Por Pamela Ballesteros | Agosto, 2016
Luis Barragán en contexto fue una exposición en 2008 en la que Daniel Garza-Usabiaga rearticuló un archivo a través de múltiples piezas provenientes de distintas colecciones, que conjuntó en el Museo de la Ciudad de México como una vista de la producción de Barragán y el desarrollo de ésta a través del tiempo.
A partir de esta aproximación y de las inquietudes surgidas con The Proposal de Jill Magid, la siguiente conversación profundiza en esta ficción al tiempo que aborda la posición del archivo en la práctica contemporánea.
Tu primer acercamiento al archivo de Barragán ocurrió con esta exposición, para la cual ubicaste bocetos, maquetas, pinturas y cualquier obra y referencia disponible en México. ¿Cómo ocurrió esta investigación?, ¿tuviste contacto con la Fundación Barragán en Suiza?
En ese año Cristina Faesler, con el apoyo de Guillermo Santamarina, me invitó a hacer una exposición sobre Luis Barragán en el Museo de la Ciudad de México que dirigía. Yo sabía que los archivos del estudio del arquitecto se encontraban en Suiza y que en la Barragan Foundation estaban preparando un catálogo razonado de la obra. Estaba consciente que el desarrollo de un catálogo comentado implica, en la mayor parte de las ocasiones, trabajar a puerta cerrada con el fin de mantener la integridad del archivo. Esto es algo común en este tipo de estudios. Por lo mismo, sabía que no se podían realizar préstamos. Por otra parte, el Museo de la Ciudad de México no contaba con el presupuesto para sortear gastos de traslado entre continentes.
Independientemente de la propuesta curatorial, lo que se intentó hacer con la exposición por principio fue articular un archivo alterno sobre Barragán. Exclientes del arquitecto, amigos, coleccionistas privados, fundaciones e instituciones conservan, por distintos motivos, materiales que pueden ser muy importantes y que inclusive permiten arrojar interesantes investigaciones. También, en esa exposición colaboraron varias personas que documentaron el estado, en ese entonces, de muchos de las construcciones de Barragán. Con esto se trató de nutrir este archivo alterno. Desde que se presentó esta exposición varios de estos edificios han sido demolidos o irreparablemente modificados.
Fue a partir de este proyecto que contacté, vía correo electrónico, a la Barragan Foundation. Les expliqué el proyecto, que no tenía fines de lucro, que era parte de una investigación y que el presupuesto de la institución era limitado. En ningún momento solicitaron retribución económica, pagos de derechos de exhibición o reproducción ni tampoco interfirieron de ninguna manera con el desarrollo del proyecto. Después de estar en el Museo de la Ciudad de México, la exposición fue tomada por la SRE y viajó, hasta donde sé, a Corea del Sur y Australia. Creo que también estuvo en Singapur, aunque nunca fui informado de esto. También, hasta donde sé, la SRE no tuvo ningún tipo de solicitación de este tipo por parte de la Barragan Foundation.
Esto demostró entonces que una exposición puede situar una narrativa coherente sin necesariamente contar con un archivo físico.
No solo una curaduría, una investigación en su propio derecho. Muchos artistas o arquitectos, a lo largo de los siglos, se han muerto sin archivo y esto en ningún momento ha condicionado el análisis, la investigación, la especulación o el interés por sus trabajos. El asunto aquí es la dedicación, inventiva y originalidad de un buen investigador o historiador. Por ejemplo, no existe un estudio puntual sobre los edificios de departamentos y casas modernas que Barragán construyó en la Ciudad de México antes de 1948, considerando que este período es de vital importancia para entender el desarrollo de su producción después de ese año. Aquí están los edificios, muchos en condiciones deplorables pero, por lo mismo, casi en su estado original. Muchos de los propietarios, además, conservan los planos originales de los edificios y otras copias sobre estos proyectos se encuentran resguardadas en el Archivo Max Cetto que está en la UAM-Azcapotzalco (Max Cetto trabajó y colaboró con Barragán en varias de estas obras). Las fotografías existentes de época están en internet. En otras palabras, aquí está prácticamente todo lo necesario para hacer una investigación relevante sobre el trabajo del arquitecto. Este es sólo un ejemplo, pero obviamente hay más.
Las posturas con The Proposal han sido reaccionarias en distintos sentidos. Uno tiene que ver con la permanencia del archivo Barragán con un particular, Federica Zanco, en el extranjero ¿A qué responde la demanda por su repatriación? Demanda que incluso ha trastocado la labor de la fundación al punto de entender esta adquisición como un embargo, cuando en realidad estamos hablando de propiedad privada.
Me parece que cualquier reclamo de repatriación patrimonial de este tipo (un archivo del siglo XX adquirido legalmente) es sumamente anacrónico, me hace sentir que estoy viviendo en los años setenta del siglo pasado. La especie de nacionalismo que la envuelve también es anacrónico y, para mí, resulta problemático buscar reanimar este tipo de ánimos especialmente si se considera un contexto global caracterizado por patriotismos exacerbados e irracionales. Y definitivamente, este asunto no puede ser etiquetado como “colonialismo” (como sucedió con el despojo de la cultura material precolombina durante la colonia) porque partió de una transacción comercial. El archivo Barragán fue adquirido legalmente por sus actuales propietarios en Nueva York, no fue usurpado. Estamos en el siglo XXI. La consigna generalizada debe de ser la digitalización de los archivos en estos momentos. Eso sí sería accesibilidad y no que “nos” regresen unos documentos.
Entiendo el proyecto de Jill Magid como una ficción, la construcción de un “triángulo amoroso”, como ella lo describe. Esa es su propuesta artística. El problema se suscita cuando esa ficción empieza a cobrar el carácter de realidad y tomarse como un hecho. Pensar que con un anillo se puede lograr la repatriación de un archivo, y esperar que esto suceda es, francamente, ingenuo. La Barragan Foundation ha dejado claro que esto no va a suceder. Del mismo modo, pensar que en este país muchas personas no se iban a ofender por desenterrar y volver diamante los restos de un muerto también es de una ingenuidad que resulta difícil de creer.
Menciono la presencia de esta ficción —y la manera en la que al parecer ha invadido el terreno de la realidad— porque creo que ha dado pie a mucha desinformación y ha fomentado percepciones que no son del todo ciertas. Una, por ejemplo, es la idea generalizada sobre los derechos de reproducción de la obra de Barragán. Para aclarar una serie de malentendidos alrededor de esta cuestión se tiene, primeramente, que señalar que Barragán estipuló en su testamento que los derechos sobre su obra eran inalienables al archivo. Es decir, a diferencia de muchos otros artistas o arquitectos locales, Barragán no dejó a un miembro de su familia como albacea de los derechos sobre su obra. Esto resulta, hoy en día, algo muy revelador ya que deja en claro cómo el arquitecto no pensó en su familia como los indicados para supervisar y decidir sobre su legado. Quien adquiriera el archivo sería, por ende, el propietario de los derechos sobre la obra. Invariablemente.
Como comentaba, la Barragan Foundation no interfirió ni solicitó nada con el proyecto del Museo de la Ciudad de México. Posteriormente los contacté cuando trabajé en el MAM, el museo publicó una versión facsimilar del libro de Cetto Arquitectura moderna en México/Modern Architecture in México (1961), mismo que cuenta con algunas fotografías históricas de la obra de Barragán. De nueva cuenta apoyaron el proyecto sin solicitar pago alguno. También estoy enterado de que sucedió lo mismo con la exposición Desafío a la estabilidad. Procesos artísticos en México 1952-1967 que se presentó en el MUAC. En ninguno de estos casos, hasta donde sé, se pagaron derechos de reproducción ni para el material que se utilizó en exhibición ni para las imágenes de catálogos, material promocional o lo que sea. Existen muchísimos artistas contemporáneos, nacionales e internacionales, que han realizado obras dentro y a partir de las construcciones de Barragán, las imágenes de muchos de estos proyectos han circulado, han sido impresas numerosas veces y se han comercializado, hasta donde sé, tampoco les están cobrando.
Entonces, ¿por qué pretender “rescatar” algo que no tiene porque serlo? Regresarlo a México ¿para qué?, ¿a quiénes?, si de alguna manera este proyecto evidenció el descontrol gubernamental sobre el patrimonio cultural.
A mí me cuesta trabajo entenderlo. Este es otro malentendido que se ha generado por la ficción. Bajo la ficción, estamos esperando a que llegue el archivo de Barragán y no se ha limpiado ni siquiera un cajón para empezar a meter los papeles. ¿Existen las condiciones para recibirlo y el dinero para mantener su salvaguarda? La verdad es que México tiene muchas limitaciones, principalmente económicas, para adquirir y conservar archivos. Obviamente hay instituciones que adquieren archivos notables como el INBA, la UNAM, el ITESM, la Fundación Televisa, entre muchos otros. No obstante, estos actores tienen sus limitantes. Conservar un archivo es muy costoso y adquirir uno y no conservarlo en las condiciones más optimas posibles lo pone en riesgo. Hay muchos archivos que se han perdido por no tener las condiciones óptimas de temperatura, humedad o una adecuada y regular conservación. También por no tener un acceso restringido.
Mucho se ha dicho sobre cómo los investigadores locales no tienen acceso al archivo y cómo es para ellos, y para esa abstracción que se llama el “pueblo de México”obviamente, que se busca repatriar este archivo. ¿Quiénes son esos investigadores? La ficción que se ha instaurado como realidad presenta un escenario en el que pareciera que hay una cola de investigadores afuera de los archivos. Seamos sinceros, tenemos muchos archivos y la mayoría nunca son estudiados. En este país, por lo menos en lo que compete a la historia del arte, hay muy poca investigación hecha a partir de archivos. Esto es apreciable en el considerable número de investigaciones sobre arte realizadas en este país que parten de revisiones teóricas —principalmente a partir del legado de la filosofía continental o recientemente otras tendencias de moda en la academia como los estudios poscoloniales— vs los análisis que parten de trabajo de archivo. Los primeros abundan, los segundos son escasos.
Sería interesante también pensar en un escenario inverso. Imaginemos que ahora, de repente y de la nada, un individuo se presenta en el nombre de Alemania, Guatemala, Estados Unidos o España exigiendo la repatriación de un archivo de algún artista o arquitecto nacido en estos países y que por x o y se encuentra en México. No me puedo imaginar la indignación con la que se viviría esto. La empresa a la que se ha abocado Magid se sustenta con otra ficción sobre el interés de los mexicanos por tener de vuelta el archivo. ¿Existe en verdad un interés generalizado en el archivo? ¿Cuándo se discutió tomar tal medida? ¿Quién lo avaló? ¿Se hizo una consulta? En este sentido sería conveniente preguntarle a Magid quiénes son los mexicanos a los que representa. Si no existen, el trabajo de Magid delata una especie de “inconsciente estadounidense” que se expresa, en este caso, en la necesidad de salvar, redimir, rescatar y decir qué se debe hacer o no, muy particular entre la gente de Estados Unidos. Se agradece la preocupación por nuestro patrimonio cultural pero ¿en verdad se le pidió o necesitamos que resuelva este problema? Esto no es un comentario xenófobo ni mucho menos, creo que es un rasgo cultural. Los mexicanos también tenemos un inconsciente muy particular, en este caso se observa en la manera poco crítica con la que se ha abrazado la ficción que sustenta este proyecto y que perfectamente podría ser la trama de una telenovela local.
Los temas del misticismo y la religión son comunes al hablar de Barragán ¿Cómo se sitúa el proyecto de Magid con respecto a estas cuestiones?
Nadie puede negar que actualmente existe una economía alrededor de Barragán que se ha desarrollado a partir de que empezó a recibir mayor atención crítica desde hace unos diez años, más o menos. Esta economía capitaliza en múltiples cuestiones y factores, por ejemplo, en la especulación sobre su homosexualidad. También en el denominado “misticismo” de Barragán; el arquitecto siempre es presentado como un hombre religioso, de fe católica, exaltando su arquitectura religiosa, etc. El trabajo de Magid obviamente desconoce cualquier cuestión relacionada con misticismo y, de hecho, se sitúa en una relación problemática con la fe católica que, según se repite incesantemente cada vez que se habla de Barragán, era una especie de rasgo distintivo del personaje al cual está investigando.
De acuerdo al catolicismo, la integridad del cuerpo es determinante en lo que se conoce como “santa sepultura”, “descanso eterno”, o lo que sea. La Iglesia Católica empezó a permitir la cremación de los cuerpos no hace mucho (segunda mitad del siglo XX); no obstante, no permite que las cenizas se esparzan. Esto es coherente con la idea de integridad del cuerpo. Dentro del imaginario de esta fe, la separación de las cenizas es equivalente a desenterrar un ataúd, cortarle una parte al cuerpo del cadáver y llevárselo. El proyecto de Magid desde esta perspectiva revela, por lo menos y en el mejor de los casos, un grave desconocimiento del personaje en cuestión y, también, desdeño por su memoria.
Esto a mí me parece una contradicción si se considera que el proyecto está tratando de, supuestamente, redimir o rescatar su legado. Lo que veo es un pensamiento muy instrumental que se encuentra en operación donde el fin justifica los medios y es aquí donde noto la apuesta por la polémica como principio del proyecto. En un país con una cultura con una fuerte tradición católica esto iba a causar, por lo menos, un levantón de ceja y más probablemente revuelo, de manera inevitable y por principio. Pensar que esto no iba a suceder, de nueva cuenta, delata un nivel de ingenuidad increíble o, de plano, un desconocimiento muy pronunciado. Juan Villoro fue el primero en mencionar este tipo de contradicciones en la ficción de Magid, así como su evidente desconocimiento tanto de la figura del arquitecto como del contexto social de este país. Subrayó la banalidad e indiferencia que representa la exhumación en el proyecto alrededor de las cenizas de Barragán en comparación con la brutal realidad con la que muchos viven día a día en este país.
Inevitablemente resulta un montaje atractivo para los detractores del arte contemporáneo. La pieza pretendió ser una herramienta de negociación al tiempo de intentar cuestionar los intereses mercantiles de las instituciones artísticas pero, finalmente, se convirtió en un objeto fetichizado. ¿Hasta qué punto desde la posición como artista, acompañada del discurso, respalda alteraciones de este tipo?
El objeto central del proyecto The proposal, un anillo con un diamante hecho de materia orgánica, no es un recurso nuevo dentro de la escena local del arte contemporáneo. En 2012, Fritzia Irizar realizó la pieza Sin título (Naturaleza de imitación), conformada por un diamante artificial hecho con pelo donado por una comunidad Tarahumara, uno de los grupos más marginados en el país. Acompañado de un estudio de nutrición hecho a partir del cabello, la pieza contraponía los extremos de la distribución de la riqueza y conectaba, de manera indisoluble, la existencia de la pobreza extrema en relación a la riqueza. Esto me parece interesante, por el contrario, el diamante de Magid me resulta más bien problemático. Y la ficción alrededor de esto aún más.
Me gustaría imaginar que si Marx viviera escogería el momento de la entrega del anillo de compromiso como un ejemplo idóneo, casi como una ilustración de libro de texto, para discutir algunas de sus ideas sobre alienación y falsa consciencia. La ficción, en el caso de Magid, además se regodea en el concepto de la prenda. A mí me ha extrañado mucho que en la mayoría de las notas que se han escrito sobre este proyecto la ficción se repita ad verbatim. Básicamente: mujer se casa con hombre “millonario” a cambio de un archivo y que, mediante un anillo, lo regresará a su país de origen. Yo no soy muy adepto a discutir cuestiones relativas a géneros pero, en mi opinión, esta es una imagen muy extraña de la mujer. Y esta perspectiva es reforzada por algunos colaboradores del proyecto de Magid, como Cuahtémoc Medina, quien describe la relación de Zanco con el archivo como “cuasi-erótica” cuando muy probablemente nunca haya cruzado una palabra con la académica con el fin de conocer su trabajo en relación al archivo.
En ningún medio se la ha dado más que un par de líneas para hablar de la carrera académica de Federica Zanco, Doctora en historia del arte por la Universidad de Venecia así como colaboradora de Domus, entre otras cosas. Tampoco se menciona el trabajo que ha realizado en estos años a partir del archivo de la Barragan Foundation, principalmente la exposición Luis Barragán. La revolución callada, que se presentó en 6 ciudades del mundo, incluyendo México. Todos estos factores que pueden explicar un genuino interés en la obra de Barragán y presentan las credenciales académicas para un adecuado manejo de archivos. No obstante, lo que se presenta y se promueve es la imagen muy particular de la mujer, dominada por caprichos materiales. En este sentido, veo el diamante de Magid como lo opuesto a la propuesta de Irizar. Mientras que el de ella intenta romper ciertas percepciones alrededor del entendimiento cultural del diamante (como prenda), el de Magid parece reforzarlas a través de su narrativa: enfatiza la alienación, subraya cuestiones de valor de cambio y equipara relaciones humanas con transacciones materiales.
Obviamente un proyecto de esta índole, que parece apostar en principio por la polémica, es un regalo para ciertos actores que condenan y menosprecian distintas formas de arte contemporáneo en este país. Con esto no sólo me refiero a los críticos habituales que todos conocemos, sino al impacto que puede tener toda la polémica ahora que parece que esto se ha vuelto una discusión de orden patrimonial.
Regreso al tema del archivo, que me parece lo más rescatable de esta ficción. El destino que siguió el de Barragán ha sido el de muchos otros ¿Qué supone que el legado de un artista sea propiedad de un particular?, ¿qué implica que permanezca en el extranjero? Con esto, también me gustaría saber tu punto de vista respecto a la condición de la actividad archivista en la práctica contemporánea en México.
Los archivos de varios artistas o arquitectos mexicanos se encuentran fuera de México. La totalidad o parte de los archivos de Lola Álvarez Bravo, Max Cetto, Félix Candela, Ricardo de Robina (que era un genio, dicha sea de paso), Miguel Covarrubias, Jean Charlot, por mencionar algunos, no están aquí. ¿Qué vamos a hacer con esto? ¿Pedir la repatriación de todos lo archivos? Esto sería lo lógico. ¿Por qué sería Barragán más importante que Covarrubias o cualquier otro? ¿Por el Pritzker? ¿En serio? Aquí resulta interesante pensar, de nueva cuenta, por qué esta polémica se está dando alrededor de Barragán y no con otro de estos personajes. Existe un mercado alrededor de Barragán, toda una economía, que se ha formado en la última década y que garantiza una visibilidad y atención que no tienen otros artistas o arquitectos mexicanos fallecidos, con la obvia excepción de Frida Kahlo.
Cuando una institución o un particular adquiere un archivo, el material entra al dominio de la propiedad privada. En un escenario ideal, lo que sucede posteriormente, especialmente si la adquisición fue hecha por una fundación o instituciones públicas o privadas (como universidades o centros de estudio), es empezar un proceso archivístico y de catalogación. Estos procedimientos pueden durar mucho tiempo de acuerdo a los recursos de cada institución. Durante este tiempo, en la mayor parte de los casos, los archivos permanecen cerrados o tienen un acceso sumamente restringido. Me ha tocado enfrentarme a este tipo de situaciones en más de una ocasión, dentro y fuera de México, y sí puede resultar muy frustrante. No obstante, conozco y entiendo estos procedimientos debido a mi trabajo como historiador y no puedo esperar que una institución trabaje al ritmo de mis expectativas o necesidades, sería ridículo.
También sé que durante estos procesos de catalogación se pueden generar nuevas perspectivas y conocimientos, principalmente si son ejecutados por un historiador. Archivística no es sólo acomodar papeles coherentemente, es una actividad académica que involucra distintos aparatos conceptuales que permiten sentar las bases para el correcto estudio de un archivo. Y todo este tiempo de trabajo, conceptualización, interpretación y estudio es muy importante; sobre todo si el interés es avanzar y desarrollar nuevos conocimientos. La crítica a la Barragan Foundation en este sentido demuestra el poco conocimiento que existe sobre archivos y archivística en este país, de sus procedimientos y del tiempo que puede llevar catalogar, organizar e interpretar un archivo. Siento que también demuestra un tipo de menosprecio a este trabajo académico e intelectual y es hostil hacia un centro de estudio activo.
Según las notas y los comentarios que he leído y escuchado a partir del proyecto de Magid, pareciera que un numeroso grupo de mexicanos trabaja cotidianamente en archivos y que, por lo menos, han organizado uno en su vida. Para muchos puede parecer un trabajo muy sencillo, casi de fin de semana, pero no es así.
En México el trabajo de investigación tampoco es sencillo. De hecho, cualquier historiador lo sabe: una investigación de orden documental implica sortear un sinnúmero de obstáculos. Hay muchos archivos cerrados, de difícil acceso porque aún permanecen como patrimonio de los herederos, o porque se requiere de trámites y burocracia para visitarlos. En este sentido, que un archivo se encuentre dentro o fuera de México no garantiza su accesibilidad. Ahora que se sabe que el archivo de Barragán no regresará a México sería genial que toda la gente que se ha mostrado indignada y preocupada por el estado de este tipo de colecciones —donde quiera que se encuentren— se abocara a salvaguardar la integridad de los archivos que se encuentran en este país y que necesitan muchos voluntarios, recursos y tiempo para ser correctamente organizados, restaurados y digitalizados.
También sería importante mencionar que los archivos no son lugares para todo público. Sabemos que no son sitios populares, el archivo es un dominio de especialistas. Por ello, la mayoría son de acceso restringido, con políticas muy claras: ser estudiante de posgrado, académico o investigador, pertenecer a un centro de estudios, tramitar una credencial, enviar cartas institucionales, calendarizar citas, etc. La mayoría de las ocasiones, los investigadores se aproximan a un archivo buscando respuestas concretas, búsquedas específicas. Para esto sirve una correcta catalogación y esto, como mencioné, lleva tiempo y consume muchos recursos.
Continuar entrevista Parte II.
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