Por Melissa Mota | Febrero, 2016
En el marco de Zona Maco, se llevó a cabo la presentación de Habita Intervenido de Tania Candiani, publicación dedicada a la intervención, que en 2008 llevó a cabo en el Hotel Habita de Polanco con la colaboración de 20 grafiteros, quienes dejaron sus huellas en aerosol durante cuatro meses en la fachada del lugar. Durante el proceso de la pieza se exploraron diferentes conceptos como la identidad, el lenguaje y las fronteras dentro de la ciudad, así como las tensión entre lo público y lo privado.
El libro, publicado como parte del 15º aniversario de Grupo Habita, se integra por textos de Rubén Bonet, Guillermo Fadanelli, Daniel Garza-Usabiaga, Lourdes Morales Mendoza, Lucía Sanromán y la propia artista, en los que se aborda la obra desde diferentes posturas.
Habita Intervenido tendrá otra presentación durante Mextrópoli, Festival Internacional de Arquitectura en CENTRO.
A diferencia de otros momentos de la historia del arte, el arte contemporáneo, por su naturaleza muchas veces efímera, necesita encontrar diferentes formas de documentación para no caer en el olvido y decir “esto fue”. Además de la documentación de la intervención en fotografía en tiempo real, a ocho años de la realización de Habita Intervenido surge esta publicación con textos de diferentes autores, escritos en los años sucesivos. Una ventaja que yo veo, es que la distancia temporal, dota a este libro de una perspectiva más amplia del proyecto. Tras todos estos años y lo que se derivó de esta pieza ¿cómo ha cambiado tu acercamiento a ella?
Los textos del libro Habita Intervenido fueron escritos todos justo después de la intervención. Es decir que esa ventaja, la distancia que mencionas sucedió sin haberlo previsto. Cuando supe que el libro sería finalmente publicado envié los textos a los escritores para su revisión y —en algunos casos— su puesta al día. Aunque fue casual, esa distancia de la que hablas sí le dió a la intervención y claro, a esta publicación, un marco de tiempo para una reelectura.
En mi caso, tener el libro impreso me ha hecho volver a pensar la ciudad en los términos en los que la “leía” hace ocho años. Como reencontrar un playlist que me incita a cierto tipo de observación sobre las cosas. En este caso, el modo de ver a través de la ciudad al recorrerla.
En Teoría de la deriva Guy Debord cita a Chombart de Lauwe, quien dice que “un barrio urbano no está determinado únicamente por los factores geográficos y económicos, sino por la representación que sus habitantes y los de otros barrios tienen de él”. En el caso del proyecto, al insertar el grafiti en el Habita de Polanco, una de las zonas más exclusivas de la ciudad, se impuso “una dinámica inexistente en su perímetro, subrayando la separación y segregación existente entre diferentes zonas de la ciudad”, como menciona Daniel Garza-Usabiaga en su texto. ¿Cómo se vivió la experiencia de este choque visual y social? y ¿a qué conclusiones llegas sobre esta situación en la Ciudad de México?
La pieza fue chocante en muchos sentidos. En el barrio se polarizaron las opiniones, hubo vecinos que incluso enviaron patrullas a arrestar a los grafiteros el primer día que empezamos a pintar la fachada. Los tres días en que estuvimos trabajando a pie de banqueta vivimos desde altas dosis de indignación, enojo y pasmo, como otras tantas de entusiasmo y sopresa. La banqueta, y claro, la fachada, se convirtió en territorio temporal de las tortas, las caguamas y las latas de spray. Sobre todo recuerdo que había una sensación de incredulidad en todo. ¿Cómo era posible que hubieran accedido a ese proyecto? Era la pregunta de los transeúntes, de los huéspedes, de los vecinos, de los empleados del hotel, de los mismos grafiteros… Y claro, ¿qué significaba grafitear toda una fachada teniendo permiso para hacerlo? También el mundo de los grafiteros y tageros se polarizó. ¿Porqué no se había aprovechado ese “spot” para hacer un mural con buena técnica? preguntaban unos; ¿qué valor puede tener un tag sobre una fachada si les dan permiso para hacerlo? preguntaban los otros.
Todo está polarizado, en una ciudad como en la que vivimos estos choques visuales y sociales de los que hablas se encuentran en todos lados, siempre. Tan brutal como ver a un chico tragar fuego en un semáforo en rojo desde la comodidad de tu Uber.
La exploración del lenguaje ha sido una constante en tu obra, en este caso, una de las intenciones del proyecto fue ver al grafiti como un texto visual y reinterpretar su componente literario. En Texto de calles lanzas una preguntas sobre las que me gustaría que profundizaras: ¿Por qué pensar que la escritura sirve sólo para comunicar?
Me refiero más bien a que la forma de la escritura en sí misma puede ser otro tipo de código no exclusivamente gramático, sino también estético. Y en el caso del tag, un lenguaje en código, fragmentado, simbólico.
¿Cómo defines el “nomadismo emocional”? y ¿cómo se vincula con el proceso de desterritorialización/reterritorialización del proyecto?
Puede entenderse como el vagar, pasear, deambular, andar a la deriva con el asombro y el descubrimiento puestos. Pero también es la historia de afectos que puede trazarse como una ruta sobre un mapa de los sitios por los que hemos pasado. Una especie de mapeo afectivo de nuestros barrios y rumbos; y se vincula porque el tag sirve como un registro de esos recorridos, como la miga de pan o el hilo tendido para reencontrar el camino.
Desde que el grafiti se instituyó en la década de los 70, ha estado el constante debate de si su carácter es artístico o social, lo que ha llevado a ciertas contradicciones de su identidad. En este proyecto me parece interesante cómo dialogan ambas naturalezas, ya que, por un lado, el grafiti se inserta en su “hábitat” natural, la calle, y por el otro, al presentar los tags y las pintas de manera conjunta, la fachada se convierte en “un escaparate, una especie de registro enciclopédico de tags, habitualmente dispersos (…) haciendo hincapié en una estética ampliamente rechazada”, como señala Rubén Bonet. ¿Qué hallazgos arrojó este proyecto en este sentido?
El debate no ha cambiado, a mi parecer. El proyecto sigue haciendo evidente estas contradicciones. ¿Porqué algo que se tacharía de vandalismo se convierte en material para una revista de estilo? Me parece que la publicación del libro, por el enfoque de sus textos, puede contribuir a seguir pensando sobre estos temas.
Otro punto que mencionas en tu texto es que el grafiti brinda la posibilidad de visualizar la ciudad como un libro vivo. Sin embargo, sus lectores son producto del azar que coinciden en tiempo y espacio con él. Con esta publicación, el lector ya no surge de la casualidad y por lo tanto se modifica el acercamiento, ya que de una experiencia casi inconsciente, las imágenes acompañadas por textos de literatos, curadores y artistas, obliga a quien lo lee a ver detenidamente la obra que ya no está y a analizar algo que día a día pasa desapercibido. En este sentido, ¿cuáles serían tus expectativas con este libro?
El libro no habla específicamente de la pieza Habita Intervenido, sino de la ciudad, del territorio urbano, de la pertenencia, de los códigos, me parece que provee al lector de una mirilla, le ofrece una serie de encuadres, para que quien recorre la ciudad pueda ver la calle y los signos de otra manera. La suya (de cada lector), claro, pero otra.
Foto: Cortesía de la artista.
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