Entrevista

Entrevista | Dora Bartilotti


Por Pamela Ballesteros | Noviembre, 2021

El cuerpo como primer territorio de resistencia. A través de Voz Pública, Dora Bartilotti (Veracruz, 1988) propone el textil electrónico como cuerpo-portavoz que amplifica las violencias cotidianas que nos vulneran en el contexto urbano latinoamericano.

A propósito de su actual exhibición en el Museo del Chopo, Bartilotti describe el desarrollo de las piezas.

Has trabajado en Voz Pública desde tiempo atrás. Me gustaría saber más sobre su origen y las direcciones que ha tomado a lo largo de su desarrollo.

Voz Pública surge de una urgencia personal a principios de 2018, desde un cuerpo feminizado habitante de la Ciudad de México con el interés de abordar de manera más activa el problema de violencia de género desde mi contexto urbano. Tiene su origen en la necesidad de recuperar los espacios perdidos por la imposibilidad de desenvolvernos libremente dentro de una sociedad que discrimina, violenta, asesina, mutila, oprime y desaparece nuestras voces.

Una sociedad que sigue normalizando y banalizando las violencias que nos atraviesan, limitando nuestra capacidad de acción en el territorio que habitamos y por tanto nuestro derecho a la ciudad.

En una apuesta por el activismo creativo, el proyecto comenzó a situarse desde los cuerpos feminizados del territorio latinoamericano con la intención de visibilizar la problemática fuera de la estadística institucional y sus abstracciones cuantitativas, apostando por la participación de las voces de quienes lo experimentamos día con día. Es decir, desde el relato personal compartido, pero también desde la colaboración en procesos de socialización del tema.

La búsqueda por ampliar la perspectiva del problema y hacerlo visible, comenzó a hilvanarse para proponer medios a través de los cuales amplificar la protesta contra estos actos de violencia, y permitir que nuestras narrativas sean escuchadas. Nos apropiamos de las plataformas digitales como formas de participación anónima y ubicua, del textil como medio portavoz para intervenir en los oídos de lo urbano, y de las rebeliones creativas como otras formas de hacer y accionar políticamente el espacio público.

La pieza se desdobla en tres ejes, siendo su base una plataforma digital que recluta testimonios sobre violencia de género para después ser trasladados en audio a prendas textiles electrónicas. ¿Por qué decides tomar el textil o la vestimenta para amplificar la denuncia?

Como el proyecto se plantea desde el derecho a la ciudad, es decir sobre la libertad de habitar, rearticular y apropiarnos de nuestros espacios urbanos, decido optar por la prenda textil por ser un dispositivo del cotidiano que se encuentra estrechamente vinculado con la movilidad de nuestro cuerpo en el espacio público. Me interesa su potencial como lienzo de protesta portable, así como las metaforas que se pueden entretejer de los vinculos entre arte, tecnología, tejido y sociedad.

En este sentido, Voz Pública se apropia de las tecnologías textiles, por un lado, para dar una presencia física a través del sonido a aquellos relatos que previamente han sido compartidos por las participantes del proyecto. Por otro lado, como una forma de hilar estos relatos a un sentido de corporeidad. En otras palabras, encarnar los relatos y dejar que los mismos se entramen en la propia piel. De esta manera, al hacer uso de las prendas, el proyecto hace alusión al cuerpo como una forma de ocupación del espacio urbano.

¿A qué responde el patrón estético de estos dispositivos-prenda?

A través de su materialidad, estos textiles buscan situarnos en el contexto urbano de Latinoamérica. Toma como referentes, conceptuales y formales, a la tradición visual textil latinoamericana; a las prendas de anonimato de las comunidades autónomas feministas; a los modos de hacer y compartir conocimiento de las mujeres tejedoras; a la gráfica de protesta y consignas del movimiento feminista; así como al propio ecosistema de intervención visual de lo urbano, como los murales y grafittis.

Entiendo que los textiles electrónicos resultan de La Rebelión Textil, serie de laboratorios colectivos e itinerantes de producción. Platícame de la dinámica y experiencia dentro de estos espacios de trabajo.

Los laboratorios se plantean como espacios de experimentación, reflexión y convivencia para abordar el problema de violencia de género desde el hacer, pensar y accionar colectivamente. A través de un marco conceptual y diversas prácticas participativas, se plantean diálogos activos que buscan problematizar la relación cuerpo-territorio-tecnología en vínculo con las prácticas creativas que las abordan.

Entre las participantes se generan acuerdos colectivos de cómo apropiarse del prototipo inicial del textil electrónico, crean grupalmente sus propios dispositivos-prenda, aportan y retoman los relatos compartidos dentro de la plataforma de participación del proyecto (www.vozpublica.cc) y finalmente estas voces son activadas en el espacio público a través de los textiles electrónicos.

La experiencia siempre ha sido muy valiosa e interesante, pues partiendo del «Nadie sabe nada y entre todas sabemos todo», se abren posibilidades infinitas de intercambio, re-articulación y generación de conocimiento, así como diversos niveles afectivos. Como los laboratorios priorizan los procesos antes que los objetos, se plantea un espacio donde las participantes pueden conocer y utilizar las herramientas en un ambiente de empatía y confianza sin miedo a ser señaladas. Un espacio cuyo enfoque intenta abrir una noción más ampliada sobre lo que entendemos por tecnología, colocando en primer plano la convivencia, en vez de la eficiencia.

Una vez terminados los dispositivos-prenda, ¿cómo sucede su activación pública?

La activación se trata de accionar los textiles electrónicos en el espacio público. Es decir, las participantes de La Rebelión Textil salimos como cuerpos portavoces a ocupar la calles en un acto que busca visibilizar las historias de violencia compartidas en la página web. Así, se generan estrategias de proximidad con las personas, como sentarse a su lado, acorralarlos en círculo, o generar gestos coreográficos colectivos como alzar las faldas, los huipiles o rebozos para dejar ver frases compartidas.

Intentamos movernos con los ritmos de la ciudad, como pueden ser un semáforo en alto. Espacios de tiempo para irrumpir y visibilizar.

Has activado estas prendas en distintos espacios geográficos, como la Ciudad de México, Tlaxcala y Medellín, Colombia. ¿Cómo ha operado el ejercicio desde sus diferentes contextos de acción?

Para mí es importante el contexto en tanto que considero importante situar el conocimiento y la producción del mismo siempre en relación al territorio, las participantes y las dinámicas socio-culturales que viven. En ese sentido, a pesar de que el formato y contenidos de los laboratorios no varían mucho uno del otro, todas las experiencias han sido únicas, desde sus procesos hasta sus activaciones, pues cada grupo es distinto a los demás.

Cada participante tiene sus propias luchas internas, experiencias, inquietudes e intereses en torno al tema. Así que transitamos por diversas dinámicas y conversaciones que nos permiten ir develando coincidencias e ir generando acuerdos colectivos.

También ha sido interesante ver cómo se van hilando ideas con otras propuestas que suceden en la misma temporalidad que los laboratorios, así como con discusiones políticas sobre género y territorio. Por ejemplo, en una de las sesiones coincidió que acababa de suceder el performance Un violador en tu camino, de la colectiva chilena La Tesis, lo cual catalizó muchas de las conversaciones internas, y en el diseño de sus rebozos, las participantes decidieron retomar un fragmento de la frase.

En Tlaxcala sucedió que, en una dinámica para reflexionar sobre el cuerpo en el territorio, las participantes se apropiaron del lema de los «500 años del encuentro de dos culturas, México-España» que ese año (2019) celebraba problemáticamente este estado. Se reflexionó sobre el tema y se buscó dar un vuelco conceptual para entonces hablar de «500 años de colonización de los cuerpos».

Por otro lado, considero que cada sesión también se han convertido en símbolo de inspiración de la generación que continúa y con ello se ha empezado a generar una narrativa y lenguaje de acción propio de La Rebelión Textil. Esto también ha tenido resonancia a nivel personal pues, con cada encuentro, confirmo la idea de que aprendo más de ellas que ellas de mí, les debo gratitud infinita.

¿Los dispositivos-prenda están pensados para portarse únicamente por mujeres? Me es muy sugerente el proceso de producir y ensamblar indumentaria como una extensión del cuerpo violentado. Desde esta idea, ¿cómo piensas el acuerpamiento de estos textiles?

Dado que el proyecto aborda el problema de violencia ejercida sobre el cuerpo femenino o feminizado; la apropiación, el uso y la activación de los textiles no queda restringida solo a los cuerpos autodefinidos como mujer.

Sobre el acuerpamiento, podemos pensar al textil como una forma de dar presencia física concreta a una multifonía de voces y geografías diversas, todas ellas instaladas y encarnadas ahora, o por un momento, en un solo cuerpo. Aquí quién lo acciona se convierte en un cuerpo portavoz, que en consonancia y acción de sus compañeras rebeldes se conforman cuerpo colectivo. Me interesa pensar el acuerpamiento desde el sentido del encuentro, de la confluencia de cuerpos que luchan. Cuerpos que se posicionan políticamente para resistir y actuar contra las múltiples opresiones.

Finalmente, me gustaría conocer tu opinión respecto a la interacción digital actual. Si bien existe una saturación brutal de contenido, las redes sociales han sido uno de los principales portavoces de denuncia para los movimientos sociales.

Me parece interesante como pueden utilizarse estas plataformas para potenciar la organización o la visibilización de problemáticas, siempre y cuando nuestra capacidad crítica y de acción, así como nuestra creatividad en el actuar no se vean coartadas por haber entregado toda esperanza a los entornos digitales. No olvidemos que la saturación puede producir también desinformación, fenómeno que amenaza con vaciar de contenido nuestras luchas sociales.

Si sabemos balancearlas, la presencia online puede catalizar la acción offline, esa que invita a la convivencialidad.

Foto: Museo del Chopo.