Por Pamela Ballesteros / @apoteosis_ | Diciembre, 2014
El trabajo de Balam Bartolmé (Chiapas, 1975) se define como un ejercicio de apropiación, con una carga simbólica que representa contextos culturales y conductas sociales específicas. Símbolos que representan, a través de fotografías, dibujos y videos, una identidad nacional, y que parten del cuestionamiento individual.
A propósito de su actual exposición individual Revés, en el Museo de Arte Carrillo Gil, platicamos con el artista chiapaneco.
¿Revés incluye piezas que realizaste en tu reciente residencia en Bemis Center for Contermporary Arts, en Nebraska?
El trabajo que presento en Revés es una revisión de un método más que de un período de trabajo, e integra piezas de diferentes épocas. De mi producción durante Nebraska incluí Liberty, pieza que consiste en una semilla de aguacate con una moneda de cuarto de dólar insertada. En ella coexisten dos elementos de origen natural, pero que simbolizan distintas cosas. Por un lado la moneda de origen mineral, concepto cultural que es representación abstracta de poder y riqueza, y por el otro la semilla de origen vegetal, asociada a la salud, la fertilidad y lo exhuberante.
Mucho de mi trabajo gira alrededor de la confrontación existente entre naturaleza y cultura, dos cosas al parecer opuestas pero que están siempre presentes en nuestra cotidianidad.
Tus piezas retoman elementos y objetos comunes, que nos son familiares. ¿Por qué ocuparte en reconstruir en lugar de producir?
Siempre tomo un principio taoísta que dice «Lo que importa en el mundo no son las cosas, si no la relación que establecemos con ellas». Trato de convivir de esta manera con el mundo, esas cosas que parecen de repente muy pequeñas y muy íntimas tienen carga simbólica muy importante, que muchas veces no notamos, no nos detenemos a ver qué significan.
De una cosa pequeñita se pueden hacer asociaciones expansivas que llegan a lo más grande, y mi trabajo funciona así, de una manera atómica.
Platícanos un poco sobre tu proceso creativo ¿qué lo detona?
Para mí es muy significativo enfrentarme a realidades que no son las mías. Cuando estamos acostumbrados a pisar el mismo suelo, muchas veces perdemos perspectiva de las cosas que suceden alrededor, por eso salir es una parte importante de mi proceso.
Y generalmente eso se asocia mucho con el dibujo, en tanto que el dibujo es la primera expresión gráfica que tenemos de comunicación, es un nivel básico de abstracción que también puede potenciarse a más. Entonces a partir del dibujo -y la fotografía- voy tratando de buscar cosas con las que me sienta cercano -o lejano-.
Otra característica de tu trabajo es la adopción de símbolos ¿de dónde los tomas?
Cuando te expones a un lugar que no conoces, o cuando dentro de tu misma realidad hay circunstancias que te son desconocidas, te obligas a fijarte más en la representación de las cosas. La adopción de símbolos parte de esos ejercicios sencillos, pienso que una obra se puede generar desde la cosa más cotidiana y más simple, uno está en contacto con los símbolos todo el tiempo.
¿Se trata de un ejercicio sociológico?
Tiene algún interés, pero no diría que es un ejercicio sociológico, procuro partir de conceptos y experiencias estéticas pero no busco plantear una verdad. En todo caso diría que el arte en sí mismo es una práctica social, porque es un ejercicio de comunicación.
¿Planteas alguna crítica?
Siempre planteo una crítica a los objetos mismos o a cómo convivimos con ellos. No es una crítica flamígera que busca señalar, al contrario, trabajo mucho desde la ironía y el humor, porque siento que es la mejor forma de darle la vuelta. El humor es una forma de síntesis del conocimiento, una forma muy clara de entender esta idea es a partir de los refranes populares.
¿Cuál es la principal ventaja del arte contemporáneo?
Podría ser quizá la accesibilidad a los medios. Como todo arte de su tiempo, está en un momento importante de generar un lenguaje nuevo, de generar una memoria histórica, a partir de las nuevas plataformas de comunicación.
La exposición temporal Revés es un proyecto con curaduría de Christian Barragán y cuyo desarrollo estuvo bajo el cuidado de Guillermo Santamarina, curador en Jefe del MACG. En exhibición hasta el 4 de enero de 2015.
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