El Centro de Cultura Digital presenta Sílex: tianguis especulativo del internet, programa que reúne cinco mesas de diálogo sobre distintos aspectos de las prácticas artísticas del internet.
Entre los temas, se explorarán subculturas, procesos comunitarios de producción y distribución, modelos experimentales de mercado para productos digitales, creación de audiencia bajo plataformas de redes sociales y maneras de financiación para prácticas creativas.
Por su parte, Yami-Ichi será un espacio de exhibición y venta de productos cruzados por el internet, donde se vierten economías creativas, comunidades artísticas y formas experimentales de capitalismo dentro de las prácticas artísticas. Bajo la modalidad de tianguis experimental, cada artista o colectivo ofrecerá sus productos, ideas, imágenes, inventos u objetos procedentes de la web.
Participan más de veinte proyectos como Janet40, Red de Reproducción y Distribución, ASCO, LARMAGAZINE, Broken Reality, Fabiola Larios, Mecha Studios, Anahí Skywalker, Casiomachine y Carolina Villanueva.
Purísima Arte Contemporáneo presenta Hogar es donde la luz, de Pavka Segura (México, 1971), instalación de sitio específico en la que el artista utiliza las figuras del viento, la migración y la luz como estudio sobre la iluminación natural del recinto.
La instalación forma parte de la serie continua A Particular Windy Day, y es un ejercicio escultórico de luz como analogía sobre la naturaleza y la arquitectura, así como sobre la figura cosmogónica de la trinidad, elemento formal del edificio histórico.
Hogar es donde la luz es la tercera muestra de Purísima Arte Contemporáneo, programa independiente de exposiciones que activa las instalaciones del Antiguo Templo de Santa Clara, ahora Biblioteca del Congreso de la Unión, Ciudad de México.
Hasta el 22 de junio de 2019.
Foto: De la serie A Particular Windy Day (2016), de Pavka Segura.
Centro Cultural El Rule presenta la tercera edición de e-cuerpo: encuentro internacional de arte & tecnología wearable, propuesta cultural que vincula arte, moda y tecnología wearable con un enfoque de inclusión y ciudadanía tecnológica.
A través de conferencias, talleres, un maratón/concurso de desarrollo de wearables y la exposición FuturXble, e-cuerpo integra proyectos visionarios y actuales referentes en arte & tecnología wearable, fashion-tech y nuevas tecnologías en el contexto local-global.
En colaboración con el Centro Cultural de España en México, el tercer encuentro tendrá la participación de Tina Gorjanc, Micha Cárdenas, María Castellanos, Hyphen-Labs, Anastasia Pistofidou, Ricardo O’Nascimento y Sara Lana.
Ruta de Galerías prepara su novena edición con la intención de promover el programa artístico y cultural de la comunidad creativa de la colonia San Miguel Chapultepec.
En esta ocasión, se convoca al público visitante a una activación peatonal en el circuito integrado por Patricia Conde Galería, Enrique Guerrero, Polígono, El Rojo de Tacubaya y Macolen.
Entre las actividades paralelas sucederá también Activaciones del patrimonio arquitectónico: reciclaje y restauración, panel de conversación moderado por María Bustamante. Además de exposiciones simultáneas en los trece espacios participantes.
Participan: Casa Luis Barragán, La Casa del Tiempo, Galería Enrique Guerrero, El Rojo de Tacubaya, Macolen, Gallé Art Design, Polígno, Galería de Arte Mexicano, kurimanzutto, RGR Galería y Parque Galería.
En el marco del Festival Internacional de Diversidad Sexual, la Galería José María Velasco presenta Eros y Thanatos, exposición que reúne el universo creativo de Arturo Ramírez Juárez (San Luis Potosí, 1949- 1988) y Armando Cristeto (Ciudad de México, 1957), artistas pioneros del activismo LGBTTTI durante las décadas de los setenta y ochenta.
Por un lado, en la producción de Ramírez Juárez predominan retratos, dibujos y personajes identificados en la actualidad dentro de la teoría queer, siendo una crítica a la concepción binaria de género (hombre/mujer) y lucha por el reconocimiento de las disidencias sexuales. A través de dos series, el artista retrata seres truncos, mutilaciones y personajes que surgen de extremidades con gestos de desolación, además de obras en las que el erotismo es la constante.
Ramírez Juárez fue integrante del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria y del Grupo Lambda de Liberación Homosexual, realizó además los primeros carteles de la marcha del orgullo gay que permiten conocer parte de la historia del movimiento LGBTTTI en nuestro país.
Por su parte, Armando Cristeto exhibe una serie de fotografías parte de la serie Apolo urbano. A través de las cuales el artista explora la masculinización mediante retratos de fisicoculturistas. En las imágenes, el artista no se encarga de fotografiar a los ganadores del concurso de fisicoculturismo o de hacer un mero registro, es a través de su cámara que capta a los más «carismáticos» o atractivos.
El activismo de Cristeto se circunscribe al círculo cultural y su participación a través de la firma de desplegados y la relación que mantiene con figuras importantes, como José María Covarrubias.
Hasta el 30 de junio de 2019.
Foto: Apolo Urbano, de Armando Cristeto | Museo Universitario de Arte Contemporáneo MUAC, Anal Magazine.
El Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) y el Museo Amparo presentan en conjunto Farsa y artificio, de Melanie Smith (Reino Unido, 1965), exposición que se concentra en la experimentación espacio-temporal de sus obras más recientes.
Desde los años ochenta, Smith ha tocado temas que abarcan los efectos de la industrialización, la economía y la estética de la abstracción, la urbanización, el colonialismo y, más recientemente, la naturaleza y entropía a través de desdibujar y mezclar las lógicas del universo pictórico, cinematográfico y performático.
Farsa y artificio es una adaptación de la muestra homónima en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), y abarca todos los medios en los que se expresa la artista, desde sus primeras esculturas, ensamblajes, relieves y pinturas hasta sus piezas en video, fotografía e instalaciones, desplegadas simultáneamente en Puebla y la Ciudad de México.
Dentro de las oficinas de la publicación Artes de México se presenta Cambio de Párrafo: 7 lecturas a un espacio, exposición colectiva que invita a repensar el arte contemporáneo como un medio y espacio de la mexicanidad, a través de distintas intervenciones.
En 1953, a partir de la exhibición 20 siglos de Arte Mexicano, se fundó la revista Artes de México con la misión de mostrar un panorama de la cultura mexicana. Ahora, en su segunda época (1988), la publicación continúa su labor de exploración y difusión nacional.
Después de sesenta años de historia, siete artistas exploran el vínculo entre su propia obra y los temas que han marcado la labor de la revista. Cambio de Párrafo indaga en la tradición, los materiales, el oficio artesanal y el arte contemporáneo a través de una intervención espacial: los muros, pisos, puertas y ventanas de las oficinas de Artes de México se convierten en escenarios.
Con obra de Manuela García, Emilya Rendón, Francisco Muñoz, Fernando González, Darinka Lamas, Israel Urmeer y Carmen Huízar.
Casa Equis presenta Fototaxias, de Felipe Bedoya (Colombia, 1986), exposición individual que explora diferentes conceptos alrededor de la luz y sus estímulos generados en el hombre.
Bedoya propone un escenario donde el desplazamiento es orientado por estímulos lumínicos, capaces de dirigir a sus personajes hacia a una fuente de luz. Este es un impulso que no precisa aprendizaje: así como para las polillas es natural controlar su rumbo teniendo como referencia la luz de la luna; el hombre siempre proyecta sus creencias, cuestiona su espacio vital y destina todo esfuerzo a su propia supervivencia.
Las individualidades se funden en relaciones colectivas, logrando que cada elemento se potencie en su relación con los demás. Una fuente de luz atípica subordina las características individuales de las siluetas a su movimiento en conjunto. Las sombras se desprenden de los cuerpos, mientras estos son atraídos por esferas luminosas que gravitan en torno a un centro.
Fototaxias parte de un registro fotográfico orientado al movimiento rutinario de vendedores ambulantes. La fotografía y el dibujo se encuentran para resaltar la supervivencia, la relación propia y con el otro desde una construcción simbólica del cosmos.
A lo largo de su producción artística, Cynthia Gutiérrez (Guadalajara, 1978) se ha centrado en remarcar críticamente las cualidades de la memoria y permanencia como características de la escultura. Actualmente presenta Todos los siglos son un solo instante en La Tallera, exposición individual que conecta distintas temporalidades de la historia nacional, así como contextos particulares de Cuernavaca.
En esta conversación, Gutiérrez detalla piezas que encuentran conexión con la historia, la construcción de identidad colectiva y los colapsos arquitectónicos como fractura del entorno nacional.
Tu obra me confronta desde mi formación como historiadora. Me parece relevante que las piezas detonen cierto choque en el público espectador, pensando sobre todo en que la historia se divulga desde un discurso oficial. Parte de la revisión anacrónica del pasado colectivo, donde el museo funciona como la simulación de un montaje de tiempos, ¿qué lecturas, cuestionamiento o críticas abre la exposición en torno a la historia?
Me inquieta la manera en que se configura y enseña la historia. Se presentan los hechos en orden cronológico como una verdad incuestionable y rara vez se conectan unos eventos con otros. Pareciera que cada hecho sucede en un tiempo y mundo independiente. Todo se reduce a vencedores y vencidos, héroes y tiranos, sin variaciones, sin otros matices. Se excluyen los fallos, los personajes intermedios, las fechas comunes, los eventos inciertos.
Por ello, la historia se percibe como algo ajeno, algo pasado desvinculado de la realidad. ¿Cómo puede así formar parte de nuestra identidad? ¿Cómo se conecta con el presente? La construcción de la identidad —tanto individual como colectiva— me es relevante, y la abordo desde mi trabajo de diferentes maneras.
En Todos los siglos son un solo instante el público se cruza con elementos, figuras o emblemas reconocibles pero que se encuentran, de alguna manera, dislocados, des-estabilizados o vulnerados, lo cual permite que se abran nuevas posibilidades de lectura, cuestionamientos y reflexiones.
Por ejemplo, el águila que es símbolo de fuerza y libertad y emblema de numerosas naciones e imperios a lo largo de la historia, se encuentra caída, toca el suelo. Los muros blancos del espacio de exhibición han sido raspados para encontrar algo detrás de su pulcra fachada, su pasado se incorpora en el tiempo actual y el espacio museal deja de ser algo que solo tiene la función de resguardar. Una estatua heroica se encuentra invadida por palomas, la figura interferida, su identidad velada, olvidada. Una pila de utensilios, deidades y figuras de barro rotas, desmembradas, reclaman su lugar.
La sólida roca volcánica, materia básica con la que se construyeron pirámides, ídolos, relieves, templos y monumentos, está fisurada por la mitad, por una suerte de veta de múltiples y variados textiles empalmados, compactados y amalgamados. Los textos al pie de foto flotan sin imagen, evocando objetos desplazados de su lugar de origen. El relato de una pieza cuya elaboración en piedra pareciera imposible y su existencia se encuentra en duda, da cabida a los relatos no oficiales, contados oralmente. Basamentos de monumentos han perdido su función, nada posa sobre ellos, yacen inclinados, inestables, vacíos.
Desde el arte se pueden doblar las fronteras espacio-temporales, abriendo nuevas formas de asociación. No todo debe estar definido, clasificado, verificado o visto en su totalidad. Se puede construir a partir de los fragmentos, con la incertidumbre. Mediante estos gestos, giros o torceduras en imágenes y elementos históricos diversos, es posible cambiar el foco y pensar la historia no sólo desde sus fortalezas y certezas, sino a partir de sus vulnerabilidades y huecos. De este modo, podemos entender la historia como algo en construcción que cede y reclama, que se diluye, se tambalea y que exige tomar conciencia.
Interferencias (2019), de Cynthia Gutiérrez | Cortesía: La Tallera.
Quisiera centrarme en los elementos mesoamericanos presentes en la muestra. Mencionas que hay una relación con los materiales característicos de ciertas zonas en Morelos, como la zona arqueológica de Xochicalco. ¿Cómo describes tu acercamiento a este lugar?
Una de las primeras cosas que noté en Cuernavaca fue la presencia de roca volcánica, tanto en muros perimetrales de residencias, como en iglesias y en construcciones prehispánicas. Eso me hizo pensar en la geografía del lugar y cómo afecta y moldea lo que en ella sucede.
Otro aspectos que llamó mi atención es la cantidad de sitios arqueológicos existentes en Morelos, las prácticas, oficios y conocimientos prehispánicos, y cómo es que algunos de ellos han persistido, en algunos casos modificándose y ajustándose a una forma de economía de un lugar turístico, y en otros casos han desaparecido. Me interesa la manera en que éstos pueden —o no— integrarse a la sociedad contemporánea y viceversa.
Tuve la oportunidad de visitar Xochicalco y Teopanzolco. Mi acercamiento, en principio, fue contemplativo. No puedo decir que realicé una investigación minuciosa o exhaustiva, sin embargo, indagué sobre ciertas cosas que llamaron mi atención al observar y presenciar el paisaje, la construcción, de imaginar lo que ahí sucedió, en qué se trabajaba, cómo se vivía. Empecé a pensar en sedimentos, en capas, en construcciones encima de construcciones, en qué habrá oculto todavía en los alrededores entre la vegetación o, en Teopanzolco, por ejemplo, qué quedó enterrado debajo de las residencias y construcciones que lo circundan.
Comenzaron a traslaparse imágenes de otros momentos históricos, textos, noticias… y también surgían imágenes en común, que se repetían, secuelas del sismo: fisuras, fracturas, monumentos en restauración, accesos cerrados (no se permitía la entrada al Observatorio de Xochicalco o al Palacio de Cortés), búsquedas en muros y piso, murales que se asomaban, ventanas hacia otros tiempos (Jardín Borda), basamentos y torres fracturadas, elementos arquitectónicos apuntalados, estructurados con maderos para evitar su colapso, andamios… también contrastaban y se contraponían imágenes de las enormes y tranquilas residencias de descanso contra el bullicio del cálido trabajo comunitario para conformar los coloridos murales de granos y semillas como el que vi en Tepoztlán… y pensar cómo todo este complejo tejido va conformando la identidad de un lugar.
Un panorama bastante inestable físicamente que, de alguna manera, se convierte en metáfora de su situación actual social, cultural y política.
Es importante lo que mencionas, el sismo de 2017 dejó una sensación de fragilidad en monumentos y arquitecturas, así como en las casas particulares. Incluso algunos símbolos arquitectónicos importantes se perdieron, como el «chacuaco» del ingenio azucarero Emiliano Zapata, en Zacatepec, y el mismo Palacio de Cortés.Por eso, de pronto mirar la pieza Marcha de tierra remite a aquel colapso.
Hilando quizá de más, pienso que la exposición se sitúa en Cuernavaca, capital atravesada por distintas violencias: asesinatos dolosos, feminicidios, secuestros. Me parece que hay piezas que, dentro de este contexto, recrean una simbolización de la ingobernabilidad, como El fracaso de la libertad. ¿Cómo se introduce tu trabajo en este territorio?
La ola de violencia que vive Cuernavaca es fuerte. El país entero está en crisis y definitivamente es algo que estuvo resonando en mi cabeza mientras proyectaba la exposición. En El fracaso de la libertad, el águila caída advierte una identidad colapsada. La construcción de Cuernavaca carga con una historia compleja como muchos otros lugares en México. Construcciones que se erigen sobre otras como símbolo de poder y sometimiento durante periodos distintos. Encuentros, batallas, conquistas, tradiciones, religiones, confrontaciones… grupos rezagados, marginados.
Por otro lado, en Marcha de tierra se integran piezas de barro de tradición prehispánica de talleres de Tlayacapan, Morelos y Chapala, Jalisco. Una gran pila de piezas rotas se desborda desde la esquina de la sala. Desde asas de ollas y cazuelas a ídolos rotos. Desde lejos, una gran masa de figuras sin identidad reclama territorio. De cerca, se empiezan a reconocer trazos de distintas culturas, rostros diversos, características particulares, historias que se cruzan, tiempos que se aglutinan.
Una pila de cuerpos fragmentados que nos recuerda las numerosas fosas clandestinas que se descubren día a día en este país, se derrama hacia nuestros pies obligando a mirar, a reconocer.
Marcha de tierra (2019), de Cynthia Gutiérrez | Foto: Vera Castillo.
No había pensado en Marcha de tierra desde esta mirada de pila de cuerpos fragmentados. Me vienen a la mente las imágenes del fotoperiodista Margarito Pérez Retana, fotografías de la violencia que azota al estado desde 2009.
En alguna entrevista previa mencionas que la escultura surge para reemplazar el cuerpo de los muertos. Claro, si la escultura ha sido el medio para la construcción de memoria histórica colectiva desde los monumentos. Aunque, por otro lado, con el mismo fin la sociedad civil ha levantado antimonumentos en una búsqueda por construir una memoria social.
Estas acciones ciudadanas que están sucediendo de distintas maneras en diferentes partes del mundo, como el derribo o toma de monumentos en protestas públicas, habla de la desconexión que existe entre la historia, la memoria colectiva, los monumentos y la realidad actual. Revela que la identidad no es algo que pueda imponerse y que debe construirse en comunidad. La gente se apropia de ellos para traerlos al presente y así reflexionar o cuestionar lo que representan ante las problemáticas que se viven actualmente.
Me parece que hay que pensar el espacio público y el monumento de una manera distinta. Pensar en construir la identidad no sólo con elementos y conceptos sólidos impuestos e inamovibles, sino como algo que estará siempre en proceso; sujeto a la posibilidad de ser flexible y cambiante, que pueda incluir, extenderse, contraerse, disgregarse y diversificarse.
Todos los siglos son un solo instante se exhibe hasta el 14 de julio de 2019 en La Tallera.
Foto: Marcha de tierra, de Cynthia Gutiérrez | Cortesía La Tallera.
Como celebración de su décimo aniversario, Galería Ethra presenta una exposición colectiva en la que participan artistas que han colaborado en el espacio a lo largo de este periodo. Así como nuevas propuestas que afianzan su labor en la promoción, difusión y apoyo de las artes plásticas.
La muestra integra artistas mexicanos y extranjeros con una propuesta en la que dialogan la pintura, la escultura y obra que transita y reflexiona sobre los límites entre estas disciplinas.
Con obra de Adrián Procel, Alejandro Pintado, Cisco Jiménez, Ben Sack, Emilia Sandoval, Francisco Castro Leñero, Irene Dubrovsky, Máximo González, Pablo Castillo, Ray Smith, Ricardo Regazzoni, Shuli Sade y Víctor Guadalajara.
Hasta el 12 de julio de 2019.
Foto: Vision (2018), de Alejandro Pintado | Galería Ethra.
Como parte de la segunda edición de FOLIO, espacio de reflexión y análisis en torno al fotolibro, el Centro de la Imagen presenta Los otros libros, exposición que explora algunas de las formas en las que el ámbito editorial ha sido interpretado y utilizado desde el punto de vista de las artes visuales.
Una publicación es mucho más que un texto impreso: es una materialidad específica y una tecnología con una historia propia que ofrece una relación particular para pensar la relación entre lo visible y lo legible.
A partir de la obra de cuatro artistas, el libro es entendido como una herramienta capaz de ser intervenida, reutilizada o transportada al ámbito escultórico, desde la fotografía o la imagen-movimiento. De esta manera, la propuesta expositiva indaga en las distintas maneras en las que la publicación ha sido aprovechada y explorada desde la perspectiva artística, al tiempo que busca multiplicar y abrir otras posibilidades de lectura para el universo de las publicaciones impresas.
Con obra de Marianna Dellekamp, Lucía Hinojosa, Javier M. Rodríguez y Alfonso Santiago.
¿Dónde está el listón? —reclamó el inspector de Cultura nada más llegar—. A mí me convocaron a una inauguración y sabido es que en una inauguración se debe cortar un listón. ¿Dónde demonios está entonces el listón inaugural? ¿A dónde han ido a parar nuestras venerables tradiciones terrícolas? Tierra Incógnita (fragmento), de Luis Felipe Fabre, 2019.
SOMA presenta Tierra Incógnita, exposición colectiva resultado de dos años de reflexiones, indagaciones y experimentaciones durante la estancia del Programa Educativo SOMA Generación 2019.
El grupo de once artistas fue parte de cursos, talleres, sesiones de crítica, presentaciones, conferencias y eventos públicos; actividades orientadas a fortalecer el entendimiento horizontal sobre distintos aspectos de la producción del arte contemporáneo.
Bajo este contexto, Tierra Incógnita propone un recorrido por preocupaciones, procesos artísticos y materialidades propias del dibujo, la pintura, el performance, la escultura, la danza, y la fotografía, en el cruce de distintas disciplinas como la arqueología, la genética, la astronomía, la geología y la psicología.
Participan Yolanda Benalba, Aleph Escobedo, Daniel Evo, Santiago Gómez, Margot Kalach, Mimi Laquidara, Ángela Leyva, Roger Muñoz, Ilazki de Portuondo, Natalia Rodríguez Caballero y Miriam Salado.
Hasta el 22 de junio de 2019.
Imágenes: Un extraño bucle y Un extraño bucle III (2018), de Aleph Escobedo | Cortesía SOMA
En su primera edición, PISO se presenta como una plataforma anual de exposición y venta de obra contemporánea en diferentes sedes de la Ciudad de México, con la intención de promover la relación entre comunidad artística emergente y agentes del arte.
La propuesta se construye sobre principios de apertura e inclusión, a través de una convocatoria de 20 artistas nacionales e internacionales que mostrarán su trabajo multidisciplinario.
Participan Adrián Araiza, Cecilia Barreto, Raúl Cadena, Manuela G Romo, Lisa Giordano, Santiago Gómez, Susana Gómez-Ortiz, Agustín González, Nicolás Guzmán, Aldo Iram, Karla Kaplún, Angela Leyva, Enrique López Llamas, Luis Moro, Fabián Ramírez, Jorge Rosano, Elvira Smeke, Ismael Senties, Edgar Solórzano y Yuki Ogura.
25 y 26 de mayo de 2019 en Mártires de la Conquista.
Foto: Esquema de recuerdo I, de Enrique López Llamas | enriquelopezllamas.net
Galería Karen Huber presenta Mother of Pearls, de Merike Estna (Estonia, 1980), cuya producción se centra en imaginar a la pintura como un elemento vivo más allá de su función como medio de expresión formal y creativa, o como archivo visual e histórico.
La artista define la pintura performativa como un ente dinámico, un territorio común destinado a la reflexión, la espiritualidad y la meditación.
En Mother of Pearls, Estna utiliza a la madreperla o nácar, material orgánico en el que nacen las perlas, para continuar con su investigación sobre el campo expandido de la pintura. A través de este cuerpo de obra, se propone entender a este medio como un recurso dinámico, utilitario y creador de contextos y situaciones físicas que, en conjunto abordan lo autobiográfico, lo mitológico, lo social, y lo político.
Como parte de la estrategia de desarticulación de la pintura clásica, se hace uso de otros materiales como la cerámica o ingredientes menos ortodoxos como la cera de abeja. De esta manera, Estna eroga de manera definitiva los cánones que han diferenciado al arte de la artesanía produciendo objetos que pueden ser utilizados con otros fines más que la simple admiración.
Bajo la curaduría de Alberto Ríos de la Rosa, la exposición propone un espacio de diálogo y reflexión sobre los nuevos límites del medio y su capacidad de generar un impacto social.
De manera paralela, se prepara una serie de conversaciones en torno a la pintura contemporánea los próximos 06, 13, 27 de junio y 04 de julio 2019.
Foto: Kneeling banana/angel / flew over my head / on the 7th floor / above the seabed, de de Merike Estna, pintura performática hecha explícitamente para ser utilizada como alfombrilla de picnic.
Trato de recordar algún dato curioso respecto a las visitas de estudio. Nada me viene a la mente. Pero recuerdo la escena de Mr. Turner, de Mike Leigh, en donde el pintor inglés recibe a unos potenciales clientes. El espacio, más que un estudio de artista, es un tipo de galería pequeña. Del techo cuelgan algunas telas que producen una luz cálida que baña las marinas y tormentas recién terminadas del artista. Mientras J.M.W Turner muestra sus pinturas, su ama de llaves espanta unos moscardones que han quedado por encima de las telas y los insectos muertos caen sobre los compradores causándoles repulsión.
Me encuentro con Alan Sierra (México, 1990) en la entrada del edificio en donde está su estudio. Antes de subir, me pide que lo acompañe a comprar un cenicero en forma de mosca que acaba de ver a la salida del metro. Mientras lo acompaño, trato de imaginar el cenicero. Al llegar al puesto, veo que se trata de una gran mosca metálica cuyas alas se despliegan como una caja para descubrir un receptáculo que albergará la ceniza y las colillas de una buena fiesta.
Regresamos y al subir a su estudio lo primero que me muestra es lo que ve por su ventana. Una de las agujas del Museo Universitario del Chopo se asoma mientras vemos la fachada de la casa de la vecina que se preocupa de vez en cuando por su alimentación y por su exceso de horas laborales. Nos sentamos y comenzamos a platicar. Le pregunto sobre su regreso a la práctica artística después de ejercer en el campo de la curaduría, Alan trabajó un par de años en el Museo de Arte de Zapopan.
Me señala que antes que llamarse curador le parece más importante asumirse como investigador. Así también considera que la escritura y la creación literaria están fuertemente implicadas en los aspectos que componen una exhibición: «trataba de que mis cédulas fueran óptimas y dieran una gran cantidad de detalles, que la exposición contara una historia, que incluso incorporara técnicas de la creación literaria», aspectos como la teoría de la argumentación o la narratología eran líneas que exploraba en los montajes.
Por una parte esto lo hacía sentir muy cómodo, pero por el otro, «muy ingrato», pues considera que los esquemas de colaboración con artistas dentro de las instituciones pueden ser de explotación y la figura curatorial alcanza a opacar el trabajo de cada artista. Como consecuencia de esto, hoy día prefiere indagar dentro de los archivos de artistas difuntos:
«No me entusiasma tanto una curaduría de artistas vivos como meterme en los archivos y ver qué puedo hacer, qué puedo decir, qué puedo contar».
Su regreso a la práctica artística va de la mano con los intereses que tiene sobre la escritura. Alan me cuenta que la mayoría del tiempo está escribiendo: ensayos, poemas, textos cortos, refranes, chistes. Luego toda esta exploración le sirve para «maquilar» una obra, pues cada una de sus piezas obedece a esa escritura. No se trata de la salida creativa sobre el dibujo de una nube, si no de procesar la nube que ya estaba escrita.
La elección de la técnica en sus piezas —dibujo y tinta sobre papel— responde a la misma economía de un texto corto. Estos dibujos-poemas, dibujos-chistes, son imágenes que pueden circular en la red, pero que tienen la particularidad de obligar al espectador a mirar más tiempo sobre ellas. Como alguna vez le dijo Lucía Vidales, artista visual, son imágenes que te obligan a ver «largo».
Palacio interior (2018)
La primera pieza en su regreso a la producción artística fue Palacio interior, expuesta en Salón Acme 2018, en Ciudad de México. Se trata de dos párpados moldeados en pasta con pestañas postizas incrustadas:
«Me parecía muy emocionante hacer algo que tuviera una gran economía de medios. Producir una pieza para un espacio de exhibición pero que a la vez invitara a no ver, a no estar ahí, para pensar que quizá la razón del arte exhibido no está en sus imágenes, sino en cerrar los ojos», dice al respecto.
Alan me platica sobre sus estudios en arte y filosofía en Guadalajara. Relata la gran recepción de aquel momento hacia las publicaciones de Alias, comenzaban a llegar las traducciones de los artistas conceptuales. Durante aquella época, Alan tomó las materias teóricas e históricas, nada de técnicas como pintura, grabado, escultura; salvo cerámica. Después cambió a Filosofía y continuó con talleres sobre creación literaria.
Asimismo, el surgimiento de espacios independientes en Guadalajara, como TRAMA Centro, contribuyeron a su formación; este lugar le dio la oportunidad para para curar su primera exposición. Sin embargo, Alan subraya que fue el museo su verdadera escuela: ahí conoció muchos trabajos artísticos, aprendió a escribir fichas y a entender las diferencias y funciones de los distintos textos que se producen alrededor del artista o práctica artística dentro de un recinto museístico.
Sobre su escritorio veo el libro Surrealism in Latin America. Vivísmo muerto.1 Aparte de una de las tantas investigaciones que tiene en puerta, Alan menciona una frase del primer artículo sobre César Moro: «Estar fuera de la literatura pero participando de ella». Lo que nos lleva a hablar sobre la creación literaria en el campo del arte. Le confieso entonces mi falta de habilidad para escribir con mayor fluidez y soltura, culpo a la academia por inculcarme una estructura tan cuadrada.
En esta parte de la conversación menciono mi gusto por los textos de Carlo Ginzburg como ejemplo de exploración de la escritura en el oficio de la historia, lo que nos hace recordar a Natalia Ginzburg, Alan me afirma emocionado que se trata de su escritora favorita. En su mesa de noche tiene Las pequeñas virtudes para releerlo una y otra vez. Considera que fue un gran regalo de Natalia ofrecer estos textos en una columna de periódico.
Instagram: @alansierra
Pasamos ahora a platicar sobre historias de familia: Alan creció en Sonora, sus padres formaron parte del Partido Laboral Mexicano, su madre una cantante de ópera y su padre, después de alejarse de la vida política, vendió antigüedades que restauraba y después gracias a un irlandés, aprendió a afinar pianos, se convirtió «en el único afinador de pianos del Desierto de Sonora».
Cuando Alan y yo nos conocimos platicamos sobre la integración plástica. Esta vez hablamos con más detalle sobre el proyecto que reflexiona en torno al río Lerma, el cauce hídrico más largo del país que comienza en el Estado de México y termina en el lago de Chapala, Jalisco. El hoy conocido como Cárcamo de Dolores, en Chapultepec, es un ejemplo importantísimo sobre este ejercicio de incorporar pintura, arquitectura y escultura en un mismo espacio, pero también es parte del mayor desastre ecológico que ha sufrido nuestro país.
Ilustración para la invitación de Signos en los bolsillos, proyecto expositivo en Carta Blanca.
De algún modo, dice Alan, conoció el final de la historia mientras estuvo en Guadalajara al visitar ese río pestilente que despide burbujas de un jabón altamente tóxico. Ahora se encuentra tratando de leer el principio de este relato, desde el Estado de México, lugar de origen de la familia de su madre. Esto lo ha llevado a investigar sobre Diego Rivera y el muralismo, movimiento que considera una forma de escritura. Me muestra con admiración un libro de Rivera con algunos de sus dibujos, «era un gran dibujante». El trabajo de Alan sobre este proyecto es una suerte de dibujo de largo aliento, así que no lo veremos en exhibición muy pronto.
Alan investiga sobre el dibujo porque se parece escribir. Sobre esta línea, tiene en puerta la publicación de Non Verbal, un libro de dibujos editado por Gato Negro Ediciones:
«Esta obra es como un libro de poemas pero sin usar palabras, empecé a investigar sobre sensaciones físicas, señaléticas, animales, ¡me encantan los animales!, y cosas que transmitieran una sensación no verbal», comenta.
Instagram: @alansierra
En este sentido, Alan se ha acercado a estudiar un par de aspectos sobre el espectro autista que le gustaría profundizar para entender otra clase de sensibilidades no verbales, precisamente; así también sobre su historia cultural. Non Verbal será una publicación para verse con paciencia.
La búsqueda de nuevas técnicas y materiales es otro de sus intereses, como en una de sus esculturas con forma de mano hecha de palomitas de maíz. El artista me cuenta que durante su producción supo sobre la historia de las palomitas: la palomita más antigua fue hallada en una cueva de murciélagos en Nuevo México. Sin embargo, durante la época prehispánica, el consumo de este peculiar manjar estaba destinado a la joyería, se le conocía entonces como flores de fuego. Hoy día el maíz palomero se encuentra en crisis gracias a que Estados Unidos se ha adueñado de la producción, vendiéndonos maíz transgénico en las salas de cine locales.
«Estas son esculturas con datos curiosos. Los datos curiosos son un buen pretexto para conversar y para escribir».
Sobre el posible paradero del libro sagrado y sustraído de Xocén (2018), publicación parte de editorial Servicios. Instagram: @islotemx
Me cuenta que hubo una época en donde escribir sobre datos curiosos podría ser causante de una demanda, pues existía el miedo de que alguien más lo supiera y te acusara de plagio: “¿de quién es propiedad el dato curioso?” Una buena trivia “jala las cuerdas del corazón” porque conecta con el pasado, te provoca nostalgia o se relaciona con una experiencia personal. Desde esta operación es que Alan se aproxima al arte o es desde la cual le gusta construir sus procesos artísticos.
Otras líneas de investigación han sido el performance y la exploración de distintos formatos curatoriales o de gestión cultural. Para el primero, actualmente desarrolla un proyecto a partir del libro Cómo escuchar la música, de Aaron Copeland. Será un acto en vivo en un cabaret con concierto de theremin incluido. También, Alan prepara una exploración sobre la maternidad, un sueño y deseo recurrente que ha tenido por un rato.
Respecto a la gestión cultural, Alan, junto a distintos colegas, desarrolló Días de campo2, plataforma interdisciplinaria de residencias e investigación colectiva que ha tenido salida en formatos editoriales. La primera edición Occidentes Otros tuvo lugar en Tatalpa, Jalisco, en 2016, mientras que la segunda ¿Quién nos necesita?, se llevó a cabo en Caborca, Sonora, en 2017.
Publicación Occidentes Otros, parte de la plataforma Días de campo.
También creó la editorial Servicios, cuya primera publicación es Sobre el posible paradero del libro sagrado y sustraído de Xocén (2018), una investigación realizada por Samantha Cendejas y Jesús Pérez Caballero.
El trabajo de Alan Sierra es sumamente prolijo en la profundidad de sus investigaciones y relaciones formales-conceptuales. La escritura es uno de los ejes que sostiene sus inquietudes y es a través de ella que va y viene entre la producción de imágenes y la construcción de narrativas desde distintos soportes. Sierra, como bien se describe, es un investigador privado, pero yo añadiría que es también un anticuario de datos curiosos y un escritor de imágenes cortas que se leen con paciencia.
Espero el cenicero-mosca haya cumplido sus expectativas.
Fotos de estudio: Adriana Melchor Betancourt.
Imagen de cabecera: Instagram @alansierra
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1 Editado por Dawn Ades, Rita Eder y Graciela Speranza.
ESPAC presenta Distancia doble, exposición que explora el espacio expositivo y la colección de ESPAC a partir de una serie de piezas a cargo de Ana Bidart (Montevideo, 1985) y Armando Rosales (Venezuela, 1987).
Bajo la curaduría de Esteban King, la muestra reúne obras comisionadas e intervenciones de sitio específico. Propuesta que pone de manifiesto que, antes que un cubo blanco —modelo de exhibición que se caracteriza por su asepsia, por establecer una división tajante entre el adentro y el afuera, y por generar una sensación de estatismo y atemporalidads— el espacio de ESPAC es el de una casa.
Bajo este hecho, la exposición plantea distintas posibilidades de habitarlo y de establecer relaciones espaciales y conceptuales a partir de la distancia doble que propicia el trabajo de estos artistas.
Además, Distancia doble integra una selección de piezas del acervo de la colección ESPAC, centradas en soluciones figurativas de carácter antropomorfo o representaciones espaciales. En conjunto con la obra de Bidart y Rosales, se invita a pensar cómo funcionan la arquitectura y el espacio en relación con el cuerpo y el display de los objetos.
Como parte del cierre, La Sociedad de Carne y Hueso presenta Discurrir en los cuerpo, activación coreográfica en el espacio de exhibición que integra una serie de acciones corporales para explorar tanto las piezas de la muestra como la arquitectura del espacio.
Sábado 18 de mayo de 2019, 19:30 hrs.
Foto: Discurrir en los cuerpos, de La Sociedad de Carne y Hueso | Cortesía ESPAC.
El Centro de la Imagen presenta la segunda edición de FOLIO, espacio de reflexión y análisis en torno al fotolibro, acompañado de un conjunto de exposiciones y la participación de artistas visuales y creadores editoriales.
Desde 2017, FOLIO es un programa educativo y de difusión para reflexionar sobre las posibilidades y prácticas alrededor del fotolibro contemporáneo, integrando la primera colección pública gracias a la donación de autores, editoriales e iniciativas independientes.
Entre las actividades se preparan sesiones de Book Jockey, sesiones de libros hablados y presentaciones editoriales. Además de la inauguración múltiple de las exposiciones Los otros libros, curada por Esteban King Álvarez; Podría ser yo, curada por Agustina Triquell y Alejandra González, y Tránsito, curada por Mariela Sancari a partir de la Colección FOLIO.
Galería Nordenhake México presenta Post Jacaranda, de Sarah Crowner (Filadelfia, 1974), exposición individual que reúne pinturas, collages y inspirados en la flor de jacaranda.
El espacio monta las ocho pinturas intercaladas con constelaciones de pequeños árboles de jacarandas, plantas que interrumpen la vista de las piezas, creando así un mosaico de colores, formas, cosidos y ensamblados.
Posterior a la muestra, los árboles serán plantados en diferentes áreas de la Ciudad de México. Crowner ve dicha intervención como una instalación de pintura temporal, con los árboles nativos plantados permanentemente estableciéndose en su nuevo entorno y el color lila retornando anualmente por muchos años más.
Hasta el 15 de junio de 2019.
Foto: Reclining Lilac and Black (2019), de Sarah Crowner | Cortesía Galería Nordenhake México.