Arte

El futuro de la exhibición (en México)


Por Fernando Mino Apenas 6% de los municipios del país cuentan con salas de cine. Cierto, ahí vive la mitad de la población, pero más de 40% de los mexicanos no tiene acceso al cine. Un mercado marginado de un negocio de gran potencial, como demuestran los 248 millones de boletos pagados para ver una película en 2013. Uno de los argumentos de Peter Greenaway para fundamentar su mediática y ya clásica idea de la “muerte del cine” es la explosión de ventanas de exhibición; nadie va a pagar por ver en una sala pública algo que puede ver en la comodidad de su sillón favorito. La penetración de internet y la accesibilidad para descargar contenidos (legales e ilegales) favorece el acercamiento casero a una oferta fílmica más variada. Sin embargo, en el caso de México esta novedad está igualmente limitada a un sector creciente pero todavía minoritario de la población. Entonces, ¿dónde está el futuro del cine en México? El Anuario Estadístico del Cine Mexicano 2013, recién publicado por IMCINE, describe un interesante incremento de las salas independientes que ya suman alrededor de 300 alrededor del país —favorecidas por la digitalización de la exhibición—. El nivel de desarrollo de este sector es oscilante: del improvisado cineclub habilitado en una casa de la cultura provinciana o en una escuela pública, a proyectos alternativos con estrategias y mercados bien definidos, como Cine Tonalá o Autocinema Coyote, en el DF; La68, en Mérida, o OaxacaCine, en Oaxaca. Además, también comienzan a ser más visibles los proyectos de cine itinerante, con proyecciones casi siempre gratuitas en lugares públicos de distintas partes del país, también con diferentes grados de desarrollo (Festival Ambulante y Cine Sillita pueden ser ejemplos contrastantes y complementarios). La transición tecnológica también está en proceso de crear una mayor demanda de contenidos para la televisión abierta, en vías de digitalización y multiplicación de su oferta (además de la constante pauperización de la producción de los consorcios televisivos tradicionales, en proceso de desmantelamiento y mudanza a la televisión restringida). El cine mexicano puede ganar esas pantallas caseras y adaptarse a las necesidades de esta plataforma de exhibición. El cine mexicano tiene dos opciones para el futuro: seguir enfrascado en la batalla perdida por las pantallas comerciales o televisivas saturadas por el mainstream, o fortalecer los circuitos alternativos, que satisfacen tanto a un cada vez más amplio mercado harto del rutinario cartabón hollywoodense como a otro sin acceso al cine pero con ganas de contar con nuevos pretextos para socializar en la plaza pública.