Archivo para el junio, 2020

El derecho a la desconexión digital, por Alonso Cedillo

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Junio, 2020

Las nociones de trabajo y labor se han visto afectadas por la tecnología desde hace tiempo, y la crisis sanitaria actual por Covid-19 está catalizando los problemas que estas afecciones conllevan. Hemos permitido ser dominados por el desorden. Cuando miramos alrededor de nuestro gremio, vemos que como artistas carecemos de seguridad social y fondos de ahorro para el retiro, solicitar un préstamo resulta imposible porque no tenemos credibilidad crediticia suficiente y un gran porcentaje no cumple con sus obligaciones fiscales. Más grave aún resulta ver que no hay mucho interés en hacerlo. Esto es una reacción natural, pues no recibimos ninguna formación en materia.

Esto ocurre porque de lo contrario, al saber hacerlo los aportes al gobierno quedan cubiertos por el IVA pagado en los gastos y costos que genera nuestro trabajo. Si no manejamos bien el sistema de facturación tendremos que dar aportaciones mes con mes, lo cual sumado a un gobierno que busca alzar el IVA como de lugar, anula toda posibilidad de ahorro, inversión y crecimiento.

Así el gobierno gana dinero público, además de control, sobre la ciudadanía. Naturalmente uno quiere ser un rebelde fiscal. A los 20 años parece un acto de resistencia, pero en la década de los 30 años te das cuenta que más bien era y sigue siendo un obstáculo. Si no se controla, a los 40 años será una pesadilla, y a los 50 años un infierno al que solo le quedará fuego y miseria por delante. Estoy convencido que esto es un mecanismo de control, pues si uno vive al día se mantendrá siempre siendo un enano, y lo más importante, nunca podrá dejar de trabajar.

El problema principal al que nos enfrentamos es que nuestra mano de obra en el post-internet no está siendo reconocida. El ​maoísmo digital californiano genera riqueza a través de nuestra actividad en línea sin darnos nada a cambio. Al mismo tiempo, los avances tecnológicos están permitiendo que las máquinas hagan mejor ciertas labores pesadas, lo cual me parece maravilloso. No podemos luchar contra este cambio, pero sí definir los parámetros de la realidad digital.

Es precisamente por esto que el futuro será definido por cómo recibamos y controlemos lo que se denomina teletrabajo, que ya era una realidad inminente pero, ¿qué pasa cuando un desastre natural hace que no quede otra opción más que trabajar a distancia? ¿Cómo solucionamos el hecho de haber aceptado antes de la pandemia que el trabajo que realizamos fuera de una oficina, desde una computadora o un dispositivo móvil, no sea remunerado? O peor aún ¿qué pasa si aceptamos la idea de que el teletrabajo es una actividad de recreación y no un trabajo, y por lo mismo no merece ser pagado?

Se nos ofrece lo que a la distancia se ve como un oasis, pero al llegar descubrimos que sabiéndolo nos dirigieron hacia un espejismo. En evasión total la sociedad intenta beber el polvo, haciendo que las cosas cambien en apariencia para que así todo pueda seguir como siempre. Y cuando digo esto me refiero a que de 1525 a 1821 fuimos esclavizados. Para poder continuar teniendo mano de obra gratuita los criollos usaron las haciendas y tiendas de raya, mismas que desaparecieron con la llegada del capitalismo únicamente para darle su lugar a la banca y la deuda pública. El cambio que sigue va de la explotación del capitalismo (que ocurría en el lugar de trabajo) a la explotación del teletrabajo (la cual se va a quedar en casa).

En el pasado, para que personas de escasos recursos pudiera comprar cosas baratas, personas de más escasos recursos tenía que ser explotada. Hoy, las máquinas pueden hacer esas mismas labores día y noche, y cada vez podrán hacer más. Pero las personas se quedan, desempleadas, y no hemos creado conciencia suficiente para ver que todo este mal deriva de uno de los espejismos más peligrosos: lo gratuito. Este concepto de mercadotecnia es un engaño, pues todo en esta vida tiene un costo. Hablando de negocios, cuando alguien no paga directamente por algo, es porque en realidad esa persona está siendo utilizada.

Lo gratuito es el anzuelo más simple y eficiente, pero si alguien más pagó para que nosotros tengamos algo, es porque hay un interés detrás. Así el consumidor deja de ser tal para entonces convertirse en el producto. Siguiendo este esquema, podemos ver entonces que usar Facebook de manera gratuita es posible porque la compañía, con el fin de vender la información que generan sus trabajadores suscritos con su actividad diaria sin darles utilidades, lo está financiando. No hay vuelta atrás, le dimos derecho a Facebook y al resto de sitios maoístas digitales al estar de acuerdo con sus ​términos y condiciones (que nadie leyó).

Hay un límite que ya se ha cruzado pero confío en que lo podemos revertir. Las fronteras entre casa y trabajo se han disuelto por completo, y comienzan a verse síntomas de explotación. Vivimos en una sociedad económica que busca que las personas rindan lo más posible, incluso si esto significa tener que trabajar por necesidad durante toda la vejez.

La compañía que apuesta por el desarrollo personal tanto como por el profesional de sus trabajadores hoy en día es casi inexistente. Quien hoy tenga un trabajo con prestaciones, incluso si son parciales, es una persona privilegiada. Estamos ante un momento crítico, en el 2019 se reformó la ​Ley Federal del Trabajo (LFT) ​para agregar el Capítulo XII, que habla del trabajo a domicilio, definiéndolo como aquel que se ejecuta habitualmente para un patrón en el domicilio del trabajador o en un local libremente elegido por él, sin vigilancia o dirección inmediata y utilizando tecnologías de la información y comunicación. Así mismo, señala que los patrones deberán inscribirse previamente en el ​Registro de Patrones del Trabajo a Domicilio ante la Inspección del Trabajo (del cual hasta la fecha se desconoce su existencia), donde se deberán asentar las condiciones laborales por escrito de cada empleado.

En estas reformas se establece la obligación del patrón a otorgar seguridad social, facilitar herramientas de trabajo (sin que la falta de éstas sea un obstáculo para que no se perfeccione el vínculo laboral), vacaciones, aguinaldo, respetar los derechos escalafónicos, mantener una igualdad salarial y otorgar todas las demás obligaciones que contiene la ​LFT​. Sin embargo, la idea de un ​derecho a la desconexión digital sigue siendo casi inexistente.

En febrero de este año, se pospuso adicionar el a​rtículo 68 BIS a la ​LFT​, el cual establece el derecho al trabajador a desconectase digitalmente de sus labores, garantizándole un descanso, permisos, vacaciones e intimidad en familia. Para ello, los patrones deberán elaborar una política interna donde se explique la modalidad para ejercer tal derecho. Por lo mismo, de no llevarse en la dirección correcta la barrera que separe la vida íntima de la profesional será inexistente.

La LFT fue reformada hace un par de semanas, pero el derecho a la desconexión digital fue de nuevo un espejismo disfrazado de oasis. La reforma distingue entre el teletrabajo y el freelance, es decir, da una excusa para que alguien que trabaja a distancia se considere freelance y pierda su derecho a toda prestación. El artículo 68, sigue apuntando que «los trabajadores no están obligados a prestar sus servicios por un tiempo mayor del permitido de este capítulo. La prolongación del tiempo extraordinario que exceda de nueve horas a la semana obliga al patrón a pagar al trabajador el tiempo excedente con un doscientos por ciento más del salario que corresponda a las horas de la jornada, sin perjuicio de las sanciones establecidas en esta Ley».

Lo que significa que al trabajador se le puede dar una instrucción a las 2:00 hrs. am y deberá cumplirla en cuanto comience su jornada, pues en ningún momento se ha especificado que el empleador no puede contactar a su empleado en horas no laborales.

De esta manera, se promueve que los trabajadores tengan que pagar para empezar a trabajar, aportando sus propias herramientas laborales y asumiendo los riesgos inherentes al modelo, algo que carece totalmente de sentido en una nación llena de desempleo y pobreza. Además, las víctimas de este tipo de explotación a distancia no son solo las que trabajan desde casa, están quienes desempeñan su trabajando en un coche, una bici o cualquier sitio conectado a internet.

No soy enemigo de las empresas, al contrario, creo que son el rumbo. Y creo que el hecho de que a los trabajadores les vaya bien hace que a las empresas les vaya mejor. Pero el camino es largo, necesitamos sostener una conciencia que permita generar trabajos socialmente responsables​​. Esto es que además de seguridad social, los trabajadores tengan derecho a ser felices, principalmente con tiempo para sus parejas y/o hijos y familiares.

Busquemos el balance, el camino ético no debe ser interrumpido por preocupaciones personales, de lo contrario, ¿el que el trabajadores esté en casa justifica el derecho a vigilarlo de manera remota? ¿El patrón tendría derecho a reclamar información que ha sido hecha y está alojada en los dispositivos comprados con otros fines por sus trabajadores? ¿O será el home office la solución para cubrir el hueco que dejará el ​outsourcing?​

La conclusión sigue siendo la misma: Debemos encargarnos de que la LFT sea justa para empleadores y empleados, a través de la generación de trabajos dignos de acuerdo a las prestaciones de ley.

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Las nuevas reformas a la LFT protegen más a las empresas que a los trabajadores. No se establece derecho a la desconexión digital como MORENA había dicho que lo haría. Como expresa el dictamen de la reforma, uno de los objetivos es «conciliar la vida personal y el trabajo de la persona trabajadora». Un error, pues la vida personal debe de permanecer siempre separada de la laboral.

El artículo 313 establece que el trabajador a domicilio es la persona que trabaja personalmente o con la ayuda de miembros de su familia para un patrón. Es decir, le permite al patrón utilizar a una o más personas, pagando el sueldo de una sola.

Este artículo define que para el trabajo a domicilio el empleador suministre los útiles o materiales de trabajo sin importar la forma de remuneración. Aunque en apariencia da seguridad en cuanto al reconocimiento del teletrabajo como un empleo formal, nada nos protege de tener que adquirir tecnologías, software o herramientas para ejecutar nuestro trabajo, sin que sea el patrón quien pague por los objetos o licencias. Eso sí, en caso de dañar o deteriorar algo que de el patrón, según el artículo 326, se le debe indemnizar.

El artículo 318 establece que se debe fijar un lugar de trabajo. Entonces, si uno debe salir de su lugar de residencia por cualquier razón, a pesar de estar en plenas posibilidades de cumplir con el trabajo, estará incumpliendo con la ley por no estar en su casa al momento de trabajar. Así uno podría ser despedido bajo el argumento de desconexión laboral, o bien por conectarse desde otra ubicación.

El artículo 322 establece que el teletrabajo tendrá su propio salario mínimo. Al no requerir transporte, nada garantiza que no será menor.

Finalmente, el artículo 330 le permite a los patrones inspeccionar el lugar de trabajo de sus empleados, es decir, entrar a revisar la casa de sus trabajadores.

La Secretaría de Hacienda busca incluir a los servicios digitales dentro del marco tributario. El Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, informó sobre las modificaciones sobre la economía fiscal en 2020: «el nuevo marco tributario grava 4 rubros: 1) Descarga o acceso a contenido multimedia; 2) Intermediación entre terceros oferentes de bienes o servicios y los demandantes de los mismos; 3) Clubes en línea y aplicaciones de citas; 4) Enseñanza a distancia o páginas de test».

Así como ocurrió entre otros con Netflix, HBO, y Prime Video, ahora pagaremos más por nuestros servicios en línea. Mientras las fronteras entre teletrabajo y freelance se disuelven en dirección del segundo —con el fin de no reconocer formalmente los empleos para evitar generar obligaciones patronales—, nuestro rol en el teletrabajo permanecerá siendo el de explotados.

Foto: Naturaleza muerta con Macbook Pro & iPad Air (2019), de Alonso Cedillo | Cortesía del artista.

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La obra de Alonso Cedillo (México, 1988) se desarrolla en distintos medios como pintura, escultura, video, gráfica y programación. Su producción explora las relaciones que establecemos al conectarnos a internet, de manera diaria, a través de computadoras y dispositivos móviles. Su trabajo se ha presentado en el donaufestival en Krems, Austria; Transitio_MX en la Ciudad de México; y el festival NRML en Monterrey.

Mujeres Creando: voces del confinamiento, por Andrea Bravo

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Junio, 2020

La madrugada del 18 de abril de 2020 en plena cuarentena, María Galindo y Yolanda Mamani se citaron muy temprano, cuando todavía está oscuro en La Paz.1 Caminaron a la Universidad Mayor de San Andrés, principal universidad pública de Bolivia. En la calle había mucha circulación de militares. Permanecieron un largo rato escondidas entre los muros, evitando que las Fuerzas Armadas las vieran. María le enseñó a Yolanda a usar la cámara en el camino, a pasos apresurados y entre la oscuridad. Decidieron hacer la pinta en el monoblock de la UMSA, el muro principal. Mientras María pintaba, Yolanda filmaba. Terminaron de hacer el grafiti y se separaron. Cada una por su lado.

Quédate en casa no es lo mismo que cállate en casa. Mujeres Creando

Mujeres Creando

Mujeres Creando es un colectivo feminista boliviano. Su campo de acción es tan amplio y se transforma tanto que no se puede dar una definición concluyente del movimiento. Sus prácticas y teorías están siempre re-elaborándose y evadiendo la domesticación de su feminismo. Sus integrantes lo explican como un movimiento multifacético, autogestivo, independiente y político, que sabe hacer mucho con poco. Cooperativo y con tintes anárquicos y apátridas. Apartidista y no institucional, eso siempre.

Fue fundado en 1992 y es liderado por María Galindo, al día de hoy está conformado por entre veinte y treinta mujeres2 de identidades sexuales, étnicas y profesionales diversas,3 una alianza que ellas llaman insólita y que por su variedad ha abierto múltiples espacios de resistencia y defensa muy bien organizada en Bolivia.

Su centro neurálgico es la casa de La Virgen de los Deseos, ubicada en el centro de La Paz. Ahí coinciden mujeres con perfiles que van desde las que hacen el trabajo burocrático hasta las que participan en los despliegues estéticos-performáticos. En La Virgen de los Deseos se reúnen, cocinan, deliberan, venden, teorizan, cobijan, editan, proyectan, traman y confeccionan.

En esta casa María Galindo transmite Radio Deseo4 (radiodeseo.com), en el segundo piso está el taller de serigrafía a cargo de Danitza Luna y se ubica también un aula de trabajo funcional para seminarios, entre otras actividades colectivas. En la casa también opera el servicio de asesoría legal Mujeres en Busca de Justicia, a cargo de Paola Gutiérrez, donde un equipo de abogadas atiende y acompaña a mujeres que atraviesan violencia machista.5

También ahí se conjuran las pintas de grafiti, se sostienen cooperativas de trabajo, y últimamente se confeccionan tapabocas (o barbijos)6 y se prepara alcohol en gel a modo de farmacia popular. El trabajo que hacen viene y va entre lo práctico, lo teórico y lo simbólico.

Desde hace casi tres décadas el colectivo se ha dedicado a idear, desde la vida práctica, un feminismo de las de abajo, las oprimidas, incómodas e indeseables, que atienda la realidad específica y compleja de las mujeres bolivianas. Este feminismo se sostiene en metodolo­gías del ingenio y políticas concretas que se traducen en acciones cotidianas, barriales y comunitarias, y se ejecutan en el aquí y ahora. Con su diligencia y eficacia trascienden los tiempos y tácticas de la justicia estatal y las ONGs.

Su teoría está enraizada en la experiencia de cada mujer y en esa medida se pone en práctica. Las estrategias van desde el escándalo público, la acción ilegal o el trámite jurídico-policial hasta eventos culinarios o político-artísticos que van cuestionando —por paredes, foros artísticos, académicos y programas de televisión— discursos esencialistas y traducciones simplistas y estériles de su experiencia feminista.

Versos en la pared. Una estrategia para tomar la calle de manera rápida, política y poética

De acuerdo a la leyenda que cuenta Galindo, el grafiti fue la primera forma de pronunciación de Mujeres Creando. Sus mensajes exponen y desestructuran los eslóganes más asentados del machismo, racismo, y la culpa religiosa, para entregar reflexiones incisivas que atienden la realidad compleja, contradictoria y mestiza de las mujeres en Bolivia y la región.

La socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui piensa la imagen como un lugar para la actualización de elementos inconscientes del mundo social y como una estrategia dislocante y de resistencia que abre la posibilidad de replantear nociones severas en contextos de dominación. Para Rivera Cusicanqui, hay imágenes que con su espesor discursivo, basado en la experiencia vivencial, posibilitan un perspectiva crítica de la realidad y la reinvención de los imaginarios.

Los grafitis de Mujeres Creando, si bien encuentran ciertas afinidades en esta propuesta, llevan el cuestionamiento más allá y reelaboran la relación entre ética, estética y política para pronunciarse. Repiensan la relación entre creatividad y feminismo desde su mismo nombre como movimiento. Sus palabras claras y contundentes, que se piensan mucho y siempre en colectivo, estallan por aquí y por allá para recolocar nociones muy sobadas del civismo, la religiosidad y el sentido común.

Las frases trabajan todo el tiempo para despolitizar conceptos y consignas —como la discriminación, igualdad o empoderamiento— que se han cooptado, desinfectado y reusado como pastiche para instalar y ser consumidas masivamente, perdiendo por completo su esencia renovadora.7

Para escribir sus versos en las paredes utilizan la letra carta o cursiva, la misma con la que se aprende a escribir y que hay que hacer caber en los cuadritos de la plana para terminar la tarea. Esta caligrafía didáctica y femenina, se combina con frases lúcidas y filosas, además de una firma orgullosa, para construir textos desobedientes que revientan en las paredes bolivianas.

Algunas consignas salen de puro chiripazo y a otras les toma tiempo tener forma. A veces responden a episodios coyunturales de la política boliviana —como el caudillismo romántico de Evo Morales o el conservadurismo desproporcionado de la administración actual—. Otras vienen más del pensamiento profundo de su feminismo concreto. Hay unas que son clásicas y se reproducen en souvenirs y playeras que venden en su tienda para sostener el movimiento.

Nosotras parimos, nosotras decidimos. 

Mujer no me gusta cuando callas. 

Para ella la culpa, para él la disculpa. 

Lucha y rebeldía no se asfixian en la alcaldía.

Las frases tienen una extensión de no más de dos o tres líneas y entrecruzan conceptos del imaginario del deseo con lemas de la lucha social y excentricidades de la prudencia cristiana. Los mensajes son concisos, incendiarios y siempre van firmados. Cuestionan las ideas más celebradas de la poesía y la política patriarcal; nunca están conformes, y con su ingenio agudo afectan la mirada y tejen nuevas afectividades.

El peso de estos textos, conjugado con su estética naif y un dominio impecable de la lata de aerosol, queda en las paredes como sello visual y va escribiendo, de a poco, un tratado de política concreta y estética que es muy suya y muy coherente en tiempo, forma y concepto porque se construye y reconvierte todos los días desde diferentes frentes.

Mujeres Creando transforma el gesto tradicional de los movimientos de protesta urbana, anónima y territorial con el objetivo, no de cerrar espacios, sino de abrir nuevos escenarios e imaginarios políticos construidos por ellas mismas. Escribir frases en la pared es la manera de conectar con el espacio público, de tomar la calle de forma rápida, política y poética y con ello reconvertir la forma de comunicarse con la sociedad y tejer relaciones con las mujeres que transitan.

Voces del confinamiento

En tiempos de confinamiento, parte importante de las acciones de Mujeres Creando se ha visto parcialmente interrumpida, sin embargo, dada la diversificación de sus formas y frentes, muchas estrategias siguen activas y habitando el escenario de fragilidad. Radio Deseo sigue transmitiendo todos los días, el servicio de asesorías legales comparte números telefónicos para continuar acompañando a mujeres, las psicólogas han escrito textos sobre el encierro, y también se han puesto a disposición asesorías y acompañamientos financieros para evitar usuras bancarias a mujeres.

Desde la radio, el grafiti y su trabajo de asesorías, Mujeres Creando cuestiona la estrategia pasiva y proteccionista del #quédateencasa como única respuesta a la pandemia. El confinamiento físico no implica una reclusión política.

Cuenta Rivera Cusicanqui que en la cosmogonía aymara el pachakuti es el tiempo del caos y la inflexión, el tiempo del cambio procesual que va y viene, destruye y renueva el orden de las cosas. En esta medida y desde su pensamiento concreto afincado en La Virgen de los Deseos, Mujeres Creando piensa, repiensa y señala los ideales de asepsia afectiva y distanciamiento social.

Con su activismo incendiario —y por ahora confinado— cuestionan las políticas mecánicas de no me afectes, no me rayes, no me contagies y apela a un ejercicio colectivo para generar espacios fragmentarios de deseo para proyectar lo que está por venir.

*Gracias a Danitza Luna, integrante de Mujeres Creando, por su tiempo, acompañamiento y asesoría para escribir este texto.

Foto: Cortesía Mujeres Creando.

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1 Días antes María había hecho una protesta en las puertas de un hotel de cinco estrellas que el alcalde contrató como centro de aislamiento Covid-19. La situación era indignante: por un lado, contrataban un hotel de lujo para beneficiar a un empresario y, por otro, el gobierno central se negaba a dejar entrar al país a un grupo de bolivianos varados en la frontera con Chile en condiciones marginales.

2 El número fluye con los tiempos y contextos.

3 Una de sus consignas canta: indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas.

4 En sus palabras, Radio Deseo es la voz y pulmón del movimiento. Ha jugado un papel muy importante no solo a nivel discursivo, sino a nivel político. Su programación agrupa voces de distintas organizaciones sociales y considera la discusión política, múltiples géneros musicales y la historia culinaria boliviana.

5 Entre todo su trabajo, son responsables del desarrollo de la Metodología de atención de casos de violencia machista contra las mujeres con enfoque feminista, propuesta que más allá de asesorar y acompañar, sienta un precedente teórico con enfoque feminista afincado en la especificidad y complejidad de la realidad de las mujeres bolivianas en ciudades y comunidades. Este servicio asume el trabajo que el Estado no hace, pues la misma policía reubica a las denunciantes a Mujeres en Busca de Justicia para resolver sus situaciones por las insuficiencias del sistema judicial. La presentación del libro Propuesta de Metodología de atención de casos de violencia machista contra las mujeres con enfoque feminista, de Paola Gutiérrez, ha sido pospuesto por la pandemia, sin embargo, durante estos meses la propuesta ha sido difundida por distintos medios, entre ellos Radio Deseo a través del programa de María Galindo La gota que horada la piedra.

6 A los tapabocas (barbijos en el Cono Sur) les llaman «bozales para humanos» y llevan impresa la consignas: No nos callarán la boca. / Quédate en casa no es igual a cállate en casa. / Desobediencia por tu culpa voy a ser feliz. / La tele miente prende tu mente. / No te quedes aislada, conéctate con tus aliadas.

7 Por ejemplo, el gobierno de Evo Morales escamoteó la propuesta de «despatriarcalización» acuñado por María Galindo en su libro No se puede descolonizar sin despatriarcalizar para crear el Servicio Plurinacional de la Mujer y la Despatriarcalización, tomando el término pero no el contenido. De ahí, también derivó el Viceministerio de Descolonización que hoy ya no existe por orden de la presidenta actual Jeanine Añez quien hace poco eliminó el Ministerio de Culturas del cual éste dependía.

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Andrea Bravo estudió Historia y un posgrado en Sociología del diseño. Trabaja como editora e investiga sobre arte, diseño, artesanías, moda y feminismos en Latinoamérica. Vive en Buenos Aires.

Sala 10: Simon Gush

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Por GASTV | Junio, 2020

Como parte de la programación a distancia de Cultura UNAM, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) presenta Simon Gush, Calle Joubert 59, Johannesburg, pieza audiovisual de Simon Gush (Pietermaritzburgo, 1981) en la que explora su experiencia íntima del confinamiento.

Atravesado por las contradicciones, Simon Gush desea que el aislamiento acabe y se prolongue: le preocupan los estragos de la economía pero también la salud de sus padres. No sabe si fue buena o mala suerte pasar la pandemia completamente solo. A la vez, el trabajo de cuidado y el remunerado saturan el espacio limitado de su departamento.

Hoy estamos profundamente individualizados y físicamente aislados. Nuestras experiencias son a menudo diferentes y dependen de nuestras circunstancias. Se ha puesto énfasis en el papel de la geografía, la nacionalidad, la raza y el género. Esta película es sobre la experiencia de soledad del artista sudafricano.

Disponible a través de #Sala10 hasta el 28 de junio de 2020.

Foto: MUAC.

Escena viva. Intervenciones al espacio doméstico

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Por GASTV | Junio, 2020

El Museo Universitario del Chopo presenta Escena viva. Intervenciones al espacio doméstico, serie de videograbaciones que reúnen escenas de la vida cotidiana atravesadas por la puesta en escena de sus participantes durante el periodo de distanciamiento social.

Las intervenciones a lo cotidiano abordan temáticas diversas a través de textos poéticos, literarios, composiciones musicales, diseños coreográficos y elementos visuales. Además de herramientas teatrales como textos dramáticos, vestuario y utilería.

De esta manera, el grupo invitado de creadores comparte piezas audiovisuales in situ desde sus espacios íntimos como una forma singular de intervención a su cotidianidad durante el aislamiento.

Participan Oligor/Microscopía, Toztli Abril de Dios, Misha Arias, La Liga Teatro Elástico, Laura Agorreca, Nicolás Poggy, Aura Arreola y Aliona Shewionkova.

Martes y jueves del 23 de junio al 21 de julio de 2020.

Foto: Cortesía Museo del Chopo.

Radio Nopal: próximos talleres online

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Por GASTV | Junio, 2020

Como parte de las actividades artísticas a distancia, Radio Nopal propone un ciclo de cinco talleres multidisciplinarios durante el periodo junio-julio.

Cómo sobrevivir al fin del mundo sin comprar ropa nueva, con Ana Martha Cano. Con más de 15 años de experiencia en moda, y luego de ser parte de la voraz industria del fast fashion, cambia de rumbo para explorar y jugar en el inmenso mundo del desecho de ropa. 

Zona de amigos, crea tu propio fanzine, con Gibrán Turón. Creativo publicitario, ilustrador digital y muralista con base en la Ciudad de México. Dirige el festival autogestivo de ilustración Dolor Local.

Contar historias reales. Periodismo narrativo para captar audiencias, con Florencia Molfino. Editora de revistas, libros de no ficción y noticias internacionales, así como contenidos de marcas en publicidad digital.

Laboratorio de creatividad especulativa en prácticas artísticas sobre la percepción y atención plena, con Arcangelo Constantini. Artista y curador independiente que desarrolla obra de carácter lúdico experimental vinculado a la tecnología.

Taller de videocreación, con Kevin Speight. Ha desarrollado su carrera como director estudiando y trabajando en diferentes departamentos dentro de la industria cinematográfica.

Informes e inscripciones en educativa.radionopal@gmail.com

A partir del 20 de junio de 2020.

Archivo | #ZOOM_OUT! Internet pandémico, un problema para nuestros cuerpos, mentes y afectos, por Cinthya García Leyva

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Que afortunadamente puede detenerse a través del conocimiento colectivo, interdisciplinario e intergeneracional.

Junio, 2020

Raíces (y agradecimientos)

Porque parte de una situación absolutamente atípica, escribiré este texto también atípicamente (al menos en cuanto al tipo de textos que estoy acostumbrada a escribir: académicos o ensayísticos, casi siempre regidos bajo una fecha límite de entrega, un formato y una extensión previamente acordados, o un espectro de alcance lector medianamente calculado).

Para ello agradezco enormemente la complicidad y la medición del pulso de Pamela Ballesteros, editora de GASTV, que generosamente propuso este espacio para hacerlo y con quien mantengo una complicidad a distancia: la mirada compartida de hacer proyectos, independientes o no, donde la colaboración, la perspectiva de género y el apoyo mutuo sean siempre el punto de salida. Por eso publico este texto aquí.

Me he permitido por primera vez desde hace muchos años un ejercicio de escritura continua. Parto de ideas que durante los últimos días he estado aterrizando en pantallazos, frases cortas y apuradas, reflexiones a botepronto que conjuntan, a dos meses de confinamiento, experiencias teóricas anteriores, memorias poéticas, performatividad corporal y diálogo con otras cómplices.

No puedo comenzar sin decir que aquí se vierten también las voces y el acompañamiento de las mejores aliadas en estos tiempos tan extraños: la enorme Tania Aedo, las maravillosas Electrobiota (a quienes solamente escuché una vez y a distancia, gracias a Tania, pero hacen tanto por poner conexiones orgánicas en su sitio), mi madre (escaldufa), mis amigas de siempre y más amigas que nunca en la pandemia Sofía Izquierdo, Adriana Izquierdo, GA BI; Ilona Goyeneche, Julieta Giménez Cacho, Violeta Horcasitas y Amanda de la Garza, admiradas colegas y ahora también compañeras de diálogo.

Mi adorado alumnado, ese pequeño grupo talentoso que, como he dicho en otros espacios, es para mí el oráculo del futuro y fue también mi pulso semanal para la desesperanza y la esperanza renovada: grupo con el que comencé clases presenciales y terminé un semestre a distancia, en el que viramos teórica y experiencialmente a hablar de políticas de lo digital en el corazón de lo que cada quien vivía ante la contingencia.

Agradezco también el conocimiento vital de mi casero, señor mayor amante cuidadoso de sus plantas, con quien he ido aprendiendo a conocer y cuidar las que generosamente viven en mi casa, y el apoyo de otro querido colega, el contador Alfonso Baca, porque me recordó siempre con cuidado que las raíces están en el bosque y que los árboles saben de fuerza.

Así como la presencia constante del brillante Christian Gómez, mi gran amigo, siempre allí, ayudando a iluminar el camino borrascoso. Tantas veces he sembrado semillas junto a él. Dos voces a distancia ayudaron también a desatar esta escritura: la de Guillermo García Pérez, desde su relectura de El Capital en una mirada transhistórica a la que pude asomarme con mucha suerte una tarde de jueves, y la de Andrés Ordorica, que acompañó la cotidianidad con toda entereza y empatía, telefónicamente.

Una más, en proceso, se suma a esta reflexión en hilo: la de la escritora Martha Riva Palacio, con quien tengo el placer de comenzar a escribir un texto a cuatro manos del que pronto daremos aviso. Comencemos, pues, con esta escritura-textil.

Compost I: Constelación

Notas sobre la intersección entre el internet algorítmico-capital y el internet pandémico.

De pronto se encuentra una haciendo demasiadas cosas que parecen muy distintas entre sí. Falta un punto de conexión. Un motor que las agrupe, que les dé sentido: no individualmente (ese ya lo tienen), sino en conjunto.

¿Qué tiene que ver la poesía concreta de mediados de siglo XX con la enseñanza sobre nuevos medios, relativos al tumultuoso enroque entre el fin del siglo XX y el comienzo del XXI? ¿Qué las prácticas de escucha, el radio como medio que hace puente entre voz y cuerpo, el internet como espacio de trabajo y la literatura comparada como terreno de formación académica? ¿Qué la gestión cultural con el autocuidado y cuidado colectivo? ¿Qué el lento pero firme movimiento de las plantas con el silencio como espacio de acción?

Hacer composta, poner en marcha los saberes previos para conectar con esos nuevos saberes que nos vemos enfrentados a in-corporar en un estado pandémico. Capas de saberes, corporales y conceptuales que, si sabemos atender, a dar luz y sombra cuando es requerido, no van a quedar desconectados, sino que irán formando una masa relativamente uniforme de conocimiento nutrido, y que servirán para ver crecer vida.

En mi quehacer en diversos frentes he defendido la idea de la constelación como estrategia de colectividad horizontal con capacidad de mover en conjunto a los elementos que la conforman hacia diversas direcciones. La constelación como modo de agrupamiento activa una familiaridad más o menos explícita: teje hilos aparentemente inconexos, no se rige por jerarquía de poderes particulares e individuales sino por potencia mutua (guiño a la Teoría de la guerrilla artística de los poetas concretos brasileños) y reconoce que para existir se requiere siempre entender que hay una mirada que la construye.

Esto es: en la constelación se asume desde un principio que toda narrativa, todo agrupamiento, cada categorización y cada ordenamiento de un fragmento de mundo son culturales, contextuales, históricos y que pueden replantearse una y otra vez, para plantearse (plantarse) de manera distinta dependiendo de la mirada (también cultural, contextual e histórica) que vuelva a construirlos. (Y dependiendo también de quién puede ejercer la voz para narrar esa mirada, claro está: toda narrativa depende de la capacidad de hablar, y de la exclusión de las voces silenciadas que siempre podrían contar la historia de otra manera).

La constelación, pues, ha servido para ver grupos estelares en el cielo y leerlos como formas familiares a la vista humana desde puntos muy lejanos; ha servido para leer archivos e imágenes a partir de los contrastes que presentan visual, geográfica, política y temporalmente (guiño al sistema de Aby Warbug que tantas relecturas políticas ha inspirado); o ha servido también, por ejemplo, para darle un sentido activo a la idea de red de interconexiones (network).

La constelación propone que cada elemento a conectar tiene características específicas de vida y de potencia de vida que, en contacto con otros elementos, permite generar una nueva dimensión informacional: no uno debajo del otro sino uno en relación horizontal con el otro.

La constelación es una posible estrategia para ver dimensiones de sentido que no viven en la superficie o no aparecen fácilmente en una relación de conexión entre un elemento y otro. Si esto lo multiplicamos por millones de elementos tenemos más o menos el ideal de interconexión que propuso internet en sus momentos de halos utópicos: nodos de información que potenciados entre sí producen nuevo conocimiento de mundo colectivo y democrático (todos para todos, todos entre todos).

Éste es el internet que llegó a pensarse y a producirse internacional, interdisciplinaria y colectivamente hace unos años o, al menos, esta era su utopía. Desde el comienzo de esta net entendida como una supercarretera de la información (pensamiento lineal, del que nos cuesta tanto escapar), pasando por la noción del portal (entrar a una dimensión desconocida, entrar a un nuevo mundo), llegamos velozmente al internet de la hipervinculación: surfear, navegar, descubrir los mundos a los que nos habían llevado esas autopistas y esos portales e ir cambiando, de clic en clic, de ventana en ventana, de nodo en nodo, a diversos mundos.

Por supuesto que estos halos utópicos no durarían mucho: si volvemos a la idea de que todo ordenamiento de mundo o intento de producción categórica de un fragmento del mundo es cultural, contextual e histórico, no es difícil relacionar que, a la par de la hipervinculación informacional —y corporal, desde luego— del internet y el crecimiento de la fuerza capitalista a nivel mundial, el ordenamiento del mundo fuera o más allá de la pantalla (estatal, gubernamental, legal) también se desarrollaba con sus propios ideales: lograr cada vez mayor integración entre un aparato informacional que funciona con ceros y unos (el código binario) y aquel que se mueve (todavía, confiamos) desde la voluntad y los afectos.

El mundo medible y el mundo de lo ambiguo, el mundo del código y el mundo de los cuerpos vivos (carne, cerebro y emociones) en una implicación tal que el código binario pueda mover la fuerza afectiva, ese elemento que se ha resistido, gracias a su complejidad, a entregarse de manera total al poder capitalista.

Tenemos ahí el internet algorítmico y, con él, el éxito rotundo de los emporios: que Amazon pudiera reconocer tan fácilmente la conexión entre un deseo y su materialización física (querer algo y tenerlo pronto, muy pronto, a la puerta de la casa); que YouTube nos pusiera «el mundo» enfrente y nos dijera qué otros mundos se parecen al nuestro, qué otros mundos queremos ver: reproducción aleatoria que no tiene nada de aleatoria; que Spotify supiera muy bien la canción que nos estaba faltando en nuestro imaginario sonoro… Y conocemos muchos ejemplos más, pues esto no es nada nuevo para nadie: llevamos tiempo dejándonos leer algorítmicamente.

Dos errores constantes en nuestro entendimiento de internet, que vemos replicados incluso en taquilleras conferencias de los expertos más expertos en digitalidad, colaboraron a la alza velocísima de este internet algorítmico-capital: pensar que la digitalidad se reduce a la pantalla cuadrada por la que nos conectamos (la de nuestras computadoras, teléfonos o tabletas) y que internet significa solamente conectividad, estar presentes online.

¿Por qué errores? Porque, en plena ignorancia precisamente de las corporalidades que construyen la digitalidad, olvidamos todos esos cuerpos que, fuera de la pantalla, la hacen posible. Esto es: nos olvidamos no solamente de la brecha digital cada vez más creciente (olvidando también, frecuentemente, que la digitalidad es siempre dependiente de geo-realidades, infraestructuras y accesibilidades distintas dependiendo de la «fuerza tecnológica» de los diversos territorios y sus reparticiones sociales ya más o ya menos equitativas), sino que, para que ese algoritmo funcionara tan bien para quienes contamos con net-acceso, poníamos a los cuerpos en mayor desventaja económica y social (la precariedad más cruel, hoy tan transparente al mundo en la vivencia pandémica) a trabajar fuera de la pantalla para completar el ideal código-afecto o código-deseo del internet algorítmico-capital.

No tenemos todavía robots que nos traigan nuestro objeto de deseo a casa, no: son personas, con necesidades salariales casi siempre en fuerte desventaja, quienes las traen para nosotros, quienes recorren la ciudad (material, presencial) a horas que otros usamos para dormir. Son personas también las que, en condiciones muchísimas veces extremas, conceden a partir de sus conocimientos en programación y código (conocimientos que desde siempre han quedado situados en comunidades al margen o muy pequeñas) una explotación de sus cuerpos y conocimientos al florecimiento de un Sillicon Valley, de oficinas-net, de edificios altos de ventanales lustrosos donde se mueven los números que mueven el mundo.

Siendo este panorama ya bastante peligroso en términos de lo que la brecha digital comenzaba a generar para ampliar negativamente todavía más las diferencias sociales de acceso, ya no solamente de acceso a esa net sino de modos de vivir el mundo digital, este internet algorítimico-capital se vio potenciado, desafortunadamente para las sociedades conectadas y no conectadas, por la pandemia del Covid-19.

El mundo entero (el mundo entero conectado, para ser más precisa), en medio del shock de un cambio transversal de la vida, comenzó instintivamente a intentar traducir la vida a una pantalla rectangular. Algunas acciones lo requerían, en un terreno de la urgencia de la inmediatez: programas listos de todo tipo casi echados a andar que podían llevarse a cabo en línea para no cancelarse, planeaciones urgentes en todos los niveles para salvar lo que era posible salvar ante la inminencia de las pérdidas que la pandemia anunciaba, la posibilidad de hablar «en persona», aceptando todo glitch incluido, con los seres amados.

Irónicamente, el internet algorítmico-capital sí estaba preparado para funcionar, ahora, como la única solución en esta etapa de shock; empresas digitales hasta hace pocas semanas desconocidas, especialmente las dedicadas a videollamadas y videoconferencias, de pronto se convirtieron (o, mejor, actuaron velozmente para hacer creer que en eso se convertían) en la única alternativa para el trabajo colectivo, para la conexión social a distancias lejanas y no tan lejanas, para trasladar la vida pública a una vida en pantalla plana.

Pero no solamente estas nuevas empresas encontraron, ante un mundo devastado, una gran mina de producción capital generada en medio del shock y la confusión; también aquellas otras que ya funcionaban como emporios encontraron la cumbre inmediata de sus negocios, de por sí ya en un éxito capital rotundo.

Todo lo que implicaba seguir manteniendo la cadena deseo-materialización, ahora con la consigna de que el mundo (el mundo que podía hacerlo y pagarlo, insisto) debía guardarse en casa, lo podían resolver, a costa, desde luego, de los cuerpos que, sin poder quedarse en casa, transitaban la ciudad, aumentaban sus posibilidades de riesgo de contagio, para hacer llegar los pedidos (los urgentes, los necesarios, los lujosos, los básicos) a los puntos de confinamiento.

A los repartidores a domicilio en una ciudad que debía cerrarse los llamamos héroes. A las redes sociales, a la hiperconectividad y a una falsa democracia que se mira en un ombligo diminuto y se olvida del otro mundo afuera lo llamamos bendito internet.

La demasiada confianza en la utopía de un internet democrático que por muy poco tiempo pudo mantener esa ideología y ese planteamiento, sumada al desconocimiento de todos los procesos tecnológicos, programáticos y políticos que involucra, opacos o de plano ininteligibles para la gran mayoría del mundo conectado (recordemos que el conocimiento de programación web, de lenguaje de código y de políticas digitales ha estado reservado, también por razones de georealidades, infraestructura y culturales ––incluida la hiperespecialización de conocimientos— a un grupo muy pequeño de la población tanto nacional como mundial), nos hizo creer que esa restricción rectangular, plana y fría, ¡confinamiento dentro del confinamiento!, era la primera y la única salida a tomar en el encierro.

Nos hizo descuidarnos (demasiadas cosas en qué pensar, qué resolver y qué sentir a la vez) y entregar, sin saber muy bien por qué ni cómo, lo que somos, lo que hacemos, lo que anhelamos y lo que extrañamos a un internet ahora pandémico.

VIVA VAIA, 1972, Augusto de Campos

¿Por qué hablar de un internet pandémico y qué implicaciones tiene usar este término? La analogía entre el mundo pandémico y el internet pandémico no refiere únicamente a una simetría temporal, o a una simultaneidad entre cambio de mundo y cambio de tecnologías de la hiperconectividad: propongo esta idea, en primer lugar, por la pluralidad en términos de origen, alcance y efectos de la pandemia, que es una pluralidad también en términos de origen, alcance y efectos de estas tecnologías.

Es decir, si la pandemia tuvo un origen multifactorial, un alcance global y transversal, una amplísima multiplicidad de efectos en todos los niveles de lo que implica la conectividad humana, la percepción de lo vital tanto individual como colectivamente, este internet pandémico puede leerse así, casi de manera paralela, y muestra en sí mismo ––como el mundo ha comenzado a reflejarse sobre sí–– todas las injusticias, inequidades, pérdidas que trae consigo el mundo capital, ahora luchando con las últimas pero más poderosas garras por centrarse en el ojo de la pérdida mayor: la que se produce en la invisibilidad y la ambigüedad, ese espacio de producción de mundo que también tenemos olvidado y marginado porque confiamos excesivamente en la certeza de lo que vemos y tocamos y muy poco en lo que no. Demasiada confianza en el trabajo sobre la imagen pobre, en la pixelizada, ultra-reproducida, ultra-disminuida (guiño a la obra de Hito Steyerl).

En segundo lugar, el término pandémico aplicado a internet integra precisamente las dimensiones biológicas, afectivas, políticas, tecnológicas, económicas, emocionales, psicológicas y culturales en los efectos que trae consigo. Los canales de conversación son cada vez menores y marcan reducción de pluralidad, imaginación y creatividad; promueven un pantallismo agudo (vinculado al confinamiento, desde una posición manipuladora en extremo) que va desde largas horas de tele-clases obligatorias para niños hasta largas horas y multiplicadas de trabajo para adultos, con efectos físicos directos e inmediatos: pérdida de perspectiva amplia y de visión, dolor de espalda, agotamiento mental, sin hablar del doble aumento de trabajo que recae especialmente sobre las mujeres que son madres, que llevan los cuidados y las labores del hogar y que mantienen un empleo home office.

Todo esto va más allá, todavía, y aquí uno de los giros más relevantes en este internet: un manejo descuidado de lo que significa grabar, registrar, archivar, mostrar, presentar: la aplicación de medidas de vigilancia, de rastreo de datos personales, que ya comenzaban a anunciarse y ejecutarse años atrás en el internet algorítmico-capital, se ven ahora reforzados con una medición absolutamente descarada de los gestos faciales.

En estos tiempos tan transparentemente vulnerables, medición para la que, además, pagamos: empresas de videollamadas, que se presentaron como la única manera de comunicación inter-conectada, se promueven como más seguras y encriptadas solo a quienes tienen posibilidad de pagarlas. Así, se vende una seguridad digital que debe ser un derecho digital, a cambio de dólares. Pagamos por evitar intrusiones en nuestras comunicaciones colectivas y, en esa transacción, además, dejamos abierta la puerta a la revisión total de nuestros perfiles digitales, incluidos nuestros rostros, que tenemos cerca, muy cerca y durante muchas horas al día, a disposición de una cámara cuyo manejo, fuera de cámara, desconocemos.

Cuerpos debilitados física, emocional y mentalmente, que en tiempos de crisis profunda eligen, sin quererlo o sin poder evitarlo, la vigilancia, la reducción, la simplificación de la vida a la línea, el plano simple, el rectángulo blanco. Lo que fuera de la pantalla es contraste, color, asimetría, organicidad, vida viva, se convierte ahora en repetición visual estructural (todas las reuniones lucen iguales aunque sean distintas, no importa en qué parte del mundo estés ni de qué temas estés hablando), confusión tempo-espacial, pérdida de sueño (el cuerpo se ve modificado hasta en sus círculos circadianos), pérdida de apetito… el ciclo de debilitamiento es invisible pero potente. Y pronto será visible también.

La brecha digital, la discriminación por acceso a tecnologías que se dicen comunes se hace mayor: quienes no tienen acceso a dispositivos electrónicos y digitales están leyendo su mundo pandémico de otra manera y desde otros lugares: ahí están los fantasmales, raquíticos y enfurecidos canales de TV abierta, por ejemplo, quizá menos ruidosos que las redes sociales pero con mayor tendencia a la pasividad de quien los observa por largas horas. La pluralidad, la necesaria comunicación en la diferencia, se hace cada vez menor.

Estos cuerpos excluidos de la conectividad están expuestos a otro debilitamiento, y encontrar los puntos en común para un diálogo horizontal y en colectividad se hace cada vez más difícil: el internet pandémico debilita, reduce y desinforma a quienes lo habitan, y borra de la conversación a quienes no pueden estar ahí.

Retomo la idea de la constelación con la que abro este apartado o compost, de nuevo, por su utilidad para entender tipos de conexiones entre elementos distintos. Un tipo de conexión posible es la temporal. Revisar transhistóricamente internet, conectar sus dinámicas de acuerdo a temporalidades distintas, nos ayuda a entender mejor su estado contemporáneo, sin perder de vista sus orígenes. (Algo, otra vez, nada nuevo para los lectores: internet, como muchas tecnologías informacionales y de conectividad, surge en un contexto militar de guerra y pos-guerra).

Si parte de los efectos del confinamiento, más allá de la loable búsqueda de cuidado colectivo para resguardar a nuestras sociedades de un impacto todavía mayor en términos de contagio, está siendo el control social a partir del registro total de nuestros datos, movimientos y perfiles, así como de la reducción en los canales de información que ahora se ven tan saturados y vibrando confusamente en el mundo fake y la agitación del sistema like, será importante entender qué funciones cobra ahora el internet pandémico para una menor o mayor perspectiva de mundo.

Tengo muy presente el maravilloso texto de 2006 de la investigadora Anne Friedberg, The Virtual Window: From Alberti to Microsoft (La ventana virtual: de Alberti a Microsoft), en el que la autora traza paralelismos visuales, teóricos y argumentativos para señalar cómo han cambiado nuestras nociones de perspectiva, lejanía, trazo, mapa, afuera, adentro, distancia y cercanía, por nombrar solo algunos elementos reunidos en la idea de ventana, a partir de las tecnologías y materialidades con las que conformamos esas nociones.

Para fines de lo que quiero decir, resumo uno de sus puntos muy injustamente aquí (sus conocimientos y argumentos son vastísimos y mucho más profundos de lo que apenas rescato): tenemos una noción de perspectiva a la que acuñamos sus orígenes en el trabajo de Leon Battista Alberti, que nos enseñó a producir, desde un punto fijo, la posibilidad de abrir la mirada y expandirla, potenciarla, hacia distancias que físicamente nos quedan lejanas pero que desde cierto enfoque se hacen posibles a la vista humana. Sería interesante conocer cómo Friedberg continuaría su lectura de la perspectiva hasta el día de hoy, pues por el contexto temporal de su publicación se quedó en el ideal de ventana que proponía tecnológicamente la empresa Microsoft.

Me parece que hoy, en este internet pandémico, nuestras pantallas no funcionan más como esa apertura de enfoque y perspectiva para abordar visual y nocionalmente el mundo que físicamente nos queda lejano, sino que se busca lo contrario: reducir la perspectiva acaso a 50 cm entre nuestros ojos y la pantalla, y tratar de hacer caber allí el amplio y complejo mundo que es cada una de nuestras vidas.

Por eso insisto en la palabra reducción: dejamos de pensar una ventana al mundo que nos permita conocerlo de manera ampliada y de hacer llegar nuestras voces a distancias lejanas para hacer de la ventana un apretado, incómodo y falso contenedor de todas nuestras interconexiones vitales fuera de ella. Cerramos la ventana, la carretera y el portal y dejamos el brillo a todo. Y tanta luz, en tan poco espacio, ciega.

Grilla perspectiva, Leon Battista Alberti, s/a.

Imagen de portada: Still del jam literario Textualidades en contigencia no. 1: Malén Denis (izq.) y Minipixel (Doreen Ríos, der.) en el Festival El Aleph 2020.

*Huge thanks to Fabiola Garza Talavera for the day to day translation. English version is appearing in this same link a few days after the text in Spanish.

Próximamente:

Compost II: Hibridez

Compost III: Archaea

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Gestora cultural, programadora artística, investigadora académica y docente universitaria. Especialista en interdisciplina y con interés puntual en relaciones interartísticas y experimentación en texto y sonido. Maestra en Literatura Comparada por la UNAM. Desde 2013 es miembro co-fundador de lleom. Fue miembro co-fundador del Programa Arte, Ciencia y Tecnologías (ACT), para el que colaboró como Responsable de planeación y contenidos entre 2016 y 2019. Fue co-coordinadora y programadora de Poética Sonora MX durante 2016 y 2017, para el que colabora actualmente como investigadora asociada. Durante 2019 fue coordinadora general de la Cátedra Max Aub en arte y tecnología de la UNAM. Desde 2018 imparte clases de Políticas de lo Digital para la carrera de Medios Digitales en Centro y conduce la serie radiofónica Islas Resonantes para Radio UNAM, y desde 2020 es directora de Casa del Lago UNAM.

Museos 3.0: ProMuseos, mediación y curaduría

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Por GASTV | Julio, 2020

Museos 3.0 presenta su tercera edición en colaboración con el Centro Cultural de España (CCEMx), iniciativa independiente bimestral para pensar las prácticas digitales de museos en México.

El rescate de los museos mexicanos a partir de la iniciativa ProMuseos, la curaduría y mediación artística en el ámbito digital, el arte socialmente comprometido en tiempos de distancia física, museos del futuro, arquitectura y corporalidades dentro de un espacio de exhibición son algunos de los temas a reflexionar.

Participan Baby Solís, Cuauhtémoc Medina, Daniel Garza Usabiaga, Manuel Guerrero, Lucía Sanromán, Daniel Godínez Nivón, Emilya Rendón, Lourdes Martínez, Somos la nueva ola, Janet40, Mariana Arteaga, Silverio Orduña, Error Pedagogía, Adriana Melchor, Centro Cultural Kappa y Neo Espacio.

Todos los viernes hasta el 24 de julio de 2020, 17 h., a través del canal de Youtube.

Consulta la programación completa aquí.

Foto: CCEMx.

Realismo vs abstracción. Salón Esso y otros lugares comunes durante la Guerra Fría, por Daniel Garza Usabiaga

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Junio, 2020

En 1974 Eva Cockcroft publicó en la revista Artforum su, hoy clásico, texto Abstract Expressionism, Weapon of the Cold War [Expresionismo abstracto, arma de la Guerra Fría].1 En este ensayo expuso al público estadounidense cómo la Agencia Central de Inteligencia (CIA) había promovido la pintura no figurativa, mediante el apoyo de distintas instituciones y programas culturales regionales alrededor del mundo, como una forma de afianzar un sistema de valores en sintonía con la agenda ideológica de Estados Unidos durante la Guerra Fría.

El expresionismo abstracto de esta forma, con su gestualidad y espontaneidad, era índice de la libertad del individuo, de su expresión sin restricciones —una disposición que se situaba en claro antagonismo al arte administrado por los regímenes comunistas, generalmente referido como realismo socialista.

Esta especie de exposé dentro de los círculos intelectuales y artísticos de Estados Unidos no causó revuelo en regiones como Europa «occidental» o América Latina, donde este tipo de injerencia había ocurrido desde inicios de los años cincuenta y era bien conocida de primera mano. Dentro de los países de estas zonas, como México, existía una conciencia más o menos clara de los agentes o iniciativas que expresaban este tipo de afinidades, tal y como se puede constatar en numerosas polémicas públicas registradas en la prensa de aquella época.

El caso de México, además, es interesante y muy distinto al de otras naciones de América Latina ya que Estados Unidos no fue la única potencia planetaria, dentro del sistema bipolar de la Guerra Fría, en orquestar este tipo de maniobras. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y otros países pertenecientes al bloque comunista, también patrocinaron premios, becas y otras iniciativas para artistas mexicanos afines a una figuración emparentada con los realismos.

Este segundo tipo de injerencia casi no ha sido investigado en México mientras que las indagaciones que, para muchos, llevan inevitablemente a la CIA han sido por demás populares. Esto habla de cierta facilidad para atender algunos regímenes discursivos formulados en centros metropolitanos, como es el caso de Estados Unidos, y cierta incapacidad de formular contra-historias desde una perspectiva local que problematicen distintas historiografías hegemónicas.

En México, este tipo de narrativas monolíticas han articulado con facilidad una serie de lugares comunes: el desarrollo de la pintura no figurativa en México como una consecuencia de la injerencia estadounidense; la percepción del realismo como un movimiento agotado y profundamente local, sin intervención global, y hasta su asociación literal con el realismo socialista soviético; la idea de que el artista realista era políticamente progresista mientras que aquel que practicaba la no figuración era reaccionario; e, inclusive, cierto determinismo socioeconómico que especifica que los creadores adeptos a la abstracción provenían de clases sociales favorecidas mientras que los realistas no.

Este estado de la cuestión demanda nuevos contradiscursos que permitan apreciar este momento en toda su complejidad y cese cierto reductivismo, simplificación y maniqueísmo intelectual que es fácil de perpetuar y usar con fines un tanto instrumentales. Mariana Botey, en relación a la simplificación que ha sufrido el legado de las vanguardias históricas realistas de la primera mitad del siglo XX, ha mencionado que «seguir la tradicional historia del arte en este sentido es caer inconscientemente en el régimen discursivo que está en el centro de toda la historiografía colonizadora y, así, desautorizar la coherencia política que la Escuela Mexicana tenía en su centro como proyecto descolonizador».2

Algo similar se podría decir sobre el desarrollo de la abstracción en México. Como Diana Du Pont y otros han mencionado, existen casos de pintura no figurativa en México que permiten ver un desarrollo autónomo de esta práctica en el país que se gestó en paralelo, y no como consecuencia, al expresionismo abstracto en Estados Unidos.3 Ante este escenario, afirmar que el arte abstracto arribó en México con la Guerra Fría como parte de las actividades de inteligencia de los Estados Unidos opera en contra de las intenciones descolonizadoras presentes en las prácticas históricas no figurativas locales que se dieron antes de los años cincuenta.

Si el debate realismo versus abstracción es una especie de lugar común al discutir, de una manera u otra, el arte producido en México durante la Guerra Fría, el evento conocido como Salón Esso es pièce de résistance de tal discurso hegemónico. Esto no es gratuito y se debe a su descarada evidencia. En el Salón de Artistas Jóvenes, nombre oficial de este certamen, no había espías secretos.

Auspiciado por la compañía trasnacional Standard Oil, consistió en una serie de concursos de artes plásticas realizados en la mayor parte de los países de América Latina, bajo la coordinación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y con el apoyo de instituciones nacionales de la región. El personaje más visible de esta operación fue José Gómez Sicre, especie de «villano favorito» dentro del imaginario del imperialismo cultural de la Guerra Fría al haber sido director de la Sección de Artes Visuales de la Unión Panamericana (UP), la unidad operativa cultural de la OEA.

Los ganadores de las distintas convocatorias regionales participarían, como parte de su premio, en una exposición colectiva en la sede de la UP ubicada en Washington D. C. Teniendo todo lo anterior en mente, no debería sorprender que los galardonados de casi todos los países fueran artistas que practicaban la abstracción u otro tipo de propuesta no figurativa, como el arte perceptual de Rogelio Polesello quien obtuvo el máximo premio en el Salón de Artistas Jóvenes continental, en la capital de Estados Unidos.

Pintura 1, de Fernando García Ponce, 1965. Primer premio en el Salón de Artistas Jóvenes.

En México este evento tuvo lugar en 1965 en el Museo de Arte Moderno (MAM) y los primeros premios de pintura fueron para Fernando García Ponce y Lilia Carrillo. También se dio un premio en la categoría de escultura que recayó en Olivier Seguin.4

Es evidente que la escena artística de México en esos años estaba lo suficientemente consciente de la naturaleza de este certamen y su fin último de promover, mediante un premio con alta visibilidad, la pintura abstracta. Esto se puede constatar en la polémica que se dio alrededor del certamen y su ceremonia de premiación y que quedó documentada por la prensa nacional. Lo que no es tan evidente es si esta batalla se libró contra el legado realista de lo que se denomina como Escuela Mexicana de Pintura (EMP). Se podría argumentar que este no fue el caso. Es aquí donde se puede especular una nueva historia sobre el Salón Esso.

Esta contra-historia también involucra elementos de espionaje e intervencionismo que siempre resultan atractivos, causan polémica y pueden ser utilizados de manera redituable. No obstante, esta otra narrativa puede demostrar los límites y problemáticas de la divulgación de ciertas propuestas artísticas como «armas ideológicas» durante la Guerra Fría y cómo este tipo de discursos deben de ser tomados con cautela y enfoque crítico. Y es que la pugna al centro del Salón Esso en México pareciera que no se libró entre un artista abstracto (como García Ponce) en contra de un representante de la EMP (como el notable Mario Orozco Rivera), sino con un artista asociado con una nueva figuración ligada al grupo Los Interioristas / Nueva Presencia: Benito Messeguer.

Además de Messeguer, Los Interioristas (como este grupo se denominó en un principio) aglutinó en distintos momentos a artistas como Antonio Rodríguez Luna, Francisco Corzas, Artemio Sepúlveda y Rafael Coronel, por su parte, Francisco Icaza y Arnold Belkin, no obstante, lo encabezaron.5 El ánimo para la integración de este grupo provino de la relación entre José Luis Cuevas y el escritor norteamericano Selden Rodman. Rodman, un exmilitar que luchó en la Segunda Guerra Mundial, se distinguió por promover distintos proyectos culturales en Latinoamérica que, en todo momento, estuvieron financiados por agencias del gobierno estadounidense.

Además de escribir especies de guías culturales sobre distintos países de América Latina (notablemente condescendientes y en cierto punto hasta con perspectivas racistas), Rodman se involucró con el arte de distintos países del hemisferio, principalmente en Haití, pero también en México. Inspirado en la figura de Cuevas y plagiándose algunas ideas de la crítica de arte Margarita Nelken, Rodman publicó en 1960 su libro The Insiders: Rejection and Rediscovery of Man in the Arts of Our Time, que puede ser visto como una extensión humanista de la retórica militar estadounidense vista de manera simplista como una confrontación entre «libertad» y «opresión».6

Rodman no era un fanático de la abstracción y la criticaba por su tendencia hacia lo decorativo y la deshumanización. Ante esto, en su libro propugnó por una nueva figuración humanista, un regreso a la figura humana, pero sin excesos ideológicos e íntimamente ligada con la subjetividad del artista, con ese índice de libertad. Rodman, tomando ciertas ideas de Nelken, encontraba en Cuevas un representante idóneo, casi inspiracional, de su propuesta.

Cabe mencionar, y tampoco debe sorprender, que agencias estadounidenses como la UP también veían con buenos ojos este tipo de nueva figuración y buscaron promocionarla a la par de la pintura no figurativa. Prueba de esto fue la exposición organizada en 1962 por Gómez Sicre en Washington D. C. Neo-Figurative Painting in Latin America, en la que Cuevas fue el único participante mexicano.

¿Qué sucede entre 1960 —cuando se formaliza Los Interioristas inspirados en el trabajo de Cuevas y los escritos de Rodman— y 1965 —cuando sucede el Salón de Artistas Jóvenes que resta a la carrera de uno de los miembros del colectivo y cuya premiación terminó con una confrontación física entre Icaza y Cuevas? Básicamente, el colectivo sufrió un rápido y pronunciado giro político que si bien no se manifestó abiertamente en su práctica artística, si sucedió en sus acciones y publicaciones colectivas, más allá de las intenciones originales apuntadas por Rodman en su libro y deseos de la UP.

Revista-cartel Nueva Presencia, no. 1, 1961

Es probable que el cambio de nombre de Los Interioristas a Nueva Presencia, de hecho, marque un distanciamiento con las ideas del exmilitar norteamericano. Un año después de haberse formado, el colectivo artístico ya se encontraba involucrado en el caso más visible en el que dejaron claro su postura extra-artística: durante 1961, realizaron distintas muestras de apoyo y proselitismo a favor de la libertad de David Alfaro Siqueiros mientras se encontraba preso en Lecumberri.

Cuevas también estuvo involucrado en estas actividades por un tiempo. De hecho, el artista junto a otros miembros de Nueva Presencia formaron una comitiva que se reunió con el primer ministro de la India Jawaharlal Nehru durante su visita de estado a México en 1961 para pedirle que intercediera a favor de Siqueiros ante el presidente Miguel Alemán. Del mismo modo, los manifiestos escritos por el colectivo y publicados en su revista Nueva Presencia fueron adquiriendo un tono más beligerante y empezaron a aparecer en sus páginas obras de miembros del Taller de la Gráfica Popular.

Nueva Presencia también comenzó a organizar y participar en exposiciones internacionales que les concedieron cierta visibilidad internacional, como El neohumanismo en el dibujo de Italia, los Estados Unidos y México, inaugurada el 13 de septiembre de 1963 en San Carlos y que sirvió para hacer una especie de homenaje al pintor comunista italiano Renato Guttoso.

Arnold Belkin frente a su mural Todos somos culpables, 1961

Ante este viraje inesperado de Los Interioristas / Nueva Presencia la UP tomó medidas radicales, prácticamente de emergencia ante un escenario que no se contempló. Entre estas, motivó un distanciamiento de Cuevas con el colectivo que se expresó de manera radical en una nota que escribió y publicó en el periódico Excélsior en 1963: José Luis Cuevas contra Los Interioristas.

También se podría considerar el rechazo e invisibilidad que se ejerció por parte de Gómez Sicre y la UP sobre el colectivo mexicano en la muestra continental de 1962 Neo-Figurative Painting in Latin America y, dentro de la misma línea, la pugna y derrota al seno de la emisión del Salón Esso en México. Si en este último evento ocurrió una batalla fue entre estos dos frentes: la promoción de la abstracción versus un nuevo modelo de figuración que sin apelar al legado realista de la EMP mantenía su vocación humanista y conciencia crítica.

Es probable que el caso de este colectivo sirva para problematizar una lectura simplista del arte durante la Guerra Fría. Aunque el origen del colectivo pudo estar animado con ciertos fines y por agentes determinados, su desarrollo escapó de estos parámetros y, se puede pensar, se volvió problemático. El caso de Los Interioristas / Nueva Presencia también puede evidenciar una alternativa plástica que simplemente no se ajustó al eje discursivo preponderante basado en la confrontación entre realismo y abstracción. Lo que aquí se formuló fue una especie de tercera vía que escapó a este debate hegemónico de la época.

Y es que un tema central del arte durante la Guerra Fría, por lo menos en el caso de México, es este tipo de ejemplos de alternativas que en su momento buscaron problematizar esta relación confrontacional de distintas maneras. Es decir, trascender, subvertir, minar los polos abstracción versus realismo. La crítica de arte Margarita Nelken, por ejemplo, conceptualizó una categoría que reconciliaba artistas figurativos y abstractos bajo el término expresionismo mexicano.

Otro caso sería Lilia Carrillo (artista galardonada en el Salón Esso y que, por ende, tendría que ser apolítica), quien se respaldó en la abstracción para hacer una obra crítica, aunque no fuera de manera evidente. Como muchos artistas realistas y comprometidos, Carrillo ejecutó entre 1968 y 1969 una serie de dibujos que hacía visible la violencia ejercida por el estado mexicano hacia los estudiantes y la población civil en su conjunto.

Lilia Carrillo, ilustración para El último rey, de Rita Murua, 1969.

También se podría hablar de Siqueiros, quien en la segunda mitad de la década de los sesenta abordó el tema de los prisioneros políticos o de conciencia bajo una solución realista que representaba la figura de Cristo. Hasta el mismo Cuevas, generalmente visto casi como agente de la UP, escapa de estas esquematizaciones simplistas, tal y como se pudo ver con su apoyo a Siqueiros durante su encarcelamiento.

Estos casos, entre otros, pueden subrayar la inteligencia crítica de distintos creadores y cómo les permitió escapar o ajustarse a los debates y corrientes impetuosas de su época. También muestran que la historia del arte es mucho más compleja como para que se ajuste plena y tersamente a maniqueísmos y perspectivas simplificadas como a la historiografía hegemónica de la Guerra Fría.

Foto de portada: Lilia Carrillo, Seradis, 1965. Segundo premio en el Salón de Artistas Jóvenes.

Fotos de texto: Cortesía del autor.

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1 Eva Cockcroft, Abstract Expressionism, Weapon of the Cold War, Artforum, vol. 15, núm. 10, junio 1974, pp. 39-41

2 Mariana Botey, Zonas de disturbio. Espectros indígenas del México indígena en la modernidad. México: Siglo Veintiuno editores, 2014, pp. 177-78

3 Diana Du Pont, Gerzso: pionero del arte abstracto en México. En El riesgo de los abstracto. El modernismo mexicano y el arte de Gunther Gerzso. Santa Barabara: Museo de Arte de Santa Barabra, 2003, pp. 83-57.  Este punto también se encuentra elaborado en mi publicación El gran malentendido. Wolfgang Paalen en México y el surrealismo disidente de la revista DYN. México: MACG, 2018, pp. 173-201.

4 Aquí valdría recordar lo dicho por Cristopher Fulton sobre la figura de Gómez Sicre y cómo verlo como un proponente, exclusivamente, de la abstracción resulta en algo reduccionista y problemático. En “José Luis Cuevas and the “New” Latin American Artist”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. XXXIV, Núm. 101, 2012, pp. 139-179

5 Hasta la fecha el estudio más comprensivo sobre Los Interioristas / Nueva Presencia es Shifra Goldman, Contemporary Mexican Painting in a Time of Change. Albuquerque: University of New Mexico Press, 1981

6 Sobre Selden Rodman ver Luis M. Castañeda, Island Culture Wars: Selden Rodman and Haiti, Art Journal, Vol. 73, Núm. 3 (Otoño 2014), pp. 56-69

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Daniel Garza Usabiaga se ha desempeñado como curador en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México y como curador en jefe del Museo Universitario del Chopo. Estuvo a cargo de la dirección artística de Zona Maco y actualmente es director artístico de la XIV Bienal FEMSA.

Llamada cósmica, de Angela Su

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Por GASTV | Junio, 2020

Como parte de la programación a distancia de Cultura UNAM, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) presenta Cosmic Call [Llamada cósmica] (2019), de Angela Su (Hong Kong), investigación y pieza audiovisual que hila relatos de estallidos epidemiológicos para mostrar el grado en que nuestras reacciones sobre la enfermedad están enmarcadas en distintos órdenes de ficción.

El relato de cómo estalla una epidemia distribuye toda una gama de acusaciones, terrores, afinidades, identificaciones e ilusiones. ¿Quién tiene la responsabilidad de nuestro sufrimiento? ¿La enfermedad es una fatalidad, el resultado de una conspiración criminal o de una serie de errores y negligencias? ¿Cómo se relacionan extranjería y enfermedad, medicina tradicional y nacionalismo, contaminación y profecía?

El relato que ofrece Cosmic Call tiene la densidad de un laberinto. La artista hila datos y argumentos de una variedad de fuentes históricas e imaginarias, registrados en un aparente documental que culmina con una acción de transformación gótica por la deliberada exposición a una serie de virus.

Disponible a través de #Sala10 hasta el 14 de junio de 2020.

Foto: MUAC.

Casa Tomada: Próximos talleres

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Por GASTV | Junio, 2020

Casa Tomada es un espacio cultural independiente que integra comunidad para el intercambio de ideas y experiencias, a través de una serie de cursos, talleres, diálogos y mesas de discusión.

Para junio, Casa Tomada continúa su programa de actividades online.

Taller de crítica literaria, a cargo de Guillermo Núñez Jáuregui. Se trata de un panorama teórico sobre el lugar que puede ocupar esta disciplina en un momento en el que la imagen, y no el texto, se encuentra en el centro cultural. El taller dará herramientas prácticas para preparar textos críticos para ser publicados en un medio impreso o digital. Cinco sesiones del 16 al 30 de junio de 2020.

La mano izquierda de la ficción especulativa, taller de ciencia ficción impartido por Gabriela Damián Miravete. La literatura especulativa (o ciencia ficción) es un laboratorio de la experiencia humana, el inmenso continente de lo posible en el que se puede imaginar otras vías para interactuar con el conocimiento del mundo físico, el futuro y las formas de habitar este planeta (y otros). Este taller discutirá algunas ideas en torno a esas posibilidades, así como estrategias narrativas y del pensamiento a partir de la lectura de obras escritas por autoras. Seis sesiones del 16 de junio al 02 de julio de 2020.

Escribamos sin sentido. Nonsense para la práctica literaria, con Alejandra Eme Vázquez. La literatura ha sido cauce ideal para consignar vacíos de sentido y resignificaciones, este taller busca adentrarse a los mecanismos del sinsentido para ponerlos en práctica en lecturas, conversaciones y escrituras. El taller tendrá alojadas en Moodle lecturas, algunas consignas y preguntas detonantes, mientras que los comentarios grupales y ejercicios de escritura en vivo sucederán en videollamadas. Seis sesiones del 17 de junio al 22 de julio de 2020.

Temarios, costos e inscripciones en el sitio web de Casa Tomada.

Foto: Este País.