Archivo para el diciembre, 2020

Entrevista | No hacer nada

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Por Sandra Sánchez | Diciembre, 2020

¡Por fin está aquí! Abro la puerta de mi edificio y veo un cartón que resguarda varios pósters doble carta. Ya en mi casa, me doy cuenta de que el paquetito contiene imágenes con obras de Mili Herrera, Nicole Chaput, Chelsea Culprit, Anais Vasconcelos y Michelle Ponce Narro. Tengo la impresión de que algunas son registros y otras tienen como primer medio el soporte en el que llegaron. Me emociono, lo siento como un regalo.

Semanas atrás mandé un correo al proyecto-espacio virtual-archivo No hacer nada, respondiendo a una convocatoria que vi en su Instagram. En ella ofrecían enviarte la exposición Encarno todo lo que temes y odias a tu casa. Como intercambio, cada persona hace un montaje y un registro que comparte por correo, esta vez electrónico.

El ejercicio es un híbrido que rebasa las categorías profesionales del arte contemporáneo. Daniela Flores y Carmen Huízar son artistas que desde No hacer nada performan varios roles, como el de curadora. Sin embargo, sus estrategias de producción (el arte correo en este caso) rebasan la intención curatorial de ordenar las obras dentro de un espacio discursivo para comunicarlas. En esta ocasión ceden la investidura a les receptores, quienes se encargan de poner a dialogar la correspondencia con los espacios en donde viven sus confinamientos.

Las obras están impresas sobre papel blanco y presentan cuerpos que se muestran desde la lógica del fragmento, el detalle y el montaje hasta el retrato y la figura completa. La contemplación de lo bello se elude a favor de lo incómodo, lo raro, lo propio y lo contestatario. A continuación, una entrevista con Daniela y Carmen.

En el texto que acompaña a la obras, dicen que la propia mirada es una forma de revelarse en muchos sentidos. Me gustaría saber si piensan el ejercicio curatorial que hará cada persona como un modo de ejercer esa mirada.

Daniela: Queríamos que les espectadores voltearan a sí mismes. Las piezas son muy autorreferenciales, casi casi autorretratos. No queríamos que se quedaran solo con la mirada externa: «yo las estoy viendo», sino también que pudieran pensarse a sí mismas de regreso. Que pudieras preguntarte cómo estás mirando. Pensamos que proponer cómo te miras a ti misma es una forma de rebelión ante la mirada impuesta; siempre tú eres a la que es mirada y no sueles mirar de vuelta. Al proponer tu propia imagen controlas un poco más esa mirada externa.

Carmen: En la práctica también tiene que ver con los lugares donde se despliega la exposición. No es un cubo blanco, ni un museo, ni una galería, que son lugares para ir a ver. Están en el espacio en el que cada persona se desenvuelve en el día a día.

¿Por qué es importante para ustedes que las piezas entren a la intimidad y al espacio privado de las personas?

Daniela: Antes de hacer la exposición, Carmen y yo ya teníamos un programa para 2020 que se vino abajo. La propuesta es una manera de rescatar la parte presencial, pero desde el lugar de confinamiento de cada quien. La experiencia se pensó en solitario, pero sin ser solitaria, fría o alejada. Queríamos que se sintiera una proximidad con lo que estás viendo, recibiendo, que cada quien pudiera darle una intención desde la manera en la que las ubica en su espacio. Una «intimidad sin proximidad», como dice
Donna Haraway.

Carmen: Desde que inició nohacernada.org la parte virtual ha sido el centro donde converge todo y todo tiene sentido. Está nuestro archivo, ahí puedes ver incluso las cosas que han sido presenciales desde 2015. Con la crisis sanitaria nos dimos cuenta de que muchos proyectos que eran exclusivamente físicos estaban comenzando a adoptar dinámicas o estrategias que nosotras hemos utilizado desde antes.

También percibimos que muchas veces no había una problematización de los espacios de exhibición: hacerlo virtual porque no queda otra posibilidad. Eso saturó a les espectadores. Nosotras no somos curadoras como tal, somos artistas, pero nos interesa profundizar en los espacios de exhibición. Nos planteamos qué podíamos hacer para darle la vuelta a la situación. El arte correo o la exposición correo sonaba muy ad hoc, algo útil para borrar las fronteras.

¿Cuáles fueron sus referentes de arte correo?

Daniela: No hay referencias tan específicas. Más bien pensamos que el arte correo no trabaja tanto con piezas de autor sino con ejercicios de vida. Mandar una postal que ya fue enviada anteriormente, que encontraste en una librería de viejo dentro de un libro. Ese tipo de juegos son divertidos. El medio tiene una virtualidad extraña; sí es algo físico que te llega, pero también funciona como un acto de fe. Tal vez llegue, tal vez no, no sabemos cuánto va a tardar. Hay cierta incertidumbre que activa el deseo de ver.

Carmen: El acto de fe lo hemos utilizado antes. El año pasado organizamos un happening con un colectivo que se llama Kashé y Shirotta, fue un desfile de modas en la línea 12 del metro. Avisamos la estación y la hora, se tenían que subir al primer tren que pasara. Las personas no sabían qué iba a ocurrir o qué era, solo fueron a ver qué se encontraban. Si las personas que fueron específicamente al metro no sabían qué iba a pasar, mucho menos las que estaban ahí transportándose.

Como referencia sí pensaría en Ruth Wolf-Rehfeldt, todo su cuerpo de obra es arte correo y poesía visual. Se insertó en un contexto histórico en donde todo estaba polarizado. Su obra es una resistencia a estar distante físicamente, una manera de hacer colaboraciones y hacer circular su arte.

Además del arte correo y la mirada propia, en su texto curatorial también escriben sobre los estereotipos que se generan desde el temor, ¿podrían ahondar más en esa línea?

Daniela: Tiene que ver con una serie de decretos que se van formando a partir de la historia masculina de las mujeres como brujas, como entes que no comprenden o no quieren comprender. Se les da una serie de cualidades místicas para poder criminalizarlas, para poder temerles y justificar cualquier juicio o maltrato.

Carmen: La temática y los conceptos nos interesan desde proyectos anteriores. Este mismo año participamos en una exposición de exposiciones colectivas que se llamó Relamida. Las piezas eran autorretratos no convencionales sobre el autoentendimiento del cuerpo, de la autoimagen. Siguen por ahí nuestros intereses.

Daniela: Siento también que cuando la imagen es tu propia mirada, tu propia imagen, como tú la percibes y la quieres mostrar, genera temor. Como espectadores estamos acostumbrados a ver cosas muy controladas. Cuando alguien se abre tanto y se muestra como no pediste verla, es cuando se genera cierto temor, rechazo o prejuicio. Cualquiera de estas ideas te llevan a apartarte y a imponer una barrera con lo otro.

Ahora cuéntenme por favor cómo eligieron a las participantes y obras.

Daniela: Instagram ahora juega un papel interesante en ver el trabajo y los procesos de cada artista. Con Mili ya habíamos trabajado en Relamida, vimos sus piezas y nos llamaron muchísimo. Una cosa interesante de No hacer nada es que los vínculos que se generan después de las exhibiciones generan otros más. A partir de las colaboraciones vamos conociendo el trabajo de otras artistas.

Carmen: Sí es muy orgánico. Vamos viendo artistas y trabajos que nos interesan, a partir de esa investigación se hace la exposición, no al revés. Nuestro proyecto es flexible, no es una institución, no es que cada mes tengamos que hacer una exposición o un programa. Vamos a nuestro propio ritmo en una investigación constante que se va materializando de distintas formas dependiendo de lo que requiere el trabajo de las artistas.

Finalmente, me gustaría saber qué va a pasar con los montajes que les envíen, ¿van a hacer un archivo?, ¿cómo los van a presentar?

Daniela: Desde que inició pensamos que la multiplicidad de personalidades que hay en las piezas iba a remitir a la diversidad de montajes. Sí queremos formar un archivo a partir de lo que nos vaya llegando, donde puedas ver las 50 exposiciones o las 50 miradas de la misma exposición. Hasta ahora han llegado pocos, creo que tiene que ver con la parte virtual del arte correo, pues no sabes con exactitud cuándo va a pasar o si va a pasar.

Carmen: No podemos saber si todas las exposiciones van a llegar porque las enviamos por Correos de México, quizá algunas se pierdan en el hoyo negro del correo. Partiendo de la cercanía de lo físico, de eliminar las fronteras de Internet y también del acto de fe, en la convocatoria no delimitamos un espacio geográfico específico. Nos llegaron correos de muchos estados y varios países; sí se los mandamos. Es interesante la descentralización física. Incluso en Internet ha sido muy notorio. Muchas personas que no viven en la Ciudad de México están contentas porque pueden acceder a contenido como los cursos de los museos.

Fotos e imágenes: Cortesía de No hacer nada. IG: @Nohacernada.org

No es común, pero aquí sí

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Por GASTV | Marzo, 2020

Archivo Colectivo presenta No es común, pero aquí sí, exposición que se centra en una pintura que no se ciñe forzosamente a la superficie tradicional de un bastidor.

Los trabajos de Berta Kolteniuk, Claudia Luna y Antonio de la Rosa se prestan para este tipo de exploración. Sus obras recurren y explotan, respectivamente, la plasticidad de los acrílicos, superficies de cerámica o cartón, así como distintos objetos cotidianos y naturales para presentar soluciones gestuales, constructivas o que operan a partir de sistemas que permiten numerosas configuraciones.

En estos trabajos, lo que se entiende como pintura rebasa las percepciones generalizadas del medio y que en gran medida dependen de su soporte convencional. Una de estas perspectivas sería la serie de divisiones entre el objeto, espacio y espectador, separaciones entre participantes que articulan, en conjunto, una situación. Las obras expuestas parecen buscar una superación de esta suma de divisiones y límites.

Con la curaduría de Daniel Garza Usabiaga, No es común, pero aquí sí incluye montajes individuales de la producción de cada artista.

Hasta el 27 de marzo de 2021.

Foto: Cortesía Archivo Colectivo.

Don’t get 2 close 2 my fantasy

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Por GASTV | Diciembre, 2020

Galería Karen Huber presenta don’t get 2 close 2 my fantasy, segunda exposición parte de Artist Curated Project (ACP), programa que nace de la intención de abrir el diálogo y la exploración en torno a la pintura contemporánea.

El programa da espacio a los artistas de la galería para desarrollar exposiciones y ampliar el diálogo con nuevas generaciones y agentes externos al espacio expositivo.

Todo es posible, el juego puede comenzar. El juego consiste en ver, permitir y aventurarse. Lo vivido, la experiencia digerida de la vida cotidiana se convierte en pintura y objeto. No hay reglas, cada artista arroja sus obras a la arena y el público espectador es el jugador que puede experimentar historias con ellas, solo que aquí no hay narrador.

Bajo la curaduría de Endy Hupperich, participan Gwladys Alonzo, Andrew Birk + Jordi Mitjà, Michael Conrads, Enrique Hernández, Lorena Herrera Rashid, Endy Hupperich, Ángela Leyva, Karen Rodríguez, Jerónimo Rüedi , Juan Manuel Salas, Sandra Slim, Akira Toxqui, Roberto Turnbull, Allan Villavicencio, Jessica Wozny.

Hasta el 30 de enero de 2020, previa cita.

Foto: Cortesía Karen Huber.

Escribo y cobro porque soy una escritora viva, por Yeni Rueda

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Diciembre, 2020

Para Ale, Martha y Judith

Money, so they sayis the root of all evil today1

La mayoría de personas que dicen «el dinero no es necesario para vivir y ser feliz» no tienen que preocuparse por cómo van a pagar la renta el siguiente mes. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

Admito que no puedo sostener este argumento basándome en preceptos económicos o sociales porque desconozco toda la parte teórica del dinero, pero en lo que respecta a su aplicación en la realidad tengo mucha experiencia. Por ejemplo, mi madre es profesional en un trabajo que es remunerado precariamente porque no es considerado un trabajo a pesar de que sostiene nuestras vidas. Sin embargo, sus ingresos económicos permitieron que yo tuviera el tiempo para dedicarme a la escuela y acceder a la universidad, a una primera formación en un segundo idioma y al cuidado de mi frágil salud durante la infancia; es decir, eso que llaman movilidad social. Entonces, el trabajo de cuidados y de limpieza de un hogar para mí siempre tuvo una traducción económica.

Lo mismo sucede con la escritura. También me dijeron que no estudiara Letras porque te mueres de «hambre», como si la condición precaria fuera algo inherente a la currícula y no a un sistema económico rapaz. Yo también dije en varios momentos que escribía por amor al arte y no para hacerme rica. A pesar de eso, desde los 22 años he sostenido, parcialmente, los espacios en los que vivo a través de la escritura y la lectura tanto en el sector público como en el privado. Pero aquí el parcialmente es la clave. Si me he podido sostener de escribir es porque cuento con una red de apoyo que complementa la otra parte que me falta.

ahora voy a trabajar
para seguirle abonando
veinte pesos, diez centavos2

Durante varios días he intentando sentarme a escribir este ensayo y la verdad es que no tengo idea desde dónde empezar, cómo hilar los razonamientos o presentar las cifras que sustenten mis intuiciones. Quizás, la única certeza que me queda es que estoy cansada de defender mi derecho a recibir una remuneración justa por mi trabajo. Estoy cansada de defender que mi trabajo es escribir y que sí, me encanta, es vital para mí, pero también es vital pagar una renta, comprar los garrafones de agua, comprar las frutas y verduras que nutren mi cuerpo y cubrir los servicios médicos que la ineficiente seguridad social no puede proveer adecuadamente. Estoy cansada de tener que decir que sí, hay una precarización generalizada en el mercado laboral, pero hay sectores más golpeados que otros y no podemos hacer a un lado esos matices y decir: todas estamos precarizadas, porque no es así.

El otro día tuve una migraña que me taladraba cada nervio de mi cuerpo y me descubrí deseando que parara para poder llegar a mi deadline, cobrar y pagar mi parte de la renta. Quería que mi cuerpo sanara para que un texto saliera en un medio editorial en el que todos los involucrados para su publicación fuimos mal pagados porque en la ciudad en la que vivo el trabajo editorial-literario no es remunerado ni retribuido justamente. Y, aún así, aún así, me encuentro en una situación ventajosa frente a otras trabajadoras cuya profesión no es reconocida.

Ahora mismo, en este presente en el que escribo y que se extiende al pasado enero del 2019, en el que comencé a trabajar como freelance a full, puedo rechazar trabajos que considero mal pagados. Pero las trabajadoras del hogar con las que colaboro desde hace un año no pueden. A mi madre, también trabajadora del hogar, le tomó treinta años de su vida no aceptar un empleo mal pagado. Pero este aparente privilegio tiene fecha de caducidad: enero del 2021.

Me pregunto qué pasará cuando se acabe el respaldo que me permite trabajar solo con los proyectos que yo elijo y donde yo (medio) puedo establecer mis condiciones de trabajo. Quizás vuelva a aceptar comisiones por $30 o $25 pesos por cuartilla. Entonces me verán con ojos de «estás abaratando tu trabajo y el nuestro», pero pues sucede que en ese momento tendré que agarrar lo que pueda para pagar la renta, mis medicamentos, el alimento de mi gata, la luz de mi casa, mis propios alimentos, el papel higiénico, etc., porque los tweets recriminatorios o condescendientes de «amiga date cuenta no cobres eso» no me van a pagar las cuentas. Básicamente, estoy cansada de trabajar para vivir.

Pay me what you owe me
don’t act like you forgot
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Escribo y cobro. Escribo textos para otros y cobro por ellos. Escribo cuentos para mí y a veces cobro por ellos. Escribo sobre temas que me interesan y algunos que no y cobro por ellos, aunque la mayoría de las veces, los que me interesan son gratis.5 Con lo que cobro pago libros, cursos, maquillaje, parte de la despensa, pago mi renta, mis consultas con la ginecóloga, los tratamientos para el síndrome de ovario poliquístico que me diagnosticaron el año pasado.6

Reviso textos y cobro. Reacomodo puntuación y cobro. Leo textos de otros y ayudo a que sean más legibles y cobro. Con lo que cobro compro las latas de alimento húmedo para mi gata, los medicamentos para controlar el hipotiroidismo, mi terapia psicológica, el desinfectante para limpiar el baño, dos nuevas plantas para mi casa, una magnum de almendras que se me antojó, el desayuno de esa mañana ocupadísima en la que no pude cocinar antes de ponerme a trabajar.

Acompaño la producción de libros y cobro. Hago presupuestos editoriales y cobro. Coordino a un diseñador editorial y a un impresor y cobro. Les pago a ellos de lo que cobro. Con lo que cobro puedo pagar un vestido de mi tienda vintage favorita, la suscripción a Bookmate, el pago bimestral de la luz, el shampoo con el que lavo mi cabello, mis análisis de sangre, las plumas y cuadernos en los que tomo apuntes, cuatro días de vacaciones cada dos años, las visitas imprevistas al consultorio Simi cada que me enfermo.

Visto así, no soy diferente a otros profesionistas: a través del trabajo que ejercemos con el cuerpo mantenemos el cuerpo. A veces sucede que nos gusta lo que hacemos, a veces pasa que no. Pero ese no debería ser el punto. No deberíamos amar nuestro trabajo si solo es una herramienta para vernos como un mero engranaje del sistema económico. Como dijo Natalia Flores en una de las sesiones de su taller de economía feminista: «más allá de amar nuestro trabajo deberíamos tener el control de las condiciones de nuestro trabajo».

¿Cuántas veces has definido tú el valor de tus horas productivas,7 del texto que escribiste, la casa que limpiaste, las personas que cuidaste? ¿Cuándo pusiste las condiciones de retribución de tu libro, de los tiempos para cocinar, del taller que impartiste en ese instituto de cultura? ¿Cuántas veces pagaste por la distribución de tu libro, por el dominio de la revista digital, por la ilustración de tus proyectos editoriales sin recibir nada a cambio porque el total de las ventas de TU LIBRO se las quedó la editorial?8 Yo, muy pocas veces, me sobran dedos de la mano.

She works hard for the monery
so hard for it, honey
she works hard for the money,
so you better treat her right9

El pasado 22 de octubre participé en la mesa #Escriboycobro: Tabuladores dentro del encuentro literario Escritoras y cuidados organizado por Alejandra Eme Vázquez, Gabriela Damián y Brenda Navarro. Desde el primer encuentro, en 2019, las organizadoras han puesto hincapié en la necesidad de hablar de dinero, y desde la primera mesa el asunto de cómo cobrar salió a relucir. Recuerdo sentir una satisfacción, pero también una curiosidad muy particular cuando Ana Romero, Mónica B. Brozon y Martha Riva Palacio comenzaron hablar de contratos, regalías y dinero. A pesar de ser yo editora y tener años haciendo cotizaciones, contratos y vendiendo libros, nunca había escuchado una conversación entre colegas en la que el dinero estuviera al centro y no fuera solo algo circunstancial a la publicación del libro.

La propuesta era continuar este año con esa conversación, porque la continuidad es vital para los temas que nos incomodan pero que son necesarios para generar cambios concretos en nuestras realidades. Si algo hemos demostrado las mujeres es lo importante de nombrar, enunciar y conversar para comenzar a transformar nuestra existencia.

Uno de los hilos que más me resuena de ese día es la propuesta de hablar de dinero, de escribir y cobrar, pero de entender los matices que se entretejen entre unas trabajadoras del libro y otras. Es decir, no basta con que nos paguen más, hay que redistribuir también los bienes de reconocimiento y prestigio público porque, aunque no lo parezca, son factores fundamentales para tener mayor capacidad de negociación al momento de cobrar por nuestro trabajo.

Otro hilo importante: escuchar lo que están viviendo nuestras compañeras antes de sentarnos a juzgar sus tabuladores, ver que hay condiciones de raza, clase y ubicación geográfica y «prestigio» que les están afectando. Tirar el patriarcado también es comenzar a desbaratar la estructura de reconocimiento jerárquico entre nosotras. No tenemos que ganarnos premios, becas, o tener un apellido rimbombante o «valioso» culturalmente para tener agencia de negociación en nuestros pagos. Y no tenemos que llevarnos bien, ni gustar de nuestros libros, ni estar en el mismo grupo de whatsapp, ni ir a nuestras presentaciones para entender que la simbiosis puede ayudar a de verdad tirar el techo de cristal para todas y no solo para quienes se encuentran o alcanzan a llegar al centro.

La imagen del artista que apenas paga la renta o que crea hambriento es ya una estampa muy desgastada. Comencemos a imaginar y crear una realidad en la que no tengamos que pagar el precio de vivir sin tener las energías para vivir. O para escribir lo que nos importa.

Pagar, pagar, pagar.
pagar tus pasos, hasta tus sueños,
pagar tu tiempo y tu respirar,
pagar la vida con alto costo
y una moneda sin libertad.
10

Foto: Visiones de un mundo miope, pieza de María Cerdá Acebrón

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1 Money, Pink Floyd

2 El barzón, Amparo Ochoa

3 ¿En qué ciudad lo será?

4 Bitch better have my money, Rihanna

5 Para los otros, no para mí. Porque para generarlos invierto en luz, internet, un cuerpo dispuesto al trabajo, mis neuronas, los lentes que permiten ver legiblemente y todo eso tiene un costo que yo debo cubrir.

6 Por cierto, tengo pendiente la cita con la endocrinóloga y la nutrióloga porque no he podido apartar dinero para pagar sus honorarios y el IMSS no es opción porque es muy difícil acceder a estas especialidades cuando la primera ocurrencia del ginecólogo es invalidar el diagnóstico ya asignado solo porque los estudios clínicos fueron hechos fuera de la institución y debe hacer nuevos estudios para ver si realmente hay síntomas aunque le hayas dicho que llevas dos años con cólicos intensos que no te dejan dormir durante casi todo el mes.

7 ¿Hay algún momento en el día en el que no estemos produciendo algo? Spoiler: no.

8 Los sí y no a estas preguntas son vitales para identificar los matices de la precarización en el ámbito editorial y también hay que indagar en porque dijimos sí y porque no.

9 She works hard for the money, Donna Summer

10 Balada del asalariado, Rockdrigo González

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Yeni Rueda López (Morelos, 1990) es narradora y editora. Textos suyos han aparecido en CuadrivioTierra AdentroVoz de la tribu y en la plaquette Tres gotas de agua (Simiente, 2014). Actualmente coordina Tequio Editorial y el círculo de lectura Una habitación para nosotras. Este año formó parte del programa de escritura Under the Volcano