Arte

Opinión | La postura del hijo, de Calin Peter Netzer


Por Gustavo Cruz / @piriarte | Diciembre, 2014

El cine rumano contemporáneo tiene ya un sello formal. Heredero de una genealogía de rupturas con la producción cinematográfica clásica, la cámara produce una estética naturalista que puede rastrearse desde el neorrealismo italiano, pasando por la nouvelle vague francesa hasta, más recientemente, el Dogma 95 danés y las cintas de los belgas Jean-Luc y Pierre Dardenne. Encuadres cerrados o medios, muy rara vez planos generales, cámara en mano, cortes violentos que vuelven dinámico el montaje, y actuaciones de gran fuerza, esas son las características que se han vuelto sello de la llamada nueva ola de cine rumano. Estética de la que sólo el gran Corneliu Porumboiu parece escapar.

La postura del hijo, tercer largometraje del joven Calin Peter Netzer se inscribe en esta tradición y ha sido festejada como una obra maestra de este movimiento. La película, premiada en Berlín en 2013, comparte, además de las soluciones formales, otra característica con cintas de la nueva ola rumana como la sorprendente 4 meses, 3 semanas y 2 días de Cristian Mungiu, una trama que gira en torno a conflictos éticos que ponen en crisis la noción de humanidad. La influencia de los Dardenne es notoria en esto también.

La cinta describe la conflictiva relación entre Cornelia y su hijo treintañero. Posesiva, impositiva e invasiva, la mujer ha sido prácticamente expulsada de la vida de su hijo, recibiendo noticias de el sólo a través de la empleada doméstica que limpia ambas casas. Pero todo cambia repentinamente cuando Barbu, el hijo, mata con su Audi conducido a alta velocidad a un niño de clase baja. Las consecuencias de este acontecimiento no son nimias. Los conflictos que surgen son de un dramatismo que recuerdan a la literatura eslava más clásica. Y la historia se construye con destreza. Los personajes son presentados mucho antes de aparecer en pantalla. Con lo que se dice de ellos, se genera expectativa y, antes de salir a cuadro, uno siente que ya los conoce. Así sucede con el propio Barbu, que no deja de ser mencionado durante las primeras secuencias del film, en las que el personaje de Cornelia es delineado. Y así pasa también con Carmen, la pareja de Barbu, cuyo rostro es evadido por la cámara, pues Cornelia huye de ella como de un espectro o una amenaza, como se huye de quién nos ha causado una gran ofensa. La lectura psicoanalítica parece obligada, y cómo no serlo cuando la herencia de Freud permea en lo más hondo de la vida moderna. La postura del hijo es sin duda una película que vale la pena ver, como casi todo lo que el cine rumano esta ofreciendo. Lección: ¿El presupuesto? Eso no importa.