Arte

Opinión | Artificios de disuasión: el artista como narrador


Por Sandra Sánchez / @phiopsia | Abril, 201

Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero.

Franz Kafka

Artificios de disuasión es la segunda exposición del Taller de los Miércoles, un grupo de artistas  mexicanos integrado por Cecilia Barreto, Francisco Muñoz, Hugo Robledo, Juan José Soto, Allan Villavicencio y el curador Irving Domínguez. La preocupación del Taller supera los rangos de gestión y visibilidad para preguntarse hasta qué punto su producción se integra en narrativas compartidas que atraviesan conceptos como la institución, lo político, el símbolo y la representación; en sus piezas los materiales funcionan como medio para elaborar un objeto y para plantear una historia abierta, al unísono. La exposición tensa dos momentos, el de la singularidad de cada pieza y la sucesión que se convierte en secuencia: el sentido que sugiere la exposición, la narrativa plural en torno a la “disuasión”. El momento de narración no es el mismo que el momento de experiencia con la pieza; sin embargo se hará foco sobre las dos variantes que propone el  trabajo de discusión y análisis del Taller.

La singularidad

La primera parada en el viaje es #2 Estado de Naturaleza, donde Juan José Soto presenta triángulos de hule espuma que en su unidad evocan el techo del Museo Jumex y el cuerpo de una reptil prehispánico en movimiento; frente al hule espuma se encuentra proyectado un acetato del Leviatán, el monstruo divino. Nos encontramos ante la crítica institucional: el espacio que el arte abre al juego y la suspensión temporal de la ley, se eliminan por el propio museo. La censura a la exposición de Hermann Nitsch fue una retirada obligada ante la “libertad” y la posibilidad de un decir. Se quedó el museo y se invito al arte a no aparecer, ¿cuántas veces ha sucedido esto? ¿qué tipo de emplazamientos debe hacer un reptil para desplegarse?

Como apoyo a la producción de las obras, la Coordinación Nacional de Teatro del INBA prestó material a los artistas, el cual tiene que ser devuelto porque está inventariado; las obras que hicieron uso de él, regresaran en forma de madera, cartón y tubos a la bodegas. Hugo Robledo presenta Licencia de demolición, una pieza donde entra en diálogo una pintura y una maqueta, frente a frente. La pintura es un paisaje del patio de su estudio en Polanco (el cual será demolido pronto para construir departamentos), la maqueta es una representación en madera cruda del Centro Nacional de las Artes. El momento de creación es personal, pero no hay forma en que una pieza entre al “mundo del arte” si no es mediante el paso a un circuito que lo valide. Se puede pensar en muchas personas que crean cosas, poiesis pura y dura; sin embargo, el arte viene acompañado de un entramado ideológico e institucional que lo reconoce y le da visibilidad, la pieza de Robledo lo hace evidente. Nada de azotes, si bien el arte está atravesado por un sinfín de intereses, el momento del estudio y del juego quedan blindados en el espacio del taller del artista.

¿Qué sucede cuando a un pórtico se le despoja de su carácter de monumento? En No hay señal de vida en éstas esquinas de piedras mutiladas, Francisco Muñoz, construye la estructura de un propileo que puede ser ubicado en cualquier sitio. La pieza es el esqueleto arquitectónico; el adorno, huellas de significados perdidos: lo que un día remoto significó un capitel, o un águila despuntando en la parte más alta. Realizado con madera, la insignia local, que indica un momento heroico o histórico, se convierte en una estructura genérica intercambiable. La entrada sagrada, que marcaba, desde la antigüedad clásica, un cambio de ritmo, una disposición ontológica hacia lo divino, y posteriormente, hacia el poder del Estado, se despoja de su aura para convertirse en pura fachada. Ante la ley hay un guardián, muchos quieren entrar para pedir justicia, otros, simplemente, para demostrar que pueden tomarse una selfie que pruebe “haber estado ahí”. Lo que queda es un molde desnudo, una entrada que no lleva a ningún sitio, la exclamación narcisista de construir estructuras altas e hipersignifcadas, aunque en tiempo presente no sean más que frágiles umbrales que llevan a un poder disuelto. El hecho de que la pieza se encuentre en el grande e impactante Centro Nacional de las Artes, lleva al cuestionamiento sobre el espacio en el que, temporalmente, habita la pieza. Salones donde no entra la luz, talleres insuficientes, protocolos y un método estricto de selección donde la educación impartida dista mucho de la promesa.

Tras el umbral, la protesta. Cecilia Barreto construye un escenario: el muro grafiteado por manchas producto de la casualidad del trazo, sobre ellas, una serie de fotografías intervenidas donde la marcha y la multitud en reclamo se despojan de su traducción inmediata a buena voluntad, para cuestionar los aparatos políticos, económicos e ideológicos que atraviesan cualquier tipo de congregación. Una bandera de Nasdaq es la corona equivalente al águila en el pórtico de Francisco Muñoz. La operación se repite, las banderas en las fotografías no indican un sitio específico, sino la construcción global de una izquierda preocupada por una humanidad en decadencia, pero con métodos donde las detenciones arbitrarias, la confrontación física y la experiencia estética de la multitud ebullen. La potencia de la derrota 0.1 habla también de la circulación de imágenes, de la visión colectiva de lo que sucede, ante la incapacidad repetitiva de conocer las particularidades de cada movimiento social. El dedo sobre la llaga está puesto, nadie duda del acontecimiento, lo que preocupa es la acumulación.

Finalmente, nos encontramos con una barricada. Un entramado colorido donde el visitante se convierte en aquel detrás del escombro, cuerpo ante situación. Entre las luces fosforescentes, las torres de iluminación, la madera y la malla se encuentran algunas pinturas. La discusión sobre el medio se ha sobrepasado. Es imposible la contemplación. La dimensión ocupa toda la reja que separa las dos galerías. Aquellos de los que no hablamos, titula Allan Villavicencio a su pieza. ¿Quiénes? En primera instancia pienso en la cantidad de gente que en México ha luchado en contra de los abusos del poder; como segundo momento, inevitable, el visitante a la exposición. La barricada no se puede atravesar, aunque, del otro lado, la puerta en la que está montada, tenga las hojas abiertas de par en par. ¿Quién es el guardián? En tiempos de Kafka tenía un rostro, una voz que advertía sobre la imposibilidad de llegar hasta el poder. Hoy, ni siquiera eso, el enemigo es interno y, como en South Park, el dueño de Wal Mart es inalcanzable.

La narración

Dice Luz Aurora Pimentel que una “historia o contenido narrativo, podría describirse, inicialmente y de manera más abstracta, como una situación o un estado de cosas que se transforma en otra”. Por ello, separo los dos momentos de Artificios de la disuasión, el primero consiste en la potencia de cada pieza para propiciar una experiencia específica, que navega en problemas atravesados por la relación del sujeto con la institución: el museo, la educación artística, el monumento fallido, la especulación de mercado, la barricada. En esas experiencias singulares el momento narrativo se suspende, la experiencia con la obra rebasa cualquier orden y sucesión como primer impacto.

Sin embargo, si la exposición se mira como conjunto, aparece la narración. Hay un punto de partida: disuadir es inducir a una persona a que desista de una idea o propósito. El artista como narrador junto con el curador, plantean una propuesta de lectura, un relato. No hay un a priori discursivo, sino una necesidad de tránsito y colaboración en donde se discuten, a manera de taller, preocupaciones colectivas. Es entonces cuando aparece el visitante en la exposición, quien no se ve como un agente pasivo que contempla cada pieza, sino como un dialogante activo al que se le presenta una historia. Aparece el recorrido, la consciencia de estar cobijado bajo instituciones que permiten y delimitan cualquier acción del sujeto. No importa si es en el campo del arte o en el campo de la protesta, estamos atravesados por códigos, reglas, modos de percepción y relato que pautan desde decisiones nimias hasta grandes y personales relatos. Disuadir, entonces, de los marcos naturalizados sobre cualquier aparecer, para, para lo que cada espectador pueda y quiera hacer al respecto. Transformar un estado de cosas en una historia.

Artificios de disuasión se presenta en la galería de la ENPEG, La Esmeralda y puede visitarse hasta el 14 de mayo.

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Foto: Sandra Sánchez.