Arte

Opinión | Usted me dijo que los artistas tienen pacto con el diablo


Pamela Ballesteros | Febrero, 2016

I

La localidad de Xico, situada en el Municipio de Valle de Chalco en el Estado de México, que tuvo origen como lago y cuya historia se remonta a asentamientos de culturas prehispánicas toltecas, actualmente es considerada una zona marginada. Ahí, se encuentra el Museo Comunitario de Xico que desde 1996 recibe y exhibe piezas arqueológicas halladas y donadas por los habitantes de la región.

Jorge Satorre (México, 1979), desde su quehacer artístico, parte de investigaciones que cruzan interacciones entre personajes y escenarios locales para de ellas proponer lecturas alternas. Con la intención de explorar la historia de Xico y las condiciones actuales del espacio, Satorre se acercó al acervo del museo local.

Bajo este contexto el artista mexicano coincide con Ónesimo Ventura (Estado de México, 1951), poblador de la localidad dedicado al campo y pastoreo y uno de los fundadores del Museo Comunitario de Xico, quien atraído por el trabajo de Diego Rivera, y tras tener un acercamiento en su juventud como trabajador en el Museo Anahuacalli, se ha dedicado a coleccionar gran cantidad de ramas, raíces, piedras y tepalcates arcaicos que encuentra en los terrenos de su andar cotidiano, la mayoría de ellos donados al museo del sitio. «Para mí era algo fantástico ver otro tipo de arte que desconocía totalmente, me resultaba impactante, eran mundos diferentes a los cuales yo pertenecía» [1].

Las ramas que Onésimo ha recolectado se rigen bajo un criterio de selección subjetivo: son elegidas porque en ellas encuentra figuras especiales, cuerpos humanos o animales. ¿Qué hace que objetos de este tipo, aparentemente comúnes, sean sujeto de valoración estética? Al respecto Boris Groys apunta que “Todo puede ser visto desde una perspectiva estética; todo puede servir como fuente de la experiencia estética y convertirse en objeto del juicio estético”, y continúa: “Desde la perspectiva de la estética, el arte no ocupa una posición privilegiada sino que se ubica entre el sujeto de la actitud estética y el mundo. Una persona adulta no necesita de la tutela estética del arte, puede simplemente confiar en su propio gusto y sensibilidad.”[2]

De esta manera el acercamiento de Ónesimo a la experiencia estética sucede de forma espontánea y empírica, guiado por la impresión que le remite cada objeto; y por tanto, la familiarización —también natural— que ha tenido hacia las prácticas museísticas es entendida desde un sentido de memoria y pertenencia. Lo que me conduce a pensar sobre las condiciones que se ponen en juego en ese primer acercamiento con el objeto artístico.

Por otro lado, más que un repositorio de piezas arqueológicas, el Museo Comunitario de Xico se trata de un espacio emplazado por los mismos pobladores, cuya organización escapa de formalismos estructurales y museográficos establecidos por la institución, en este caso el INAH, dedicado a la investigación y conservación del patrimonio histórico nacional. Una práctica particular de coleccionismo —y conocimiento— que evidencia el imaginario comunal en torno a la idea de museo y la manera en que éste debe funcionar al servicio de la comunidad.

II

“Pensar que uno no está para afectar lugares sino para saber leer cómo se ve afectado uno mismo en esos lugares”, me comentó Jorge en una ocasión [3]. En este sentido, ¿cómo aproximarse desde las prácticas artísticas contemporáneas a otras realidades sin alterar sus prácticas locales? ¿Cómo sostener este acercamiento en una colaboración genuina?

A través de conversaciones, entrevistas y visitas al sitio de Xico durante cuatro años, el ejercicio de Satorre —en colaboración con Catalina Lozano, curadora independiente— se ha centrado en conseguir un entendimiento mutuo para mostrar otros pensamientos, las otras maneras de ubicarse y relacionarse con el mundo; al mismo tiempo de abrir en el arte una posibilidad como medio para transmitir versiones contracorrientes de la historia oficial.

La actividad de Don Onésimo, así como la existencia del Museo Comunitario de Xico, suceden también como gestos de resistencia ante el urbanismo creciente que invade aquella periferia. Además de ser un centro comunitario que mantiene pautas propias a pesar de que el INAH documenta y regula su colección [4].

Durante este período, Jorge Satorre observó las variantes que resultan de comparar la versión y clasificación que se rige por términos institucionales «oficiales» de la que se rige por un dominio afectivo. La materialización de este trabajo en conjunto es una publicación impresa que registra conversaciones, fotografías de Xico y réplicas en dibujos que Satorre realizó de algunas de las figurillas en ramas de Onésimo. El tiraje es limitado a 2 mil ejemplares, publicados en 2015 con motivo de Oíd el sueño de una palabra, distribuidos gratuitamente en la reciente edición de la Bienal de las Américas

Aquí ni Satorre, desde su rol de artista, ni el foro de la Bienal valida los objetos de Onésimo Ventura como piezas artísticas, sino que les provee visibilidad para mostrarlos como parte de una práctica que tiene validación por sí misma, y que ha logrado reunir más de 5 mil objetos prehispánicos donados por los vecinos, exhibidos y dispuestos en el Museo Comunitario de Xico. Objetos contemporáneos que regresarán a su dinámica habitual comunitaria.

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Foto: Cortesía del artista.

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[1] Onésimo Ventura en conversación durante la presentación de la publicación en Aeromoto.

[2] Boris Groys, Volverse público, Caja Negra, p. 13

[3] Entrevista a Joge Satorre, disponible aquí.

[4] Las indicaciones que regulan el Museo Comunitario de Xico son puestas a consenso entre los habitantes fundadores, entre ellos Onésimo Ventura, como la no imposición de una cuota fija de entrada, por ejemplo.