Entrevista

Entrevista | Jorge Satorre


Por Pamela Ballesteros | Mayo, 2015

El trabajo de Jorge Satorre (México, 1979) explora las posibilidades del arte como medio de recuperación de la memoria. Cada uno de sus proyectos parte de investigaciones que cruzan interacciones entre múltiples personajes y escenarios, de tal manera que las historias que Satorre explora dejan de ser lineales y derivan en nuevas lecturas.

Por medio de soportes como el dibujo y la escultura, el artista mexicano convierte este conjunto de narraciones orales —y efímeras— en un registro visual. Platiqué con Jorge sobre su reciente producción.

—Se dice que para comprender una historia hay que hilar muy fino. Tu trabajo no sólo retoma historias, sino que implica un proceso que parte de la investigación, continúa en encuentros y se concreta en la materialización de los relatos. ¿Cuál es la complejidad de reconstruir una historia?

La reconstrucción de una historia, desde sus partes elementales, creo que es un método confiable de acercarte a una realidad, sin embargo, en mi caso no siempre tengo la intención de reconstruir una generalidad o una historia, más bien atiendo a todos esos casos mínimos o situaciones que suceden a partir de un hecho. Me interesan los métodos del historiador, pero no tengo la intención de llegar a verdades.

Lo que me ha pasado en muchas ocasiones es que en el camino de trabajar una historia el rumbo cambia totalmente, y lo que consideraba relevante se va quedando en un segundo plano.

Lo más complejo resulta posicionarme en esos contextos que normalmente me son ajenos sin caer en lugares comunes, y conseguir un entendimiento con la gente cuando se trata de una colaboración, ya sean expertos de otras disciplinas o no. También resulta complejo borrar las expectativas que uno tiene por sentado, por más que yo insista en dar carta abierta a la interacción tengo ciertas expectativas que quiero cubrir, lo que resulta contradictorio. Es un punto débil que he tratado de evitar y que ha derivado en un giro en mis trabajos recientes, actualmente dudo mucho de la manera de trabajar con la que antes me sentía cómodo.

—A través de los elementos que recolectas a lo largo del proceso de investigación ¿podrías decir que narras desde la subjetividad?

Hay una posición intencionalmente ambigua, en la que al mismo tiempo que trato de ser muy objetivo con las cosas que comunico, me insisto a mí mismo que se tratan de opiniones personales. Sé que esto no es nada nuevo y que todo es una opinión, pero intento tenerlo siempre presente para poder seguir adelante, pensar que uno no está para afectar lugares sino para saber leer cómo se ve afectado uno mismo en esos lugares.

Ahora que mencionas la palabra «narración», en algunos casos he intentado que en las formalizaciones en mi trabajo exista un espacio para la duda, que exista más como un mito o como un rumor. Pero al mismo tiempo es inevitable incluir la parte narrativa, y es un punto que veo con sospecha porque la narrativa incluida en el arte fácilmente se malentiende como una guía de instrucciones, y no como una parte integral de la obra.

Esto me coloca en una posición impositiva que no me gusta, porque por más que trate que el objeto sea autónomo, siempre uno cae en esperar que el espectador llegue a una parte que no está presente, y eso muy pocas veces sucede.

—¿A qué responde la elección de estas historias locales, aisladas, que incluyen a personajes en principio anónimos, te acercas a ellas o ellas llegan a ti?

Hay ocasiones en las que el azar me hace llegar a ellas, pero la mayoría de las veces las historias surgen a partir de una investigación. Desde hace mucho tiempo estoy interesado en el concepto de anomalía —entendida dentro de un contexto específico—. Me atrae el hecho de encontrar un código para descifrarla, y a partir de ello descubrir lo revelador —y relevante— que puede resultar la información contenida en esa anomalía. Creo que esto es un determinante para elegir qué fragmento atender.

—Retomando tus proyectos recientes, platícanos del trabajo que le da continuidad al proyecto Los Negros I

Se llama Ladrillos II y se trata de un ejercicio que llevé a cabo en Francia a finales del año pasado. Mantuve una serie de conversaciones con personas cercanas, que considero determinantes en mi vida o que han estado presentes en momentos importantes. A cada una le pedí establecer una conversación que le evocara escenas mentales recurrentes, que fueran al mismo tiempo parte integral de su persona así como también enigmáticas. Esas cosas que de repente nos aparecen como flashes a partir de un impulso determinado, y que sentimos que no nos pertenecen. A partir de estos encuentros yo iba moldeando en barro figuras surgidas de esas escenas mentales, creando una especie de alfabeto simbólico.

Al esforzarme en convertir en un material físico esas conversaciones la cuestión se convertía en algo muy mío, que en muchas ocasiones se volvía irreconocible para la persona de donde surgió. Esto es algo que me interesaba de obtener figuras, al igual que la parte lúdica de poder reorganizarlas formando palabras, frases y párrafos, que al reunirlos podrían definirme a mí o a cualquier otra persona.

—Por otra parte, en el desarrollo del proyecto Caricaturas Invertidas ha sido recurrente la colaboración con caricaturistas políticos, por ejemplo, con el mexicano Rafael Barajas ‘el Fisgón’. Para la continuación del mismo el año pasado contaste con la aportación de Charb, entonces director del semanario Charlie Hebdo. ¿Cómo fue el acercamiento con él y cuál fue el ejercicio propuesto?

La mezcla de opinión personal y humor del caricaturista empatado con los intereses de sus lectores y que aparte siempre tiene que surgir desde una posición anti-hegemónica es una interacción que me fascina. Se da un juego de escalas que me interesa mucho y que para mí es equivalente por ejemplo al rol del artesano en el medio cultural o, yendo más lejos, en el concepto de nación.

Tratando estos temas con cada uno de los caricaturistas es más o menos como comienzo estas colaboraciones. Lo que les propongo es que traten de invertir ese punto de vista, en lugar de observar hacia el exterior pido que hagan lo contrario, un ejercicio de introspección en el que la caricatura venga a partir de un evento personal. Es una propuesta un poco perversa, los pongo en una posición incómoda que implica darle la espalda al lector, lo cual va contra su rigor periodístico. Nunca nadie les pide que hablen de ellos mismo y esto es muy chocante.

Es un ejercicio que me gusta aplicar como primer contacto con cada lugar que visito, es una garantía de conocer personas con un conocimiento muy amplio de esos sitios nuevos para mí. Con Charb fue así como sucedió, aunque nunca llegamos a encontrarnos en persona, todo fue vía teléfono y correo electrónico. Para mi sorpresa, él inmediatamente entendió el sentido de este experimento, aunque por su carga de trabajo el proceso fue muy largo. También contacté a Luz y Plantú pero nunca recibí respuesta.

Charlie Hebdo siempre fue un lugar en que había querido trabajar, por ser tal vez uno de los lugares donde las implicaciones podrían ir más lejos. Lo que han hecho los colaboradores de la revista, especialmente durante los últimos cuatro años, es un recorrido radicalmente opuesto al que yo propongo. Conceptos de relevancia global, llámese la defensa de la libertad de expresión o convicción política fueron llevadas al grado de desdibujar el valor de sus vidas.

Charb me envió un dibujo sin mucha explicación en donde aparece el personaje que siempre utiliza —que asumo es él mismo— cavando un agujero del que no puede salir, acompañado de una calavera. Desde un principio me impactó mucho el dibujo, él era una persona que estaba todo el tiempo acompañado de guardaespaldas y sabía que dar vuelta atrás significaba eliminar el sentido que había puesto en su trabajo. Es la última colaboración que he tenido con un caricaturista político aparte de Frap, de Nantes, con quién trabajé en esa misma ocasión.

—¿Qué significado han adquirido estas piezas a partir del atentado sucedido?

Aparte de cómo me afectó la matanza en la redacción, confrontarme con un nivel de realidad tan fuerte hizo que me cuestionara el sentido de ese y todo mi trabajo. El hecho de que esa imagen, que partió de una supuesta carencia de códigos al ser totalmente íntima, se convirtiera en una portada potencial en todos los periódicos del mundo fue un juego de escalas con el que me di de narices. A veces pienso que todo adquiere sentido y en otras me parece simplemente innecesario.

—De esta manera las historias personales —ajenas y propias— se han convertido en el detonante de tu producción artística…

Yo no lo definiría así. Me interesa cómo las cosas mínimas o aparentemente irrelevantes pueden escapar al reduccionismo del mundo del arte, aunque por otro lado, a veces esta especificidad requiere una exigencia del público en donde el diálogo se nulifica. Hablar de «cosas mayores» en el arte, me parece un terreno infértil en donde es fácil estar en consenso.

—Hace algunos meses Kenneth Goldsmith comentó en su cuenta de Twitter: “Love art. Hate the art world”. La frase describió el sentir de muchos de seguir en el arte a pesar del medio. En tu caso, ¿qué te sigue manteniendo en el arte?

Es una pregunta que todo el tiempo persiste, y tal vez es que no me imagino, hasta ahora, desarrollándome en otra actividad que me haga sentir bien. Me gusta no encontrar respuesta, saber que el arte para nada lo es todo para mí y sentirme recurrentemente frágil en ese ámbito es algo que paradójicamente me gusta, o por lo menos me parece sano.

—Para finalizar, ¿cuál será tu participación en la próxima Bienal de las Américas?

Estoy preparando una publicación en colaboración con un amigo con el que he estado trabajando desde hace un par de años. Onésimo Ventura del Valle de Xico en el Estado de México. Es una persona que a la par de su trabajo como vaquero, ha desarrollado un conocimiento muy amplio de la historia de su pueblo y fue uno de los fundadores del Museo Comunitario del Valle de Xico en 1996.

Es un buen ejemplo de una persona en la cual puedes leer una realidad a contracorriente a la establecida, con una sensibilidad y conocimiento muy especial.

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Foto: Pamela Ballesteros