Por Pamela Ballesteros | Junio, 2016
Con la idea de congregar puntos de vista y ampliar el tema de la crítica de arte en México desde distintas perspectivas, el VI Conversatorio se llevó a cabo el 27 de abril en SOMA, en esta discusión estuvieron presentes Pilar Villela, artistas visual; Víctor Palacios, curador y Daniel Montero, investigador; bajo la moderación del periodista Edgar Hernández.
Para iniciar, Edgar Hernández tomó la palabra para apuntar los ejes que le interesaba abordar a lo largo de la sesión. Planteó el conversatorio como un diálogo generacional, marcado por una distancia entre los autores de los textos de antesala publicados en este sitio y los invitados que conformaron la mesa; los cuatro participando desde prácticas distintas pero vinculados por su ejercicio de crítica de arte en medios contingentes.
En principio Edgar retomó los cinco textos publicados en la plataforma, en sus palabras: “permeados por su condición generacional”. Con esta idea expuso una primera preocupación sobre los actores actuales de la escritura: “Creo que su escritura parte de una gran confusión en muchos niveles, por ejemplo, hacia los géneros periodísticos. No diferencian una entrevista, un artículo de opinión o una reseña, sino que generalmente entregan textos híbridos que no se sostienen por sí mismos”.
Una diferencia, que para la producción escrita resulta importante, y en ese sentido es síntoma de ello es que “en los autores jóvenes existe una necesidad por llenar sus textos de citas y referencias teóricas e históricas. Al leerlos, uno percibe que no los entienden, parece que la saturación de citas funciona como una muleta para esconder su propia opinión”. Para Edgar, la importancia de un texto radica en que el autor lidere su propia voz, su punto de vista particular, y continuó: “Me preocupa esta imposibilidad que tienen de hablar en primera persona y de referirse a lo que piensan sin cojear de un autor o de un teórico”.
Por otra parte, Edgar notó cierta ingenuidad al creer que el crítico debe de ser un sujeto “puro”, dijo: “Quien escribe está influenciado en muchos niveles que abarcan sus intereses personales, académicos y profesionales en el campo artístico, lo que irremediablemente estará reflejado en su escritura. Con esto, es muy difícil que exista una verdadera objetividad”, concluyó.
Un tema más que también le resultó importante, y del que habló desde su práctica como periodista, es que el autor debe de tener en claro qué busca y hacia qué parte del campo artístico le interesa inclinarse. No se trata de apelar a los géneros periodísticos desde un sentido purista, sino de pensar en comunicar a un lector y tenerlo presente al escribir.
La segunda intervención fue de Pilar Villela, quien empató con estas afirmaciones y mencionó como caso sintomático particular la entrevista a Irmgard Emmelhainz, texto en el que percibió una imposibilidad de diálogo entre las interlocutoras. Por otro lado, se refirió a la existencia de una ansiedad por tener certezas como una consecuencia de la crisis nacional generalizada, en este sentido, a la crítica de arte se le exige que funcione como una voz que refiera a “los buenos” y a “los malos”.
Al respecto Pilar planteó tres cuestiones. Uno, preguntarse por la necesidad de definir posturas: “Como artista que escribe lo que busco es tratar de dilucidar cuál es mi postura ante el arte”. Dos, diferenciar entre una reseña y una crítica que devele opinión. Y tres, la construcción de narrativas: “No sólo es la necesidad de tomar partido, también se trata de la necesidad de ubicarnos dentro de una historia a la que pertenecemos”. Como ejemplo de esta idea mencionó el Cubo de Rubik de Daniel Montero, publicación que en medida en la que nos cuenta una historia, nos permite posicionarnos en relación a ella.
Dentro de ese argumento quedó planteada una pregunta que me parece relevante: Como productores jóvenes insertos desde distintas prácticas en el campo artístico, ¿en qué parte narrativa nos situamos?
Otros puntos que Pilar mencionó fueron en torno a la investigación actual de estas narrativas históricas, es decir, vale la pena indagar sobre las condiciones y vacíos existentes ante la producción de investigación dentro y fuera de la institución. Como conclusión, además de afirmar la problemática que existe para mantener discusiones, Pilar mencionó tres causas de las que se desprende este interés por pensar en la crítica. En primer lugar, la necesidad de posicionarnos en un terreno firme; en segundo, la falta de instituciones —gubernamentales o privadas— capaces de plantear, desde la investigación, narrativas que propicien un contexto claro, que nos permita plantear nuestra posición; y en tercer lugar, parar con el vicio de no nombrar las cosas claramente.
A continuación Víctor Palacios inició su intervención retomando el conjunto de textos previos, en los que identificó la constante por declarar que estamos atascados en una discusión agotada, en la que nadie tiene nada nuevo que decir frente a la crítica. Panorama que describió con el término de “perisología”, error en la elocución que consiste en repetir y amplificar una y otra vez los mismos conceptos. “Creo que todos —curadores, críticos, editores y artistas— estamos bastante atascados, no sabemos qué más decir sobre la crítica, sin embargo, desde mi punto de vista, hay una renovación en la oferta de crítica con gente joven escribiendo bastante bien y también existen más medios que ofrecen variedad de textos. Entonces, ante este hartazgo, lo que tenemos que hacer es seguir escribiendo e impulsando a estos mediadores jóvenes”, comentó.
En seguida, mencionó como características de esta renovación la legibilidad de los textos que se están produciendo y un espíritu irreverente en éstos para presentar los temas, incluso desde un carácter irónico que señala con agudeza los problemas importantes de la producción cultural. Y recalcó lo que Daniel Garza-Usabiaga propuso en una entrevista previa: «Apelar a la imaginación».
Posteriormente, Víctor trajo a colación dos preguntas inscritas en el texto de Óscar Benassini: “¿Existe la corrupción dentro del sistema contemporáneo, o es precisamente lo corrupto lo que permite su existencia? ¿Es el crítico de arte un Batman que pondrá en su lugar al crimen organizado del arte contemporáneo?” Texto que como señaló, tiene la virtud de imaginar estructuras distintas de escritura.
“Para mí el texto más interesante fue el de Óscar Benassini, precisamente porque no está conducido en términos afirmativos, sino interrogativos, en los que se levantan preguntas que me parecen sustanciales para la discusión”. Así inició su intervención Daniel Montero y de manera más puntual revisó el tema del valor de la crítica: “Evidentemente es algo que ya nadie encuentra pero que todos estamos buscando ansiosamente, el problema es que este valor ya no es el que solía ser, hay varias instancias que lo han absorbido y se ha disgregado en diferentes momentos del campo artístico”. Y para concluir agregó: “hay que pensar ¿desde dónde nos queremos situar para poder identificar algún tipo de valor, ¿qué efectos buscamos cuando escribimos una crítica de arte?, ¿cómo se le adjudica el valor a las obras de arte?, ¿para qué seguir produciendo arte en relación a la misma práctica de la escritura?”
A continuación se abrió la participación del público. Un primer comentario de Eduardo Barrera, artista visual, propuso ahondar más sobre las nuevas maneras de hacer periodismo, inserto por ejemplo, en medios digitales y redes sociales, así como la manera en que éstos modifican la práctica de la crítica.
Al respecto, Daniel Montero respondió que el problema no radica en la distinción de los géneros periodísticos, sino en la modificación de los medios de difusión. Es decir, la crítica de arte tiene que ver con los efectos que se quieran producir con ella, mismos que se insertan en una esfera pública que también ha ido cambiando. “¿Lo que se escribe en una discusión de Facebook es crítica de arte? Para mí sí lo es en cierto sentido, no vamos a encontrar profundidades en esos comentarios pero esta actividad genera esfera pública en otros medios, bajo otros formatos y con distintas palabras”, puntualizó.
Pilar se sumó a la respuesta y comentó que parte del relevo generacional está sucediendo porque los medios electrónicos han abierto muchas posibilidades. “Sobre la pregunta de que si el internet cambia la manera de hacer crítica, la respuesta es sí, pero para mí las preguntas de fondo serían: ¿Qué visibilidades está generando esa crítica? ¿Qué beneficios aporta? ¿Para quién? ¿Cómo podemos hacer que esa construcción sea en beneficio mutuo y no sólo una producción de visibilidad para un sistema que funciona por exclusión?”
“El problema de la democracia de Facebook es el libre mercado, y es que para el Estado la cultura es negocio y en ese negocio nosotros somos microempresarios. Cuando abrimos espacios independientes o blogs de escritura, por mencionar algo, lo que hacemos es abrir un “changarrito”, concluyó Pilar.
Viviana Martínez, artista visual, tomó la palabra para cuestionar el academicismo que vicia el lenguaje con el que son escritos los textos de arte, tono que los vuelve ilegibles y egoístas con el público que no está dentro del medio artístico. Asimismo Violeta Horcasitas, curadora, continuó: “Lo que dice Viviana es muy importante, esto es una causa del éxito de Avelina Lésper porque ella es muy clara con el público general. No se trata tampoco de escribir de manera muy obvia, sino de repensar a quién queremos hablarle y creo que ahí está la gran tarea por acercarnos al público o a los estudiantes de arte”, finalizó.
“¿Pero quiénes son nuestro público más inmediato? El asunto es más sencillo de lo que plantean, y es que el valor del arte ya no está contenido solamente en una obra de arte, sino que está disgregado por una serie de cosas: instituciones artísticas, crítica de arte, curadores, e incluso burocracia… Entonces, ¿en dónde podemos encontrar ese valor?”, intervino Daniel Montero.
Y en este punto mencionó como ejemplo el trabajo de Mónica Mayer en El Universal, momento en el que era el periódico con mayor publicación de anuncios para buscar empleo, entonces ahí Mayer tenía como lectores a quienes por casualidad encontraban sus notas buscando los clasificados, personas no involucradas con el arte. “Esa es una manera de pensar en otros públicos, no somos museos que reciben ambigüedad de públicos, si los críticos no tienen un interlocutor claro no escribirán de manera clara. Creo que es una demanda sobredemandada, el asunto es: ¿qué demandamos de la crítica?, ¿qué esperamos que resuelva o que revele?”, cuestionó Daniel Montero.
Pilar tomó la palabra: “Sí es importante saber a quién le estás hablando, la parte de investigación y producción de conocimiento teórico es muy válida, la teoría sirve para tener una visión clara de las cosas, el problema es cuando un lenguaje académico malo impide que exista diálogo de verdad. Por otro lado, si para un funcionario la exposición de Yayoi Kusama es equivalente al concierto masivo de Vicente Fernández como definición de cultura, ¿por qué queremos convencer al público para que se interese en el arte contemporáneo?, ¿por qué la exigencia por alcanzar nuevos públicos?”
Desde el público Dorothée Dupuis, fundadora de la revista Terremoto, habló de su experiencia en cuanto a las condiciones que determinan la actividad editorial actual, y planteó la necesidad de ser conscientes de los contextos desde los cuales estamos produciendo la escritura.
Posteriormente Emil Becerril, estudiante de arte, comentó que en los textos de antesala encontró una preocupación constante por la profesionalización del crítico de arte. “En nuestra generación existe la búsqueda por definir ¿qué es un crítico de arte?, ¿qué hace?, ¿desde dónde estructura y establece estas narrativas? Para mí, yacen más allá de la figura del crítico, es decir, pueden salir desde un artista o curador, entonces mi pregunta sería: ¿Qué significa ese ejercicio de crítica?”
A lo cual Víctor respondió: “La crítica no es algo que se aprenda en la escuela, no es un carrera académica, creo que los que nos lanzamos a escribirla terminamos en algún momento encarnando al famoso maestro Ciruela: aquel que no sabía leer y puso escuela. Escribir crítica de arte es muy arriesgado en el sentido en que tienes que aprender a caminar solo, argumentar cosas que a veces pueden ser contradichas o incluso equivocadas”.
Víctor también comentó que es muy sano que actualmente la crítica se escriba desde diferente perfiles, sean editores, artistas, curadores o mediadores. “Creo que es una de las grandes virtudes de la escena contemporánea en México” y retomó una frase de Benjamin Buchloh en el texto de Adriana Melchor: La crítica de arte ha perdido totalmente su función.
“Creo que se abre un espacio de experimentación para escribir crítica de otra manera, sin que la pretensión de esos juicios y argumentos destituyan al director de un museo, bajen el precio de una obra de arte o lleven a la ruina a las galerías. Me parece que esa situación de precariedad de la crítica de que ya no sirve para nada es una oportunidad inigualable”, continuó Víctor.
Lo que conectó con su labor como curador en instituciones públicas, en las que prevalecen dos ideas: no ser juez y parte y no escupir hacia arriba. “Afortunadamente esas dos normas de conducta a nivel curatorial y artístico se empiezan a romper, ambas cosas son básicas para que exista una escena artística crítica y activa en la que surjan verdaderos debates. Tenemos la obligación de ser juez y parte y de escupir hacia arriba”, finalizó el curador.
Daniel Montero complementó esta idea al decir que no sólo lo que escribe le da poder al crítico, sino también desde donde lo escribe. En este sentido vale la pena identificar esos lugares de poder y preguntar: ¿Qué hace esa crítica y a quién intenta afectar? Para pensar en una crítica hay que considerar dos cosas: las formas de distribución del arte y las formas canónicas y de tradición en el arte.
“Uno no puede hacer crítica sin historia del arte, no está circunscrita a unas cuantas palabras. Sabemos que se le habla a un sujeto particular y de la misma manera la crítica se distribuye en medios con códigos propios, cada uno con una comunidad también particular, no hay ambigüedad en eso. Una crítica de arte fallida es una que se escribe para todo el mundo”, concluyó Daniel Montero.
Posteriormente Edgar intervino para reiterar la importancia del medio desde el que se escribe: “Para mí es un mito el sacar un blog y «hacerse famoso», eso no pasa si no tienes una colectividad o un grupo medianamente vinculado con el campo al cual te quieres insertar. Eso siempre determina el éxito, o no, de una publicación en línea o impresa”. Edgar hizo énfasis en dos casos particulares que ejemplifican esta idea. Por un lado mencionó a Blog de crítica: “Me parece un espacio que parte de una falacia, que es generar un espacio de escritura en el cual no se pretende crear una agencia. Eso no existe, en el momento en el que un medio se enuncia crea una agencia con cierta influencia, que de manera autoimpuesta se quite esa responsabilidad me parece mala idea”. Y como contraparte Edgar se refirió a la revista Caín como una publicación con una línea clara en la que se leen posturas definidas.
Al respecto Jessica Berlanga, creadora de Blog de crítica, respondió desde el público: “En ningún momento se pretendió que el espacio careciera de agencia. Lo que queremos enfatizar es que la responsabilidad y el medio desde el cual se escribe es el escritor mismo, es decir, el que escribe es el que asume su postura. El blog ciertamente es un experimento y todas las observaciones respecto a su estructura las tomamos en cuenta. Creo que una de las cosas que la escritura tiene que lograr es ser tan rápida como todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor, entonces al mismo tiempo estamos entendiendo la presencia, o ausencia, de un editor para ver cómo se asume la escritura desde el escritor, al tiempo que también buscamos abrir este tema en un debate como éste”, finalizó.
El micrófono regresó a Víctor quien dijo no estar de acuerdo con la afirmación de que se escribe poco sobre obras de arte. Se sigue escribiendo, y mucho, como ejemplo están los catálogos que se publican alrededor de las exposiciones, lo que sucede con esos textos es que no son críticos, sino adulatorios. En palabras de Víctor: «El balance en la escritura se inclina por demás hacia las obras de arte pero el problema es el “compromiso” por escribir positivamente de ellas»
“Hay varias cosas muy acertadas que han mencionado, sin embargo también creo que hay otras que se deben reconsiderar”, intervino Daniel Garza-Usabiaga desde la audiencia, y continúo: “Respecto al público al cual se escribe, obviamente estamos en un circulo especializado, en el que la mayoría de las veces los receptores pertenecen a este mismo circulo, no obstante, hay otro público que tiene la capacidad de entender nuestra escritura. Creo que ahí hay un quiebre con la generosidad con la que vemos a nuestros lectores, pensar en que si un texto es coherente y se dirige bien se puede explicar por si mismo para cualquier lector, lo que probablemente abra un nuevo campo de posibilidades para la persona que lo está leyendo. Lo mismo pasa en el museo, no es una cuestión de captar nuevos públicos con exposiciones «más sencillas», sino de verdad hacer un escrutinio en cuanto a qué tanto desde los contenidos se está contribuyendo a la esfera pública, en otras palabras, qué tantos puntos de vista heterogéneos existen en la conformación de los contenidos ya sean de una revista o museo. En ese sentido creo que estamos bastante mal porque no existe una construcción de esfera pública desde esos contenidos” concluyó.
Otro tema que Daniel Garza-Usabiaga apuntó fue sobre la deficiencia en la revisión histórica en cuanto a la tradición de crítica de arte. Al respecto Daniel Montero dijo que no se ha hecho una labor por ver cómo ha funcionado la crítica en nuestro país, revisiones que hacen falta construir.
Continuó Víctor al decir que le pareció interesante que, en su entrevista previa, Daniel Garza-Usabiaga sugiere darle voz a las nuevas generaciones. “Los medios de comunicación siempre buscan que escriban las mismas tres personas, lo que hace falta es que esas tres personas dejen de escribir y otras distintas tengan la oportunidad de decir algo”, apuntó.
Continuando con la participación del público, un comentario se refirió a la crítica en función de diferentes campos de especialización como el diseño. “La respuesta es muy sencilla, el objeto de diseño no es el mismo que el objeto de arte, porque no tiene la misma función social, no opera de la misma manera, circula y es consumido en otros circuitos, incluso la construcción histórica del objeto es distinta. Los diseñadores no se han preocupado por la condición de su disciplina, es el mismo problema que tiene la arquitectura o la moda. Creo que esa crítica está por construirse, al contrario de la crítica de arte que ya no tiene nada que aportar”, respondió Daniel Montero.
Posteriormente hubo una última intervención del público: «Pienso a la crítica de arte como una herramienta de visibilidad para el crítico. Me gustaría saber de cada uno de ustedes ¿Qué les interesa criticar?, ¿qué hacen visible con su trabajo?»
«Me gusta mucho esa pregunta, escribo reseñas de exposiciones porque es el terreno en el que me desempeño. Analizar lo que un colega determina, sus justificaciones, su texto de sala y la manera en la que lleva su propuesta a una puesta en escena museográfica me causa mucha curiosidad y ganas de opinar, en esto viene lo que mencioné antes sobre ser juez y parte. Me encantaría recibir más críticas de mis curadurías «, respondió Víctor.
Pilar dijo: «Como artista escribo porque de esa manera me explico a mí misma lo que veo en una exposición o en una situación de mi interés. Respecto a lo que mencionó Daniel Garza-Usabiaga sobre la falta de atención a la tradición crítica es muy importante, la crítica en el extranjero tiene numerosos coloquios, publicaciones y universidades dedicadas a construir la crítica de arte mientras que en México eso no existe. La crítica tiene que tener la capacidad de generar narrativas, por ejemplo, el trabajo de Cuauhtémoc Medina en ese sentido fue muy importante».
Para finalizar, Víctor comentó con tono irónico que lo que más le molestó de uno de los textos fue la «gran conclusión»: «Estamos en la era de la post crítica».
Sin tener la intención de ser conclusivos en este tema, el conversatorio logró abrir y mantener una interacción activa entre invitados y asistentes, además, fue la primera sesión que hiló un diálogo presencial a partir de la escritura, un ejercicio que potencializó la discusión planteada en los textos de antesala publicados y compartidos previamente en este espacio.
Foto: SOMA México.
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