Arte

El hijo de Babilonia


Por Abel Cervantes

La caída del régimen de Saddam Hussein ha sido motivo de reflexión en distintas películas. Algunos ejemplos brillantes, que abordan el tema desde la perspectiva del pueblo kurdo, son Las tortugas pueden volar y Media Luna, ambas de Bahman Ghobadi. (Recientemente la Cineteca Nacional presentó otra pieza interesante de este director. Los gatos persas relata la historia de un grupo musical de Irán, integrado por Negar (Negar Shaghaghi) y Ashkan (Ashkan Koshanejad), que intentan sin fortuna tocar sus piezas en distintos sitios de su territorio. La delicada y al mismo tiempo trágica pieza audiovisual denuncia una realidad política terrible sin dejar de lados objetivos poéticos. Por lo demás, vale la pena detenerse en las canciones del grupo, que de hecho existe en la vida real.

El hijo de Babilonia de Mohamed Al-Daradji se inscribe en este contexto. Un niño y su abuela inician un viaje a Irak para encontrar a un ser querido, papá del primero e hijo de la segunda, que fue encarcelado en Bagdad. El desierto es uno de los muchos obstáculos que tienen que librar. No obstante, la esperanza deviene desilusión y lo que comienza como un trayecto optimista se convierte en un pesaroso recorrido: abuela y nieto intentan encontrar los restos de su familiar luego de saber que probablemente éste murió años antes.

El filme refleja las complejidades por las que atraviesa el pueblo kurdo. Pero entre líneas proyecta ideas deslumbrantes sobre la soledad, el amor o las consecuencias de la guerra. El ritmo moroso de la cinta coincide con los sentimientos de los protagonistas. El desierto es una metáfora de la angustia y la desolación. La película contiene excelentes pasajes visuales, como la secuencia final, donde el ocaso se apodera de la vida del niño. El hijo de Babilonia ahora se encuentra disponible en Blu-ray y DVD, pero se presentó hace algunos años en México, con poca atención de los medios de comunicación, dentro del Festival de Cine de Morelia.