Los oscuros bailes que guarda el Centro del DF.
Por Silverio Orduña
El infierno tiene una sucursal en la calle Donceles del Centro Histórico de la Ciudad de México. Contrario a lo que se piensa, para llegar a él deben subirse varios escalones. Uno, dos niveles. En esta casona la oscuridad no es absoluta; sin embargo, el lugar se inunda con color negro y sombras. Un escándalo taladra los oídos y hace vibrar los huesos. Huele a sudor y baile.
Habitado por una multitud vestida de terciopelo, el salón principal del U.T.A. Bar alberga a las almas descarriadas que danzan en este cuarto oscuro, adornado con un candelabro de cristal que pende del techo y las joyas —piercings y estoperoles— de los asistentes. Cabezas rapadas, mohicanas puntiagudas o melenas metaleras. La mayoría son darks y cyberpunks pero aquí, como en el infierno, todos entran.
Quien pisa la pista debe bailar, es raro observar a alguien sosteniendo una cerveza o platicando. Para eso está la barra, las mesas, los sillones o la terraza. La música, denominada genéricamente electrodark por el oído inexperto, retumba en las paredes cubiertas por dibujos de color neón que brillan y sugieren demonios y personajes de horror combinados con erotismo y goce. Se exalta el cuerpo, modificado por tatuajes, perforaciones y uno que otro colmillo de vampiro.
La temperatura sube con los beats; el maquillaje de ellas y ellos se corre al transpirar. Alternados, los pies pisan con fuerza y el torso gira de un lado a otro, mientras los brazos hacen florituras hacia el frente y las rodillas se flexionan llevando el cuerpo de arriba a abajo y viceversa. Rapidez, coordinación y resistencia se requieren para este baile. Un par de vampiresas sube a una plataforma ubicada en la esquina del salón, cierran los ojos para darse valor, amplían el repertorio con más sensualidad en sus movimientos e incitan al pecado de la carne.
Varias atmósferas, además de la dark, sobreviven en el U.T.A. Dividido por niveles y cuartos, en este bar también se puede escuchar —y bailar, ¡cómo no!— el punk fundacional de The Ramones, The Sex Pistols y The Clash; además, hay espacio para los pasitos ochenteros musicalizados por Joy Division, Depeche Mode y The Cure. Tanto anarquistas como góticos y curiosos se congregan para disfrutar la escena (ya no tan) underground…
Siempre vuelve la mirada y el cuerpo al salón principal del U.T.A., donde los demonios pintados vigilan a las orillas, el DJ pincha discos que aloca o de perdida asombra a quien entra, y un letrero en lo alto de una pared da la bienvenida a la fiesta del infierno.
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