Arte

Opinión | Boyhood


Por Gustavo Ambrosio / @guskubrick | Septiembre, 2014

Atrapar el paso del tiempo dentro del cine ha sido una de las búsquedas más anheladas de los cineastas. Richard Linklater, el encargado de la trilogía Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes de que anochezca (2013), se lo propone y logra el propósito.

Boyhood gira en torno a Mason, a quien vemos crecer a lo largo de casi tres horas, pasar de la niñez a la adolescencia y a la universidad, en medio de un floreciente nuevo siglo. El experimento de Linklater, de utilizar a los mismos actores para los mismos personajes a lo largo de 12 años, resulta en una cohesión emocional que se transmite minuto a minuto durante el filme. En una pantalla vemos el desarrollo de la vida, días tras día, un fluido de sentimientos que parece no tener fin.

Quizá se podría acusar a este ejercicio fílmico de tedioso y largo, y vaya que lo es, pero parece que es justo lo que el autor busca, retratar la vida, con los conflictos “dramáticos” más naturales posibles, y con instantes que nos muestran los cambios de los personajes, aunque sean pequeños.

La película también tiene la virtud de representar el floreciente siglo XXI, una nueva generación que busca su razón de ser en medio de una cultura cada vez más mediatizada (Harry Potter y Britney Spears incluidos) , con valores familiares y políticos cada vez más alejados de antaño. La mirada del joven protagonista, confusa y triste es una verdadera representación de una generación, la de quiebre, que no sabe hacia dónde va su futuro.

Patricia Arquette en el papel de la madre de Mason se roba la película con escenas que golpean al espectador en una reflexión sobre aquello que todos hacemos: vivir. ¿Y después? El debutante Ellar Coltrane, Laralei Linklater y Ethan Hawke completan el cuadro de una familia que se contenta con sobrepasar los obstáculos y tratar de disfrutar la vida en la medida posible.

Boyhood es un ejercicio audaz que aporta una visión novedosa sobre el nuevo siglo y sobre el poder del cine para emular la vida. Sin embargo, unas horas menos de metraje quizá le servirían a ser más contundente.