Por Pablo Cordero / @sugarskull12 | Agosto, 2014
Me pregunto cuántos artistas japoneses han logrado que uno de sus discos sea publicado en México en edición nacional. Pikapika Fantajin, el tercer y más reciente disco de larga duración de Kyary Pamyu Pamyu ha logrado tal hazaña, y el hecho de poder encontrar este disco con tal facilidad en las tiendas especializadas de nuestro país es sintomático del creciente culto que existe en México hacia el J-pop. Si bien hace unos meses reseñamos el trabajo de Babymetal, agrupación que conjunta el meloso estilo del pop japonés con guitarras de heavy metal, la obra de Kyary Pamyu Pamyu ofrece un acercamiento mucho más puro y concentrado a la auténtica naturaleza del J-pop.
Escuchar pop japonés implica un cierto grado de choque cultural; la música de Miley Cyrus, Justin Bieber et al. es estéticamente lamentable, pero los elementos que la conforman nos resultan inmediatamente familiares. Por otra parte, la chillante voz de Kyary Pamyu Pamyu y sus arreglos musicales sobreproducidos y barrocos son un reto para quienes no estamos entrenados para apreciar este género. Sin embargo, al analizar Pikapika Fantajin podemos apreciar que se trata de un trabajo más interesante y con un valor artístico mayor al que podamos encontrar dentro del decadente mundo del pop occidental moderno.
“Family Party”.
Kyary Pamyu Pamyu, quien fuera modelo y blogger especializada en moda antes de incursionar en el mundo de la música, es considerada una figura icónica en Harajuku, distrito de Tokio conocido como el más importante centro de actividad para la subcultura juvenil del país oriental. Una de las razones por las que ha logrado tal éxito internacional es porque se trata, en muchos sentidos, de la más occidentalizada de las estrellas pop japonesas; ha mencionado a Gwen Stefani, Katy Perry y Christina Aguilera entre sus inspiraciones y su nombre artístico es una transliteración del nombre anglosajón “Carrie”.
Sin embargo, hay algo profundamente japonés, extraño e incluso siniestro bajo la colorida superficie de su estética. En una entrevista, Kyary afirmó “yo trato de mostrar lo kawaii (lindo, adorable) de una forma traumática”. Los video de “Pon Pon Pon” (2011) y “Candy Candy” (2012), sus primeros grandes éxitos, están repletos de imágenes inquietantes que les sitúan entre un video pop y una película de terror surrealista. En fotografías recientes, podemos ver a Kyary usando maquillaje que simula una boca grande y deforme. Esta inspirada mezcla entre lo lindo y lo grotesco resulta mucho más estimulante estéticamente que cualquier cosa que haya logrado, por ejemplo, Lady Gaga.
“Kira Kira Killer”.
En cuanto al disco, aunque su tono persistentemente alegre y colorido puede llegar a saturar los oídos, contiene algunas de las melodías más pegajosas que he escuchado en meses. “Kira Kira Killer”, “Mottai Night Land”, “do do pi do” y “Ring a Bell” son joyas de pop en apariencia inocente, pero esconden aristas filosas bajo la superficie. “Serious Hitomi” se aproxima al rock desde una perspectiva igualmente delirante. ¿Y cuántas estrellas de pop en la actualidad tendrían el descaro de iniciar un disco con una fanfarria tan pomposa y dramática como “Pikapika Fantajin”?
Pikapika Fantajin es un trabajo difícil de abordar para quienes no tengan experiencia con su género, y no es para todos los oídos, pero se trata de un trabajo de indudable valor artístico, obra de una figura realmente original.
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