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Crónica | #00Bienal desde La Habana, por Fernando Pichardo


Julio, 2018

[…] Y finalmente le rogaron que, por favor, echase a andar, porque en tiempos difíciles ésta es, sin duda, la prueba decisiva.

En tiempos difíciles, de Heberto Padilla (1932-2000).

Llegué al departamento donde viven el artista Luis Manuel Otero Alcántara y la historiadora de arte Yanelis Núñez Leyva en la calle de Monte, tras caminar algunas cuadras desde el Capitolio Nacional de Cuba. Los creadores de la #00Bienal residen en el cuarto piso de un edificio de tabique y concreto que comparten con decenas de familias, mismo que contrasta con el resto de las casonas de fachadas clásicas y columnatas arruinadas que caracterizan a la zona.

La sala de su casa es de color rosa y se comparte con un desayunador pequeño. Con un ventilador entre nosotros para combatir el calor húmedo de junio, se dispusieron a explicarme los antecedentes que los motivaron a crear la #00Bienal, el evento de arte que con una edición se ha ganado un lugar dentro de la historia del arte cubano y latinoamericano como uno de los proyectos más subversivos que se hayan llevado a cabo en los últimos años.

Al día de hoy, diversos medios han hablado sobre cómo la idea surgió a partir de la decisión del gobierno de la isla de posponer la Bienal de La Habana tras el paso del huracán Irma. Mientras leía la cobertura de los hechos desde México, una parte de mí sentía que se trataba del capricho de un grupo de intelectuales que, incapaces de sensibilizarse ante la devastación física y emocional de su lugar de origen, habían optado por llevar a cabo un evento que desde mi punto de vista no era prioritario. Pero una vez establecido en la isla y en conversación con ellos, me di cuenta que en realidad se ponían en riesgo libertades que en México asumimos como algo natural.

La cancelación de la bienal oficial causó enojo entre la comunidad artística habanera porque sus aspiraciones quedaban nuevamente a merced de la voluntad política, en un país donde casi todos los aspectos de la vida cotidiana son controlados por un sistema que ha hibridado lo peor del capitalismo y del comunismo.

«Ante el reto de planear para una bienal que en realidad sucede cada tres años, de repente te dicen que queda pospuesta hasta 2019. ¿Dónde está el respeto a mi tiempo? ¿El respeto a mi todo? Hay obras que puedes hacer ahora que no las puedes hacer en 2019, porque hay conceptos y maneras que van mutando».

Tradicionalmente las autoridades cubanas se han servido de la postergación e institucionalización para desarticular expresiones culturales que le resultan inconvenientes, como el caso del Festival Habana Hip-Hop y la Agencia Cubana de Rap a principios de los 2000. Por ello existía una inquietud generalizada por conocer cuál sería el destino de la bienal oficial, máximo foro para el arte cubano, en un momento donde el Estado ha implementado una ola de represión contra autores que es comparable a la experimentada en la isla durante los años setenta.

Desde su anuncio por redes sociales en 2017, el evento causó ççdesconfianza tanto del gobierno como de los invitados a participar. Algunas personas le aconsejaron a Luis Manuel que abandonara el término de “bienal” por las implicaciones políticas y la magnitud con la que esa palabra es asociada. Pero en realidad, era una oportunidad para remover desde la retórica oficial a las personas que constituyen los órganos de cultura:

“Olvídate de lo grande o lo chiquito. Al final como artista tienes la libertad y la licencia de apropiarte de términos que ni siquiera significan tal cosa. Porque no tienes que seguir la estructura de una academia o institución cuando inventas algo cuya intención es hablar sobre una situación específica”.

La idea era generar una acción capaz de sacudir la apatía de la sociedad y el elitismo de los organismos que dictan la creación artística en Cuba. Con esto en mente, se tenía la intención de fomentar un diálogo donde la colaboración fuera una plataforma para desarrollar posturas divergentes, y no sólo un término para captar la atención de las audiencias globales. Por su parte, el término #00 surgió de la necesidad de generar un ambiente que replanteara desde lo simbólico aspectos relacionados con la creación y circulación del arte, tanto en Cuba como en el mundo.

La gestión de la #00Bienal fue posible gracias a las reuniones que tanto Luis Manuel como Yanelis realizaron con amigos del medio como Amaury Pacheco y José Ernesto Alonso Fernández, lo que resultó en el establecimiento de una red de participación que se extendía de boca en boca. Esta dinámica sirvió de inspiración para que el artista Alein Somonte creara el logo del evento: una aglomeración de hormigas rojas que en conjunto forman una sola. Porque de manera individual puede que se trate de seres indefensos, pero unidos son capaces de soportar cargas superiores a sus propios cuerpos.

Inicialmente se intentó llegar a un acuerdo con las instituciones involucradas para obtener una solución, al recibir negativas constantes optaron entonces por abrir la convocatoria vía Facebook. Luis Manuel me recordó que la bienal oficial nació como una defensa a los artistas cubanos, pertenecientes al Tercer Mundo y que las metrópolis no reconocían como tal. Sin embargo, esa postulación se puso en cuestionamiento en el momento en que sus organizadores decidieron darles la espalda. Si la muestra de arte que se había comprometido a respaldar la trayectoria de estos artistas les había dado la espalda, ¿entonces qué más podían hacer?

De entrada, no cometer los mismos errores que las instituciones cometieron en el pasado. La #00Bienal buscó visibilizar a artistas que desde el ámbito oficial nunca serán reconocidos, ya sea por su abierta oposición a la centralización del arte y el Estado o por el tipo de estética que manejan. Se optó por activar los hogares y talleres de artistas que se desenvuelven en barrios periféricos de la capital como Marianao y Cerro, a fin de trasladar la discusión a sitios de la capital donde el arte no tiene presencia, más allá del esnobismo que el turismo ha producido en distritos como Habana Vieja, Centro Habana y el Vedado.

Conforme la bienal alternativa se volvía un asunto de dominio público, las autoridades desplegaron estrategias de intimidación que se usaron durante los años más severos del comunismo:

“Llamaron artista por artista. Los presionaron, intimidaron, metieron miedo, amenazaron que iban a deshacerse de las prebendas*”.

Sin embargo, la bienal no tuvo una cobertura fuera de la isla hasta que Luis Manuel fue arrestado por primera vez en noviembre del año pasado y fuera liberado tres días después tras pagar una fianza.

El régimen acusó a Luis Manuel de “receptación” de materiales de la construcción. En Cuba los presos políticos no existen de manera oficial, la lógica del régimen establece que bajo el proyecto socialista y la aparente igualdad de oportunidad que se fomentan, nadie desea oponerse. De manera que para gestionar una causa, las autoridades recurren a la cotidianeidad: “Estamos en un país donde el neoliberalismo opera en torno a la clandestinidad. Donde tienes que ir al mercado negro hasta para comprar agua porque no hay ningún otro espacio para obtenerla”.

A partir de ese momento la #00Bienal se volvió viral. Generó un interés entre artistas y críticos extranjeros, lo que alentó a Luis Manuel y Yanelis a lanzar una campaña de crowdfunding un mes antes de inaugurar la muestra. En un país donde sólo es posible acceder a la red desde parques específicos —apodados parques wifi— y donde las colas para obtener tarjetas prepagadas de una hora pueden durar varias horas, crear una recaudación de fondos por este medio es un proceso muy frustrante. Si se toma en cuenta que el Internet se estableció en la isla hasta hace tres años, para mucha gente sigue siendo algo nuevo, que rebasa su capacidad de operación:

“Teníamos varios retos. Primero no contamos con tarjeta de crédito, porque eso en Cuba no existe debido al bloqueo con Estados Unidos. El Internet cuesta 1 CUC la hora, entonces tienes que contar con amigos que ya lo hayan hecho allá, que sepan cómo funciona la estrategia”.

Fue entonces que contactaron a la curadora y artista interdisciplinaria Coco Fusco, quien les ofreció su ayuda para manejar la campaña desde el exterior, recaudando un total de 6, 574 USD. Ahora aguarda la decisión sobre su estatus legal en la isla tras haber sido acusada de dar apoyo a este movimiento y ser devuelta a Miami tras intentar asistir al evento.

Las autoridades descubrieron la colaboración entre Fusco y la #00Bienal porque todas las conversaciones que entran y salen de Cuba son monitoreadas por el Ministerio del Interior (MININ). Cuando se convierten en personas de interés, el aparato de poder cubano suprime la privacidad de todas las personas involucradas a través de la militarización, al grado de que palabras como «volante» o «democracia» no pueden ser enviadas por mensaje de texto. Deteniéndome en este punto y discutiendo con Luis Manuel, concluimos que quizá la principal diferencia entre el mundo neoliberal y países como Cuba al día de hoy, sea el hecho de que al menos en lugares como México existe una ilusión de libertad de expresión. En Cuba las personas saben de facto que todas sus acciones son sometidas a interpretación. Desde el panóptico cubano, cualquier aspecto de la vida diaria puede convertirse en una amenaza al proyecto derivado de la Revolución.

El artista recordó cómo el 1 de mayo pasado, durante las celebraciones del Día del Trabajo y a cuatro días de que arrancara el evento, un policía militar se plantó en la puerta del edificio donde nos encontrábamos para llevarlo preso en caso de que quisiera pronunciarse en contra de alguno de los eventos.

Tres días más tarde el Granma, único diario oficial de Cuba, publicó un artículo en su versión impresa y digital demeritando la #00Bienal.[1] Asimismo, se proyectó un video de tres minutos en las instalaciones de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, así como en la Academia de San Alejandro y otros centros de creación artística, para notificar a los estudiantes y docentes de arte que el trabajo de Luis Manuel no podía ser considerado como tal.

Sin embargo la gente en Cuba está acostumbrada a leer entre líneas. “Saben que cuando el Estado se pronuncia de esa manera contra algo o alguien puede haber consecuencias para quienes los apoyen”, me aclaró Yanelis. Son tácticas empleadas para afianzar el miedo entre la población y recordarle que cualquier intención por generar una oferta cultural independiente queda descartada. Porque en una nación con un sistema político y financiero que se encuentra en crisis desde la caída de la Unión Soviética, se tiene la conciencia de que el arte es capaz de evidenciar la decadencia que a otros medios no se les permite mostrar.

Tras escuchar las declaraciones de Luis Manuel, le pregunté con algo de escepticismo si el Estado cumplió con las amenazas tras la finalización de la #00Bienal:

“Claro. No cumplió con todas pero sí con algunas. Removieron artistas, les quitaron el carnet que les da un estatus legal en Cuba. Ese documento te da la categoría de artista, te protege y te da posibilidades de obtener un pasaporte por un precio mucho menor de lo que le cuesta a un cubano normalmente. De 100 CUC, a un artista le cuesta solo 4 CUC. La diferencia es abismal”. [2]

Si se toma en cuenta que el salario promedio en Cuba es de 20 CUC al mes, es posible comprender que para la mayoría de artistas el carnet representa la única oportunidad de exhibir su obra fuera de la isla y bajo un marco de legalidad.

A pesar de los intentos del gobierno por frenarla, la #00Bienal se realizó y por ende la bienal oficial hoy resulta imparable. Ahora mismo Luis Manuel y Yanelis se plantean la posibilidad de que haya una continuidad. Repetir la #00Bienal permitiría que el evento dejará de ser un caso aislado en el panorama cultural de la isla para convertirse en un evento que trascienda el tiempo, pero ello dependerá si dentro de dos años las condiciones políticas y sociales permitan que siga siendo vigente.

Hay gente que sigue sin creer que la bienal alternativa en verdad sucedió, que esa activación de espacios surgida desde la improvisación y precariedad tuvo la potencia suficiente para revelar la paranoia política e hipocresía económica que experimenta Cuba en la actualidad. A pesar de los artistas interrogados, de la mercancía confiscada y de las intimidaciones que las autoridades ejercieron a los familiares, amigos y locatarios que decidieran apoyarlos, la #00Bienal recibió la participación de más de setenta artistas cubanos y de otras latitudes, algo que nunca se había suscitado en la isla.

No obstante, hace tiempo que tanto Luis Manuel como Yanelis son tratados por las autoridades como opositores. Puede que con el paso de los meses la gente se olvide de la #00Bienal, pero al Estado no se le olvida nada. Los tres días en prisión fueron muy duros para él, pero desde su punto de vista es más difícil vivir en un país donde existe un riesgo latente de ser arrestado en cualquier momento y por cualquier causa: “Durante los tres meses de gestión de la bienal nos levantamos pensando que íbamos a estar presos ese día; que hoy íbamos a estar ahí y mañana tal vez no; que los espacios que nos habían confirmado al día siguiente nos iban a decir que no”.

El evento fue la materialización del hartazgo colectivo ante un sistema osificado desde la Guerra Fría, que ha optado por sacrificar generaciones de capital humano antes que reconocer que la utopía y promesas de cambio fundados por la Revolución no fueron posibles. La calidad, estilo, materiales o durabilidad de las obras expuestas no son prioritarios si se toma en cuenta lo que se logró tras su finalización. En un ambiente carente de mercado de arte interno y donde los espacios recurren a la autocensura y subordinación para garantizar su subsistencia, la #00Bienal fue un ejercicio que denunció abiertamente y desde la visualidad los anacronismos de una nación que aparenta encontrarse en transición para acoger las dinámicas del siglo XXI. Pero, sobre todo, fue un ejemplo para toda la región sobre el alcance que la organización y producción cultural tienen cuando persiguen un objetivo común.

Lejos de intimidarlos, esta serie de eventos ha convencido a Luis Manuel y Yanelis a quedarse en casa y mantenerse firmes a su causa, en tanto hay muchas cosas que aún pueden cambiar desde la producción cultural y el activismo. La gente, la visualidad y el contexto de la isla son para ellos un terreno fértil para la concreción de nuevas narrativas:

“Cuando sales a la calle en Cuba se te ocurre una obra, un texto o un poema. Porque en cada esquina hay un problema; en cada esquina hay una situación”.

Cuba es para Luis Manuel un territorio que históricamente ha generado fantasías de emancipación entre quienes la construyen desde el exilio o la protesta. La Revolución dejó como legado la creencia de que las cosas sí pueden cambiar, “[…] aun cuando sea mentira; aun cuando se lleve sesenta años en lo mismo”. El problema es que los vientos de cambio son en el fondo un simulacro que contribuye a fijar la imagen positiva de Cuba en el imaginario occidental.

Casi al final de nuestra reunión, y tras subir a la azotea de su edificio para ver el atardecer, les pregunté si las acciones que el totalitarismo ha ejercido en su contra han surtido algún efecto sobre él, a lo que Luis Manuel respondió:

«Soy un tipo con muy poco miedo. Tengo muy poco miedo a morirme. Amo mucho la libertad y amo mucho ser feliz. Y la única forma que tengo de serlo es verdaderamente diciendo lo que digo y haciendo lo que hago. Cuando pongo en una balanza a la felicidad y al miedo, la felicidad es mucho mayor. Si  me callara, si dejara de hacer lo que hago me sentiría muy mal. Y eso sí es peor».

A nivel internacional, Luis Manuel y Yanelis dejaron claro que la especulación del mercado del arte es válida mientras no se pierda de vista su función como factor de cambio. Quizá el siguiente gran reto de esta iniciativa, en caso de que se vuelva a presentar, sea el de mantener los ideales sobre los que se concretó, y así evitar convertirse en otro ejemplo de cómo se ejerce la política de miedo en Cuba para controlar las acciones de la ciudadanía.

A ellos les agradezco el que haya recuperado la fe en un medio que constantemente cede a intereses económicos y al exclusivismo intelectual. Me hizo recordar que la razón por la que dedico mi vida al arte es porque sé que afuera hay una parte de mí que lucha para que sus bondades cambien en algo al mundo problemático donde nos tocó vivir.

Foto: Árbol Invertido.

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* Facilidades y respaldo económico que el gobierno otorga a los creadores que tenían en el sistema

[1] Disponible para consulta aquí.

[2] 1 USD = 1CUC =0.037 CUP

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Fernando Pichardo Ríos es historiador de arte por la Universidad Iberoamericana. Ha trabajado como asistente de galería para The Peggy Guggenheim Collection en Venecia, Italia y en el Departamento de Artes Visuales de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Actualmente redacta contenidos sobre patrimonio material e inmaterial para la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.