La obsesión por encontrar a alguien perfecto y que nos ame a veces provoca que confundamos la realidad y nos neguemos a una relación verdadera. Esta es la idea que Gilberto González expone en su coreografía En blanco, una propuesta donde se incluye una máquina para volar sobre el escenario. Según su creador, la obra está estructurada con varios cuadros o pinturas en movimiento en las que juega con el color y las texturas.
La coreografía, como la mayor parte del trabajo de González, está estructurada a partir de imágenes diseñadas desde el punto de vista plástico. En esta ocasión, se puede observar sobre el escenario una especie de jardín y una cerca blanca. El césped está hecho con pliegos de papel que al amontonarse le dan un volumen y una textura especial. También la apariencia de la obra se completa con los colores del vestuario (blanco, negro y rojo) y la iluminación.
El lenguaje de movimiento de En blanco sugiere un ritmo lento y con desplazamientos cortos. Los personajes remiten a una melancolía extrema por la forma en la que se mueven, principalmente hay acciones con los brazos, en conjunto con la relación que hay entre ellos. El principal es una mujer que porta un vestido largo de color blanco, ella es quien busca el amor desesperadamente; también aparecen otras dos mujeres con vestido rojo y un grupo de hombres con traje negro.
González utilizó un despliegue técnico para reforzar la idea de su propuesta. Por ejemplo, en una parte de la obra cuando la mujer de blanco simula tocar una pieza melancólica en un piano pequeñito empieza a nevar, aumentando la imagen de soledad e incertidumbre amorosa. Después, ayudado con una máquina elaborada por diseñadores e ingenieros mexicanos, uno de los personajes masculinos es puesto a volar sobre el escenario como metáfora de la confusión que sucede al estar enamorado sin poder tocar el suelo y la realidad.
El equipo de intérpretes funciona también como un equipo de técnicos que manipulan en escena varios trozos de papel, un material tan endeble pero con una gran carga dramática al ponerlo en movimiento. Gilberto González, quien fuera director de la compañía Onírico Danza Teatro del Gesto y talento principal del Cirque du Soleil, reflexiona sobre el amor platónico y su capacidad para llevarnos por la vida suspendidos en el aire.
– Silverio Orduña
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