Diciembre, 2020
Para Ale, Martha y Judith
Money, so they sayis the root of all evil today1
La mayoría de personas que dicen «el dinero no es necesario para vivir y ser feliz» no tienen que preocuparse por cómo van a pagar la renta el siguiente mes. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
Admito que no puedo sostener este argumento basándome en preceptos económicos o sociales porque desconozco toda la parte teórica del dinero, pero en lo que respecta a su aplicación en la realidad tengo mucha experiencia. Por ejemplo, mi madre es profesional en un trabajo que es remunerado precariamente porque no es considerado un trabajo a pesar de que sostiene nuestras vidas. Sin embargo, sus ingresos económicos permitieron que yo tuviera el tiempo para dedicarme a la escuela y acceder a la universidad, a una primera formación en un segundo idioma y al cuidado de mi frágil salud durante la infancia; es decir, eso que llaman movilidad social. Entonces, el trabajo de cuidados y de limpieza de un hogar para mí siempre tuvo una traducción económica.
Lo mismo sucede con la escritura. También me dijeron que no estudiara Letras porque te mueres de «hambre», como si la condición precaria fuera algo inherente a la currícula y no a un sistema económico rapaz. Yo también dije en varios momentos que escribía por amor al arte y no para hacerme rica. A pesar de eso, desde los 22 años he sostenido, parcialmente, los espacios en los que vivo a través de la escritura y la lectura tanto en el sector público como en el privado. Pero aquí el parcialmente es la clave. Si me he podido sostener de escribir es porque cuento con una red de apoyo que complementa la otra parte que me falta.
ahora voy a trabajar
para seguirle abonando
veinte pesos, diez centavos2
Durante varios días he intentando sentarme a escribir este ensayo y la verdad es que no tengo idea desde dónde empezar, cómo hilar los razonamientos o presentar las cifras que sustenten mis intuiciones. Quizás, la única certeza que me queda es que estoy cansada de defender mi derecho a recibir una remuneración justa por mi trabajo. Estoy cansada de defender que mi trabajo es escribir y que sí, me encanta, es vital para mí, pero también es vital pagar una renta, comprar los garrafones de agua, comprar las frutas y verduras que nutren mi cuerpo y cubrir los servicios médicos que la ineficiente seguridad social no puede proveer adecuadamente. Estoy cansada de tener que decir que sí, hay una precarización generalizada en el mercado laboral, pero hay sectores más golpeados que otros y no podemos hacer a un lado esos matices y decir: todas estamos precarizadas, porque no es así.
El otro día tuve una migraña que me taladraba cada nervio de mi cuerpo y me descubrí deseando que parara para poder llegar a mi deadline, cobrar y pagar mi parte de la renta. Quería que mi cuerpo sanara para que un texto saliera en un medio editorial en el que todos los involucrados para su publicación fuimos mal pagados porque en la ciudad en la que vivo el trabajo editorial-literario no es remunerado ni retribuido justamente. Y, aún así, aún así, me encuentro en una situación ventajosa frente a otras trabajadoras cuya profesión no es reconocida.
Ahora mismo, en este presente en el que escribo y que se extiende al pasado enero del 2019, en el que comencé a trabajar como freelance a full, puedo rechazar trabajos que considero mal pagados. Pero las trabajadoras del hogar con las que colaboro desde hace un año no pueden. A mi madre, también trabajadora del hogar, le tomó treinta años de su vida no aceptar un empleo mal pagado. Pero este aparente privilegio tiene fecha de caducidad: enero del 2021.
Me pregunto qué pasará cuando se acabe el respaldo que me permite trabajar solo con los proyectos que yo elijo y donde yo (medio) puedo establecer mis condiciones de trabajo. Quizás vuelva a aceptar comisiones por $30 o $25 pesos por cuartilla. Entonces me verán con ojos de «estás abaratando tu trabajo y el nuestro», pero pues sucede que en ese momento tendré que agarrar lo que pueda para pagar la renta, mis medicamentos, el alimento de mi gata, la luz de mi casa, mis propios alimentos, el papel higiénico, etc., porque los tweets recriminatorios o condescendientes de «amiga date cuenta no cobres eso» no me van a pagar las cuentas. Básicamente, estoy cansada de trabajar para vivir.
Pay me what you owe me
don’t act like you forgot4
Escribo y cobro. Escribo textos para otros y cobro por ellos. Escribo cuentos para mí y a veces cobro por ellos. Escribo sobre temas que me interesan y algunos que no y cobro por ellos, aunque la mayoría de las veces, los que me interesan son gratis.5 Con lo que cobro pago libros, cursos, maquillaje, parte de la despensa, pago mi renta, mis consultas con la ginecóloga, los tratamientos para el síndrome de ovario poliquístico que me diagnosticaron el año pasado.6
Reviso textos y cobro. Reacomodo puntuación y cobro. Leo textos de otros y ayudo a que sean más legibles y cobro. Con lo que cobro compro las latas de alimento húmedo para mi gata, los medicamentos para controlar el hipotiroidismo, mi terapia psicológica, el desinfectante para limpiar el baño, dos nuevas plantas para mi casa, una magnum de almendras que se me antojó, el desayuno de esa mañana ocupadísima en la que no pude cocinar antes de ponerme a trabajar.
Acompaño la producción de libros y cobro. Hago presupuestos editoriales y cobro. Coordino a un diseñador editorial y a un impresor y cobro. Les pago a ellos de lo que cobro. Con lo que cobro puedo pagar un vestido de mi tienda vintage favorita, la suscripción a Bookmate, el pago bimestral de la luz, el shampoo con el que lavo mi cabello, mis análisis de sangre, las plumas y cuadernos en los que tomo apuntes, cuatro días de vacaciones cada dos años, las visitas imprevistas al consultorio Simi cada que me enfermo.
Visto así, no soy diferente a otros profesionistas: a través del trabajo que ejercemos con el cuerpo mantenemos el cuerpo. A veces sucede que nos gusta lo que hacemos, a veces pasa que no. Pero ese no debería ser el punto. No deberíamos amar nuestro trabajo si solo es una herramienta para vernos como un mero engranaje del sistema económico. Como dijo Natalia Flores en una de las sesiones de su taller de economía feminista: «más allá de amar nuestro trabajo deberíamos tener el control de las condiciones de nuestro trabajo».
¿Cuántas veces has definido tú el valor de tus horas productivas,7 del texto que escribiste, la casa que limpiaste, las personas que cuidaste? ¿Cuándo pusiste las condiciones de retribución de tu libro, de los tiempos para cocinar, del taller que impartiste en ese instituto de cultura? ¿Cuántas veces pagaste por la distribución de tu libro, por el dominio de la revista digital, por la ilustración de tus proyectos editoriales sin recibir nada a cambio porque el total de las ventas de TU LIBRO se las quedó la editorial?8 Yo, muy pocas veces, me sobran dedos de la mano.
She works hard for the monery
so hard for it, honey
she works hard for the money,
so you better treat her right9
El pasado 22 de octubre participé en la mesa #Escriboycobro: Tabuladores dentro del encuentro literario Escritoras y cuidados organizado por Alejandra Eme Vázquez, Gabriela Damián y Brenda Navarro. Desde el primer encuentro, en 2019, las organizadoras han puesto hincapié en la necesidad de hablar de dinero, y desde la primera mesa el asunto de cómo cobrar salió a relucir. Recuerdo sentir una satisfacción, pero también una curiosidad muy particular cuando Ana Romero, Mónica B. Brozon y Martha Riva Palacio comenzaron hablar de contratos, regalías y dinero. A pesar de ser yo editora y tener años haciendo cotizaciones, contratos y vendiendo libros, nunca había escuchado una conversación entre colegas en la que el dinero estuviera al centro y no fuera solo algo circunstancial a la publicación del libro.
La propuesta era continuar este año con esa conversación, porque la continuidad es vital para los temas que nos incomodan pero que son necesarios para generar cambios concretos en nuestras realidades. Si algo hemos demostrado las mujeres es lo importante de nombrar, enunciar y conversar para comenzar a transformar nuestra existencia.
Uno de los hilos que más me resuena de ese día es la propuesta de hablar de dinero, de escribir y cobrar, pero de entender los matices que se entretejen entre unas trabajadoras del libro y otras. Es decir, no basta con que nos paguen más, hay que redistribuir también los bienes de reconocimiento y prestigio público porque, aunque no lo parezca, son factores fundamentales para tener mayor capacidad de negociación al momento de cobrar por nuestro trabajo.
Otro hilo importante: escuchar lo que están viviendo nuestras compañeras antes de sentarnos a juzgar sus tabuladores, ver que hay condiciones de raza, clase y ubicación geográfica y «prestigio» que les están afectando. Tirar el patriarcado también es comenzar a desbaratar la estructura de reconocimiento jerárquico entre nosotras. No tenemos que ganarnos premios, becas, o tener un apellido rimbombante o «valioso» culturalmente para tener agencia de negociación en nuestros pagos. Y no tenemos que llevarnos bien, ni gustar de nuestros libros, ni estar en el mismo grupo de whatsapp, ni ir a nuestras presentaciones para entender que la simbiosis puede ayudar a de verdad tirar el techo de cristal para todas y no solo para quienes se encuentran o alcanzan a llegar al centro.
La imagen del artista que apenas paga la renta o que crea hambriento es ya una estampa muy desgastada. Comencemos a imaginar y crear una realidad en la que no tengamos que pagar el precio de vivir sin tener las energías para vivir. O para escribir lo que nos importa.
Pagar, pagar, pagar.
pagar tus pasos, hasta tus sueños,
pagar tu tiempo y tu respirar,
pagar la vida con alto costo
y una moneda sin libertad.10
Foto: Visiones de un mundo miope, pieza de María Cerdá Acebrón
— —
1 Money, Pink Floyd
2 El barzón, Amparo Ochoa
3 ¿En qué ciudad lo será?
4 Bitch better have my money, Rihanna
5 Para los otros, no para mí. Porque para generarlos invierto en luz, internet, un cuerpo dispuesto al trabajo, mis neuronas, los lentes que permiten ver legiblemente y todo eso tiene un costo que yo debo cubrir.
6 Por cierto, tengo pendiente la cita con la endocrinóloga y la nutrióloga porque no he podido apartar dinero para pagar sus honorarios y el IMSS no es opción porque es muy difícil acceder a estas especialidades cuando la primera ocurrencia del ginecólogo es invalidar el diagnóstico ya asignado solo porque los estudios clínicos fueron hechos fuera de la institución y debe hacer nuevos estudios para ver si realmente hay síntomas aunque le hayas dicho que llevas dos años con cólicos intensos que no te dejan dormir durante casi todo el mes.
7 ¿Hay algún momento en el día en el que no estemos produciendo algo? Spoiler: no.
8 Los sí y no a estas preguntas son vitales para identificar los matices de la precarización en el ámbito editorial y también hay que indagar en porque dijimos sí y porque no.
9 She works hard for the money, Donna Summer
10 Balada del asalariado, Rockdrigo González
_ _
Yeni Rueda López (Morelos, 1990) es narradora y editora. Textos suyos han aparecido en Cuadrivio, Tierra Adentro, Voz de la tribu y en la plaquette Tres gotas de agua (Simiente, 2014). Actualmente coordina Tequio Editorial y el círculo de lectura Una habitación para nosotras. Este año formó parte del programa de escritura Under the Volcano.
Suscríbete a nuestro
NEWSLETTER