Por Rosa Castillo
Alwin Nikolais fue uno de los muchos coreógrafos que en el periodo de la posguerra decidieron rechazar la estética moderna dominante que –aunque innovadora en el estilo– seguía representacional y psicológicamente conformada. Para Nik se tenía que trascender el ego cultivado por la danza donde los bailarines –como personalidades- seguían en el centro del escenario, en lugar de dejar al movimiento mismo independizarse y por lo tanto, abrirse en sus infinitas posibilidades.
Para Nikolais, la enseñanza era tan importante como la creación; a partir de ésta creaba, formaba, a sus bailarines y su propia estética. Sin embargo, más allá de entender el concepto de descentralización como método, tenemos que pensar en que no estaba pautando solamente una pedagogía sino poniendo en cuestión los principios de la danza moderna y, por ende, las relaciones que se planteaban entre maestro-alumno y bailarín-espectador.
Para un bailarín descentralizado no sólo hay un punto de iniciación sino múltiples puntos de articulación; la danza se inspira de diseños periféricos de partes del cuerpo: puntos, líneas y volúmenes en el espacio; texturas dinámicas; y cualidades de movimiento identificados por la física. La descentralización es dirigida intelectualmente desprendiéndose de los prejuicios de movimiento para permitir la exploración de distintos ambientes y figuras.
Su sistema de enseñanza partía de la improvisación y se basaba en la unificación de la atención. Nikolais pedía poner la atención de todo el cuerpo en una sola acción tan simple, aparentemente, como trazar un círculo con el pie en el suelo pero en lugar de mantener el cuerpo centrado mientras se traza el círculo con un perfecto ronde de jambe, la cabeza, los brazos, todo el cuerpo debe aunar al diseño completo del espacio.
Si bien no nos gustan sus coreografías debido a su extravagancia o su uso, para algunos, excesivo de iluminación, vestuario o props, hay que entender lo que está detrás de sus exploraciones. Es decir, hay que ver lo que está posibilitando con su sistema de enseñanza y para ver el por qué en el desarrollo de la danza en la segunda parte del siglo XX y por qué hay bailarines que a la fecha siguen sus enseñanzas pedagógicas.
Hasta este momento, después de la segunda guerra mundial, la danza moderna había roto con los cánones estéticos de la danza clásica descubriendo motores de movimiento distintos a los explorados antes. Así, se creó un nuevo lenguaje que posibilitaba la exploración psíquica y emotiva de los personajes; sin embargo, siguiendo con el ejemplo de Martha Graham, si la técnica se basa en la contracción y el relajamiento o release de la pelvis y por ende el torso, aunado –sin afán de ser exhaustiva sino explicativa– de las contorsiones tenemos un lenguaje bastante conciso de movimientos que podemos realizar. Un lenguaje que se caracteriza y se identifica muy bien, así pasa con cualquier otro tipo de técnica.
Si por un momento suspendemos los motivos específicos de sus exploraciones –el diseño casi geométrico y totalmente abstracto que responde a fin de cuentas a su tiempo– vemos entonces la estructura de su planteamiento. Es justamente ahí donde podemos ver lo que realmente está posibilitando: Nikolais, por primera vez, logró abrir el lenguaje de la danza sin un vocabulario específico a partir de la improvisación, el cuestionamiento y la teoría que nunca separó de su práctica.
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