Arte

Opinión | Prisma, de Julius Heinemann


Por Pamela Ballesteros | Junio, 2016

«Me sería difícil decir dónde está el cuadro que miro. Pues no lo miro como se mira una cosa, no lo fijo en su lugar; mi mirada pasea en él como en los nimbos del Ser, veo conforme al cuadro o con él más que veo al cuadro mismo»

Maurice Merleau-Ponty

Como una búsqueda por estimular la proximidad del espectador con el objeto expuesto, el trabajo de Julius Heinemann (Munich, 1984) parte de reconocer las condiciones específicas de cada sitio para llevar el dibujo al terrero arquitectónico. Bajo esta idea, la dirección inicial de cada uno de sus proyectos in situ se va modificando en el proceso, como lo ha hecho, por ejemplo, en Casa de vidrio (2015) en Bogotá o en su instalación en la muestra colectiva With Institutions Like These…(2016) en Londres. En ambas, dio continuidad a los espacios asignados emulando muros traslúcidos, en plástico y tela que empalmaban los elementos interiores con los exteriores existentes.

Tomando como punto de partida la circulación particular que dicta cada espacio, para Prisma, su primera exposición individual en México [1] que se presenta hasta el 6 de agosto, Heinemann identifica las dimensiones de la galería Proyectos Monclova y propone tres momentos de acercamiento a la pintura.

El primero resuelto en una serie de cuadros de gran formato en los que el artista alemán aisla luces, reflejos, sombras, iluminación y objetos en pinturas abstractas; representaciones del contacto con las condiciones físicas que lo acompañaron durante su proceso de producción dentro de la galería. Espacio que después conecta con el fenómeno de la cámara oscura, a través de una perforación en la pared de la sala siguiente, adaptación que crea una impresión distinta de las pinturas, es decir, las miramos por segunda vez pero la posición es dada de otro modo; ejercicio para el que Heinemann parte del principio óptico de la fotografía.

El tercer momento sucede con la apertura de una de las paredes del pasillo, intervención que deja ver confusamente un espacio detrás de ella, desplegando así, otra condición del «cuadro» —ahora como ventana— y en consecuencia, otra manera de ubicarnos ante éste. Relación física-óptica con el cuadro que Maurice Merleau-Ponty refiere en El ojo y el espíritu [2] como un reflejo que completa lo que hay afuera, pero cuyo duplicado es una variedad de lo que habitamos, y es esa perspectiva lineal un punto para abrir a la pintura por muchos caminos. Idea que encuentra expresión en las piezas que Heinemann monta, en las que todos los elementos cuentan para ampliar nuestro acercamiento estético.

Para Heinemann, a diferencia del resultado estático de la fotografía [3], la pintura es el proceso en el que asimila de manera orgánica las imágenes como fragmentos del entorno. Durante una visita previa a su espacio de trabajo, me contó de su curiosidad por observar nuestra convivencia con el contexto dado y las apariencias preexistentes en éste. De ahí su búsqueda por trascender el soporte pictórico —activándolo en otras proyecciones— como estimulante de realidades alternas. Lo que hace sentido en Prisma, exposición que plantea y amplía la percepción de la pintura llevándola de una apreciación contemplativa a una experiencia en la que el sujeto y el objeto se envuelven en una relación activa.

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Foto: Iván Ramírez.

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[1] Anteriormente el artista había presentado su trabajo en la Ciudad de México en Zona Maco Sur durante la edición 2014, y en junio del mismo año montó O lo uno o lo otro, una breve exposición dentro del edificio Basurto en la colonia Condesa.

[2] Merleau-Ponty Maurice, El ojo y el espíritu, Trotta Editorial, 2013.

[3] Técnica que Heinemann estudió previamente.