Entrevista

Entrevista | Willy Kautz


Por Pamela Ballesteros | Octubre, 2018

La XIII Bienal FEMSA se presenta como un soporte que repliega la oferta de programas artísticos hacia otros espacios, disciplinas y agentes en Zacatecas, estado en el que se propone enlazar aspectos historiográficos con estructuras sociales a través de ejercicios expositivos, pedagógicos y editoriales a lo largo de dieciocho meses.

En esta conversación, Willy Kautz, director artístico, explica la bienal como propuesta híbrida, los alcances de este modelo y las posibilidades de la producción contemporánea en Zacatecas.

Al ser un evento que sale del escaparate expositivo, la treceava edición de Bienal FEMSA reitera la cuestión respecto a la funcionalidad e incidencia de estos modelos ¿Cuál es la autoreflexión al respecto?

La XII edición de la Bienal FEMSA incorporó a su programa plataformas como Lugar Común, Programa público y editorial. Digamos que este modelo de bienal que no sólo es museográfico, amplia la oferta de los programas hacia otros espacios, disciplinas y agentes. Esta manera de concebir a las bienales como plataformas para experimentar con modelos más allá de lo museográfico, es sintomático de la época en la que tanto la curaduría como las prácticas artísticas contemporáneas se pueden presentar en espacios no convencionales o no artísticos.

No creo que sea una crítica a la exposición o que esto signifique su agotamiento. Es evidente que las bienales se han transformado a lo largo del último siglo y sobre todo en las últimas tres décadas. Hoy día las bienales no son sólo exposiciones, sino también, programas que involucran a muchos profesionales, al tiempo que los artistas investigan y ejercen gran parte de su trabajo al margen del binomio estudio/exposición. Por lo mismo, creo que los concursos bianuales no son suficientes para dar cuenta de la diversidad de los conceptos artísticos que hoy día conviven en el campo del arte contemporáneo. En ese sentido, el concurso se limita a la práctica de estudio, mientras que las bienales programáticas dan cabida tanto a ese tipo de producción individualizado como también a otros formatos y modelos. De la misma manera que vemos una variedad de prácticas y formas de producción artísticas, también hemos visto el campo de la curaduría abrirse a otros mecanismos de visibilización y circulación. Tal vez esta correlación explique en parte porqué las bienales se han convertido en plataformas para ensayar modelos expositivos, pedagógicos y editoriales.

Así como en la bienal anterior se trabajó con artistas locales de Monterrey, ¿sucede lo mismo en Zacatecas? Es decir, ¿existe terreno para intercambiar propuestas contemporáneas?, ¿cuál es la configuración del campo artístico local en el estado?

Sí, partimos de la idea de crear un programa localizado, que no hay que confundir con una visión localista o regionalista. La bienal se concibe entones como una colaboración con la red de museos del Instituto Zacatecano de Cultura (Ramón López Velarde) y ese es el primer acercamiento a la localidad: su memoria museal, por decirlo de alguna manera. También tenemos interés en estimular colaboraciones entre artistas, las artes populares locales y la historia de la ciudad.

El primer ejemplo de este modus operandi lo podemos constatar en el proyecto que el arquitecto y museógrafo Giacomo Castagnola desarrolló para nuestra sede en Zacatecas. Giacomo tomó como punto de partida las sillas de palma que una familia de artesanos de Jerez vienen produciendo de generación en generación. Con ese recurso propuso el diseño para El Santero, un espacio que nos facilitó el artista zacatecano Alfonso López Monreal. Entonces, regresando a la pregunta, creo que esta bienal dará cabida a múltiples formas de colaboración, no sólo con los artistas locales, sino también con museos, artesanos, académicos y medios como la radio y periódicos locales.

Si la bienal será una plataforma para visibilizar estas relaciones históricas y sociales, ¿Zacatecas resulta viable par entablar dichas conexiones?, ¿su contexto particular espejea la situación del país?

La XIII Bienal FEMSA justamente intenta salirse de la idea de que las bienales son representaciones del presente, lo más avanzado, o bien, lo actual que solemos engarzar al concepto de lo contemporáneo. El título de la Bienal problematiza esa cuestión: Nunca fuimos contemporáneos. Con este título lo que proponemos es una bienal cuyo punto de partida son los acervos de los museos zacatecanos. Creo que en este caso tenemos el reto de mostrar de qué forma lo histórico se enlaza con la actualidad social del país, sin duda. Seguramente nos enfrentaremos a problemáticas que enlazan la explotación colonial con la extracción minera y la migración en la actualidad, por ejemplo.

Y entiendo que a partir de este acercamiento a los acervos históricos se comisiona la producción de obra. En la edición pasada, esta comisión partió de la relación del arte contemporáneo con políticas económicas y posturas ecológicas ¿Cuál es el vínculo del que parte ahora la selección de artistas?, ¿qué tipo de producción tiene lugar?

El punto de partida de la curaduría son los acervos de los museos zacatecanos. Tenemos un programa titulado Colaboraciones museológicas, a cargo del historiador de arte y curador Daniel Garza-Usabiaga. Ese programa investigativo se ramificará en distintas narrativas historiográficas, con la idea de proponer otras lecturas y montajes de las obras modernas de los acervos a partir de su encuentro con obras seleccionadas y proyectos contemporáneos comisionados.

Se destaca la colaboración entre artistas-comunidad, proceso que culmina como exposición. La exhibición no es el modelo predominante pero, ¿es la integración de todos los ejes discursivos?

Creo que si bien hay un intento por desjerarquizar la relación entre los programas paralelos y la exposición, sabemos muy bien que esto es muy difícil. La exposición concentra la mayor parte de los recursos puestos que incluyen las Colaboraciones museológicas, la selección de obras, así como las obras resultantes de las residencias. Sabemos de antemano que ese será el evento que atraerá el interés de los públicos, por lo mismo será el más mediático. No obstante, lo que proponemos es más bien enfatizar que la bienal no es sólo un evento museográfico, sino un programa de dieciocho meses con distintas etapas que culminará en un simposio cuyo tema será las bienales en Latinoamérica.

Ese mismo tema lo trabajamos en la XII Bienal, con el objetivo de revisar bienales que habían sido paradigmáticas y antecedentes de esta concepción programática que adoptó la Bienal FEMSA en esa edición. En esta ocasión, queremos juntar diversos curadores que han sido propositivos al ensayar modelos de bienales en Latinoamérica. Asimismo, Nicolás Pradilla, curador del programa editorial, trabajará en un reader para acompañar ese evento de cierre.

Quisiera hablar del vínculo con la comunidad zacatecana, que supongo es el principal público activo. Entonces, ¿cuáles son los puntos de encuentro que estimulan la interacción?

Creo que es importante comentar aquí que parte del equipo curatorial es zacatecano. Tenemos a Eric Nava como curador asociado y a Fernando Salcedo como curador asistente. Por otro lado, tenemos el espacio El Santero, donde tenemos un programa de actividades continuas entre talleres, charlas, residencias y exposiciones, así como un programa pedagógico. Ese es un espacio clave para la vinculación entre los artistas residentes, curadores y la comunidad artística local.

Por otro lado, te has referido a tu práctica curatorial como “un montaje de lo público” y con esto pienso en uno de los objetivos de la edición anterior: dejar una infraestructura o proyecto para la comunidad artística y local ¿Qué pasará en Zacatecas?, ¿de qué manera trasciende esta intención una vez concluida la bienal?

Pues creo que pasará algo similar. Pienso que ahora tenemos más experiencia con este tipo de programas y cómo éstos pueden operar a través del Programa Cultural FEMSA. Por otro lado, eso dependerá mucho del contexto zacatecano, ya que cuenta con una historia e infraestructura social y cultural muy distinta a la de Monterrey, lo que, a mi modo de ver, permite flexibilizar y enlazar a los programas de manera más orgánica. Pero, en este tipo de bienales lo que se queda depende mucho del grado de aceptación de la comunidad artística local. En la medida en que se abran a las colaboraciones, este modelo de bienal puede resultar muy beneficioso para la infraestructura cultural y la comunidad artística zacatecana.

En cuanto a la concepción del montaje que mencionas, eso tiene que ver con una manera de percibir la función del arte y la curaduría como un campo de investigación que siempre resultan, de una u otra forma, en algún tipo de irrupción en el espacio sensible de lo público, lo político y lo social; sea este un museo, una plaza pública, un auditorio o una montaña. Ya no hay límites en ese sentido, el arte puede proponer un montaje, o bien, una reconfiguración de lo público en cualquier parte.

Respecto a esta percepción sobre la función del arte, la bienal se comunica como una intensión de incidencia social. En tu punto de vista, ¿en qué términos objetivos se puede enunciar esta afirmación?  

Creo que en tanto “montaje de lo público” el arte es capaz de cambiar nuestra percepción respecto al no arte. Es por eso que gran parte de mis reflexiones curatoriales giran en torno a la necesidad de reformular el concepto de la autonomía del arte. Creo que es imposible pensar que el arte contemporáneo es autónomo de las esferas sociales, económicas y políticas. Por lo mismo, me parece que es muy importante reformular de qué manera la autonomía artística aparece ante la percepción para diferenciar el arte del no arte.

En ese sentido, creo que pensadores como Bruno Latour son muy asertivos en la medida en que explican que hoy tenemos que pensar en red, dejar atrás a la limpieza de la modernidad que veía los conceptos de manera aislada y restituir el nudo gordiano. Por lo mismo, cuando hablamos de forma, hoy día tenemos que entender la relación de la misma con su fondo, el contexto social, histórico, económico y político. Creo que pensar afuera de un modelo de red se ha vuelto muy poco fructífero hoy día. En el caso de esta bienal, por ejemplo, retomamos el concepto de Espacio Múltiple acuñado por Felguérez en 1973. Con este término estético el artista proponía “concebir un diseño que fuera capaz de penetrar múltiples espacios y aún dentro de ellos, crear conflicto, exhibir de quien los observa la necesidad de otro espacio”.

Si pensamos esta misma definición en relación a una bienal que se articula por medio de múltiples programas y colaboraciones, entonces estamos resituando a la modernidad en un concepto articulado en red, una restitución del nudo gordiano latourniano, podríamos decir. Entonces, la autonomía puede pensarse a modo de una articulación que nos permite entender la relación en red entre el arte y el no arte, el arte y la vida si se quiere. El riesgo de la pérdida de la autonomía sería entonces que el arte se desvaneciera en la vida, o bien, que se convirtiera en estetización comercial o política.

Considerando esta configuración en red en donde las bienales se han convertido en soportes para replegar distintas dinámicas, ¿hasta qué punto tal escala encuentra un horizonte que permita la recepción esperada de cada eje curatorial sin rebasar la capacidad de asimilación del público?

Siempre hay ese riesgo con este tipo de programas. Pero creo que nuestra atención está enfocada en aportar algo a la sede de la bienal, un programa para los públicos locales así como una revaloración de sus acervos. Y ese programa se extiende temporalmente de tal forma que permite pausas, acercamientos de uno a uno, convivencia entre artistas, curadores, historiadores y teóricos, en fin, investigación y reflexión.

Por otra parte, en cuanto a los programas que atraen la atención de otras localidades, por ejemplo las colaboraciones museológicas y el simposio, queremos mantener una escala en la que los visitantes tengan tiempo suficiente para ver las distintas sedes y disfrutar también de la ciudad, del recorrido por el centro histórico, las conferencias, etc. En fin, creo que es una cuestión de escala. Asimismo no hay que perder de vista que las colaboraciones museológicas lo que pretenden es revalorar y llamar la atención de los públicos hacia la relevancia de los acervos locales. Entonces creo que en tanto curadores como artistas no pierdan ese enfoque, las exposiciones y proyectos pueden mostrarse con intensiones bien planteadas y dirigidas, eso que experimentamos cuando las curadurías funcionan.

Para ello creo que las comisiones, colaboraciones e intervenciones tienen que ser muy acotadas, pues sólo así podremos evitar “los excesos”. Sé que esto no es nada fácil, pues a veces las pláticas entre artistas y curadores conducen a proyecciones que rebasan los límites. Pero he colocado algunas ideas en circulación sobre la necesidad de reescalar o decrecer las bienales, ahora habrá que ver si somos capaces de ser congruentes con tal postura, eso que en un texto también llamé los límites de la espectaduría.

Por otra parte, hay una dirección ejecutiva a cargo de Gabriela Correa que juega un papel relevante en el entendiendo de los alcances económicos, así como los restos gestoriales y la comunicación de los programas. Creo que la mancuerna entre una dirección artística y otra ejecutiva puede traer buenos resultados, puesto que hay una revisión continua de los límites y alcances reales, así como la de los indicadores.

Entonces hay que tener en cuenta que los programas no sólo responden a asuntos intelectuales, artísticos o curatoriales, pues también existe un acompañamiento cercano por parte del Comité Organizador de la bienal. Por último, en cuanto a la recepción de la XIII Bienal FEMSA y sus plataformas, también contamos con el apoyo de especialistas en mediación que están a cargo del programa pedagógico. Creo que una bienal multifocal, con múltiples sedes y una configuración en red, es un gran reto para un programa pedagógico. Por lo mismo, estamos en diálogo con Mônica Hoff, curadora brasileña cuya investigación pedagógica se enfoca en ese tipo de problemáticas de las bienales y los museos.

Foto: Diseño para El Santero, Zacatecas, por Giacomo Castagnola | Bienal FEMSA.

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Los límites de la espectaduría, por Willy Kautz