Arte

Opinión | El cuento de la princesa Kaguya, de Isao Takahata


Por Gustavo Ambrosio /@guskubrick | Marzo, 2015

El espíritu, ese concepto abstracto que ha llenado libros de teología, ha hecho romper cabezas a filósofos y ha dado pie a mitologías.

¿Es posible domesticar al espíritu? Convertirlo en un atascado de frivolidad, reglas y tradiciones crueles que sólo buscan crear divisiones, codicia y dominación. El espíritu que se domina y se cuadra es como una montaña arrasada, sin árboles ni aves que le canten. Pero aún, con la crueldad que el mundo y la vida han tomado como riel de movimiento tiene grandes momentos de amor, esperanza y felicidad que quedan en el recuerdo como las joyas más valiosas que las de un cofre o una corona. Ésta es, quizá, la mejor película del estudio Ghibil desde El viaje de Chihiro y corrió a cargo del encargado de la lacrimógena y tremenda La tumba de las luciérnagas, Isao Takahata.

La adaptación de este cuento tradicional japonés, sobre una pequeña princesa que nace de una rama de bambú, resulta un aire fresco para la animación, incluso del propio estudio, que combina la magia con la realidad de una forma dolorosa. Un contraste de la vida humana y la vida extraterrenal.

La historia de una dramaturgia poderosa se desarrolla sin decaer ni un segundo, construyendo situaciones que se hilan una a una, sin perder verosimilitud y que se da el lujo de combinar varios formatos narrativos: lineal, suspendido, onírico y simbólico.

La construcción de personajes está hecha casi milimétricamente. Me refiero a que cada uno tiene un papel fundamental en la trama. Y sin duda, el personaje principal alcanza cotas de desarrollo que son visibles, de la felicidad a la resignación, de la resignación a la infelicidad, y de esto último al perdón.

El trazo del dibujo es de un arte que encuentra en cada escena distitnos colores, líneas e impresiones. Por momentos arte abstracto, post impresionista y por supuesto, la emulación al dibujo tradicional japonés.

La banda sonora es una delicia que se acompaña de una de las canciones más humanas y terribles que se han hecho en años para el cine. Dolor y amor se combinan en una pieza brutal de música que nos hace recordar lo que dejamos atrás en aquel mundo de barroquismos civilizados, la naturaleza y los sentimientos.

Princesa Kaguya es una obra, maestra del cine. Sin más. Una pieza de arte en su estado más puro y que demuestra que en medio de la estercoliza cínica de la humanidad pueden surgir trabajos llenos de esperanza y verdad.

Foto: Gentokyo.