Por Sandra Sánchez / @phiopsia | Marzo, 2015
Ulises Carrión murió en 1989, dejando como legado una huella de neovanguardia. Como diría una madre desesperada de un niño que traspasa de frontera imaginaria a plano propositivo sin cesar, el hombre no se estaba quieto. Los límites, más que transgredibles se le aparecían transitables. Y, aunque quizá, la dramaturgia, el arte postal y los libros-obra son el epítome de su memoria, lo cierto es que podemos enfocar en otras prácticas, como las exploraciones que realizó ante el espacio expositivo.
Llegamos a 2013. La editorial Alias, proyecto de difusión de arte de Damián Ortega, imprime dentro de su colección “antítesis”, el libro El robo del año de Carrión. En la introducción al libro Ortega escribe que “en las últimas décadas, la historia del arte de nuestro país ha estado más cercana de la palabra hablada que de la escrita”, habiendo pocos libros dedicados al arte mexicano. El robo del año sería una forma de resanar esa fisura.
El libro tiene un diseño editorial cuidado y atractivo, la portada, en pasta blanca, tiene impresa en negro la invitación a la exposición El robo del año, que se llevó a cabo de 3 al 7 de febrero de 1982 en el Drents Museum, en Assens, Dinamarca. El libro no resguarda palabras de Carrión; la editorial sirve como contenedor de la historia de la exposición y del registro fotográfico de la misma. El rumor viene de lejos, soplando aquél acontecer. Martha Hellion, en su papel de editora y amiga de Carrión, fue la dramaturgista del proyecto; contaba con el registro fotográfico de la obra y a partir de ahí buscaba contar lo sucedido.
La propuesta de Carrión recuerda una de las curadurías de Chris Sharp, que propone grandes impactos a partir de gestos sutiles y aunque estoy cometiendo un anacronismo de más o menos un cuarto de siglo, el cruce aparece como intención del artista en la Dinamarca de 1982 y del curador en el México de 2015. Para no seguir distendiendo la historia, lo que Carrión presentó en la sala del museo fue una investigación sobre la relación del espectador con el espacio expositivo, a partir de una invitación a romper el código moral. La instalación y el performance se disfrazaron de exposición de un objeto: el visitante tenía que atravesar unas cortinillas que lo llevaban a un cuarto oscuro donde se encontraba en un pedestal, un cojín con un diamante. La piedra podía tocarse, la intención del artista es que fuera robada. No sucedió, por lo menos no en el museo, para saber el desenlace, compre usted el libro o escríbale a Ortega o a Hellion.
Ahora apuntalaré hacia el registro como medio de contar otra historia que evoque lo sucedido. Las fotografías impresas en el libro, tomadas por Claudio Goulart, amigo y colaborador de Carrión, presentan, cada una, a espectadores entrando al cuarto. Repetitiva e incesante, aparece la imagen de las cortinillas indicando un espacio al que el lector no puede entrar; hasta muy pasadas las hojas, una vez que se experimentó la oscuridad, el lector-visitante se encuentra con la fotografía del cojín, luego, borroso, sobreviene el diamante. El libro genera en su propia edición una experiencia estética.
La reflexión sobre el espacio expositivo que Carrión lleva a cabo en El robo del año-exposición, se traslada a la reflexión sobre el ejercicio editorial en El robo del año-libro, donde la historia del arte deja de contarse en un ensayo académico para volcarse en anécdota, en guiño y, sobretodo, en un material visual que lejos de ilustrar, despliega una experiencia de recorrido en el lector. En ambos casos, en la exposición y en el libro, el nivel de performatividad del recorrido desborda al objeto artístico, trayendo al frente otros temas del mundo del arte, como la figura del museo como templo donde ¡no robarás!, el ámbito moral en el espacio público y el libro como demarcación donde se puede experimentar a partir de la base piramidal de otras historias.
Así, más allá de su muerte, Carrión sigue apareciendo como un hombre inquieto, que a su paso, mueve raíces y genera nuevo frutos de experimentación. Más información sobre el libro aquí.
Foto: prisci.la
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