Por Stefania Fibela | Mayo 2017
La práctica artística de Rodrigo Ímaz (México, 1982) se ha desenvuelto principalmente en el soporte pictórico, recientemente, incursionó en el terreno cinematográfico con Juan Perrros. Proyecto de corte documental que retrata la vida de un hombre que vive de la basura en medio de la reserva ecológica de Cuatro Ciénegas, Coahuila.
La película se estrenó en el 14º Festival Internacional de Cine de Morelia, obteniendo el premio a Mejor Cortometraje Documental. Recientemente, fue proyectado en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) y su estreno internacional sucederá en la 56 Semana de la Crítica dentro del Festival de Cannes 2017. En esta conversación, el artista comparte los intereses que lo llevaron a acercarse a nuevos contextos.
Juan Perros me parece un proyecto muy personal, cuéntame sobre la realización.
Conocí a Juan porque estaba buscando basura para trabajar con niños, yo estaba en una campaña de educación ambiental a través del arte y cubríamos todas las escuelas primarias de la zona de Cuatro Ciénegas. Fuimos a buscar el basurero municipal y creyendo haberlo encontrado, entramos al terreno de Juan, en donde selecciona, junta y clasifica su basura. Me sorprendió tomando su basura, cuando le expliqué el fin accedió a que siguiéramos recolectando objetos; se volvió una especie de proveedor de este proyecto. Fue en ese proceso en el que todas las tardes, después de trabajar en las escuelas por la mañana, visitaba a Juan. En principio para conseguir basura y después como amigos, lo visitaba sin objetivo alguno, sin pensar en la basura, nos tomábamos un refresco y platicábamos.
Estuve ahí cerca de cinco años. Un día llegué y el terreno estaba quemado, Juan me dijo que le prendieron fuego a su basura para deshacerse de él, para echarlo del lugar. En ese incendio perdió documentos personales como su acta de nacimiento, las memorias que estaba escribiendo, documentos que dejó su padre… Fue en ese momento que surgió la inquietud de ayudarlo a contar su historia.
A partir del ataque, Juan renunció a las relaciones cívicas, a tener una identidad, a ser parte del estado como un número. Me sorprendió que renunciara a esta parte social para convertirse en un outsider que no tiene nombre, ni voz, ni voto. En esa radicalidad me pareció que su testimonio tenía muchísimo valor.
Más allá de tratar el objeto como desperdicio, la película plantea al ser humano como desecho.
Para mí esto es sensible y trágico. Creo en una sociedad inclusiva, no en una sociedad que nos separa y estratifica, no comparto la idea de que “hasta la basura se separa”, de castas que tienen que permanecer. En ese sentido, Juan reivindica y golpea el sistema: lo revela, es decir, es un hombre, descartado, desechado por su comunidad que al mismo tiempo vive de ella; revierte todos estos prejuicios de clase, es un hombre culto siendo un hombre muy pobre, es un hombre digno y vive en la basura, es un hombre poético y no terminó la primaria, todo esto generalmente no es una correlación. Trastoca los términos a los cuales estamos acostumbrados y Juan se reivindica, regresa a la sociedad algo todavía mejor cuando su sociedad no le da nada y lo deshecha.
Existe un símil entre el personaje de Juan y Diógenes. El filósofo griego logra revelar las fracturas de su sociedad al alejarse y vivir fuera de ella, aunque en el caso de Juan la exclusión no es voluntaria, logra mostrar estas fisuras. El título de la película es Juan Perros porque es el apodo que le dan en el pueblo, un nombre despectivo, sin embargo, cuando le pregunté si podíamos nombrar así el proyecto me dijo que no tenía ningún problema, “pues sí, me llamo Juan y sí tengo un chingo de perros”, me comentó.
El desierto y los animales de la región no sólo son escenario dentro del corto, sino que adquieren un rol como personajes ¿Cuál es la relación entre estos elementos y Juan?
Lo que teníamos en Cuatro Ciénegas era un universo muy complejo que permite construir y ampliar diversas metáforas. Ya no sólo es hablar de Juan y un perrito, sino referir a un universo donde caben muchas ideas, donde se evocan múltiples pensamientos, es un espacio que el espectador puede habitar y en el que se puede insertar en la narrativa. La narrativa de la película es muy dura, vamos siguiendo a Juan, lo vemos trabajar y en el trayecto pasan cosas desagradables. Creo que esto es lo que la hace poco digerible, es cruda.
Por otro lado, la naturaleza prístina de Juan en medio de esta zona permite entrar y salir y depositarse en algo más amplio. Decía Francis Ford Coppola que si querías construir una narrativa, primero tenías que construir un espacio y una vez en él podías contar lo que quisieras. Para nosotros ese espacio era muy amplio, incluso puede tomar un tono épico o hasta religioso, los escenarios son muy abiertos y profundos.
¿Y el contraste entre los paisajes de Cuatro Ciénegas y la historia de Juan genera otro tipo de discusiones?
Sí, la idea de la alteridad entre la sociedad y la basura, si se contrapone la naturaleza del desierto completamente virgen y protegida contra el terreno de Juan estás viendo opuestos. Dentro de esos opuestos construimos bloques visuales: la película empieza en el agua, pasa por la tierra y el aire, y termina en el fuego. Para nosotros era una construcción “neonaturalista”, una estructura poética, digamos, basado en una arbitrariedad natural que son los elementos del desierto y así construir la metáfora de que él es, tanto el objeto descartado como esta poza primigenia que permanece. En esta zona hay pozas de agua que están en proceso de desaparición con condiciones marinas únicas, Juan es así, las bacterias que viven es esas pozas sobreviven a pesar de los cambios, viviendo de lo último de la cadena. Juan es una metáfora y emblema de muchas cosas, es también dónde nosotros nos depositamos, la representación del ser humano en la película es el que nos va llevando de la mano.
Siguiendo esta idea, el desecho siempre ha sido parte de tu obra…
Para mí es un símbolo y una materia prima muy importante. Creo que la huella que vamos a dejar en el Antropoceno va a ser un estrato de PVC o un estrato plástico, lo que me resulta muy emblemático, como la huella de la que no podemos alejarnos. Puedes decir que no produces mucha basura, pero cuando la ves como estrato de una época o era es muy evidente. Claro que me vinculo con la basura, me imagino como un arqueólogo contemporáneo, buscando ciertas claves en ella, porque eso es lo que hace Juan. Es una persona que está globalizada incluso por la basura, tiene un teléfono celular que se encontró con teléfonos de Estados Unidos, es decir, es un desecho que cruzó la frontera y llegó a él, le puso un chip y lo hizo funcionar. En estos procesos hay muchísima información en el material basura, tanto a nivel visual como conceptual, es la huella de todo lo que consumes y utilizas. Desde ahí me interesa entender un sistema social, porque es una manera de hacer análisis de abajo para arriba, no al revés, como la aproximación común y macroenonómica. El hecho de empezar por la basura te hace desmenuzar desde abajo, eso para mí es importante.
En ocasiones anteriores has mencionado que no te parecen necesarias las divisiones entre pintura, escultura u otra técnica, entonces, ¿consideras el documental parte de tu producción como artista plástico?
Creo que toda mi obra es un conjunto y como todo conjunto tiene puntos de fuga y espacios variables, en ese sentido, mi trabajo obedece a proyectos específicos, va con la idea del site-specific en lo escultórico, con el campo expandido, o como Freire y la idea de los sistemas educativos; uno no puede partir de un espacio ajeno, sino de las variables específicas de cada lugar y proyecto.
Hacer cine se dio porque el proyecto me generaba interés por la basura, los ciclos de la naturaleza y el punto donde colisiona lo humano con lo natural. Englobaba mis intereses y el hecho de empezar a producir la película tuvo que ver con querer aprender. Tomé algunos cursos en el CUEC pero no estudié cine formalmente, fue durante el proceso que aprendí a editar, filmar, dirigir y construir una narrativa. Insisto, cada proyecto artístico obedece a variables e intereses distintos, como mi trabajo tiene un vínculo con lo social y lo documental creo que hay que ser sensibles con el material para darle una salida. En el caso de Juan, pensé en hacerle dibujos, fotografía u otro tipo de pieza, pero me di cuenta que lo que realmente funcionaba era el video, porque era la única manera de contar todas las complejidades contenidas en él. Lo que me llevó a la escuela de cine, a pedir una cámara, a conocer sobre postproducción de una película, ahora hasta me dicen “director de cine” pero obviamente mi formación es de pintor y dibujante, mi perspectiva parte de ahí. Creo que en unos años podré decir que sí, que todo mi trabajo se relaciona como un conjunto y que obedece a las mismas necedades e inquietudes.
Para conocer más sobre el proyecto aquí.
Foto: Robert Allen | Cortesía del artista.
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