curador en jefe del Museo de Arte Carrillo Gil y curador del Museo de Arte Moderno. Es cofundador Materia de dibujo / Drawing issues. Actualmente es colaborador de la revistas Caín, La Tempestad y Art Nexus.
*El contenido publicado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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