Por Pamela Ballesteros / @apoteosis_ | Mayo, 2015
La producción de Antonio Vega Macotela (México, 1980) tiene un carácter multidisciplinario que deriva de investigaciones y proyectos de sitio específico. De manera crítica, su trabajo explora conceptos como la colectividad y el intercambio, así como las variables económicas que determinan la condición humana en distintos niveles.
Después de cuatro años de residir en el extranjero, Vega Macotela presenta actualmente Filipídicas, estudios sobre el agotamiento en LABOR, muestra individual compuesta por cinco piezas que materializan una serie de estudios en torno al tiempo y energía. Visitamos el estudio del artista mexicano para platicar con él.
01—En tu trabajo utilizas el arte como una herramienta de incidencia social. Con esta idea tengo dos preguntas. ¿En qué medida la acción artística se puede involucrar con prácticas de ciudadanía sin convertirse propiamente en activismo?, ¿y si realmente al sistema del arte le corresponde una función social?
En términos personales el arte es significativo, es simbólico. Las acciones que afectan a la sociedad también son simbólicas y la labor del artista radica en trabajar con esos símbolos y con esos significados. Se trata de ampliar voluntades y generar posibilidades de ver y de pensar, es como la poesía.
Hay algo que pasa con las prácticas artísticas sociales, tienen de dos, algunas son explotadoras y otras son paternalistas, y aquí uno debe de tener muy clara la posición de partida, yo prefiero pensar que partimos de un sistema de significación. En cierta medida el arte se contrapone al activismo en países como el nuestro, en donde los activistas en muchos casos tienen que ser invisibles porque como sabes la represión y la culerada están a la orden del día, y el artista “activista” a veces busca lo contrario, busca ser visible con un trabajo de autopromoción.
Entonces hay que ser muy cuidadosos, porque no necesariamente al trabajar con gente se tienen que generar estos apelativos. Estoy de acuerdo con que muchas de las prácticas artísticas generan cambios sociales, pero no es que deban ayudar en un sentido tan literal, se trata de meterse en el juego simbólico y en el real. Muchas de estas prácticas pueden volverse espectaculares y en esa espectacularidad se pierde la esencia de la obra. El arte debe de partir de un problema, tener un carácter de pensamiento y una elaboración fina. Para mí el arte es magia y la magia es ese punto en donde el mundo simbólico y el real convergen.
Respecto a la segunda pregunta, creo esa función es más bien una responsabilidad ética. El arte no es autista, y debe de tener una conexión y una coherencia que correspondan a la posición —política o social— de la que se está partiendo. Todo lo que hagas en una pieza de arte es significativo.
02—A través de tus proyectos te has acercado a comunidades específicas, lo que te obliga a mimetizarte en cada contexto seleccionado y generar un sentido de pertenencia, ¿cómo han trascendido estos momentos para ti y cómo ha sido la experiencia?
En lugar de mimetizarme diría que genero empatía, lo que pasa en mí con un proyecto que funciona en términos sociales —en una comunidad pequeña— es que se crea un sistema de empatía con el otro, de integración.
Por ejemplo retomando Time Divisa que fue un proyecto de cinco años, el problema fue justamente que la integración fue demasiada y empecé a olvidar que yo provenía de otro contexto, dejas de ser tú.
Creo que gran parte de la incidencia social y sus procesos, tienen que ver con un cambio personal e interpersonal, es como una especie de escultura social del otro. Mientras yo interactúo contigo te transformo y tú me transformas mientras interactúas conmigo, es como una mayéutica socrática.
03—¿Qué sucede con la otra parte —la comunidad—, qué huella permanece? ¿cómo ocurre para los participantes tener una proximidad diferente con el arte?
Para mí el arte tiene varios públicos, el público del museo o de la galería no es necesariamente el único código o la única manera con la que deba de funcionar la pieza de arte. Cuando se genera una ampliación de significados, de voluntades, de espacios y de percepciones, incluso sin nombrarlo, sin necesariamente decir que es arte, es cuando funciona y se dan las transformaciones. Y para que esto se logre tiene que suceder mutuamente, en feedback. Pensar que la transformación sólo ocurrirá en la comunidad es una postura egocéntrica y colonial, y tampoco es al revés porque si sólo a ti te modifica, entonces se convierte en un ejercicio terapéutico.
04—¿Qué resulta lo más complicado de trabajar colectivamente?
Lo primero es crear la estructura de colectividad, en el arte contemporáneo la colectividad se da jerárquica en donde el artista es el artífice de las cosas, y los otros pocos menos que colaboradores son material. Lo más difícil entonces es definir la estructura, si será jerárquica o igualitaria, en mi caso no trabajo con artistas, trabajo en colectividad.
Pienso que en las piezas absolutamente todo significa, y en este sentido, para mí también es complicado definir la colectividad, y de qué manera funcionará en término significativos, éticos y prácticos en el trabajo que tengo planeado. Pienso además en el discurso, que debe de ser coherente con la posición que planteo.
05—Hablando de la pieza de arte ¿consideras que actualmente se le asigna mayor valor al discurso que a la obra?
El discurso existe en todas la piezas, qué tan coherente se es con ese discurso, es diferente. Creo que el problema en el arte contemporáneo es que justo no tiene discurso, porque para que exista el discurso se tiene que crear una posición y todo un sistema de pensamiento. Muchas de las piezas son ocurrencias y la justificación aparece cuando la pieza no da para más por sí misma, adolece de significado.
06—Filipídicas reúne investigaciones que has realizado en torno al esfuerzo y al trabajo en distintos contextos. Pienso en un estudio reciente cuyas estadísticas presentan a México como el segundo país que sobrepasa las 50 horas laborales a la semana, aquí se trabaja de más y la remuneración no es equitativa.
La idea para esta serie de estudios partió de cuestionarme sobre la generación de riqueza, para que existan riqueza y producción de capital alrededor del mundo se necesita la contraparte: el agotamiento. El desgaste —físico y mental— y su transformación en energía es lo que crea el trabajo, es la base para el funcionamiento de la sociedad. Y para desarrollar las piezas me valí de la obra de Shakespeare El Mercader de Venecia en donde encontré aproximaciones que tienen que ver con esta equivalencia.
En cuestión con México, yo englobaría a Latinoamérica, pasa que México siempre se cree separado de los países sudamericanos pero estamos hermanados por cuestiones sociales, históricas y culturales, somos como África o como sur Asia, hijos del desgaste. En México es donde se trabaja una gran cantidad de tiempo para ganar menos, incluso hay países latinoamericanos con menor ingreso per cápita donde se paga mejor que aquí.
El mayor problema es que es una cultura que se asume, somos hijos de la crisis, la generación que creció en el neoliberalismo, estamos acostumbrados a un sistema paulatino de explotación y de renuncia a nuestros derechos. Entonces mi trabajo sí tiene que ver con esa condición, todas las piezas están hechas en relación a Latinoamérica y México.
07—Finalmente me gustaría conocer tu opinión respecto al trabajo que está desarrollando la escena joven en la ciudad.
Creo que muchos de los grupos no se están formando actualmente con una independencia conceptual e ideológica del resto, se están formando como sistemas de integración, que está bien, pero me parece que tiene que ver mucho con estrategias de aparición en el sistema.
Foto: Cortesía del artista.
Suscríbete a nuestro
NEWSLETTER