Archivo para el agosto, 2020

Opinión | No para probar un punto: Índole

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Por Sandra Sánchez y Claudia Cisneros | Agosto, 2020

Este texto se escribió a 4 orejas y 4 manos. Primero la artista y la articulista platicaron por videollamada. Luego, la articulista escribió un texto y le pidió a la artista que añadiera o tachara a voluntad.

Claudia Cisneros Mejorada (Guadalajara, 1986) es una artista que trabaja en la intersección entre la performance y la imagen. Cuando inició la cuarentena por Covid-19, sintió que uno de sus medios de trabajo se volvía inaccesible: el cuerpo.

Por videollamada, platicamos sobre la incomodidad que le causó la nueva demanda. De pronto, parecía natural sustituir el en vivo por la grabación para acceder directamente a lo que antes era secundario, el registro. Decir no es una de sus virtudes, así que se lo pensó un tiempo antes de saltar al mundo online.

(Quizá para otros artistas es normal el acceso a sus prácticas mediante el video, pero para Claudia esto representa un problema: justo su interés ha sido cuestionar el tránsito y el umbral entre lo visual y lo corporal, como en Descargas, una serie en la que pide a un grupo de personas a través de una convocatoria abierta, elegir un video para descargarlo sobre su cuerpo. En la performance, el material audiovisual se proyecta detrás del cuerpo, haciendo evidente la disparidad entre ambos, y también sus peculiaridades: en la imagen en movimiento hay montaje y cortes; en el cuerpo hay sudor, resistencia y desgaste).

La ausencia de los cuerpos en el espacio motivó Índole (2020), séptima entrega de Sala Abierta del Museo de Arte de Zapopan (MAZ). La videoperformance, que dura 21’ 24’’, se realizó en colaboración con 20 personas cercanas a la artista.

Claudia envió la misma invitación al equipo de colaboradores. En ella pidió que al despertar no se tendiera o alterara el orden nocturno de la cama. Cada persona convocada hizo un video casero y cenital de un minuto, como un sueño lúcido invertido en el que el cuerpo de carne y hueso es el que flota y mira hacia abajo y ve a su cuerpo invisible en el encuadre. También les pidió que fotografiaran los productos cotidianos que se untan o se esparcen sobre el cuerpo y una descripción por escrito sobre su propio olor.

¿A qué huele tu cuerpo?

En el video vemos una cama tras otra.

Las constelaciones de almohadas, sábanas y cobijas portan la huella de cada durmiente, personas transformadas en camarógrafas, en directoras de su propia escena. En este desdoblamiento vemos el efecto del cuerpo sobre la cama, pero también sobre el video: en la decisión de usar tripié o en las vibraciones y movimientos del pulso de la mano. Índole nos ofrece el respirar y el ritmo del propio registro.

El montaje presenta una cama tras otra, en cada cama aparece y desaparece una lista de palabras.

Algunos sustantivos entran a escena en soledad, otros en enumeraciones divididas por comas. Estas palabras son una gramática personalizada que Claudia obtuvo a partir de los ingredientes de las cremas, lociones y demás pócimas que cada participante utiliza. Las reglas de la perfumería, que consideran: las familias olfativas, los acordes principales, las notas de salida, las medias y las base, formaron parte importante de la metodología para escribir sobre los olores de los demás.

¿A qué huele un cuerpo encerrado?

De Índole me interesan los tiempos (la paciencia) y sus devenires, en varias direcciones:

En la producción, que, como mencioné al principio, evitó que la artista se precipitara y grabara su cuerpo para multiplicar la acción en un número infinito de reproducciones. (El medio en el que una artista trabaja es, siempre, relevante. No por su clasificación y las reglas que se derivan del mismo, sino por su consistencia, su posibilidad, su conversación —con el pasado, con el futuro— y, también, por los límites que acepta o ensancha). Un perfume está hecho tanto de lo que contiene como de lo que no. Es necesario ir descartando para llegar a la composición olfativa que estamos buscando.

En la grabación y en la edición, en la que pide a cada participante que mire su cama por 1 minuto, que la grabe y nos la muestre, produciendo una sumatoria de camas y de minutos, en la que se despliega una serie de imágenes sin acción: imágenes-resto, imágenes-huella, imágenes-testigo, casi siempre condenadas al olvido por su inutilidad, pero valoradas aquí por su información: visual, imaginaria, olfativa y también sonora: alrededor de la cama escuchamos un silencio acompañado de agua en la regadera, de pajaritos y otras frecuencias más. La fragancia es aquello que se busca. Y cuando se encuentra es en el recuerdo. Cada quien añora y evoca de manera distinta.

En el lenguaje. Resulta fascinante y aterradora la interrupción que el vocabulario olfativo produce cuando no es posible conectar el significante a un olor específico. ¿A qué huele la bergamota, la rosa centifolia, los aldehidos, el almizcle verde, la ceniza volcánica, la onagra seca, el liquen, la lanolina, el polvo de nishio la vitamina B5 y el tusilago? Percibimos los olores, sin necesidad de nombrarlos. Pero solo nombrándolos comprobamos si están o no guardados en nuestra cabeza. Un perfume se despliega temporalmente, de acuerdo al nivel de fijación de sus ingredientes, va transformándose, hasta desaparecer.

En el cuerpo. La imagen-movimiento se construye alrededor de los cuerpos, incluso en tensión con su ausencia. El cuerpo ausente, aún vivo, pero en movimiento; lejos de algo y siempre en algún lugar. Sus potencias, contenidas, antes de pasar al tiempo y al acto. El indol es un compuesto orgánico que exudan las flores, se utiliza en perfumería para dotar de realismo a las notas florales. Las sustancias que segregan los cuerpos aportan corporalidad a las entidades que no lo tienen.

En algún momento de la conversación, Claudia me dice que hay cosas que se hacen no para probar un punto. Hay cosas que el cuerpo hace lejos de una agenda o una gramática social, hay tiempos que el cuerpo habita no para probar un punto: «el sueño es el guardián del dormir».

La imaginación, le digo, es una forma, como cualquier otra, también con sus límites, esa idea de que es infinita es una ilusión. Aquí se dimensiona en relación al lenguaje, a los olores y a los recuerdos. Se dirige y moldea desde la finitud inmaterial de los soportes. «Esta noche he viajado por el lago».

Donde debería haber un cuerpo no hay un cuerpo.

¿Qué hacen los cuerpos en el espacio en el que están ahora?

Índole, de Claludia Cisneros, se puede ver en la web del MAZ hasta el 31 de agosto de 2020.

Fotos: Stills del video Índole, cortesía de la artista.

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Sandra Sánchez escribe sobre arte contemporáneo, actualmente encuentran sus textos en ConfabularioLetras Libres y La Tempestad, entre otras. Forma parte del colectivo Zona de Desgaste. Este año está al frente, junto con Adriana Kong, de la instalación Café para Leer. En una relación tóxica con el psicoanálisis.

FAIN. Feria de Arte Independiente

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Por GASTV | Agosto, 2020

Casa Equis presenta la segunda edición de la Feria de Arte Independiente (FAIN), dirigida a artistas de toda nacionalidad y disciplina para presentar su obra en un espacio de comercio justo y de primera mano entre consumidores de arte.

FAIN incentiva la creación de nuevas colecciones y estimula a coleccionistas establecidos a través de precios accesibles, con el objetivo de establecer una experiencia personal para abrir el diálogo y la participación entre la comunidad artística emergente.

La segunda edición profundizará aún más en la esencia del proyecto para dar lugar a una experiencia íntima y cercana entre los aristas y el público, a través de llevar a la audiencia hasta el estudio de cada artista.

La feria sucederá como un recorrido de 10 estudios dentro de la Ciudad de México, cada uno con dos artistas (anfitrión e invitado). Además de una tienda online con la obra disponible de cada artista participante.

Tanto los diez artistas anfitriones como los diez artistas invitados serán seleccionados a través de la convocatoria abierta disponible aquí hasta el 31 de agosto de 2020.

FAIN tendrá lugar del 27 al 29 de noviembre de 2020.

Foto: Cortesía FAIN.

Todas las cosas deben nombrarse, de Foreman

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Por GASTV | Agosto, 2020

Estudio Marte reabre sus puertas con Todas las cosas deben nombrarse, de Foreman (Marcos González), exposición que integra más de cuarenta obras pictóricas en pequeño y gran formato.

Para esta muestra, Foreman elige el signo y el movimiento en una propuesta más abstracta y abierta a la interpretación. El artista crea y recrea sensaciones y experiencias, a partir de pequeñas composiciones llenas de fuerza y presencia en donde la materia parece fluir con velocidad sumando acciones en un proceso de saturación ordenado por los ritmos que la forma-color determina.

Pintura de inspiración callejera, pintura eléctrica y de energía instantánea,
Foreman, parece encontrar su voz en estas abstracciones.

Hasta el 29 de agosto de 2020.

Foto: Cortesía Estudio Marte.

Apuntes sobre el ejercicio editorial, por Yeni Rueda

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Agosto, 2020

En diversos espacios, y con distintos propósitos, hemos hablado de la importancia de reformular los mecanismos que atraviesan a los libros, siendo el proceso editorial uno de los más dispuestos a la transformación constante. No es nada nuevo, después de todo como lo señala Richard Nash, en Cuál es el negocio de la literatura, el libro es la más clara representación de la tecnología, así como sus transformaciones a través del descubrimiento de nuevas herramientas y materiales.

Hablar de libro como objeto tecnológico es aludir a su naturaleza intrínseca, pero quizás no estamos tan acostumbradas a verlo así por su supuesta1 inmaterialidad o incapacidad de valuar lo que contiene: es decir, el pensamiento que deviene en texto impreso y tangible. Quizás, por eso cuando algún elemento disruptivo quiere aparecer, se le ve mal. Sobre todo, si se trata de arrancar las dinámicas y lenguaje masculino de la ecuación. Es otro espacio en el que el patriarcado se resiste a ver que sus prácticas ya son obsoletas y que lo único que lograron fue crear un sistema nocivo y rapaz.

Palabras como desjerarquización y horizontalidad se han vuelto más recurrentes en las reflexiones alrededor del proceso editorial, particularmente desde las voces de las mujeres, pues debido a la falta de equidad es a nosotras a quienes nos ha tocado pensar en nuevas estrategias y formas de entender la vida literaria.2 Y aunque se han realizado aportaciones muy valiosas, de pronto pareciera que estos dos términos se vuelven una abstracción, incluso, llegando a perder sentido.

Entonces no solo debe bastar con introducir nuevas formas de nombrar los procesos, estos deben tener una metodología clara y una aplicación factible en la realidad. Ahora, claramente no se pueden transformar años de práctica patriarcal en una sola semana, sin duda habrá tropiezos y necesitamos tiempo para construir cimientos fuertes, pero serán lo suficientemente resistentes si también consideramos vital mantenernos muy al tanto de no repetir aquello que juramos reinventar.

Pensemos en un término/acción muy común en nuestro ámbito de trabajo: la corrección de estilo, en donde, sin siquiera conocer a la persona, la escritura que nos pone sobre la mesa o su voz literaria, partimos de la idea de corregir una serie de «errores»; sin decir buenos días ya nos estamos erigiendo con ese ojo censor que detecta lo que está mal y que debe desterrarlo para hacerlo entrar en una escritura «válida» y «pura». Pero, ¿quiénes somos para decir que lo escrito no es válido? ¿Qué parámetros usamos? ¿La ortografía, algo que más o menos una inteligencia artificial puede aprender? ¿La sintaxis? ¿Qué pasa cuando nos topamos con una novela o un poema escrito sin ningún error gramatical, pero vacío de esencia? ¿Cómo se corrige lo escrito? ¿Se corrige? O más bien estamos hablando de acompañar las escrituras a partir de sus particularidades y relacionándolas con estructuras claras, pero moldeables, para que llegue un texto legible y vivo al lector.

Es decir, ¿cuál es la necesidad de erigirnos como opuestas (la que sabe cómo se escribe y la que no y se debe corregir) si podemos trabajar como compañeras? ¿Por qué debemos tener cierto renombre o prestigio para acceder a proceso editoriales horizontales?3 ¿Por qué no en lugar de corrección de estilo hablamos en términos de cuidado de textos?

Otro eufemismo que suele utilizarse es «mejorar», volviendo a la idea de que se nos está presentando algo errado que hay que ajustar a los mecanismos del canon. Corregir, mejorar, son términos que se pueden unir a la lista de palabras que enlista Cristina Rivera Garza en Repensar los talleres literarios. Rivera Garza hace un acercamiento crítico a estos espacios formativos que se puede extender a los procesos editoriales:

«Refinar, perfeccionar, depurar. ¿Pero no tienen estos verbos, que se usan con tanta frecuencia para describir lo que se hace en un taller de creación literaria, ese tufillo más bien amedrentador, cuando no sadomasoquista, de las más diversas purgas autoritarias?».

Y es que la norma es entender el proceso de editar (o tallerear) un texto en términos de destrucción. Es curioso como los escritores se erigen como estas figuras respetables ajenas a sentimientos viles e incluso algunos rechazando conflictos bélicos o violentos, pero se regodean y parecen gozar de esta violencia «a pequeña escala» dentro de las letras, como si no fuera importante, como si los textos que generamos fueran algo separado de nosotros. Como si no atravesaran nuestro cuerpo.

No me sorprende que todavía exista una idea de que la relación entre escritor y autor se debe erigir a partir de una tensión combativa en el que cada uno va lanzando pequeñas «bombas» para eliminar los planteamientos del otro. No es otra cosa más que comportamiento machista. Lo que sí me sorprende es que los libros hayan encontrado camino hacia los lectores a través de estrategias que no están prestas a la escucha. El ejercicio primordial del trabajo editorial y de la escritura es el diálogo. Un autor que conversa, a destiempo, con un lector a través de un objeto llamado libro.

¿Cómo es posible, entonces, facilitar un ejercicio de comunicación sin poner el diálogo como centro desde su concepción? El mecanismo funciona porque esta relación patriarcal, paternalista y jerárquica también está contenido en otras partes de la interacción con el libro. La relación convencional está sostenida por la siguiente estructura:

El editor, que todo lo sabe respecto al lenguaje y al objeto libro. El escritor, que todo lo sabe respecto a la literatura y los temas contenidos. El lector, que solo es el receptor de los mensajes configurados por los agentes anteriores.

El editor que se erige como figura de autoridad, designando qué está bien o mal escrito, no solo muestra rigidez en una actividad que es ante todo lúdica sino también una clara desconexión con su contexto. En un país como México, en el que los derechos no son accesibles a la mayoría de la población a tal punto que se vuelven privilegios, posicionarse como editor sin comprender que tenemos medios de producción a los cuales debemos responder con mucha responsabilidad y empatía (o que deberíamos poner al alcance de los demás), porque no todos los tienen, me parece irresponsable y tramposo.

Pensar en términos de cuidar los textos y no corregirlos, cambiaría por completo las formas de interacción entre quienes hacen posible el ciclo de vida del libro, aumentando incluso el número de personas interesadas en la lectura y potencialmente evitar la proliferación de actividades discriminatorias o de excluir voces que son vitales para la reconfiguración de nuestra sociedad. Algo que nos ha hecho mucho mal en todos los aspectos que comprenden la experiencia humana es creer que hay una forma de hacer las cosas, borrando la diversidad orgánica de nuestra experiencia vivencial.

Ahora, no se trata de eliminar el factor crítico, el asunto es que la crítica no es igual a violencia, criticar es una forma de preguntar para construir respuestas o planteamientos colectivos, no para destruir. ¿Qué hay de formidable en buscar nuevas formas para aniquilarnos o borrarnos?

Entonces, el cuidado de textos se entiende como una plataforma del acompañamiento, en el que podemos sugerir a quienes escriben elementos para alimentar su escritura, ahora desde el ejercicio colectivo del acto literario. Apostar por cuidar/acompañar en lugar de corregir/mejorar es una forma de crear comunidad y sostener los encuentros que hacen posibles los libros desde las raíces de su concepción.

Foto: Cortesía de la autora.

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1 Digo supuestas porque también se ha demostrado desde las reflexiones de las mujeres sobre el trabajo de cuidados, que todo trabajo puede ser medible, protocolizado y tabulado. Sí hay formas de valuar lo aparentemente inasible, sobre todo cuando ese dinero te permite sobrevivir.

2 Como mencionó Alejandra Eme Vázquez en un círculo de lectura de Su cuerpo dejarán: «Si las mujeres que cuidan sostienen la vida, las lectoras sostienen la vida literaria». Y ahí están los hechos y las estadísticas para comprobarlo. No solo somos las que leemos más, también las que editamos y acompañamos cada una de las etapas de los procesos editoriales y lectores.

3 Todavía se cree que las escritoras y escritores que apenas empiezan a publicar (en cualquier medio) deben tolerar que sus escrituras sean tratadas con violencia para aprender y que no deben tener retribución, pues para acceder al «privilegio» de un proceso editorial equitativo hay que hacer «callo» y «carrera».

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Yeni Rueda López (Morelos, 1990) es narradora y editora. Textos suyos han aparecido en CuadrivioTierra AdentroVoz de la tribu y en la plaquette Tres gotas de agua (Simiente, 2014). Actualmente coordina Tequio Editorial y el círculo de lectura Una habitación para nosotras. Este año formó parte del programa de escritura Under the Volcano

Studio visit | Rolando Jacob

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Por Fernando Pichardo | Agosto, 2020

Para llegar al departamento de Rolando Jacob (Reynosa, 1984), uno debe ingresar a un edificio cuyo acceso está flanqueado por locales de autopartes, cruzar un pasillo largo y subir por una escalinata que culmina en un patio triangular, muy amplio y luminoso.

El artista eligió la habitación de la estancia que da a la calle para establecer su área de trabajo. Es un polígono sobrio, compuesto por una serie de ángulos agudos y obtusos que reciben luz natural a través de una gran ventana. Sus muros están rematados por frisos que integran motivos clásicos y futuristas, muy acordes al art déco bajo el que se concibió la construcción.

La distribución del espacio y su ornamentación son un ejemplo del incipiente proceso de globalización que se vivió entre los núcleos urbanos del México posrevolucionario, pero son también un reflejo de los intereses y la línea de producción que Rolando ha desarrollado en años recientes: la modernidad, las implicaciones políticas de la vivienda, y la interacción con la arquitectura histórica.

Una de las razones por las que Rolando se mudó a la Ciudad de México desde Monterrey fue el cuestionamiento de los orígenes, difusión y asimilación de la modernidad arquitectónica en el territorio mexicano. El país se fundó a partir de un modelo centralista, y durante el siglo XX se reprodujeron en los estados del norte modelos de desarrollo que habían probado éxito en la capital, entre los que se encuentran los multifamiliares. Sin embargo, los proyectos de unificación nunca llegaron a concretarse en el norte, sino que más bien se adaptaron a la hibridación cultural que por allá es inmanente:

«Veía a algunos proyectos trabajando en torno al noreste, pero no había algo anclado. Tengo más relación con el sur de Texas que con el centro del país, y me llamaba la atención por qué no había gente pensando en la historia reciente de estas ciudades, por qué sus habitantes quieren mudarse a sitios como San Antonio o Houston, y por qué parte de la identidad norteña se basa en imitar cosas. Creo que las ideas en torno a lo moderno no se acogieron en Monterrey de la misma forma que sucedió aquí. Son cosas que me cuestiono e intento estudiarlas».

Rolando dispuso un escritorio para su computadora en una de las esquinas del fondo. Detrás se encuentra una pared donde colocó algunos de sus dibujos y pinturas, varios de ellos enmarcados, otros pegados a la superficie, junto a reproducciones de obras de artistas clásicos como Leonardo Da Vinci y Giovanni Battista Piranesi. Las obras en conjunto funcionan como una cartografía que ayuda a Rolando a establecer nuevos puentes entre sus obras y las ideas que explora.

Mientras observaba algunos bocetos, noté que entre ellos había una fotografía tomada hace varias décadas. Era la vista general de una sala de departamento, con sofás de terciopelo, papel tapiz y lámparas estilo Luis XV, muy a tono con la estética burguesa del Milagro Mexicano. Una amiga de Rolando se la regaló justo en el momento en el que comenzaba la investigación para Condominios 72, instalación que se expuso en el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) como parte de la exposición Parasitage. Ruidos Negros a principios de este año.

La pieza fue concebida como una escultura inmersiva que indaga sobre cómo los preceptos funcionalistas —que en América Latina fueron respaldados por iniciativas financiadas por el gobierno estadounidense como la Alianza para el Progreso— paradójicamente sentaron las bases para la creación de frentes de oposición y resistencia ciudadanos ante regímenes autoritarios. En el caso de Monterrey, esta fractura se materializó en los Condominios Constitución, diseñados por Guillermo Cortés Melo e inaugurados en1964.

Condominios 72 permitió a Rolando trazar una correspondencia entre los movimientos estudiantiles de 1968 en la Ciudad de México y el menos conocido fenómeno guerrillero de Monterrey de 1972, ambas iniciativas respaldadas por jóvenes que fueron reprimidas por balaceras al interior de los condominios.

Uno de los conceptos más recurrentes dentro del estudio de Rolando es el desbordamiento o el cúmulo de fuerzas sociales, económicas y políticas que el espacio construido acoge pero no es capaz de aprehender. A propósito de un boceto que muestra cómo un chorro de materia verde excede los límites de un edificio, me mostró los registros en video que hizo durante su exposición final en SOMA. Rolando vertió slime sobre una reproducción a escala de la residencia, haciendo que el material saliera por las ventanas y huecos de la maqueta:

«Si hubiera puesto el material sobre un edificio real habría parecido pintura verde. Pero cuando lo ves en una maqueta esa fluidez es distinta. Me gusta la fluidez del moco en esas proporciones. Esa chiclosidad solo funciona en pequeño».

A poca distancia de la fotografía descansan un óleo y un dibujo a lápiz que muestran dos tipologías distintas: una casa de interés social y una casona decimonónica, ambas representaciones mutiladas por rastros de balas. Rolando me explica que la primera fue parte del registro que hizo en un conjunto de casas de interés social cercano a Reynosa, mientras que la segunda era el acceso principal del Café Iguana, un bar muy famoso entre la comunidad artística regia ubicado en el Barrio Antiguo de Monterrey, que cerró cuando la guerra contra el narco se apoderó de la ciudad.

En ambos casos, Rolando hizo referencia al desalojo de más de cinco millones de casas erigidas durante el boom inmobiliario que México experimentó entre 2001 y 2012, así como a la violencia que dominó en Monterrey durante el calderonato, convirtiendo a poblaciones marginadas y/o vulnerables en áreas para la reafirmación del necrocapitalismo:

«Es algo que une a todos mis proyectos. No solo se trata de la arquitectura, sino que es un otro que sucede ahí dentro como el abandono, las balas, la autoconstrucción, o el conflicto armado. Son cosas que pasan como una línea que va abriendo todo lo arquitectónico, aún no logró nombrar bien qué es. Sé que tiene que ver con el conflicto, con el caos, con lo social, y trato de pensar cómo traducirlo en materialidades».

Rolando tenía planes específicos que, naturalmente, fueron pospuestos o cancelados por la cuarentena. Junto con Aleph Escobedo, Natalia Rodríguez Caballero y Miriam Salado, fundó Soporte ante la urgencia de generar ingresos y puntos de venta de obra sin intermediarios. Me platicó esto mientras me mostraba algunos de los bocetos que cubrían toda la superficie de su mesa de trabajo.

Entre estos bocetos había uno enorme llamado Street View 04, que muestra la fachada de una vivienda típica de cualquier colonia del noroeste del país, y que pronto subirá a la plataforma de Soporte. Lo anterior es un esfuerzo por generar una arqueología del paisaje construido desde la distancia, utilizando la geolocalización como una herramienta para reconstruir esos imaginarios:

«Este dibujo surgió a partir de que tengo como seis meses de no poder ir al norte. Empecé a jugar con los espacios de Reynosa y Monterrey que miraba por Google Maps y empecé a ver lugares que me parecían interesantes, como la orografía, las ventanas y los vanos».

Me di cuenta que la obra de Rolando apela por un retorno hacia lo vernáculo desde la arquitectura moderna, al entenderla como parte de un sistema de pensamiento que surgió desde las metrópolis, pero que se adaptó a las particularidades de las regiones donde se asentó. A través de sus dibujos se evidencia que, lejos de convertirse en la corriente de pensamiento europeizante, aséptica y homogeneizadora que aspiraba ser, estos entornos fueron rebasados por las prácticas distópicas que se gestan actualmente desde el sur global. 

¿Qué aspectos de esa modernidad se alteraron en el norte de México? ¿Qué factores contribuyen a la construcción de una experiencia norteña? Al hacer estas preguntas, Rolando me contestó que existen nociones que definitivamente son tangibles, como el clima extremo o las planicies, pero que hay otras mucho más imperceptibles como el deterioro y el olvido.

Para Rolando, el norte es un lugar que no ejerce la recuperación de la memoria: sus infraestructuras suelen desgastarse, demolerse, desalojarse. Son acciones que quizá corresponden al ciclo de violencia y desconexión que históricamente han configurado a esta región.

Casi al terminar mi vista, Rolando me comenta que estaba indeciso sobre si iluminar Street View 04 o dejarlo en blanco y negro. Platicamos un poco sobre cómo nos encontramos en un momento donde la estética minimalista vinculada al libre tránsito de bienes, personas y dinero rápidamente se vuelve obsoleta. Lo anterior constituye una oportunidad para dar paso a una arquitectura post-pandemia más plural que recupere los colores, formas y materiales de cada localidad.

La suspensión ¿temporal? de la aldea global y el confinamiento nos ha forzado a reconsiderar los usos e intenciones de espacios que hasta hace unos meses considerábamos como transitorios. Nos ha obligado a dejar de pensar la arquitectura en términos virtuales y a transitarla nuevamente desde nuestras corporalidades. Le sugerí a Rolando que lo iluminara: quizá el contraste de luces y sombras se perdería, pero a cambio lograría un efecto de especificidad e identidad en el resultado final.

Fotografías: Elic Herrera.

Muros desmontados, de Abu Hamdan

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Por GASTV | Agosto, 2020

Como parte de la programación a distancia de Cultura UNAM, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) presenta Muros desmontados, de Abu Hamdan (Jordania, en 1985), conferencia performativa que recorre una serie de casos legales e históricos —cuyo debate central giró alrededor de evidencia escuchada a través de paredes— para llegar a un diagnóstico sobre el uso político y social de toda clase de muros.

La disertación se interesa por la multiplicación de los muros fronterizos y por la permeabilidad de las paredes de casas, pirámides, cárceles y hasta la atmósfera del planeta. Mientras los Estados construyen bardas fronterizas para excluir migrantes, sus policías y ejércitos espían lo que ocurre detrás de las paredes, violando la privacidad de las personas.

Esta pieza también sustenta la tesis de Abu Hamdan sobre la relación ambigua y altamente distorsionada que tenemos con el ruido. Buena parte de nuestro imaginario y vocabulario sonoros está construida artificialmente por la radio, el cine y la televisión, al grado de que muchos no reconoceríamos, por ejemplo, el sonido real de un disparo. 

Disponible a través de #Sala10 hasta el 09 de agosto de 2020.

Foto: MUAC.