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Algoritmos y digitalidad, por Alonso Cedillo


Octubre, 2020

Hace cinco años un activista de Greenpeace argumentó que se asesinarían animales para su realización y canceló la muestra de Hermann Nitsch en el Museo Jumex. Escribí un artículo exponiendo cómo el activismo prefirió barrer la muerte bajo la alfombra, en lugar de exhibirla como parte de la vida cotidiana: los animales que ya no morirían de manera violenta en un rastro, finalmente regresaron en lugar de haber sido rescatados. Haberla cancelado, en todo sentido, me pareció un gran error.

Hoy no pienso lo mismo sobre la reciente cancelación de la retrospectiva de Philip Guston en cuatro recintos: National Gallery, Museum of Fine Arts, Tate Modern y Boston Museum of Fine Arts. Me parece que el haber pospuesto la exposición es un hecho complejo pero acertado, y no por un acto de censura, sino de precaución. Pido evitar ofenderse sin antes darse la oportunidad de leer este texto hasta el final, pues de no encontrar una solución, naturalmente comenzaremos a experimentar más medidas similares, hasta que el arte se reduzca a cacahuates.

Las redes sociales han transformado nuestra vida, y no hay vuelta atrás. Lo que empezó como marketing hoy se ha consolidado 100% como manipulación conductual, que nos afecta digital y analógicamente, pues vivimos en un mundo que se basa y construye gracias a la conectividad entre ambos sectores. Cuando Silicon Valley confío en los algoritmos, no esperaba que tomaran el camino de los estímulos negativos al considerarlos más eficientes. Es decir, es más fácil y más rápido crear miedo e inseguridad que construir confianza y autonomía. Es más fácil desatar odio e intolerancia que comprensión y solidaridad. Los algoritmos nos están destruyendo porque fueron programados para generar dinero sin importar el costo.

La situación se agrava cuando nos damos cuenta que además es un excelente mecanismo de control. Publicamos en Facebook, Twitter e Instagram, conectamos con personas, nos aparecen post similares a los nuestros, damos like y un algoritmo aprende. Ese algoritmo es financiado por compañías que de entrada, quieren modificar nuestra conducta para su beneficio, como hicieron los rusos en Crimea, o como ocurrió con la ola de imágenes negras que redujeron el impacto visual de las denuncias del movimiento Black Lives Matter (BLM).

¿Cuándo fue la última manifestación o marcha que recuerden en la que no se denunciaron infiltrados? ¿Cuándo fue la última en la que no hubo caos y confusión desatada por un pequeño bloque? ¿Cuándo fue la última vez que no hubo bots?¿Cuándo fue la última vez que no vieron esto en redes sociales?

Por otro lado, los ataques a representaciones en efigie de genocidas, o a obras bajo el argumento de que «no nos representan», han generado imágenes y momentos sublimes, como las intervenciones de los colectivos feministas a las pinturas de la CNDH. Un ejercicio de insurgencia financiera, que crea valor, busca transformaciones y que ocurre, como todas estas resistencias, desde uno de los grupos socialmente más vulnerados y no en manos del hombre blanco. Pero tengamos cuidado, la cancelación de Guston me parece va sobre la misma línea: la iconoclastia. Los cuadros de la CNDH eran espantosos y malos pero, ¿qué pasa cuando se trata de las pinturas de Guston y de un peligro inminente para su preservación? 

Destruir bajo la bandera de que algo no nos representa eventualmente nos va a dejar sin nada, o bien, con obras carentes de significado. Sin duda existen efigies de asesinos en todas partes, pero creo que debemos practicarles una especie de acupuntura conceptual para cambiar la energía de dichos monumentos. Pensar, por ejemplo, qué podemos agregar, qué podemos cambiar, o si se deben reubicar. El resentimiento es uno de los síntomas más grandes del colonialismo, pues siempre fomenta el olvido. De hecho, para la conquista fue fundamental destruir las imágenes que no representaban la visión del Imperio Español.

En algún momento, inspirado por el grupo COBRA y la dinamitación de la efigie de Miguel Alemán en la UNAM, intenté quitar la escultura de Carlos IV afuera del MUNAL. Siempre he considerado que representa a un genocida, además de haber sido comisionada por uno de los virreyes más brutales. El memorial a las víctimas de la Colonia sigue sin existir y hoy creo más importante incluirlo que retirar o atacar a Carlos IV, y que quizás, el lugar perfecto es al lado de dicha escultura.

Los cuadros de Guston representan constantemente figuras que en un tono crítico se asemejan y representan al Ku Kux Klan. Ante algunos ojos, estos cuadros no son más que representaciones que incitan o celebran el odio racial, ejecutadas por un artista blanco, exhibidas en museos posiblemente dirigidos por hombres blancos. Una imagen viralizada en redes sociales tiene más poder que todos los museos juntos, y la seguridad de 26 obras está a un post de perderse.

Un síntoma que genera la digitalidad es la paranoia. Estos modificadores de conducta tienen éxito gracias a la incertidumbre. Existimos en un panopticón, pues sin importar si es verdad o no, no podemos evitar pensar que estamos siendo vigilados o manipulados, sin poder ver quién y desde dónde lo hace. El panorama que describo parece apocalíptico, pero en realidad me considero un optimista y entusiasta del Internet, y parte del grupo que encabeza Jaron Lanier que busca una digitalidad eficiente. Internet no es el enemigo, ni tampoco las redes sociales, sino el modelo que el capitalismo usa para crear riqueza. Necesitamos nuevos trabajos y nuevas redes para construir un Internet libre que asegure nuestro futuro.

A través de estímulos negativos, se puede dividir a la sociedad para debilitarla, o peor aún, propiciar situaciones para justificar cambios radicales en nuestras leyes. Lo más grave es que esto se puede hacer por muy poco dinero a través de redes sociales: cuesta lo mismo anunciar un jabón casero o las camisetas de diseñadores independientes que sembrar odio, miedo o confusión. Las fotos color negro en favor del movimiento BLM que inundaron las redes podrían haber sido únicamente una mala coincidencia, o podría haber sido una táctica sembrada por un supremacista blanco. El verdadero problema, es que ni siquiera Facebook e Instagram pueden saberlo, pues toman el dinero sin saber quién les paga.

Sin darnos cuenta hemos sido hipnotizados, y se nos ha liberado en un terreno lleno de bruma. Bruma tan espesa que se vuelve invisible, y es lo que en la milicia se le conoce como niebla de guerra: una pantalla de humo que no nos permite diferenciar entre aliados o enemigos. Esta niebla es el lubricante perfecto para que las máquinas de guerra circulen entre nosotros, sin verlas, al tiempo que nos aniquilamos unos a otros. Hoy estamos sumidos en una guerra florida, pero de dimensiones globales.

Hagamos una pausa, veamos que el problema es claro y ubicable, lo que significa que lo podemos controlar y destruir sin daño colateral. Hay una manera de romperlo, que de momento desconozco, pero que estoy seguro podemos encontrar en comunidad si tomamos conciencia. 

Una alternativa es mantener nuestras protestas fuera de las redes sociales (pero por supuesto no del Internet). Es por esto que la labor de Pamela Ballesteros y el equipo de GASTV abre un espacio imparcial, que fue lo mismo que busqué de 2011 a 2014 con drik magazine, al decidir que no habría publicidad para buscar otras maneras de volver el proyecto rentable.

La manipulación que vivimos es extremadamente cómoda, y nos invita a quedarnos en ella. Considero que el primer factor a cambiar es revelar que el Internet se construye y ha sido construido con el trabajo e información que capturan diariamente millones de personas. Para que este artículo pueda ser leído, hay trabajo de personas que pasa desapercibido y de nosotros depende reconocerlo y valorarlo. Así, más que una reflexión, este texto es una invitación a encontrar una manera colectiva de recuperar el uso táctico del Internet.

Imagen: Philip Guston.

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La obra de Alonso Cedillo (México, 1988) se desarrolla en distintos medios como pintura, escultura, video, gráfica y programación. Su producción explora las relaciones que establecemos al conectarnos a internet, de manera diaria, a través de computadoras y dispositivos móviles. Su trabajo se ha presentado en el donaufestival en Krems, Austria; Transitio_MX en la Ciudad de México; y el festival NRML en Monterrey.