Otras disciplinas

Pablo Madrigal, la nueva danza gay


Ser homosexual no implica solamente un riesgo o el estigma de la homofobia y la violencia. Eso piensa Pablo Madrigal, director del grupo Aoyama Danza Contemporánea.

Por Silverio Orduña

 

Pablo Madrigal, director del grupo Aoyama Danza Contemporánea, tiene en puerta varios proyectos coreográficos relacionados con la temática gay. En México, el antecedente más visible es la compañía La Cebra, dirigida  desde 1996 por el coreógrafo, bailarín y activista José Rivera Moya.

En Red Candy (2012), la primera exploración de Madrigal sobre la diversidad sexual, propuso que el deseo no solo se comunica con la mirada, sino con el cuerpo en su totalidad. Esta coreografía reflexiona sobre el argumento de Caperucita Roja, pero los dos personajes son dos hombres homosexuales, uno mayor y otro menor, según la estructura corporal de los bailarines que emplea, para configurar la idea de la corrupción y la inocencia. Bajo la perspectiva de Madrigal, el deseo es mutuo.

 

 

Actualmente se encuentra en la posproducción del video, dirigido por Mauricio Ascencio, de Red Candy. También estrenará la coreografía XXX en el 17 Festival Mix de diversidad sexual en cine y video; y de forma conjunta, prepara un taller sobre la performatividad desde el punto de vista de género y un performance para el Museo Universitario del Chopo.

Pablo Madrigal afirma que la inquietud de hablar sobre el mundo gay le vino como un proceso natural, debido a la condición de sus preferencias sexuales. “Mi mirada trata de ser honesta y mi objetivo es hablar desde mi propia realidad. Es indudable que lo sexual y lo social estén presentes en el ámbito gay, pero no creo que sea lo único que se pueda explorar. Me interesa hablar de cualquier tema a partir de mi mirada como homosexual.”

 

aoyamadanzacontemporanea.blogspot

 

Madrigal explica que la danza es una disciplina artística idónea para abordar esta temática. “El cuerpo es la mejor materia para hablar sobre esto sin tapujos ni tantos prejuicios. Tal vez  un tipo de limitante consiste en la ausencia de la palabra, pues al no poder conceptualizar lo que se observa sobre el escenario, el público quizá llegue a diluir el discurso”.

Según este joven coreógrafo de 23 años de edad, sus piezas no demuestran un activismo explícito, aunque permanece consciente de lo política que puede llegar a ser su propuesta. “Pienso en una aceptación total de la propia comunidad gay y la tolerancia del mundo externo; también la aceptación de los nuevos géneros y de los cambios en los ya existentes y, lo más complejo, una aceptación de nosotros mismos como individuos, bajo las condiciones de la preferencias sexual, el cuerpo y las diferentes realidades”.