Agosto 2015
Antes de analizar la alternancia de métodos o proyectos en la educación artística en México, tiene sentido regresar unos pasos para preguntarnos ¿por qué es importante tener esta opción en el entramado social de un país, ¿a quién sirve? ¿para qué necesitamos de su existencia en términos institucionales? Con la finalidad de identificar su pertinencia en el campo donde se quiera incidir, si de cambio social se trata.
Habrá que hacer también la distinción entre lo que se conoce como educación artística, frente a lo que se entiende como formación artística, sean cuales sean sus implicaciones en el entramado correspondiente a su contexto.
La educación artística, en su sentido más amplio, contempla contenidos y aprendizajes que permiten a los que se educan en dicha área desarrollar competencias materiales y culturales, a partir de experiencias significativas dentro del orden de un marco formativo, promoviendo el desarrollo de la percepción, la sensibilidad, la imaginación y la creatividad para fortalecer la construcción del pensamiento artístico, así como una visión y criterio estético para el proceso de ideas, pensamientos y proyectos, que colaboren en la ampliación y diversidad de la expresión de una o varias comunidades.
La formación artística en cambio, absorbe no sólo los valores relacionados con la procuración de la creatividad y el desarrollo sensible de las personas; es en sí misma una institución que demarca su campo a partir de la opinión de muchos sujetos, en donde el área de la crítica, los modelos y espacios de visibilidad del hecho artístico definen su relevancia y formas de consumo dentro de la comunidad que acoge a la expresión desde su producción. Aunque ambas esferas supongan la formación de un terreno sensible para la percepción del mundo, es clara la diferencia de lugares y plataformas a donde cada una pertenece; por lo que se puede hablar de las problemáticas y posibilidades de dichas áreas.
A menudo dentro del ámbito que corresponde a la cultura contemporánea y al arte de consumo institucionalizado, se habla de las alternativas correspondientes a la ampliación de los códigos que atañen a la producción artística, desde una supuesta emancipación de la educación formal, a partir del desplazamiento y transformación de los centros de formación especializada; con ello se abstrae la discusión sobre las alternativas y las causas que generan problemas de educación sensible en los distintos niveles de formación educativa, desviando el foco de la discusión a un círculo muy pequeño de interlocutores, quedando señalado sólo el lado que incumbe a la formación de artistas en un nivel de educación superior o “especializado”.
La pregunta consecuente sería entonces: ¿para qué sirven los espacios de educación artística en una sociedad de consumo como ésta? Si la respuesta se sustenta en la producción del objeto artístico y en su desplazamiento, la oferta queda sujeta al consumo de la producción y a los aparatos de visibilidad que logre, y eso limita en mucho el campo de incidencia de la experiencia de los artistas para con la sociedad en general.
Si se habla desde la transformación de los enunciados y modelos en el campo de la educación, por ejemplo, puede que colabore en la ampliación de los panoramas críticos y mecanismos de su práctica y al mismo tiempo, que el campo de recepción de su obra sea mucho más amplio que el que deviene de la estructura del coleccionismo particular y del Estado, por mencionar sólo alguno de sus atolladeros.
El problema de la educación pública y el de los lenguajes del arte actual siguen ahí, en medio de sus distintas ramificaciones, porque al ser las alternativas de visibilidad del hecho artístico consecuentes con las lógicas de consumo espectacular, la sustancia crítica de la experiencia de los artistas se diluye, por más disonante y arriesgada que parezca la obra de alguno de ellos. Porque el problema no es qué se haga como obra en un estricto sentido, sino dónde opera y para qué objetivo fue realizada como comentario dentro del campo del arte.
En un país como México, en donde las estructuras de Estado ya no pueden más con la demanda de formar ciudadanía, debido a su propia corrupción y anquilosamiento, ¿quién se encarga de educar desde y a través del arte? ¿Qué pasa en las escuelas con respecto a la formación de la sensibilidad? ¿Los artistas deben o no formar parte de esa discusión en la actualidad? Y en tal caso, ¿dónde pueden adquirir las herramientas para realizar enunciados comprometidos con su entorno, más allá de sus prácticas disciplinarias? ¿Hay opciones para ello? Después de este breve comentario, ¿desde dónde podemos hablar de educación artística en México?
David Miranda | Moderador
Con el fin de enriquecer la discusión del IV Conversatorio: “La educación artística en México: problemáticas y alternativas” se sugiere leer:
Entrevista a un desescolarizado (que prefiere permanecer en el anonimato), por Aline Hernández
Arte Contemporáneo y relación pedagógica, por Taniel Morales
La supuesta alternatividad en la educación del arte: diálogo entre Pablo Helguera y Fabiola Iza
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*El IV Conversatorio se llevará a cabo el martes 25 de agosto a las 19:30 hrs en MUCA Roma (Tonalá 51, colonia Roma) con la participación de Mónica Castillo, Yoshua Okón, Cooperativa Cráter Invertido, bajo la moderación de David Miranda. La entrada es libre y sólo con confirmación previa a pamela@gastv.mx | Cupo limitado.
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David Miranda Flores es artista visual y curador. Estudió la Maestría en Estudios Curatoriales en la FFyL en la UNAM y la Licenciatura en Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado “La Esmeralda”. Actualmente, combina la actividad artística con su trabajo como curador en el Museo Experimental El Eco en la ciudad de México, y es miembro de la PAE (Plataforma Arte Educación).
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