Entrevista

Entrevista | Escritoras y cuidados


Por Pamela Ballesteros | Octubre, 2019

En México, los hombres dedican en promedio 4 horas menos que las mujeres al trabajo de cuidados; mujeres jóvenes y adultas son quienes cargan con esta labor de manera gratuita, precaria e invisible.1 Bajo este contexto, la forma en que se organiza socialmente la provisión de cuidados ha entorpecido configurar(nos) nuevas y distintas condiciones de bienestar individual y colectivo.

A través de mesas de conversación y un programa multidisciplinario, la primera edición del Encuentro Escritoras y cuidados ubica este tema como posibilidad de conversación pública con autoras dedicadas a la edición, la mediación lectora y la gestión cultural.

A continuación, Alejandra Eme Vázquez, Gabriela Damián Miravete y Brenda Navarro, comité organizador, platican sobre la potencia de esta propuesta.

A lo largo del año se ha abierto conversación sobre temas pendientes que habían quedado invisibilizados, como el trabajo de cuidados. Para comenzar, me gustaría conocer el origen de la iniciativa.

Desde hace tiempo que nuestras trayectorias personales se han vinculado con las reflexiones sobre el trabajo de escritura de las mujeres, sus condiciones materiales, los procesos creativos, los cuidados y la puesta en conversación de ideas, preconcebidas y no, relacionadas con todo esto. Es verdad que son temas invisibles para muchas personas, pero nosotras hemos hecho vínculos a partir de tenerlos muy presentes y cuestionarlos para proponer formas de abordarlos en colectiva, que es nuestra manera más potente de politizar.

Queríamos hacer algo que permitiera la conversación en este sentido y así fue surgiendo el encuentro de una manera muy orgánica, como una propuesta vinculada a generar un espacio horizontal en el que compartiéramos saberes con autoras muy diversas y nos sintiéramos todas escuchadas, cómodas, seguras: cuidadas.

Histórica y socialmente el trabajo de cuidados y del hogar se asume como una labor exclusiva de mujeres. Hasta hoy esta responsabilidad recae desproporcionadamente en nosotras. ¿Cómo ha atravesado en ustedes este tema tanto en el espacio privado como en el creativo?

Es interesante cómo ser parte del comité organizador de este encuentro nos ha permitido también a nosotras reconocer maneras en las que queremos llevar a lo público muchas conversaciones que hemos tenido en lo privado, en otros espacios en los que participamos o en redes sociales. Ha resultado muy revelador ir tomando decisiones en conjunto tendientes a politizar, des-academizar y poner en problemas ciertas cuestiones que no estamos acostumbradas a dialogar en las conversaciones públicas.

De ahí han surgido mesas como «Tenemos que hablar de dinero», en la que decidimos plantear el tema sin metáforas porque el hecho de que sea mal visto hace que nunca podamos hablar de él en estos espacios como un asunto estructural y laboral. Lo mismo ocurre con los prejuicios alrededor de la escritura de mujeres que nos afectan directamente, las múltiples jornadas que nosotras mismas atravesamos y la sensación de estar exhaustas todo el tiempo.

Al poner todo esto como posibilidad de conversación en el encuentro, nos encontramos también con la necesidad de que la estructura organizativa tuviera un enfoque de cuidados, de modo que hemos sido muy claras respecto a los tiempos de los que disponemos, los alcances de esta propuesta, las condiciones que necesitamos para el disfrute, las formas de cubrir gastos de todo tipo, la comunicación con las invitadas y un largo etcétera que tiene que ver no solo con organizar un encuentro muy interesante, sino con proponer formas distintas de hacerlo, formas en las que el cuidado nos genere un bienestar real como cuidadoras y como cuidadas.

También hemos visto la importancia de poner en común nuestras experiencias respecto al cuidado en relación a la creación: para poder crear hace falta una red de apoyo, de cooperación, y la voluntad de dejarnos cuidar o de cuidarnos entre nosotras. Dejar de pensar en el arte como ese arrebato inspirador que se hace en soledad, producto del genio individual, es liberador y posibilita otras formas de hacer arte y otras formas de organizarnos en varios niveles: políticamente, incluso.

En voz del movimiento feminista guatemalteco: actualmente se despolitiza el autocuidado, es decir, aún no se le dota una intencionalidad tendente a sanar opresiones y generar bienestar. Al respecto, un par de mesas se centran en esta idea.

Uno de nuestros objetivos es que el encuentro permita llevar a lo público las incomodidades, urgencias y temas no resueltos que identificamos entre todas. Es decir, estamos muy contentas de encontrarnos, pero también estamos conscientes de que si no se orienta el espacio colectivo hacia politizar, generar redes tangibles y ofrecer alternativas, podrían terminar las jornadas y no habría ocurrido nada distinto.

En este sentido, poner sobre la mesa términos como el autocuidado, generalmente asociado con el terreno de lo individual y lo que el biocapitalismo llama «la producción de sí», tiene como objetivo desmontar el discurso complaciente en el que este supuesto autocuidarse termina siendo una jornada más de trabajo que hacemos para beneficio de otros.

Creemos que situar pública y colectivamente este asunto desde la posición de autoría creativa de las mujeres puede dar distintos diálogos y dotarlo de la dimensión política que necesitamos para poder hablar de las condiciones materiales en que nos encontramos, de las expectativas que se cree que debemos llenar y de las trampas que puede conllevar el discurso de supermujeres excepcionales que tienen todo bajo control.

Algunos pronunciamientos de feminismo latinoamericano apuntan al encuentro como su característica central de cohesión. Este discurso habla de la necesidad de encontrarse ligada a la autonomía de construirse en espacios propios. Escritoras y cuidados me reverbera este pensamiento pues es una propuesta de y para mujeres que se ha situado de manera autónoma desde su financiamiento. Me gustaría conocer su definición de encuentro como momento de asociación.

Tuvimos esta charla cuando comenzamos a planear, porque sabíamos que queríamos hacer una reunión y consideramos varios términos para nombrarla: congreso, argüende, fiesta… Al final decidimos que encuentro tenía la connotación que buscábamos, porque sí estamos pensando en estas jornadas como un punto de articulación que no por incómodo sea menos gozoso y cuidado en todos los sentidos, donde podamos escucharnos unas a otras y tenernos muy presentes.

Durante dos días Escritoras y cuidados teje ideas y cuerpos no solo desde la literatura, sino desde voces interdisciplinarias, ¿de dónde partió la selección de invitadas?

La primera acción fue definir los ejes del encuentro y, en lluvia de ideas, nombrar las disciplinas que creíamos necesario convocar a partir de ellos. Proponemos que este encuentro sea también un espacio para reflexionar acerca de los términos que le dan nombre, por lo que desde lo organizativo fue importante reconocer diversas posibilidades de significar escritoras y cuidados. De esta forma pudimos llegar a invitadas muy distintas a nosotras y entre sí, de cuyas trayectorias y experiencias queremos aprender; así lo hemos manifestado a todas ellas, junto con la invitación a apropiarse del encuentro, proponer e imaginar, porque todo surge de la procuración consciente de horizontalidad.

Eso da a las mesas la posibilidad de hilvanarse con una narrativa que se hará patente durante las jornadas, hasta llegar a la voz colectivizada con el performance de clausura. Hubo que acotar algunas vertientes que esperamos integrar a la segunda edición el próximo año, pero por lo pronto comenzamos por invitar a autoras que se desenvuelven en áreas como la edición, la crítica teatral, la programación musical, el guión, la mediación lectora, la gestión cultural, los espacios bibliotecarios, la abogacía, entre otras.

También ha sido importante que al conocer la propuesta del encuentro, más autoras se han acercado con la intención de sumar su quehacer y han propuesto formas de colaboración según los proyectos que tienen, porque también hay interdisciplina en las individualidades; así, el servicio de catering que se ofrecerá en las jornadas estará a cargo de creadoras que tienen sus propios proyectos de cocina y café, también hay una escritora que propuso una sesión de yoga que se añadió al programa, tenemos la colaboración de una dramaturga que además es estilista y ofrece sus habilidades como recompensa para el fondeo, en fin: se trata de que nuestros haceres y saberes se reúnan bajo el enfoque de los cuidados y decidamos a partir de ello.

Esto espejea la frase: «No es desde el individualismo que se teje, sino desde todas en comunidad. Comunidad de la que no hay un modelo, esa comunidad que hay que inventar. La comunidad es la propuesta».2 Y una de sus mesas se titula «Alianzas y comunidades, alternativas para cuidar-nos». Platíquenme de la importancia de activar este planteamiento en la cotidianidad.

Cuando comenzamos a planear el encuentro no sabíamos en realidad qué iba a suceder, pero sumamos esfuerzos para plantear una propuesta que fuera una clara convocatoria a construir desde lo que ya hacemos, sabemos y queremos compartir. Ha sido toda una experiencia ver de cerca cómo se va formando una comunidad desde las mujeres de Casa Universitaria del Libro UNAM (CASUL) que aceptaron darnos casa con una apertura increíble, las invitadas que confiaron y dijeron un sí entusiasta, las personas que han colaborado con el fondeo para solventar los gastos de autogestión, las colaboradoras y quienes han expresado su deseo de asistir a las jornadas.

Es muy estimulante ver los resultados desde lo organizativo, pero creemos necesario tener todos los espacios posibles en la conversación pública para desmenuzar los conceptos y procesos involucrados en la generación de alianzas y comunidades, primero para que no se caiga en la idealización acrítica y después para pensar en proponer configuraciones que puedan replicarse. Que las experiencias de las invitadas, las asistentes y del propio encuentro puedan ser muy explícitamente un referente del cual podemos partir para el futuro.

Como mencionan, la comunidad no solo somos las personas, lo es también el espacio, el territorio. Este primer encuentro es oportuno además para exponer diálogo sobre las condiciones laborales que nos rodean como mujeres parte del gremio creativo y cultural. En su opinión, ¿existe un nuevo compromiso de igualdad?

Entre los ejes del encuentro están justamente la gestión del tiempo, la escritura como trabajo y los sesgos que encontramos al ser mujeres en las disciplinas en las que nos desenvolvemos. Partimos de algunas premisas y suposiciones que tienen que ver con lo que observamos y lo que hemos conversado en privado o en otros espacios, pero el objetivo de encontrarnos en estas jornadas es también llevarlo a lo público y a lo comunal para responder en conjunto estas preguntas que nos haces y todas las que puedan derivarse, sin que esto suponga que debamos estar de acuerdo.

Tenemos la oportunidad de apropiarnos de estos espacios para escucharnos y reconocernos unas a otras, solo así podremos tener un panorama que nos hable de si percibimos este compromiso del que hablas, en qué medidas y en qué condiciones, para poder articular qué necesitamos y mediante qué vías podemos ser agentes para trabajar al respecto.

Por otro lado, es de reconocer a la red de escritoras que se ha mantenido activa a partir de un año convulso de denuncia pública. Movimientos como #MeToo o #MujeresJuntasMarabunta fueron sostenidos en gran medida por mujeres vinculadas a la literatura, gesto que no se ha visto reflejado con la misma potencia en otros gremios culturales. En su experiencia organizando el encuentro, ¿cómo fortalecer la organización y participación de mujeres del espacio creativo?

Nuestra apuesta es por comenzar llevando a la conversación pública todo aquello que implica la colectividad, la idea de visibilización y el trabajo de las autoras desde un enfoque amplio de cuidados. Si seguimos partiendo de la premisa de que las mujeres somos luminosas y resolutivas casi «por naturaleza», posiblemente las idealizaciones e invisibilidades alrededor nuestro perdurarán.

Urge traer a la conversación una realidad en la que también estamos agotadas, precarizadas, hartas: desde ahí es que intentamos articular y entonces todo lo que aprendemos, los procesos que construimos, las formas que imaginamos son realmente diversas y son importantes de pensar en conjunto sin el halo de pureza del que suelen revestirse. Tenemos que crear espacios que no busquen salir bonitos sino incómodos: la incomodidad nos mueve y también nos mueve la escucha de todo lo que las invitadas, asistentes y colaboradoras aportarán para hacer visible que se está trabajando ya con otras perspectivas, con diversas formas de entendernos como cuidadoras y cuidadas.

Es verdad que somos mujeres que cumplimos múltiples jornadas y en esas condiciones aprendemos a ser autogestivas, pero nos urge reconocernos en colectiva, recibirnos unas a otras, acordar, discordar y encontrarnos desde ahí para revalorar los cuidados que ejercemos, también a través de nuestras escrituras, y manifestar muy claramente los que necesitamos. Ahí es donde creemos que está la apuesta política.

El primer Encuentro Escritoras y cuidados tendrá lugar el 16 y 17 de octubre de 2019 en Casa Universitaria del Libro UNAM. La programación completa a través de sus redes sociales y twitter @ellascuidan

Imagen: Collage por Brenda Ontiveros y Eugenia Sofía Sánchez | Cortesía.

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1 Trabajo de cuidados y desigualdad en México. Oxfam México, disponible para consulta aquí.

2 Julieta Paredes C., Adriana Guzmán A., El tejido de la rebeldía. ¿Qué es el feminismo comunitario? La Paz, abril 2014.