Por Adriana Melchor Betancourt / @loleks | Abril 2016
Un cartón de Jis circula por ahí con la siguiente situación: Entra un hombre a un cócktel de alguna exposición de arte; de pintura al parecer. El sujeto vocifera “Ah, raza pusilánime: me dejan a mí la chamba de tener que venir a decirles que la obra es chafísima! Compermiso pues; ahí les voy”. Y la gente reunida allí lo mira con una cara de ‘y a ti quién te invitó’.
El 20 de marzo de este año el periódico El país publicó una breve entrevista con Benjamin Buchloh [1] en donde el historiador de arte de la Universidad de Harvard declaraba que “la crítica [de arte] ha perdido totalmente su función.” Y que el crítico está envuelto en el mercado, pero sin ninguna influencia sobre éste. También señala que es el mercado quien determina la importancia de un objeto de arte. Según las declaraciones de este hombre moderno, estamos perdidos.
Lo que sucede en estas dos ideas, la de Jis y la de Buchloch, es una concepción de la crítica insertada anacrónicamente en el siglo XIX. Hay que imaginar que en ese entonces había salones de pintura o escultura que se llenaban a tope de curiosos y de amigos del arte. El valiente crítico se dio a la tarea de entablar una relación mediadora ente el espectador y la obra. Mucho de esto sabemos ha cambiado radicalmente. No sólo en la proliferación de teorías, enfoques y tipos de producciones artísticas, también en la manera en que los espectadores consumimos las piezas.
El mercado del arte se expandió para abrirse un espacio singular en el circuito. Pero así lo hicieron otros actores, como los curadores e incluso historiadores del arte. De pronto varias cosas se desplazaron y comenzaron a surgir distintas dinámicas. Este movimiento desplazó la producción escrita sobre arte porque la injerencia de estas ideas ya no tenía la misma potencia. La crítica tuvo que encontrar otras formas de dar salida a ese comentario informado o no, teorizado o no, sobre el arte. Algunas de estas estrategias se encontraron, por ejemplo, en la práctica curatorial.
El curador o la curadora, quien es además una suerte de quimera debido a las distintas funciones que desempeña, surgió como un nuevo agente cultural fuera de la academia.Tuvo en sus manos la oportunidad de crear tácticas para negociar el cómo podrían ser insertadas las obras de arte dentro de un circuito, tanto local como global. Asimismo, la figura del curador también se dio a la tarea de elaborar narrativas que discutieran con ciertas formas de hacer historia del arte. Pero también, a la par brotaron otra serie de posibilidades para acercarse a las obras. El surgimiento de los estudios de público obligaron a los especialistas a pensar en distintos acercamientos con las piezas. La figura del mediador propició otros canales de comunicación que se tradujeron en charlas con artistas, visitas guiadas, cuestionarios, programas educativos, coloquios, talleres, etcétera. Muchas de estas estrategias con grandes beneficios.
Y ahora que tenemos a todos estos participantes para que concilien entre la obra y nosotros… ¿quién le dijo a la crítica que viniera? (Considerando que nunca se fue).
La crítica ya no puede pensarse como en el siglo XIX, de eso creo que la mayoría del gremio está a favor, pero parece que a veces nos ataca la nostalgia y queremos que regrese. No es que deba morir, más bien tiene que encontrar otras formas de articularse dentro de este panorama tan vertiginoso del siglo XXI. Pues pareciera que no acaba de encontrar su lugar. Por tanto, es importante hacer la revisión sobre las otras maneras de hacer crítica de arte que hubo a lo largo de la historia, pero sobre todo entender qué tipo de demandas realizaban en su momento. Porque lo que nos cuesta trabajo ahora, creo yo, es encontrar cuál es nuestra demanda (o en plural).
[1] La entrevista se puede consultar aquí.
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Con el fin de enriquecer la discusión del VI Conversatorio GASTV: “La condición de la crítica de arte contemporáneo en México” se sugiere leer:
—Entrevista a Daniel Garza Usabiaga
—Huracán, huracán abatido, por Operación Hormiga
—Cuerpos y crítica o cuerpos críticos, por Aline Hernández
—Entrevista a Irmgard Emmelhainz
Este encuentro tendrá lugar el próximo miércoles 27 de abril en SOMA (Calle 13 #25, Col. San Pedro de los Pinos) a las 20:30 horas con la participación de Pilar Villela, Daniel Montero y Víctor Palacios, bajo la moderación de Edgar Hernández.
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Adriana Melchor Betancourt es historiadora del arte. Ha colaborado para publicaciones como Caín, Código, La Tempestad y El Fanzine. Forma parte del Taller de Anacronismos.
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