Por Sandra Sánchez / @phiopsia | Agosto, 2014
Nuestras princesas Disney tienen su complemento imaginario en las niñas bien de la cíclica telenovela de nomenclatura variable. El movimiento #YoSoy132 ¿lo recuerda? Una de sus líneas de discusión era la incidencia de los medios de comunicación en la vida cotidiana: en las creencias, en la educación y en la sensación. En las marchas se escucharon susurros a gritos: “que no te eduque, la rosa de Guadalupe”, “Televisa te idiotiza, Tv azteca te apendeja”. Más allá de la postura mesiánica de algunos manifestantes, el movimiento dejó como memoria política la necesidad de cuestionar los contenidos de los medios de comunicación; programas radiofónicos y televisivos que llenan de irreales deseos e incumplibles historias a gran parte de los televidentes mexicanos. Los canales culturales no se salvan: una mejor educación no te hace mejor persona, saber más no te coloca en una jerarquía superior.
Al visitar la página web de Los Ingravidos, pienso en #YoSoy132, en las huellas y residuos que va dejando un movimiento; borraduras que se convierten en plataforma de nuevas grafías. Los ingrávidos son un colectivo de producción audiovisual; su quehacer se basa en generar contenidos que “desarticul[an] sistemáticamente la gramática audiovisual que Televisa ha ido conformando a lo largo de su historial estético”. Los Ingrávidos proponen un nuevo tipo de imaginario colectivo, una mirada alterna a la tradición y a los valores que transmite la televisora más grande de México. Tienen como manifiesto una cita de Jonas Mekas, lo cual nos indica que sus actos y productos parten de una ideología a priori que hicieron a la medida de sus necesidades: “hacer inoperante cualquier mensaje “original” y “tradicional” a través de la inducción de distintas semiologías”.
La introducción de nuevas propuestas de producción audiovisual se convierten en nuevos portales para imaginar y generar colectividad: un pretexto imagen-movimiento, que como dos tazas de café, abren el diálogo, propician el encuentro. La primera forma de establecer distancia es el formato: ensayo audiovisual, film, intervenciones y fragmentos. Un fragmento: Transmisión | Archivo de Indias. La cámara, a la altura del rostro, se mueve en relación directa con la figura. Empezamos a recorrer el archivo, los pisos, las columnas y las gavetas; documentos que cuentan la historia de nuestra colonia. La Nueva España, tan allá, tan aquí, tan históricamente revisitable. Blanco y negro a tonos medios: el alto contraste estetiza. Un gemido, un quejido. Seis minutos y medio. Un códice ¿podemos leer nuestra historia?
Ahora una intervención: Falso movimiento. Parece que estamos ante un comercial. Un stop motion de parkour donde un Godinez común va recorriendo espacios de la ciudad de México: las escaleras de cualquier oficina, la calle Condesa en el Centro Histórico, el típico salto de ciencia ficción: de una azotea a la otra. Aparece un subtítulo: “¿qué nos mueve? el orgullo”… la siguiente imagen, una mujer zapatista con una metralleta. El godinez sigue saltando: “nos mueve un nuevo impulso”… la siguiente imagen, la lucha social. Se van intercalando. Todo el recorrido lleva el sonido de una máquina. En el minuto y cuarenta y dos segundos la intervención acaba. Aparece la leyenda: México. Gobierno de la República… ¿la soberanía radica en el pueblo? ¿el pueblo genera sus contenidos culturales? ¿existe?
Muchos filmes, muchas historias relatando lo que nos sucede, lo que adolecemos. Cada propuesta necesita un tiempo de reflexión, también deja una huella, propone cuestionando. Hay intención aunque no propaganda. Visibiliza aquello que los medios de comunicación masiva ocultan: no todo está bien, no está mal señalarlo. Un acierto: no buscan que los vídeos sean “bonitos”; a esta altura de la historia el comentario parece rancio, pero celebro que la forma de presentar el contenido se aleje también de los típicos planos-secuencia a los que estamos acostumbrados.
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