Por Fernando Pichardo | Agosto, 2017
Para continuar con una línea que apuesta por la difusión de discursos libres de mediaciones institucionales, NIXON presenta hasta el 9 de septiembre Dibujaurización, serie de dibujos y composiciones realizados ex profreso por Mariano Villalobos (Ciudad de México, 1970). La muestra toma su nombre de un término acuñado por el artista para invocar a figuras del rock y lugares que lo han marcado al momento de plasmar sus ideas.
El proyecto surgió gracias a la voluntad por visibilizar la trayectoria de un personaje que ha destacado la escena de rock local en los últimos años, pero cuya producción plástica no se ha posicionado dentro de los grandes circuitos del arte. Actualmente, Villalobos es baterista y compositor del grupo de rock Pellejos, mismo que surgió en 2005 cuando de manera paralela se disparaba la convulsión social que en gran medida sigue azotando al país.
Si bien el objetivo de la exposición es mostrar un período decisivo en la trayectoria de Villalobos, también rinde un tributo a la vida underground de la colonia Roma, misma que durante la década de los ochenta fue escenario de eventos alternativos —donde se tocaba blues, jazz y funk— que moldearon en gran medida el pensamiento del artista. De esta manera, Villalobos busca recrear, de la forma más sincera posible, el ambiente de fiesta de aquellos años, incorporando elementos obtenidos de las rondas que suele hacer por las tiendas OXXO: sobres de Cheetos, pastilleros de plástico y pestañas-abridoras de latas Boost.
Para la exhibición, Villalobos partió de dos eventos que han influido en su carrera: su incursión en el rock y la vida que ha construido en el caos urbano de la Ciudad de México. A través de ready-mades, paisajes bidimensionales y dibujos, el artista generó una aproximación al imaginario que ha configurado desde los años setenta, cuando comenzó a tocar la batería mientras vivía en Tijuana.
El proceso creativo que Villalobos siguió para las piezas está intrínsecamente vinculado al vocabulario que ha creado a lo largo de su vida. Mediante la dibu-jauri-zación, el artista invoca a «la jauría” —panteón de dioses del rock entre los que se encuentran Jimi Hendrix, Kurt Cobain, Alvin Lee y Keith Moon—, convirtiéndose así en una especie de medium donde, de acuerdo al artista, el autor intelectual no es él, sino las personas que invoca: “ […] ¡no veo, no puedo ver el dibujo! Eso ya no importa, ya sé lo que quiero dibujar; los diferentes personajes, dentro de la idea y entonces actúan, ¡trabajan las manos trazadoras del rock!”[1]
El conjunto de piezas fue organizado a partir de dos series. La primera, titulada Osos, consta de paneles de aluminio que Villalobos intervino para generar paisajes decadentes. El hielo constituye un elemento recurrente en todas sus piezas y en este trabajo es utilizado para homenajear las noches en las que, junto con el alcohol, funge como aglutinante social. Asimismo, Villalobos reiteró el apego de los osos al hielo —y a las connotaciones que le confiere— hasta la muerte. Mientras los osos aparecen disfrutando bebidas con ron, hielo y limón, las esculturas de cráneos y huesos de vaca distribuidas en la sala son una especie de recordatorio del fin de su existencia. Para Villalobos, el hielo no es el acompañante de un vicio, sino una manifestación artística por sí misma.
La serie Dibujaurización en cambio, es el resultado de la introspección que el artista hizo sobre su tránsito en la ciudad, así como un intento por dignificar el estado alcohólico. En este conjunto aparecen criaturas fantásticas cuyas cabezas, hechas con pastilleros de aluminio, plástico y taparroscas, emulan cubos de hielo y cráneos. Estos últimos, junto con las evocaciones al pasado precolombino del Valle de México, forman una constante en el conjunto. El interés del artista en los cráneos inició tras leer un libro sobre la sociedad mexica:
“[…] en algún capítulo habla sobre cómo clasificaban a los delincuentes: salteadores, robadores, violadores, borrachos y varios más. ¡Estos delitos se pagaban con pena de muerte! Y les aplicaban desmembramientos, los partían en cachitos, los despellejaban, y entre otras penas los desollaban y les cortaban la cabeza (…) ¡Y para mí esos borrachos era la gente de ambiente! De la sociedad azteca, libre pensadores.”[2]
Aún cuando la obra de Villalobos contiene un toque cómico, en la muestra se expresa una convergencia entre la cultura de desecho arraigada en las sociedades de consumo y la violencia como aspecto fundacional de la cultura mexicana. Evidencia el destino de los ecosistemas en un mundo Antropoceno, el país de asesinos y asesinados en el que vivimos y la banalidad a la que hemos recurrido para huir de estas realidades.
Los objetos y figuras de esta muestra ponen en evidencia el estado de negación en el que la sociedad se encuentra cuando se plantea la posibilidad de encontrarnos al filo de una extinción. Son piezas que al reconocer el apocalipsis que permea en nuestra época, apuesta por el gozo como válvula de escape. Es un arte diseñado para los tiempos que nos alcanzan.
Foto: Cortesía NIXON.
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[1] Mariano Villalobos en conversación vía mail.
[2] Ibídem
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