Con más de 130 años de existencia, el danzón es el baile popular de mayor arraigo para los mexicanos.
Por Silverio Orduña
Feli no aguantó los zapatos de tacón dorado. Decidió quitárselos. Se sentó en la banqueta y vio que el dedo gordo del pie derecho le sangraba. “¡Ay, Jesús mío!”, exclamó. Volvió a ajustar la zapatilla, sacó un labial y remarcó su boca colorada. “A darle, no hay de otra”, murmuró mientras volvía a bailar al ritmo del danzón.
Toño, engalanado con un traje azul cielo y calzado de charol recién boleado, deslizaba las manos sobre el cuerpo de Felipa, quien parecía poseída por una extraña brisa, calmada y cadenciosa, del puerto de Veracruz. Esta pareja forma parte de los diez millones de adultos mayores que viven en México y de los cientos que se reúnen cada sábado para sacarle brillo al piso en la Plaza de la Ciudadela del Distrito Federal.
Con más de 130 años de existencia, el danzón es el baile popular de mayor arraigo para los mexicanos, según la especialista Rosario Manzanos: “Y a pesar de que no existen espacios para su disfrute en la mayor parte del país, miles de personas en territorio nacional lo practican de forma cotidiana y están decididas a invadir plazas, casas de cultura y hasta los teatros para difundirlo y preservarlo”, sentencia.
Para el Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón (CNIDDAC), dirigido por Miguel Ángel Zamudio Abdala, este ritmo está estereotipado como un género “para viejitos” que está a punto de desaparecer; sin embargo, “goza de más salud que nunca”, pues adultos de edad avanzada y jóvenes lo practican debido a un auge en el interés por aprender los llamados bailes de salón.
A Toño, maestro de primaria jubilado, se le olvidan los achaques cuando «danzonea». “Es más bonito bailar que acordarse de las enfermedades y estar encerrado en casa”, comenta. Y tal vez tiene razón, pues un estudio efectuado en 2003 por la Academia de Epidemiología del Centro Universitario de Ciencias de la Universidad de Guadalajara (UdeG) revela que el danzón es una herramienta eficaz para elevar la autoestima y la salud mental de las personas que lo practican.
Elva Arias Merino, responsable del cuerpo académico responsable de la investigación, sostiene que bailar propicia la interacción con otras personas, favorece lazos afectivos y el esparcimiento; y de forma conjunta “eleva la autoestima porque fomenta la confianza en capacidades y destrezas”.
El danzón se baila en pareja, lo que puede producir la formación de lazos afectivos entre quienes lo practican. Los adultos mayores asisten a danzonear acompañados o en la pesquisa de alguien que complete ese cuadro dibujado en el piso, aunque sea “nomás cada sábado”, como dice Feli.
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