Por Pamela Ballesteros | Septiembre, 2019
Enmarcada en el litigio y resistencia de organizaciones sociales de ocupación territorial como el Frente Popular Francisco Villa (FPFV), la obra de Néstor Jiménez (México, 1988) apunta las negligencias estatales en los procesos de crecimiento y desarrollo urbano nacional.
Una cualidad de su nueva producción —parte de la exposición Who’s Afraid of Red, Yellow and Blue en Proyectos Monclova— es el uso de materiales que hacen de su pintura un fragmento del hacinamiento de la vivienda irregular, además de un gesto que replica los procesos precarios de construcción para señalar el déficit habitacional en la Ciudad de México.
En esta conversación Jiménez detalla la reflexión.
El cuerpo de obra que presentas se desdobla en dos series pictóricas nuevas. Una de ellas es Nueva Aztlán, que se concentra en la arquitectura e iconografía del predio homónimo ocupado en Iztapalapa.
Así es, se trata de una serie de pinturas relacionadas con la Unidad Habitacional Nueva Aztlán, uno de los mayores orgullos de una de las escisiones del Frente Popular Francisco Villa (FPFV), y que tuve oportunidad de visitar gracias a Joss, una amiga que habita ahí.
La unidad se integra de 20 edificios, 19 de ellos muestran en sus caras frontales (muy similar a las estrategias pedagógicas vertidas en los mosaicos de los edificios públicos de la URSS) las efigies de pensadores y luchadores sociales como Lenin, Zapata, Villa, Mao, Guevara, Moctezuma, Nezahualcóyotl, Stalin y Trotsky, poniendo de manifiesto el carácter ecléctico del pensamiento de izquierda en las organizaciones sociales de finales de los 80, capaz de negociar con instancias como el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI) a diferencia de la militancia, ahora considerada ortodoxa de los años 70. El edificio 20 es un complejo de tres casas a las que se les ha atribuido el romántico nombre de «El edificio acostado». Esto, como una forma de incluirlo dentro del plan del FPFV y mostrar su política incluyente y solidaria.
Mis pinturas son una versión «infantilizada» de estos edificios con muchos juegos de perspectiva, como una forma de aludir a la serie de deformaciones y adaptaciones ideológicas que el pensamiento Marxista–Leninista ha tenido al adaptarse a contextos específicos en Latinoamérica, sin contar que la experiencia mexicana, tras combatir altos índices de analfabetismo, fue absorbida y asimilada por algunos movimientos sociales como el cardenismo, el sindicalismo mexicano, pero también, capitalizada y pervertida en procesos postrevolucionarios que convirtieron la base de la lucha social en asistencialismo social y clientelismo.
Por su lado, Quebrantahuesos parte de una figura alegórica asociada con la rapiña. ¿A qué apunta el uso de esta representación?, ¿es una referencia a la marginación urbana de dicha unidad habitacional?
La idea de los quebrantahuesos surgió al encontrar un artículo sobre los estudios del ornitólogo Martín del Campo, quien se dedicó a estudiar el Códice Borgia, donde refiere la imagen del escudo nacional. Campos hizo notar ciertos detalles en la plumas, la cresta, su relación con el sol y la dieta que apuntan a que el ave representada en el códice se trababa de un quebrantahuesos y no de un águila real. Aunque esta observación no se estudió seriamente, me hizo reflexionar sobre el papel de los símbolos en la vida cotidiana, su importancia y práctica en distintos grupos.
En esa línea, además de ser un ave carroñera y rapaz opuesta a la figura de la majestuosa águila real, llamó mi atención que en el argot español es un adjetivo peyorativo para referirse a personas non gratas. En ese sentido, la relación y tensión entre el águila y el quebrantahuesos es similar a la idea de país y su representación en la comunicación política, recuerda a las campañas de blanqueamiento o de romantización de las clases populares, trabajadoras e indígenas.
Si bien, ambas series parten de la arquitectura como resultado de la sumatoria entre ideología, movilización social e historia, no me atrevería a decir que Nueva Aztlán está del todo marginada. A través de los años de lucha se ha insertado, muchas veces por la fuerza, en las actividades de la ciudad centralizada y lo que menos se pretende es asumirla desde una posición victimizante. Sin embargo, es verdad que la alegoría y sus implicaciones simbólicas tienen un papel importante en la lectura de estas piezas donde he tratado de establecer una relación entre el mito fundacional de Tenochtitlán y la actividad característica de varios movimientos sociales urbanos, como lo es la invasión de predios.
Para estas obras usas materiales de deshecho, un recurso simbólico desde su procedencia. Platícame de esta variación en tu pintura.
Cuando comencé la producción de La sombra de las banderas pensé que sería extraño trabajar estas temáticas con materiales caros, quería que existiera una relación de origen entre los temas y las formas, así que decidí trabajar de una manera mas afín a las prácticas callejeras de construcción. Con esto quiero decir que comencé recogiendo cosas de la calle que me parecían útiles o proclives a restaurarse, además siempre he tenido una relación bastante cercana con las cosas reutilizadas.
Después me di cuenta que en Iztapalapa es común el uso de materiales de este tipo para construir, reparar o improvisar espacios de vivienda porque es barato, fácil de trabajar y resuelve problemas inmediatos sin la necesidad de grandes inversiones, además el material es de quien lo agarre (risas). Así que me hizo sentido aplicar este conocimiento a mi práctica. Por otro lado, también intercambié pedacería de madera en carpinterías de la zona o de plano la recogía de las esquinas. Mucho de ese material recuperado tiene cortes o clavos salidos, lo que para mí representa la presencia del trabajo manual, algo que también encuentro en mi práctica artística.
En fin, la idea de esto era relacionarme con las personas de una forma distinta, para mí era evidente que no podría comprender o si quiera acercarme a esos núcleos desde una perspectiva de estudios sociológicos tradicionales, entonces pensé que el trabajo es una excelente manera de acercarse a otros contextos. Cuando trabajas en un oficio aprendes que todo puede ser útil, los materiales cambian una y otra vez de función y siempre se les agrega o resta algo. Solo que aquí, el desgaste, las roturas, o la humedad se volvieron elementos proclives a una nueva función: una función estética.
En el caso de las piezas de Quebrantahuesos están pintadas sobre pedazos de tablaroca que recolecté en los campamentos que visito, son parte de muros desmontados de viviendas y que efectivamente iban a la basura. Además de su carga simbólica me interesa mucho recuperarlos desde el punto de vista cromático.
Ya que mencionas la relación con las dinámicas propias de la localidad, ¿cómo ha sido el acercamiento e intercambio con el colectivo e integrantes del FPFV desde tu rol externo?
Mi acercamiento fue paulatino y a través del trabajo, muchas de las cosas positivas que he aprendido ahí han sido a través de observar y escuchar, es bueno quedarse callado y observar cómo se desenvuelven los diferentes grupos, frentes, entornos y problemáticas reales. Para esto hay que quitarnos las telarañas idealistas y enfrentar las cosas como son, el entorno me ha enseñado mucho y mi pasada exposición El ejercicio de las buenas voluntades me abrió una perspectiva más objetiva.
No ha sido fácil, recuerdo cuando llegue a plantear ejercicios que terminaron en rotundos fracasos, ejercicios estereotipados de lo que entendemos como arte participativo cuyo resultado fue la nula participación de los integrantes adultos porque tenían ocupaciones y trabajo y, para ser honestos, mi propuesta era fría y superficial. No había entendido la naturaleza del movimiento, me di cuenta de mi incapacidad de profundizar y de lo estereotipadas que se han vuelto algunas prácticas «vinculatorias».
Después de un tiempo de ir solo a observar, quienes se acercaron de forma natural por la curiosidad de una cámara fueron los niños, con quienes de nuevo cometí el error de quererlos encasillar en mi visión (maniquea por la esfera del arte) de «lo popular», «el socialismo», «la historia mexicana», «la niñez» o «la critica social». Terribles errores se cometen cuando uno piensa por las personas.
Sin embargo, a través del sencillo pero intrincado acto de convivir las verdades se fueron manifestando, y para mi sorpresa, estaban lejos de recovecos teóricos o pseudoteóricos sobre la vivienda y el derecho social y, por el contrario, más cercanas a las necesidad de vivir y ser respetado como parte de la población. La marginación nunca es un motivo de orgullo y por ende, no debe nunca romantizarse.
Precisamente la periferia ha sido un asunto recurrente en el discurso artístico reciente. En tu opinión, ¿cómo plantear este tema desde una distancia crítica que evite el ejercicio condescendiente o de romantización?
Es difícil escapar de esto en el mundo global, lo hacemos todo el tiempo, es ingenuo pensar que nuestra experiencia personal no está fuertemente influenciada por el entorno, y que la construcción de nuestras personalidades nos es una suerte de collage de muchas otras.
Para hablar de algo no es necesario ser oriundo del lugar o víctima de las circunstancias, el acceso al desarrollo del conocimiento histórico es derecho de todos/as, siempre y cuando se de con seriedad. Sin embargo, es muy común el abuso de este conocimiento para capitalizar estos discursos desde el punto de vista victimizante, lo que es problemático y un impedimento para su conocimiento completo, se vuelve oscuro e incriticable.
Hay que ser cuidadoso, también es claro que existen las modas, y creo que el concepto periferia es ahora una, no sé, tal vez habría que pensar qué tanto es un lugar cómodo para operar. También existe el riesgo de la auto-conmiseración que creo es el mas dañino. Al final romantizar y miserabilizar la periferia es igual de oportunista y peligroso.
Una de las muchas cosas interesantes de analizar respecto al término es el folclor, y si ese folclor da pauta a comercializarse. Desconozco, por ejemplo, si en Iztapalapa existen actividades como los Safaris de Tepito, pero creo que no reúne los requisitos. Sin embargo, Iztapalapa tiene un aura propia, un aura distópica que es también interesante y resultado de los desequilibrios en la gestión pública y sus poderes asimétricos.
Me interesa el análisis y presencia histórica del pensamiento marxista-leninista en México por varias razones, entre ellas la capacidad de adaptación contextual y de aclimatación de la ideología, que aunque floreció en la periferia por factores históricos, económicos y de urbanización, a pesar de estar fuertemente relacionados, son independientes uno del otro.
Periferia es todo un tema, probablemente lo sigamos viendo en todos lados porque sus problemáticas han alcanzado el centro: asesinatos, secuestros, falta de agua. Problemas reservados para los desventurados habitantes de las afueras de la ciudad se han presentado en lugares que tenían pacto de seguridad (supongo de ahí el escozor generalizado). Digo, tampoco es una novedad, pero creo que habrá nuevos tripulantes en el barco de la periferia.
Por un lado la presencia de la periferia y por otro tu trabajo también resalta la evasión u omisión social en temas de marginación, estructuras de clase y despojo. Entonces, ¿qué lecturas emite al enmarcarse en el interior de una galería?
Primero tenemos que asumir una postura y definición de congruencia en relación a algo, congruencia en términos ideológicos, personales, artísticos, sociales o morales. No sé si es cultural pero a veces esta pregunta viene desde la perspectiva moral, y eso me suena a iglesia (risas).
Es interesante porque precisamente los discursos de marginación, clase y despojo están invisibilizados o sujetos a la apreciación clasemediera o simplificante. Ya sabes, nunca falta en el scroll de Facebook la foto de una familia de tez morena comiendo un elote y sacándose la selfie con la humillante frase «la felicidad no depende de cuanto dinero tengas…», la tendencia a asumir que por el hecho de ser morenos no tienen dinero y que tenemos que aprender lecciones de vida prefabricadas con la única misión de conformarnos y no exigir tratos dignos en todos los ámbitos de nuestra vida: aprender a ser pobre, honrado y feliz en nuestros propios espacios. No me parece justo.
Vulgarizar la diversidad a través de la condescendencia y sectorizar todo aquello que no es blanco, desde mi punto de vista, es otra forma aún más dañina de discriminación. Si bien es un reflejo de lo dogmatizado que se encuentra nuestro acervo cultural, también habla de cuan arraigados están los concepto de resistencia, congruencia ideológica y lucha con la miseria. Y en esto también veo un problema.
Por su parte, museos y galerías son espacios especializados. De los museos esperamos la institucionalización de los saberes como una aportación cultural seria y valiosa al tejido social, que por obvias razones el gobierno les ha negado a estos movimientos. No me imagino un capítulo de los libros de la SEP sobre el Movimiento Urbano Popular (MUP) o el FPFV, sería reconocer grandes errores por parte de la administración pública y ese no es propiamente su estilo (risas). Respecto a las galerías, no hay que considerar que el mercado es el diablo, tampoco es que no sea voraz, pero a través de él es posible oponerse a ciertas limitaciones que impone el Estado. Es cosa de tomar los espacios y ser agresivo.
Veo también un descontento y aversión al ala comercial del arte, como si vender fuera malo y se argumenta que el arte es elitista, el arte no es elitista, su distribución vaya que puede serlo pero son cosas distintas. Sin embargo, tampoco noto un interés por gestionar o exigir mayor presupuesto para la ampliación de colecciones públicas para la inclusión de nuevas propuestas. Supongo es parte de ejercicios demagógicos.
Este ha sido un camino que la comunidad artística se ha visto obligada a tomar por la escasa profesionalización de las plataformas laborales, la endeble estructura de formación de públicos y algunas ideas ridículas del Estado (basta recordar el asunto del Fonca) respecto a la creación y gestión de estímulos o contenidos culturales. Que además, se vale de argumentos trilladamente morales para descalificar las propuestas y denunciar el supuesto gasto de dinero público en labores improductivas, queriendo operar bajo la lógica de para cobijar a uno es necesario descobijar al otro. ¿Es un gravísimo hueco en la educación, no crees?
En fin, regresando a la pregunta se trata de la oportunidad de mostrar discursos donde antes no se podía, llevarlos a núcleos públicos donde es importante tomar conciencia de problemáticas que han estado vedadas o, en el peor de los casos, autoexiliadas.
Si bien estos movimientos autonombrados frentes de izquierda han estado activos dentro de un marco capitalista, desde tu observación, ¿cuál es su vigencia política y social?
Eso siempre me ha parecido fascinante y extraño, el FPFV fue resultado de dos factores, uno el violento desalojo de tres mil familias que vivían en el campamento Lomas del Seminario, en el Ajusco medio (terreno propiedad de Margarita López Portillo), y dos el terremoto de 1985 junto a la negligencia gubernamental para reconstruir vivienda. Esto es histórico y también es curioso pensar que su fundación oficial ocurre en 1989, poquísimos años antes de la caída de la URSS. Podría decirse que se quedaron sin mamá a temprana edad.
Vale la pena comentar que desde el 19S ha habido un resurgimiento de los frentes porque en Iztapalapa las campañas de reconstrucción no fueron del todo efectivas, en general en la ciudad hay muchas zonas con el mismo problema. Además de la bronca del tiempo está el hecho de que muchas casas autoconstruidas caídas estaban sobre terrenos no regularizados, entonces el gobierno no se ve obligado a atender su demanda, es más, he sabido de casos donde se ha desconocido la vivienda, por no estar registrada. Son treinta o cuarenta años de trabajo e inversión echados por la borda.
Entonces es ahí donde los frentes están resurgiendo pero ya no con las viejas prácticas, están conscientes del marco global que los ha hecho insertarse en el marco político desde los años 90, prácticamente el ala radical ha desaparecido y la lucha se da en el terreno de la legalidad, con negociaciones, por ejemplo.
Para mí, los años venideros serán los más vigentes, ¿has visto las brutales estadísticas sobre la crisis de vivienda en la ciudad?, crisis adornada por el status. Habría que reflexionar la movilización, espero que no se deje para el último.
Foto: Cortesía del artista.
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Opinión | El ejercicio de las buenas voluntades
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